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Huidobro: teórico, crítico y polemista de las artes de su tiempo
Vicente Huidobro. Escritos sobre las artes. Macarena Cebrián y Belén Castro. Origo Ediciones. 528 págs.

Marilú Ortiz de Rozas
Artes y Letras de El Mercurio. Domingo, 25 de junio de 2017



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"El poeta crea fuera del mundo que existe el que debiera existir. Yo tengo derecho a querer ver una flor que anda o un rebaño de ovejas atravesando el arco iris", escucharon los asistentes a una conferencia que pronunciara Vicente Huidobro el 19 de diciembre de 1921 en el Ateneo de Madrid. La tituló "Estética moderna", y posteriormente el poeta reprodujo este texto para prologar su obra en prosa "Temblor de Cielo", que publicara en la misma ciudad, una década después. Sin embargo, éste no se incluyó en ediciones posteriores, ni en sus Obras Completas (de Editorial Andrés Bello, 1976), y pocos lo conocen hoy en día.

Por lo mismo, el libro "Vicente Huidobro. Escritos sobre las Artes" recopila artículos de juventud, manifiestos y otros escritos creacionistas en los que se refiere a la literatura, así como sabrosísimos textos de polémicas y autodefensa respecto a diversas pugnas con contendores de los más variados universos; escritos sobre artes visuales, escénicas, música y cine. Además se incluyen estudios críticos de las compiladoras, Belén Castro Morales, catedrática española basada en Canarias y miembro del Consejo Internacional de Fundación Huidobro, y Macarena Cebrián, artista e investigadora chilena especializada en las vanguardias. Finalmente se incorporan estudios de Samuel Quiroga y Renzo Vaccaro, docentes de la Facultad de Artes y Humanidades de la Universidad Católica de Temuco, institución que junto a Ediciones Origo y gracias a un Fondo del Libro, publicaron esta obra.

La palabra recién nacida...

Vicente Huidobro no aspiró a ser simplemente el gran poeta que renovara la tradición literaria española y también francesa; quiso además ser un teórico de este arte que consideraba supremo, y de un movimiento del cual se proclamó fundador: el Creacionismo. Desde este baluarte extendió su mirada a todo el espectro de disciplinas que conforman las bellas artes, desde el teatro al cine, pasando por la música y las artes visuales, para expresarse, siempre con el inspirado lenguaje creacionista y el tono pontificante que lo caracterizaba. En cada uno de sus escritos deleita con sus reflexiones: "La poesía es el vocablo virgen de todo prejuicio; el verbo creado y creador, la palabra recién nacida". Su capacidad de sorprender con metáforas nuevas respecto al mismo tema parece inagotable, y de eso dan cuenta sus numerosos manifiestos; sin embargo, también aborda disciplinas mucho más contemporáneas, como el cine. Sus acertados comentarios se aprecian en una serie de artículos y entrevistas publicadas en diversos medios, a mediados y fines de los años 30, pero también en unos apuntes manuscritos inéditos y sin fechar que las investigadoras encontraron en los archivos de la Fundación Huidobro, y que revelan el conocimiento e interés del poeta respecto al séptimo arte (en el que también incursiona). Escribe: "El secreto del cine. Toda imagen, objeto o figura tiene que ser fotogénico o sea una alta poesía visual". Luego, en esos mismos apuntes, deja caer una de su agudas críticas: "El cine podría ser la más estupenda máquina de maravillas, la máquina de producir la magia y el milagro cotidiano, pero ha caído en manos de almaceneros y el milagro se ha convertido en queso a tanto el kilo".

Macarena Cebrián confirma que este libro incluye cuatro textos inéditos, pero precisa que lo más importante es haber reunido una gran cantidad de ellos que eran desconocidos. "Se recuperaron escritos que no habían sido publicados desde que Huidobro lo hiciera, los que, por alguna u otra razón aún permanecían dispersos en revistas y diarios", aclara.

¿Esta nueva publicación llena un vacío?
— "El libro completa una sección no considerada en las 'Obras Completas' (1976), ni en 'Textos inéditos y dispersos' publicados por José de la Fuente en 1993 (reeditados por Tácitas, 2015). Por otra parte, complementa las referencias bibliográficas sobre teoría y crítica del arte nacional".

¿Se perfila bien el rol que asume Huidobro ante las artes?
— "Sí, lo importante de reunir los textos en un solo ejemplar es que se puede constatar cómo Huidobro va desarrollando su teoría estética creacionista y cómo va profundizando sus ideas a medida que transcurren los años. Además, se manifiesta que su noción sobre el rol del poeta es aquel que transforma, siendo la crítica una de las herramientas para avanzar en esa transformación del ser humano y del mundo, insertando un discurso crítico que permitió abrir el debate en la esfera pública".

¿Es muy crítico Huidobro con los que no militan en su causa creacionista?
— "Es crítico con quienes insisten en la creación como una descripción o imitación de la naturaleza, o con quienes indagan en aspectos formales y no en una investigación artística que permita una creación pura, que abra la imaginación".

A su juicio, ¿el Creacionismo es muy diferente de otros movimientos vanguardistas?
— "No totalmente, los ismos de las vanguardias artísticas históricas reflexionan sobre la función del artista y su naturaleza creativa. Todos los movimientos aspiraron a una ambiciosa transformación del mundo desde el arte y la poesía, sus diferencias surgen de cómo llevarla a cabo. El Creacionismo no formula, por ejemplo, un cambio de paradigma por medio de la mecanización o el automatismo, ni anhela hacer tabula rasa; más bien llama a un cambio de la conciencia creativa y, en ese sentido, se acerca muchísimo más al dadaísmo, aunque con diferencias".

Por su parte, desde Tenerife, Belén Castro reafirma que Huidobro sigue despertando mucho interés en España: "Su obra ha ido conquistando a numerosos lectores e investigadores. Las frecuentes ediciones y reediciones de sus obras literarias y exposiciones en torno a su obra, han ido renovando en España el interés por un escritor que ya no es visto solo como el autor de 'Altazor', sino también como un teórico y activista cultural mucho más implicado en la formación de la vanguardia internacional de lo que se creía".


 

Crítica dulce y agraz

Huidobro era un melómano, que gozaba tanto de la "música docta contemporánea como del jazz en sus diversas variantes de la época, como fueron el ragtime, el fox-trot, o las orquestaciones de las big bands; y que en su casa grandes vitrolas reproducían estos discos recién llegados de Estados Unidos. Para las investigadoras, apoyar estas expresiones musicales desafiaba los gustos burgueses de la época, como también el promover las obras de sus amigos.

Expresará su admiración por el músico chileno, radicado entonces en Nueva York, Acario Cotapos; instancia que aprovecha para denunciar una vez más los males de su país: "...Acario Cotapos vale mil rascacielos, quinientos puentes y dos mil divorcios. Es un gran músico y entre los verdaderos artistas norteamericanos tiene una espléndida situación. Tal vez esto en Chile no lo sepan (...) son tan pocos los chilenos que resaltan en el extranjero. La mayoría se caracteriza por la epidemia nacional: la tontería muy seria, con hablar solemne y reposado (...) Al lado de Cotapos, el más fantástico de los hombres parece un vegetal".

Muy por el contrario, bien ácidas son las palabras que dedica a Pablo de Rokha, que comenzó siendo su amigo, pero tal como se aprecia en la correspondencia que se reproduce en la sección "Polémicas y autodefensa", el desencuentro entre ambos fue creciente. Escribe: "Me parece ver en su grupo una tendencia a lo grandioso, al drama horrendo, a lo tormentoso y desbocado de terrores, y ello, créame Ud., es infantil, es hinchazón hispánica y resta fuerza verdadera a toda obra" (publicada en el diario La Nación, en 1925).

En tanto, su primera carta privada a Buñuel, concluye con un solemne: "Solo me queda agregarle, para terminar, que yo también le mando decir que me cago en Ud. hasta su quinta generación". Mas, en la segunda (ambas de 1931), profundiza un aspecto interesante: "Respecto a lo de 'artista fracasado' es posible que tenga Ud. razón; y ese es el único orgullo de mi vida. Estoy convencido de que mi poesía no puede gustar plenamente a más de dos o tres de mis contemporáneos y lo curioso es que esto en vez de entristecerme me hace feliz y me consuela del éxito de algunos otros de mis libros (...) En mi fracaso voy junto con Rimbaud y Lautréamont, no muy mal acompañado".

Con Tomás Lago, no tuvo piedad, como demuestra en una carta publicada en revista Vital, en 1935: "Ya me habían dicho que es Ud. chismoso e intrigante como cortesana vieja. Desgraciado. Sus calumnias no pueden nada contra mi vida cuyos hechos, conocidos de todo el mundo, hablan demasiados elocuentes para ser vulnerados por cualquier reptil. Le considero a Ud. un perfecto idiota, un cretino absoluto y nadie más cobarde que Ud. Tiene alma de perro de sacristán..."


 

 

 

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