DOBLE TURNO
Dos poetas chilenos actuales
Por Victor Hugo Díaz, Santiago de Chile, enero, 2015
Diseño Concepto Visual: Juan Ossandón
Periódico de Poesía, México, N° 76, Febrero 2015.
http://www.periodicodepoesia.unam.mx/
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Próximo en el turno
Bozal de Juan Malebrán, Ed. Yerba Mala Cartonera, Bolivia, 2014.
Bozal de Juan Malebrán es un libro donde un hablante, casi corpóreo y testimonial en apariencia, describe, marca tarjeta e inicia su turno, el próximo turno de un personaje, como se supone, fruto de la imaginación del autor, pero también de un hablante que desde que respira es motivo de incertidumbre y escalofrío, que con claridad materializa la posibilidad de estar frente no a una imagen, sino ante un posible espejo.
Un reflejo, que contiene todo eso que se quiere decir, un por qué, que atemoriza y anticipa, esa máscara hecha de silencio, de olvido momentáneo cuando huele a felicidad, ese Bozal o mordaza con sabor a dolor o “el rebote de la propia imagen/ proyectándose apagada en la tele.” casi como siempre “como los callos endureciendo los codos/ ahora que no hay barra/ ni festejo posible”.
Ya desde los primeros poemas, nos encontramos en el campo de batalla de lo real, la última línea del frente, extrema y terminal (Posta) donde todo “cicatriza y/ se endurece en la persistencia de la sed”. De cara a la derrota y la rendición de la ciudad “ante la inminencia del desastre.” o “cuando desborda el desahogo y la vergüenza”. Donde no hay trincheras donde ocultarse de la verdad, sólo sondas, nauseas y camillas, donde el único futuro es “el contagio de esta llaga propagándose a lo largo de este orinal.”
Poco importa que hoy
las manos tiemblen,
que la sopa esté fría o
que la sal sea el recuerdo
de aquellos años
en los que el hogar
fue un refugio como
lo es ahora la asepsia
de este pabellón.
Los tiempos y las voces van cambiando en una especie de diálogo, a veces en el presente “a la espera que sea tu apellido quien te presente/ como el próximo en el turno”, o anticipando que “Todo caerá, incluso tú,/que confundes mi voz con tu voz/para hacer de este entuerto tu propio sepelio” luego desde lo que nunca se ha olvidado “El recuerdo de tu madre/ pedaleando la Singer a medianoche o/ tu hermana esquivando/ mi beso antes de dormirse.” y sorprendentemente desde el que habla y ya no está, “Que otros lloren la derrota el desgaste o hasta el triunfo” Es el personaje en el reflejo, el que fue y será: Ernesto del Rosario Malebrán Rojas, una vida en off, “Yo fui quien vivió lo que se cuenta/ en estos textos que ahora escribe otro Ernesto.” Pienso en esas voces del pasado que murmuran en Spoon River, de E.L. Masters (Malebran) como un testamento.
Pero tras esta estructura entonces hay dos Ernesto, dos hablantes en una especie de ezquizodiálogo, o reflejándose sobre un texto en un escenario bipolar, uno presente y otro que escribe, pero cual? y además deja huellas de lo que no es “Esta suerte la define un apellido /que letra a letra se paga/ como una deuda pactada/ en la sed y el parentesco.”
Aquí la escritura parece ser un síntoma grave de la enfermedad, la metáfora de finitud que se puede usar como tacto para toda lectura e interpretación de los signos y situaciones que con suerte terminan llamándose vida.
Bozal de Juan Malebrán, logra desde la materialidad de imagen y palabra, hacer visible el paso del tiempo y sus estragos, esperando en paraderos de ahora, desde donde transportar al lector, dejando firmada con poesía esa deuda por venir, como un nuevo gas en la atmósfera o el calor del suero, hasta el fin del recorrido; o sólo eso, el recorrido “atados a una misma camilla” …“por supuesto, en otro idioma” y “la cerveza derramada por otros,” y después de nuevo ”el mismo asco que al despertar seguiremos sintiendo.”
Ambos Ernesto, escuchan la cabeza del otro, como en los sueños o en las pesadillas que son los poemas. Este libro intenso y potente, habla desde la sed, una sed que se hereda, una sed vital y poética que desea beber los fluidos, cañerías e inundaciones de lo que está pasando “un piso recién baldeado/ con el cloro filtrándose por las baldosas”… “Para entonces quizá tu hermana,/ haya dejado de soñarme/ cada noche cubierto entre mortajas”
Turno completo
Urbana Siniestra de Jonathan Guillén, Demo Libros Ediciones, 2° Edición, 2014
El día termina cuando los perros vagos se esconden debajo de los autos estacionados.
Al ponerse en marcha Urbana Siniestra es una mujer que alcanza la edad en que se tienen todas las edades y se reconoce más joven en el reflejo de un transporte público, es también la ciudad que se mueve todo el día, que aunque nos concentremos tratando de ser ella, en ver sólo el vidrio, inevitablemente las cosas suceden. “una mujer se descubre en el vidrio creyendo por un momento verse más joven”.
También es un cuerpo, reconocible y con nombre, Laura. Ahí el hablante funciona con su ojo y lupa, Urbana Siniestra en turnos de 24 hrs, atento a distintas luces y cantidad de personas, buscando trazar el mapa mental de un paisaje ajeno cualquiera, registrando en escenas sólidas y expresivas la tonalidad de los colores, la posición de la luna, la cercanía del sol y el amanecer o simplemente sintiendo la dureza y la voz muda y sorda del siniestro pavimento urbano bajo los pies.
Siempre fue niño y niño se fue haciendo lluvia sobre el cemento/ Abrigo de cartón y perros.
En la estación Ladridos en el callejón, esta voz se sitúa en el entorno, que se hace histórico y social, pero no desde los datos o la información, sino desde aquello que éstos camuflan, los hace tocables como cuando se duerme mal, no se describe el dolor, aquí se escribe “con el perdón hecho pedazos colgando de sus bocas”.
En este libro se trata una poesía situada, pero poesía, con imágenes confusamente claras que equivocan el camino, el correcto, para ir derecho, de una, a la cabeza del lector. Dándole forma a las palabras como cuando el tolueno muerde los intestinos o se aprende a leer en los cartones; cuando “sus dientes amarillos brillaron pareciendo monedas/ Que corren de mano en mano como sus genitales”
Quisiera volver atrás, al principio de esta lectura subjetiva, volver a las dos ciudades en distintos paralelos, o tal vez es la misma, con un ojo se mira el mar y con el otro la Cordillera, es caminar acalorado por una calle de Santiago Centro o de Alto Hospicio, el mismo tono de luz y el mismo paisaje humano. Doblar hasta el fondo a la derecha de la memoria donde está el mar con olor a pescado y pasta base; o a la izquierda y ver en invierno la nieve a la edad de las poblaciones. Ahí donde no se puede ordenar en la bitácora vacía esos escasos momentos en que se es feliz.
De pronto entre las tajadas de ahora, se erectan algunos personajes, unos de tiro largo como Laura con sus 24 hrs, su turno completo de sobrevivencia y otros que apenas camean como el Negro Soto, su puñal y el Rancio.
Ese caudal llamado Laura corporiza la Caída que se repite monótonamente cada día, es un flujo en apariencia narrativo que hace ver, soportados en el paso del tiempo, la destrucción y la violencia.
Este ácido libro se ensambla, se estructura o mejor dicho desestructura en tres Hemisferios significativos:
1- La ciudad (ciudades) que se mira al mirarnos en el reflejo y el secreto.
2-La destilación clandestina de lo ácido de la pobreza en toma
3-La corporización de la experiencia en un personaje que adquiere, casi sin hablar, voz propia. Voz que se ve, la vemos moverse y no se oye; pero sí se huele su perfume BKN, olor a plástico quemado y sudor de antena.
En resumen Urbana Siniestra de Jonathan Guillén es un libro terrible y bello, que logra infectar con potencia estética el fracaso de lo real, “alejarme por las calles memorizando el ruido/ que hacen las mujeres con tacos a esa hora de la madrugada”
Turno de los poemas
Juan Malebrán
Posta . . . . . . . . . . .
Habrá quien murmure como yo
este mismo relato
deslenguándose en el miedo que la carne impone
sumido en la hemorragia o
en el tejido que negro cicatriza y
se endurece en la persistencia de la sed.
Palabras como hielos hechos agua
junto al lavatorio y la salmuera aliviando
la hinchazón o
como piedras recorriendo el intestino
haciendo ruido como un tarro agitado
ante la inminencia del desastre.
Habrá quien escuche este rumor y
concilie conmigo en que de nada sirve
llevarse a la boca el puño,
cuando desborda el desahogo y la vergüenza
al miedo que la carne impone:
Una mucosa ulcerada garganta abajo o
el contagio de esta llaga propagándose
a lo largo de este orinal.
Anafre . . . . . . . . . . .
Porque esta casa que no es tu casa
caerá, finalmente, como la otra y
serán restos la familia.
El recuerdo de tu madre
pedaleando la Singer a medianoche o
tu hermana esquivando
mi beso antes de dormirse.
Todo caerá, incluso tú,
que confundes mi voz con tu voz
para hacer de este entuerto tu propio sepelio
Todo, cayendo -ya verás-
como las cenizas del cigarrillo
que dejamos consumirse entre los dedos,
mientras, caía también la tarde
en la que bebimos de una misma lata
con el cemento quemándonos las uñas
en las bloquetas.
XV . . . . . . . . . . .
Mi nombre es Ernesto y
nunca supe muy bien de mí,
ni yo, ni mis hijos, ni mi esposa
que ahora envejece en medio de la soledad y el desvarío
Ernesto Malebrán
muerto el seis de noviembre del año dos mil trece y
enterrado al día siguiente:
-Jueves 17:30- en mi santoral.
Yo fui quien vivió lo que se cuenta
en estos textos que ahora escribe otro Ernesto.
Se lo conté al oído una mañana,
mientras la enfermera tardaba en sacarme el líquido.
Le dije: “para cuando seas tú el que como yo ahora
espere el calor del suero, las jeringas, la povidona y
los algodones”
Malebrán . . . . . . . . . . .
Esta suerte la define un apellido
que letra a letra se paga
como una deuda pactada
en la sed y el parentesco.
Un mismo hígado y
las ganas de lanzarlo
boca afuera, como se lanza
el asco cuando atora o
el chorro caliente contra el poste o
en los bordes de la mesa.
Malebrán te llaman en las cantinas
como a mí mismo siendo niño
paseando con la leche de la burra.
Porque de líquido en líquido nos gastamos
el medio siglo que nos corresponde.
Porque que nadie sale
tan fácil de esta -te digo-
Porque letra a letra nuestra deuda se paga
Cada noche -peso a peso- en cada sorbo.
Jonathan Guillen
En sentido contrario
El recorrido, que es siempre el mismo, permite ver como
envejecen las casas y hace brotar la pobreza de los subterráneos.
El día termina cuando los perros vagos se esconden debajo de
los autos estacionados.
Los grafittis en el asiento de la micro, me recuerdan que ya casi
no pertenezco a las ciudades. Subo el volumen del MP3 y
descubro que una mujer se descubre en el vidrio, creyendo por
un instante verse más joven con un asomo de orgullo.
Las multitiendas cierran sus pesados portones.
La mujer llora;
su imagen la han borrado las luces de los autos que circulan en
sentido contrario.
Despedida
Vestirse de rojo;
caminar indiferente el tránsito
a la hora de los tacos en el centro.
La espalda mojada por el sudor
y el sol como quien abraza en una despedida.
Ver pasar la tarde de reojo
Una pileta escupe en tus zapatos.
Divisar a un conocido en la acera de enfrente
cuando el semáforo está en rojo, ignorarlo.
Sicosear a esa mujer que tanto has seguido
después de tragar el último antidepresivo,
ir tras ella hasta la playa,
imaginarla;
y contemplar el mar por entre medio de sus piernas.
I
Nunca hubo padre ni cervezas vacías en la mesa
sólo el griterío profundamente espantoso
de los sucios niños de la Autoconstrucción.
Ni siquiera se extrañó un té aguachento
un pan verdoso con margarina
en esta copia inmunda de un Miami grotescamente
tercermundista.
Los recuerdos de todas las noches lo fermentan,
Los cartones le horadan el párpado
Y le pronostican un día más de búsqueda en los basureros.
Arriba de la 3-A se sonríe con el espantoso gesto de la
conformidad,
no terminó sexto básico y le importa una mierda
porque de seguro podrá vender cartones
y pasear por el parque Balmaceda
recordando a su madre,
mientras los parapentes sobre el Cerro Dragón
le dibujan el rostro de su hermano muerto a puñaladas.
22:00 P.M.
Estabas tan blanca Laura, tus ojos nunca terminé de
entenderlos, tu sonrisa contaminada me hizo bajar la cabeza.
Entre tus dedos tenías un cigarro que movías de un lado a otro,
para rellenarlo con eso que no entendía qué era, pero ahora lo
sé. Tus dedos, Laura, parecían gusanos deformes, y pensar que
yo soñé más de una vez que jugaban en mi pelo. La ciudad nos
contagia Laura, nos pierde en un murmullo linfático sin que nos
demos cuenta de la caída, parecemos cucarachas de espalda
cuando caemos, moviendo las extremidades en caos, girando en
nuestro mismo centro. No te fumes eso Laura, mírame, estoy
parado en la otra esquina pensando en ti, en tus dedos, en tu
capacidad de hacer que te piense a cada rato, que invente
lugares donde tú y yo estamos en paz, recostados en la arena
dejando pasar el exterminio de los que como tú ya estaban
postergados.
* * *
Juan Malebrán
(Iquique-1979)
Ha participado en encuentros, conversatorios y festivales llevados a cabo en Latinoamérica y Europa. El año 2008 publica “Reproducción en curso” (ed. Yerba mala cartonera) poemario con el que obtuvo la Beca de Creación Literaria del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes de Chile, 2005. El año 2011 publica “F/22 Antología de Poesía Cochabambina” (ed. La ubre amarga). Y el año 2014 “Bozal” (ed. Yerba Mala Cartonera). Desde el año 2008 reside en la ciudad boliviana de Cochabamba, donde se desempeña como Coordinador del área de letras de proyecto mARTadero
Jonathan Guillén (Iquique- 1979)
Escritor y Profesor de Lengua Castellana y Comunicación. Ha participado en Encuentros de Poesía Nacionales y en el extranjero (Perú y Bolivia). En 2008 publica Urbana Siniestra,(ed Yerba Mala Cartonera) . En 2013 es incluido en la Antología Predicar en el Desierto, Poetas Jóvenes del Norte Grande de Chile, Fundación Pablo Neruda.