Nadie pudo llorar ese día
Una postal con los colores ocres de la madre
avisaron la partida del abuelo.
No alcancé a visitar la tumba,
la muerte había hecho su camino,
un camino de cordones mal amarrados,
un surco.
Nadie pudo llorar ese día,
la juventud y la bestia
no permitió tal gesto,
gritar, huir,
fue un sueño.
Desde ese día
miles de huachos maldicen a sus padres,
miles de hijas lloran a sus padres,
miles de padres
son como pájaros,
se echan a volar.
Perras negras
La voz de la perra nunca se
escucha,
hay muchos perros ladrando.
Esa noche había despertado con
las perras negras,
esas que cadenciosamente
llamaba Cortázar.
De alguna forma
fui una de ellas.
Una perra oscura y rabiosa.
La herida y el póquer
Hay días en que uno desea hacerse daño.
Meter el dedo en la herida.
Atarse a los recuerdos de la infancia.
Perderse en los amores tortuosos.
Sacar a pasear al pitbull.
Despreciar al próximo y al prójimo.
Ser el otro.
Mirar de reojo.
Y soltar el humo con cara de póquer.
CERDA PIEL, Ignolia Mardones, Ed. Cuerpos Troquelados, Santiago de Chile, 2019