Nada tiene que ver el amor con el amor (Piedra de Sol, 2011)
Una niña enredada en el aire
Por Pedro Montealegre
. .. ... . .. .. .. .
Un tema recurrente en este nuevo libro de Verónica Jiménez es la muerte, su contemplación a través de su vertiente más secreta e íntima, naturalizada en mitologías elementales, religiosidades flotantes y húmedas, territorios sin mapas que aun así resultan reconocibles sin llegar a ser accesibles, visión y dolor como una sola cosa, todo esto vinculado precisamente a una forma de entender la vida que nada tiene que ver con la vida ni con un amor que nada tiene que ver con el amor. Quizás estas desavenencias no hagan más que evidenciar una falta. En estos textos podemos leer que “la carne se repliega hacia el vientre de la nada”, o “la casa vacía como el cuerpo provisto simplemente de fría oquedad”. Así es como la muerte o, su antítesis, el agua, se presentan precisamente en su fuga, en los seres que se traga y en los otros que alimenta.
Jiménez logra perfilar una hablante que se hace cargo de sus herencias mixtas en un espacio sureño –del sur de Chile, de Chiloé, las islas del sur– lugar en donde se encuentran problemáticamente tradiciones de la poesía llamada etnocultural con referencias a textos y mitologías clásicos. No lo hace, sin embargo asumiendo una voz definitiva, intelectualizada en esas búsquedas. Las referencias son flotantes, como las islas fantasmas a las que a menudo se refiere, y podemos entender el ritmo o el tono de estos poemas más cercanos a una oralidad ancestral que a una textualidad libresca. Los podemos relacionar igualmente con divinidades de la naturaleza y la tradición judeocristiana: santos, salmos, cruces.
Leemos: “Cuando sube la marea a las tumbas las cubre el agua” o “La madre se persigna seriamente ante la cruz hallada / pero las dos niñas cavan una fosa en la playa / y se tumban con los ojos cerrados y muertas de risa”. Esas descripciones son de una transparencia poética tal que nos acercan a lo onírico, al mundo de los sueños y las pesadillas. Soñar con agua significa varias cosas dependiendo de si es turbia o clara, de si hierve o está fría. Soñar con agua es pensar en nuestro proceso vital. Y hacerlo con cruces nos anuncia la dirección que hemos tomado en vista de nuestra propia finitud. En estos poemas la forma crucificada es un recordatorio, al mismo tiempo, del dolor, de la masacre. Los cuatro puntos cardinales de cada extremo ponen de relieve las diferentes formas, y rutas que uno escoge, o que te obligan seguir. En el tarot, la carta de la muerte anuncia lo que tiene que terminar para que otra cosa nazca. El ciclo redondo. La almendra mística. El pantocrátor, la carta del mundo.
En este sentido las filiaciones cobran vital importancia. Padres, madres, hermanos, parentela. “No se puede detener el peso de la realidad”, nos dice, cuando la realidad es dolorosa, cruel, violenta. Cuando estos desaparecen o mueren. Nada tiene que ver el amor con el amor. Y leyendo estos poemas, uno logra entender esa premisa.