De ausencias
Al abrir la puerta de la casa
el silencio pregunta por él,
este estar a solas
no le hace bien a los sentidos.
Habla con los ojos
quizá te escuche,
regresa al quicio de la casa
y en compañía
reanuda la aventura inconclusa.
Sé que lo has querido
lo has tocado en torrentes
has acariciado su rostro
y tus manos reclaman su ausencia.
Hoy,
al abrir las ventanas de la casa
te gritaron su dolor
por no encontrarlo,
preguntaron por tu sentir
que miraban desde el horizonte.
Y esa cocina solitaria
está triste,
ya no prepara alimentos.
Sólo tienes la certeza
de que el llamado de las horas
destrozan tu corazón
y nadie te consuela,
tiritas bajo el manto de la noche
mientras navegas
sobre mares de recuerdos.
La llegada de los pájaros
anuncia el amanecer
y él no está;
persiste su falta de cuidado,
de sentimientos, de estar contigo,
te convences por fin
que no has aprendido
a andar a oscuras,
necesitas la lámpara de sus deseos
para encontrar esa boca reposada
que te hable de amor,
de nostalgias,
del desamparo.
Para mi padre, a quien aún sienten mis manos
La noche abre sus puertas,
me reciben las tinieblas
y en sus labios la señal del silencio.
Un vacío enorme vive en la casa
desde que te fuiste.
Entonces mis lágrimas te extrañan,
mis manos te extrañan,
mis ojos te extrañan.
Ya no te escondas en esa soledad fugitiva de mi vista
donde la memoria juega a solas
a olvidar el recuerdo de tu sombra,
insisto en espiar tu rostro.
Mis pies sensitivos
son torpes ante el tropiezo con la vida,
pobres
necesitan caminar sobre estrellas
para arrancar las costras de las heridas.
Padre, hijo, hermano,
descansa,
sé que duermes a solas con fantasmas,
mientras respiro el llanto en tu ventana
me acostumbro a mirarte en tu retrato.
Vienes a veces, Marcela,
en tropel incontenible,
arrebatada y loca.
Tus entrañas
deshacen virtudes,
se convierte en refugio de animales.
Con paciencia y por costumbre
te levantas a encender el fuego.
El calor de tus manos
descubre nueva vida,
el día renace,
la savia también.
En la expansión de la memoria
vive la nostalgia,
es habitación llena de espumas
donde se esconde el recuerdo
de quien va al encuentro
con estrellas.
Llueve,
es diferente a las lágrimas.
Más bien,
es el zapateo
de un ejército de hormigas.
Llueve,
nada es diferente
sólo que ha mojado
mi cabeza.
Soy la desconocida de tu vida
pececito ignorado en la pecera
saltimbanqui de perro callejero.
¿Dónde comienzan mis pasos por ciudades,
sabe alguien?
¿Dónde me pierdo
con burbujas en la piel sobre la calle?
Sólo en el rincón
encuentro el camino de la tarde.
Empieza la aventura pasajera,
ignoro si Dios me mira silencioso
o con gritos fascinado por las sombras.
La voz camina con el eco,
se ensombrece con las aves,
no acepta el silencio cuando no hablas.
Si usted devela este misterio
es una bestia
Ch. G.
Mi casa se encuentra a la orilla del acantilado.
Todos se acercan con el miedo en las manos
ofrecen una disculpa por sus vicios sin sosiego.
El que no tiene temor
es un tonto que quiere jugar al valiente,
sólo vivirá hasta que el cobarde quiera.
Cada hombre es constructor de sus ideales,
camina sobre su destino con un látigo en la mano
espantando los obstáculos,
con improperios,
hace malabares para que no entren en su casa.
Que todos sepan que la inmundicia está viva
y se introduce en los hogares impunemente
donde la virtud se ha tirado a la basura
y las buenas costumbres se han echado al inodoro.
En mi casa,
los pájaros anidan en la cabeza de Medusa
y siguen vivos,
así la tarde penetra en la rendija de mis años
y aún camino.