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Apuntes sobre Los surfistas
(Víctor López, Editorial VOX, 2006)

Por Andrés Urzúa de la Sotta

1.

Víctor López no es surfista ni lo parece. Sus poemas, semejantes a la pausa del que aguarda la ola con la tabla bajo el brazo, se nutren del surf como símbolo y denuncia del hábitat contemporáneo de esta punta del mundo: “estar en un país sin más remedio que esperar”, dice en Panorama. Si algún oficio pudiera relacionarse con el trabajo placentero del poeta, sería la fotografía. Sus textos muchas veces funcionan como una especie de montaje, en el cual se entrelazan diapositivas, imágenes de un álbum disperso como el barrido de la realidad. Algunos versos delatan sus obsesiones y su estirpe poética: rock, cine, narrativa, objetivismo, onirismo, surrealismo, bolañismo, movimiento beat, chispazos pop y una sensibilidad visual que recoge las propuestas de algunos poetas chilenos de los noventa y de fines de los ochenta, como Andrés Anwandter, Germán Carrasco, Sergio Parra y Víctor Hugo Díaz  (los cuales, dicho sea de paso, han sido tildados como una generación cobarde –me refiero a los noventeros-, exenta de discurso social, cuando en ningún caso carecen de él, sino que al no explicitarlo lo matizan, generando una denuncia implícita no menos aguda).

2.

Dos desconocidos que sin querer se encuentran
se bajan de sus automóviles

y pasan a ser parte de una misma fotografía

Una versión rápida y convincente de la historia
es que no hay historia

            (...)

Cuando escribo de Chile no pienso en Chile como un país / sino que escribo otro sinónimo más de lejanía / Algunas mañanas me despierto con una resaca semejante a una delgada línea de mar en las pestañas

            (...)

“esta es mi escritura
una niebla en la que apenas se divisa”

            (...)

de nada sirve subir de a poco la cabeza / y ver cómo en las pantallas de vuelo / a cada minuto / a cada segundo los destinos de la gente cambian

            (...)

¿Acaso pueden existir casas que en su interior no posean a nadie?

            (...)

¿Acaso pueden existir personas
que en su interior no posean a nadie?

3.

Uno de los procedimientos favoritos de López es el entrelazamiento de imágenes, el cual permite que la cinta del poema se enrolle y desenrolle, generando un tejido textual que evoca el movimiento cinematográfico, el constante rewind & forward de una película en VHS. Aquello se vislumbra, por ejemplo, en el poema Mi querida Mariel, donde cada verso permite y percute el desenvolvimiento del siguiente, a la vez que funciona como un punto de partida que da pie a las digresiones y al flashback dentro del poema, volviendo sobre una imagen previa o desviando el discurso.

Mi querida Mariel

casi siempre los días se alargan una o dos horas /bajo la línea solitaria del Ecuador /en Chile los días son más cortos /más faltos de luz /los neones del cielo así lo dicen /todo lo que ha sido escrito es parte de una vieja película /pero tú a veces piensas en aquella película como en la escena de un sueño que se sigue rodando /una mujer se queda inmóvil al borde de una pileta de peces /un muchacho de color le maquilla con delicadeza su rostro /no hay nada original en eso /la misma idea de la muerte ha sido filmada muchas veces /En verano los muchachos abren los grifos y se bañan /una vez yo estaba desnudo viendo una cinta donde un tipo estaba abandonado a su suerte en medio del mar /alrededor de él había una aureola brillante de peces voladores /el tipo se tiraba a su tabla /se tapaba la cara /mientras que los peces arriba de él agitaban sus aletas hasta volver a sumergirse /aquello provocaba una finísima línea de cristales que le bañaba el cuerpo /sin embargo nada de esto tiene que ver con Chile Mariel acá los días son más cortos /más faltos de luz /no recuerdo vez alguna que nuestros cuerpos /no hayan sido bañados por otra cosa más que oscuridad

En este sentido, López es un poeta de una inspiración eminentemente visual, la que se  alimenta de los procesos oníricos y de los estados hipnagógicos, en los cuales las escenas y las voces se superponen al igual que los tiempos, alterando la linealidad narrativa de la realidad (la cual, pregúntese de paso, ¿es acaso lineal?).
  

4.

Esperar con la tabla bajo el brazo. Esperar en la fila del banco. Esperar al pariente en el aeropuerto. Esperar el correo electrónico. Esperar el recreo con la cabeza en el pupitre. Esperar la noche y su silencio. Esperar que se vayan. Esperar que no vuelvan. Esperar la justicia. Esperar con los brazos cruzados. Esperar que algo suceda. Esperar la muerte. Esperar absorto tras la ventana. Esperar sin voluntad. Esperar sin destino. Esperar sin esperanza. Esperar por esperar.  

5.  

Por momentos el libro cojea principalmente por dos cuestiones elementales: (1) la pérdida de la unidad, en la medida que no todos los poemas funcionan como engranajes conceptuales, sino que forjan una suerte de conjunto de poemas con un aliento semejante. (2) Ciertos excesos de pubescencia desatada y desencantada, manifestados en algunos versos puntuales:

- de un momento a otro el fin de semana se termina /la droga se acaba
- no recuerdo vez alguna en que nuestros cuerpos /no hayan sido bañados por otra cosa más que oscuridad    
- Esto ya no es amor Mariel esto es puro rock /sin embargo entre la casettera del taxi y el florero /entre los viejos discos y las hortensias /aún te dejo algunos gramos de esto
- Antes de quedarme solo, aquel verano nos tirábamos en la alfombra y tú me lo apretabas para que no lo derramara si no era en tu rostro

Ahora bien, y sólo con el afán de invertir los puntos de vista, el hecho de que a ratos se despeine la unidad del libro, permite que los poemas no se vuelvan meros entes microcósmicos; es decir, muchos de ellos pueden funcionar fuera de él (o sea, Los surfistas ha sido concebido, también, como una obra compuesta por poemas, y no sólo por engranajes contextuales).

6.

Un punto que suele mencionarse poco en las tertulias literarias es el de la experiencia que provoca la lectura. En este sentido, se me antoja señalar que desde el comienzo “Los surfistas” me suscitó una mezcla de profundo placer estético y frescura. Lo leí, lo degusté y me refresqué, principalmente atraído por la textura de sus imágenes.




 

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(Víctor López, Editorial VOX, 2006).
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