“Es para llorar que buscamos palabras en el corazón / En el fondo del viento que hincha
nuestro pecho / En el milagro del viento lleno de nuestras palabras”
La poesía de Vicente Huidobro (Chile, 1893 - 1948) es una búsqueda, un acontecimiento inesperado, un ángel encarnado que aparece sin más en medio del camino, un accidente, un riesgo, una contingencia necesaria y vital cuando estamos entrando en una era extraña, el siglo XXI, qué pondrá a prueba el alma humana de maneras inéditas. La consigna de la poesía es “apréndeme de memoria”, como bien puntualiza el filósofo francés Jacques Derrida, las lenguas en las que para hablar de memoria se emplea la palabra corazón, en francés por ejemplo: “apprendre par coeur”. Como bien lo expresa el poeta Ángel Cruchaga Santa María: “Él será un desorientado para aquellos que viven adorando a muchas de nuestras risibles momias literarias. La bizarría de sus versos novísimos, el grito de su corazón sano y profundo, batido por vientos potentes, parecerán sacrilegios en la conciencia de los iconoclastas”. Crear, recrear, velar, vigilar, cuidar a la poesía, seguir sigilosamente su dictado, de cerca, fielmente, sin traición, una traducción improbable pero intensamente soñada: “Los horizontes vienen a mi pecho / Buscando palabras en mi sangre”.
Recordar significa "volver a pasar por el corazón". Surge en el poeta el deseo de aprender, el deseo que se anida en el corazón, que tiene su origen en él. A este respecto comenta Denise Scolari Vieira: “El yo modernista se multiplica, se fragmenta, proclama bajo diversas formas su incesante metamorfosis, habla al mismo tiempo de las raíces europeas y de la historia americana, asimila la poesía a las artes plásticas, se propone a conquistar el máximo de autonomía poética”. Quien escribe un poema lo escribe sobre todo porque la escritura de versos es un extraordinario acelerador de la conciencia, del pensamiento, de la comprensión del universo. Quien escribe un poema escribe porque la lengua le inspira -cuando no le dicta- el siguiente verso. Esperas, como poeta, copiar bien aquel dictado de lo otro, de la poesía, del poema, confías en su consigna y en aquello que te exige. Abandonado, totalmente entregado, descubres su morada. No sabías dónde estaba, la memoria lo ha encontrado por ti, o, más bien, te ha guiado más allá del sujeto palpitante al encuentro con este padre creacionista responsable de la evolución de la poesía que respira e inspira en sus versos: “La vida es nuestro canto en la fracción de tiempo que nos toca”.
De este modo, la poesía se personifica en el poeta, y lo convierte en su vehículo, la corporalidad, donde se repliega y se va haciendo, solo e independiente, bajo la mecánica del dictado, más allá de nosotros, que el poeta reproduce, de la manera más fiel e impecable que le sea posible. El poeta, entregado al exterior, libre, en constante riesgo, temerario, expuesto al peligro de la flecha silábica, lingüística y vulnerable: “Nadie comprende nuestros signos y gestos de largas raíces / Nadie comprende la paloma encerrada en nuestras palabras / Paloma de nube y de noche / De nube en nube y de noche en noche / Esperamos en la puerta el regreso de un suspiro / Miramos ese hueco en el aire en que se mueven los que aún no han nacido”.
Reencontraremos en este libro de Vicente Huidobro los recursos recreados por la vanguardia para transmitir el vértigo histórico de un mundo fracturado, para cuestionarse y responder acerca de la pertenencia a ciertos lugares y finalmente abrir un diálogo entre las culturas, las identidades y los idiomas. Si conocemos aquello que sí nos complace y nos satisface, y lo transformamos en actos y al hilo de ese actuar se teje el significado de nuestra vida y eventualmente de nuestras obras. Es ahí, en la “sustancia pura hecha de nosotros mismos”, donde encontramos la fuerza y el sentido que hacen la diferencia entre vivir por vivir y vivir para crear.
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Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com Buscando palabras en un corazón sano y profundo
Prólogo para el libro EL CIUDADANO DEL OLVIDO, Fundación Vicente Huidobro, 2019
Por Leo Lobos