La maniática tarea de construir eternidades con elementos hechos de fugacidad, tránsito y olvido.
Juan Carlos Onetti
Enfrento la lectura de este libro de Poesía (ya que desde la fragilidad intenta aferrar lo efímero e inasible de las cosas sucediendo) como un acto tardío, como un abordaje, insisto, siempre tardío hacia ese estremecimiento fugaz que los ojos casi pueden tocar. Eso que inyecta sentidos y que Por amor al aire o por el aire mismo impacta al lector, mientras levanta su pie rotundo, justo antes de dejarlo caer y dar el siguiente paso.
Tensión y pausa de las articulaciones textuales, de un imaginario muscular y propio. Flexiones sucesivas que varían en velocidad e intensión, pero sin detenerse. Un manejo rítmico-respiratorio; como cuando Hay un murmullo que próximo a la voz se deja oír en la madeja de las lombrices apareándose en el lodazal…
Tardío de Juan Malebrán (Chile, 1979) posee la más valiosa condición estética, propia del arte honesto; carece de intencionalidad utilitaria. La voz que respira en el cuerpo de este libro, es un flujo rítmico y cifrado como el morse de la lluvia/ como el braille de los frutos fermentados en el monte// como el gesto del enfermo…// y el fraseo de los peces// hibernando en las cuerdas vocales.
Tardío se presenta como un caudal vehicular que nos incorpora a su flujo, tanto visual como táctil, maleable pero impredecible: puro flujo/ una afrenta a la represa mental, invitándonos en todo momento a perder el miedo de perder el hilo/ en el descenso// en plena curva/ minutos antes de la cascada.
Porque la memoria es un músculo que tarde o temprano se desgarra, nos decreta el hablante a modo de advertencia caminera ante los peligros, desvíos y curvas en la vía; en un sistema muscular expedito que estructura la forma del texto.
Este es quizá el eje central respecto al movimiento permanente, sobre el que esta escritura va asumiendo materialidad. Aquí todo es un pretexto para aferrar el “Ahora”, semejante a quien aprieta un puñado de arena y luego apuesta a cuantos granos le quedarán; cuando la vida se reducía a un bisturí a un microscopio y al disfrute de escarbar el interior de los insectos; o como el satélite artificial que solo por su impulso, cuando va a caer a la tierra, ya ha pasado el borde y continúa a la misma altura, a la misma distancia de esa experiencia profunda que exige su forma, pero que siempre llega Tarde e inconclusa: la lengua hasta el cuello el coipo habla con los suyos sin que haga falta saber necesariamente lo que habla.
La fluidez de este libro no se manifiesta solamente en el desplazamiento espacial y en las anotaciones que el tiempo proyecta sobre esa pantalla denominada “Memoria”; sino también en la constante aleación de texturas y densidades, movimiento y pausas, transparencia y opacidad, rectas y desvíos, vastedad y cerraduras, bisagras y extrañamiento, permanencia o prolongación. Un tejido múltiple que se construye con gestos y que nos hace pensar en la posibilidad de que a veces el proceso en sí, puede ser la obra; una voluntad de “autoconstrucción” en donde miremos simplemente el arrojo de las aves que aprendieron a mudar su plumaje en pleno vuelo. O que paralelamente el objeto-poema fuera el suceso y la acción; circulando en modo sanguíneo y fluvial. El arma de ataque que solo sabe explotar, un bello objeto que se niega a ser vehículo de algo más.
Por lo visto hilvanar a oscuras la costura del vergel terminó siendo su única facultad // y dinos si hay algo provechoso en esto después de todo
La voz en Tardío, no pretende “Hablar” su contexto vital. El que aquí asume de Sujeto, es solo un recurso más, un instrumento útil que despliega, actuando como un riel, toda la potencia e intensidad expresiva involucradas.
Sin duda la condición decisiva de este libro, la que lo identifica y singulariza, es el trato y manejo de su imaginario; el que aunque es protagónico, tangible y visual, pareciera ceder el mayor peso de la significación y el sentido al movimiento en sí, al flujo y su caudal; como si se tratara de un mensaje ofrecido por un cuerpo totalmente prescindible.
Aquí la metáfora no es el gran “Cómo”, no es el exhibicionismo lírico ni la comparación sedentaria que edifica figuras literarias y demarca territorios, en un intento fallido por resistir a la caducidad, el corte en trámite y la fecha de vencimiento.
Definitivamente, Tardío es desplazamiento, palpitación y Belleza. Es ser puntuales cuando se trata de llegar tarde, mientras levantamos un pie para dar el siguiente paso. Es lograr que no se vea la tinta al escribir; con la muerte siempre en frente, sentada y sorda… actualizando su celular.
Texto prólogo de edición boliviana: La Paz, Parc Editores, 2024.
Poemas de "Tardío" de Juan Malebrán
antes de tensar la goma y calcular la distancia entre uno y el hundimiento de la piedra pensemos en un niño al descubrir la cadencia en el retroceso de las olas en la púa del erizo entre las algas del coral y en la soltura de dos hermanos que practican muay thai sobre un campo de margaritas pensemos en la porfía de quien promueve su propio tropiezo su propia zancadilla y en un parapentista que en la masa térmica ajusta con total pericia los binoculares en el cinto de su arnés pensemos en las golondrinas ensayando un vuelo errático en apariencia o en un cactus a punto de florecer sin inmutarse siquiera pensemos en quienes aseguran que la puntería es un asunto secundario cuando lo importante es la brisa apenas perceptible que interviene y desenfoca el blanco pensemos en ello o en algo parecido en un pescador por ejemplo en la lienza enrollada en su tarro y en toda la bruma del lago por delante
por amor al aire o por el aire mismo pensemos el arrayán a orillas del estero y antes de resbalar digamos demasiada arcilla demasiado hielo demasiado estruendo habrá un exceso de ímpetu en quien parte linterna en mano ante lo poco que se distingue de los tablones en el puente del hacha tras la puerta de la estufa para secar el barro y pensemos en que mañana tal vez alguien clave su última estaca y los colores del macizo justifiquen este ascenso el instante en que todo enmudece y el aire se detiene como el respiro que desde su cuenca el ojo reclama
porque la memoria es un músculo que tarde o temprano se desgarra nos detendremos aquí para protegernos de la ventisca y en favor de las fuerzas que nos faltan reposar la musculatura perdida también en la mirada porque no hay apuro en llegar a destino ni en agotarse por culpa de un cansancio innecesario nos tumbaremos aquí y en medio de la holgura por amor al aire o por el aire mismo esperaremos como quien espera el ronquido con el que anuncia su desborde el alud
tardío
vértigo el de ese grupo de adolescentes
bajando un rápido en trancura
puro flujo
una afrenta a la represa mental
a los sauces y
a lo amoroso del lloriqueo
a perder el miedo de perder el hilo
en medio del descenso
entre la rompiente de las olas y
la cresta de las rocas
entre las ramas disparadas
al sacudir el casco
o en el goce ofrecido
por un gusto distinto a la novedad
del rafting si se quiere
vértigo frente a un martín en picada
contra la rana en su brinco
y sobre todo al cruzar el puente
en plena curva
minutos antes de la cascada
para el coipo no hay luz que valga al final del día se lanza al río muerde la totora y a pocos metros parece un castor una nutria una rata la muerte silente en los matorrales de vez en cuando se oye al coipo cercano al olmo por cuyos huecos asoman otros coipos y sin que valga la pena pensarlo dos veces el coipo olvida las caras de quienes ayer comieron de su propia boca de su misma carne y ahí con la lengua hasta el cuello el coipo habla con los suyos sin que haga falta saber necesariamente de lo que habla
similar a una liebre alcanzada por la luz del neblinero o al temor del primerizo cuando con el dedo puesto en el gatillo inevitable tiembla
sentémonos entonces a preguntar de qué se habla cuando se habla sobre una yunta de bueyes cruzando a duras penas el portón de un corral y sin decir palabra fijemos este como punto de retorno mientras el bosque arda y el río retroceda con la marejada y no sea el ojo sino maleza al momento de preguntar cómo fue que llegamos hasta acá
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JUAN MALEBRÁN (Iquique, Chile, 1979). Ha publicado los poemarios Reproducción en curso (2008), Bozal (2014, 2015), Entretenciones mecánicas (2016), Trópico (2019), Tardío (2022, 2023, 2024), Novedad del paisaje (2023) y Eriazo (2024).
www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com ¿Se habla cuando se habla?
"Tardío" de Juan Malebrán.
Por Víctor Hugo Díaz.
Publicado en LA RAÍZ INVERTIDA, 14 de mayo 2024