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Verónica Jiménez Dotte, editora
Descubren 29 poemas perdidos de Gabriela Mistral

Por Juan Carlos Ramírez Figueroa
Publicado en La Segunda, 7 de Diciembre de 2017


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En 1965, ocho años después de la muerte de Gabriela Mistral, apareció un baúl rotulado "To be sent to Chile" con cuadernos, recortes y poemas inéditos suyos escritos a mano. Examinados por Luis Vargas Saavedra —bajo supervisión de su albacea Doris Atinkson— se convirtieron en las 205 piezas de "Almácigo" (Ediciones UC, editado en 2008 y 2015).

Pero esos 205 poemas no eran los únicos, sino que había un puñado que había pasado inadvertido. Los mismos que, organizados temporalmente y con notas a pie de página, formarán parte de "Manuscritos. Poesía inédita", que aparecerán por Garceta el próximo año.

Su responsable, la editora y reconocida poeta Verónica Jiménez Dotte —junto a la experta mistraliana Lorena Garrido Donoso— revisó cuadernos y archivadores donados a la Biblioteca Nacional hasta obtener 29 poemas. "Los poemas se encuentran en cuadernos, archivadores y en hojas sueltas. En algunos casos los textos están escritos a mano y en otros están mecanografiados. Entre los primeros hay algunos que están con la caligrafía de Mistral y otros con una caligrafía distinta, aunque no se identifica quién realizó la copia", explica.

"Muchos poemas tienen tachaduras, anotaciones al margen y correcciones. Incluso los mecanografiados están en ocasiones corregidos a mano. En general, en los manuscritos es posible encontrar tres tipos de textos: poemas desconocidos, versiones preliminares de poemas publicados y versiones alternativas de poemas publicados. ¿Sabes?, yo creo que la cantidad de material es tanta y tan difícil de entender, que se necesitaría un grupo grande de personas para trabajarlo".

Hay tres poemas —"Destrucción", "Nocturno V" y "El coral negro"— que indicaban claramente su lugar de creación: Vasaar College. Es una universidad para mujeres en la localidad neoyorkina de Poughkeepsie. En la web de la institución se indicaba que Mistral fue profesora invitada el segundo semestre de 1931, justo antes de comenzar su carrera consular al año siguiente.

"Mándame", "De mañana marchar lejos", "Siesta en el Trópico" y "Segunda canción de zafra" (en dos versiones) aparecieron escritos, ese mismo año, en Centroamérica. "En dichos poemas hay referencias directas a Puerto Rico, las Antillas, la zafra (recolección de caña de azúcar) y la vida en el trópico". La temática también ayudó a ubicarlos temporalmente. En "Ganas tengo de hablar" se refiere claramente a su hijo muerto, Juan Manuel, Yin-yin, quien se suicidó en Petrópolis en 1943. Jiménez dice que es probable que los poemas contenidos en este volumen sean del período que va desde 1931 hasta, incluso, 1954. "También hay varios que por su temática parecen haber estado destinados a «Poema de Chile», obra póstuma de Mistral y que escribe a lo largo de casi toda su vida errante".


"Hay una especie de presentismo en estos textos"

Mistral corregía y reescribía mucho. O dejaba textos en pausa que retomaba después. "Su método está muy ligado a la experiencia cíclica del tiempo de las culturas americanas", afirma la editora.

"Muchos de sus poemas tienen más de una versión. Los retomaba constantemente. No es una escritura lineal. Aunque tenía conciencia del rol que jugaría su poesía en el futuro, no apuraba sus poemas. No tenía la urgencia de poner puntos finales ni de entregar versiones definitivas. Cualquiera que revise los cuadernos se dará cuenta de que hay una especie de presentismo en estos textos y que, probablemente por ello, nunca fueron desechados".

Jiménez destaca el deseo de pertenencia como constante en su obra, incluyendo estos poemas. "Mistral tenía una memoria dolorosa de su país. Por un lado, había resentimiento y, por otro, una profunda nostalgia". Pero la percepción de su obra ha crecido hasta volverse central en el canon poético chileno. "Yo no me preocuparía en realidad de descubrir cómo dialoga su obra con el Chile actual, del que todos estamos bastante desilusionados, sino de cómo lo hará en el contexto de la lengua castellana, en el que la vitalidad de la poesía está siendo aplacada hasta cierto punto por el neoliberalismo y el surgimiento de una pseudopoesía sin sangre, sin color, sin brillo".

¿Detectas en la obra de Gabriela algo más trascendente que lo literario?
—Siempre los poetas se preguntan si es posible conjugar la escritura con una función social. Mistral lo hizo de todos los modos posibles. Dentro y fuera de los poemas. Paul Valery escribió que había algo "de orgánico y violento" en la poesía de Mistral. Cuando a ella le preguntaron cuál era la causa social que le daba impulso a su vocación, respondió muy honestamente que su vocación se debía a su soledad. La soledad es orgánica y violenta. Sin embargo, fue una gran educadora tanto en instituciones formales como de manera informal. En Punta Arenas enseñaba a escondidas a los indígenas que llegaban descalzos a sus clases después de trabajar como peones. Ella era una causa en sí misma. El primer texto suyo que leí es un poema en prosa que comienza así: "Cuando yo sea un montoncito de polvo callado, jugad conmigo, con la tierra de mis huesos…".

¿Es posible que a los investigadores se les hayan "pasado" otros inéditos?
—No es sencillo trabajar con manuscritos, y tampoco es una tarea, en el caso de Mistral, que pueda emprender un solo investigador. Dentro de ese panorama, el hecho de que algunos inéditos hayan quedado rezagados, ya sea debido a lo difícil que es descifrar la escritura de la poeta o porque están de alguna forma "pegados" gráficamente a otros escritos, es bastante comprensible.

 

 

 

"Destrucción" (Inédito, 1931)

Tú no te vayas si viniste/ tú no te acuerdes de tu patria/ ni de tu madre, si llegaste/ a país mío de llamada/ no reconozcas más los valles/ yo así lo mismo renegara. Olvida río de otro sabor/ y de otro cauce y mimbrerada./ Patria y mujer eran palabras/ gentes y oficios eran fábula.
Tú no te vayas aunque te acuerdes,/ mejor si nunca recordaras./ Quema las cosas que te duran,/ por nombre tuyo acarreadas/ los amigos y los amantes,/ y viga y puerta de tu casa./ Quémalos todos como/ los quemas con tu mudez/ o bien las quemas abjuradas (…) Desde el loco día del gozo, /quemé cuantas me fueron dadas:/ quemé costumbre, rompí gestos/ de mocedades y de infancias.
A cada vez que tú me miras/ de mis raíces rebanadas,/ me oigo y siento la morera/ que se llena otra vez de ramas. Yo vivo aquí, yo soy mujer/ La tierra no es para mí marcha./ Si yo no puedo irme contigo (…).


 

 

 

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