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         ¿Existe Dios después del diez?
          Juan Carlos Urtaza,
Editorial Aparte, Chile, 2019
        
          Por Víctor Hugo Díaz
          Publicado en https://blancomovil.com.mx/ septiembre de 2020
          
            
        
             
            
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        PONTE EN GUARDIA
          deja pasar
            sigue  avanza  baila  esquiva.
        
        ¿Existe Dios después del diez? la reciente publicación del poeta chileno Juan Carlos Urtaza, que reúne sus dos libros previos y uno inédito, nos propone la poesía como una lucha y una permanente confrontación con el tiempo, una pelea-escritura en movilidad; un sinónimo de la vida: como una avispa en medio del ring.
        Aquí, el conjunto de encuadres, hablas, signos e imágenes, está dispuesto como si se participara de un baile, de una danza bélica, desarmados y con los mínimos ornamentos. Donde la envestida asume la responsabilidad del ritmo y la potencia; mientras que las citas, nombres y pliegues, se hacen cargo de la estructura y densidad de los inminentes ataques.
        Las pausas, previas y posteriores a cada extensión inesperada del brazo, hasta donde la mano y la mirada no alcanzan, permiten poblar aquel Imaginario de cuatro ángulos, con situaciones y desplazamientos vívidos; dejándolos habitar ahí, donde De una esquina a otra /la distancia se coagula.
        A pesar de que al primer golpe de tinta, el espectáculo de las páginas y su intención parecen sustentarse sobre un código temático-pugilístico, ya a poco de Sonar la campana y desatarse el conflicto, la fuerza significativa del libro nos hace las señales necesarias, imponiéndose por encima de esa categoría y registro usados por el poeta; pero solo como materia prima simbólica. Quedando estos entonces, relegados a Segundo plano, cumpliendo apenas la función de los “Seconds” en los cuales al principio, los poemas, simularon apoyarse; pero que frente a la lectura, se ven obligados a abandonar el cuadrilátero y permanecer en su esquina, tras las cuerdas. Superados por la experiencia estética.
        
          
            
              
                  No estuve
                  cuando perdió su primer diente
                  ni cuando se partió la ceja o se ganó
                  una costilla rota.
                  
                  No estuve. 
            
          
        
        Esta voz plural va desplegando estrategias y tácticas expresivas, graduando la tensión y jugando con las brechas por dónde es posible asestar sentido. Actos entrenados y perseverantes, que hacen sospechar que hasta el mismo hablante(s) se puede(n) volver parte del público asistente: Será mi doble en la multitud /hasta desaparecer.
        Como si escribir fuera una imperiosa e innecesaria práctica, frente a un fugaz rival lejos de alcance, que siempre retrocede, que elude el intento del puño y el ojo, dejando apenas la ausencia de lo que pudo ser un cuerpo. Haciendo sombras y juegos de piernas con ese adversario que solo se pone en la mira, en su forma de vacío: La muerte no posee cuerpo /tú eres el cuerpo de la muerte /sus moldes son tus moldes. 
        Si entrar en la poesía, es experimentar y descifrar por intuición lo inasible de las cosas sucediendo, se me viene de inmediato a los párpados cerrados, La mano que nunca pudo tocar a Nicolino Locche. 
        Esa imagen, ese rostro solo definible en su incapacidad de quedarse quieto, ese mentón inasible al que el tacto parece no poder acceder, semejante a un acto fallido; constituye en realidad un ícono de la búsqueda y ejecución permanentes del autor, en su consolidación de una obra poética importante, reconocible y propia, que se instala sólidamente a partir de este volumen. 
        Creo que ése es el justo veredicto y la respuesta unánime, para ¿Existe Dios después del diez? de Juan Carlos Urtaza. Un resultado categórico para una poesía que se planta en la escena. Nada de empates… nunca por puntos.
        
          
        
         
        
        
         
        Muestra de poemas
        ¿Existe Dios después del diez?
         
        
          
            
              
                
                  LO SIGUIÓ CON LA MIRADA
                    mientras
                    caía. 
                  Tenía lista
                    su mano 
                  pero no quiso
                    lanzar
                    ese golpe 
                  para no
                    entorpecer
                    la estética 
                  del hombre
                    que cae. 
                   
                   
                  LAS VENDAS HUELEN A CASAS CERRADAS
                    Hacen un espiral con olor a sangre seca
                    que la transpiración disuelve
                    hasta volverlas amarillas. 
                  Huelen a algo que está comenzando
                    a nacer o comenzando a morir. 
                  Nunca más el sol secará
                    las tablas de esta casa
                    ni ese poco de agua mirará tu rostro
                    antes de hundirse en la tierra. 
                  Nunca más la espesa lluvia
                    en la garganta retendrá una palabra.
                  Solo un primer diente sin deseo
                    una sonrisa
                    su cicatriz. 
                   
                   
                  CUANDO TONY MONTANA
                    deja caer su cabeza en un cerro de coca
                      yo estoy encerrado con seis gramos. 
                  He perdido lo mejor del mundo
                    (ya sabía el final). 
                  Tony cae acribillado desde su balcón
                    queda flotando en un charco de sangre
                    aunque en verdad
                    solo consagra la carrera de Al Pacino. 
                  A diferencia nuestra
                    aquí la gente cae de verdad: 
                  ella se va para siempre
                    y nada queda flotando. 
                  Brian De Palma
                    no conoce el final
                    de mi película. 
                   
                   
                  ESO DE QUE NADIE VENDRÁ A GOLPEAR TU PUERTA
                    por trabajo o por amor 
                  que los días pasan imitándose
                    endureciendo como el pan
                    en los rincones donde no llega ni la risa ni el hambre. 
                  Donde el sol se retira de las venas de los muros
                    de la tinta del silencio
                    de este inmueble solitario de un tercero del 62. 
                  Donde nadie viene:
                    de la punta del abismo a la fisura del pie
                    matemáticamente solo 
                  buscando la sal y el aire
                    eso de que nadie va a venir
                    cuando sea tarde.
                   
                   
                  EL QUE VIENE DETRÁS DE MI
                    sabrá dónde poner el pie. 
                  Esquivar ese golpe
                    que me sigue de niño. 
                  Enterrar el hueso
                    que me astilla la mano. 
                  Poner fin a la cuenta
                    que sostiene mi tiempo. 
                  El que viene detrás de mí
                    contará hasta diez. 
                  En sus segundos correrá la vida
                    la sangre que perdí. 
                  Será mi doble en la multitud
                    hasta desaparecer.
                   
                   
                  
                
              
            
          
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          JUAN CARLOS URTAZA poeta chileno  nacido en 1982 en Santiago de Chile. Ha publicado Knock Out  en 2009 y No hay mano en 2012. En  el 2014 gana la beca de Creación Literaria del Consejo de la Cultura y las  Artes, para escribir Bumaye.
Actualmente reside en el sur de  Chile, en la ciudad de Puerto Montt.