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ENTRE LA VIDA Y EL TEXTO
Presentación de "Desarmado", José Morán, Ed. Cuarto Propio. Stgo 2013
Por Víctor Hugo Díaz
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“y así sepa la costra que la herida no es error.”
Si quisiéramos buscar dicotomías en la poesía, veríamos enfrentadas dos miradas: escritura o experiencia poética, es decir, texto, lenguaje, tradición v/s hablante, observación, cuerpo. Ambas contrapartes tienden de modo casi ideológico a representar las dos caras de una misma moneda expresiva, esa que jugando, arrojada al azar, también se permite la posibilidad de caer de canto, difícil de lograr pero si real.
En Desarmado de José Morán, Editorial Cuarto Propio, Santiago, 2013, se nos propone un libro que se equilibra, o por qué no decir mejor: se hace bisagra o pliegue. Ese estar entre esos dos extremos del mismo nudo ciego que es la poesía “te mordieron pero no estás armado” o frente a “eres demasiado caballero. Agitas tu realidad para toserle a la luna”
Otro vector que se hace presente en esta ecuación, en esto tan inútil y complicado como el algebra, citando a Lihn, es el desplazamiento y su relación con la ciudad, un tránsito o tráfico por donde este hablante “desarmado” se mueve y desliza, carente de armas, con sólo una mirada atenta que esgrimir en su defensa: “Atravieso el circulo de la noche más ardiente/ como un alacrán translúcido caído en la ciudad” o “No es necesario vagar rápido en el fango de esta ciudad para saber que te puedes bautizar con mierda” o “recorrer la ciudad en busca de una sombra que te haga compañía”
Y de pronto sucede un giro, una acelerada a fondo, no en reversa sino hacia adentro, donde suma y dice: “y bajo amordazado por la soledad” o “Te miras en el vidrio de tu pieza/ tratas de acordarte de algo” y por supuesto se hace presente el tiempo y el extrañamiento “Es lunes, no hay casi nadie en la calle y estoy abandonado por mí, por los demás”.
Insisto, en este nuevo libro de José Morán, su hablante, actúa como un funámbulo que se balancea entre la vida y el texto, habitando la ciudad, su noche, visibilizando imágenes y a una voz que adquiere espesor, las que se aúnan y encuentran en lo escrito su espacio vital. Allí donde el ritmo, la palabra y la pausa, hacen posible corporizar y hacer táctil las densidades significativas del lenguaje, dándoles el poder y la magia de entrar o visitar mediante los poemas, la cabeza del otro.
Entonces si la buena poesía es capaz de estar en la cabeza y vida del otro como en sí mismo, significa que el lector también es el escritor y viceversa en este lugar extraño que es la poesía, donde el decir debe ser siempre mucho más que lo escrito. Desarmado de José Morán nos habla desde adentro, desde nosotros mismos, ese es el logro y el sentido, encontrando en la poesía su hábitat natural.