Guía para perderse en la ciudad
(Ripio Ediciones, Colección Virus, Oct. 2010)
de Víctor López Zumelzu
Por Ernesto González Barnert
Es difícil hablar de un libro tan bueno, que no dormita casi nunca en sus páginas, redondo como un anillo, de un pop de grueso calibre, haciendo el moonwalk en nuestras letras nacionales, como M. Jackson en Billie Jean. Me atrevo a decir que fue tan grato encontrarse con este libro que no dudaría en hacerlo lectura obligatoria en el Liceo (cómo me hubiese gustado encontrarme con un libro así en aquellos días de Juventud en Éxtasis!). Vitoco (Curacaví, Chile, 1981) consigue dejar atrás los surfistas y agarrar la gran ola.
Adentrémonos, Guía para perderse en la ciudad, estructuralmente es solo el Tomo 1, El canto de las aves (un poema), es decir, un solo movimiento cortado en 5 partes… que abre con la frase de Tolstoi en Ana Karenina, con que a su vez el autor ruso abre la suya del mismo nombre. Ana, esa Bovary más intelectual. Me refiero a:
“Todas las familias felices se parecen, pero las infelices
lo son cada una a su manera”
en una traducción al castellano que me gusta más que la que propone Víctor. Bueno, sin duda, la cita es piedra angular del libro que sigue, la vara, el canon. Porque Guía para perderse en la ciudad es a todas luces una perfecta cavilación poética acerca de un sujeto perdido en la ciudad o en su propia ciudad, atado a la vida por esos relámpagos de poesía –al pan, pan, y al vino, vino–, con que interpela, ata, va dando cuenta de una familia infeliz a su manera, una familia que a ratos me parece la propia, la de mis amigos, la de un país… reorganizada en los recovecos de una meditación sobre el lenguaje (la palabra). Vitoco desde la pedacería, desde la aparente disgregación discursiva, desde la conversación naturalmente salvaje y culterana, reconstruye el sino familiar de la clase media chilena en un poema de principio a fin acerado y circular, no cerrado en sí mismo. Un libro que no se olvida de emocionar, de divertir, de ser un placer sin perder frialdad y gravedad en la descripción, nervio y vivacidad en la soltura con que salta de verso en verso, ya dije, haciendo el paso lunar. Un libro con una sensibilidad y ternura pop que ya la quisiera, por cierto, cualquiera de los que estamos aquí.
Ezra Pound señala que los buenos escritores son los que mantienen el lenguaje eficiente. Es decir, que lo mantienen exacto, lo mantienen claro. Por supuesto, el libro de Vitoco es más claro que exacto. Pero siempre eficiente. Sin duda, considero a Guía para perderse en la ciudad un libro que merece no sólo más y mejores elogios sino que un lugar destacadísimo entre los libros de éste y el otro año. Pocos
llegan donde Víctor López Zumelzu juega y domina. Un clásico –intuyo– de nuestra generación escindida.
Aquí les dejo con el adelanto que publicara del libro en la revista Lanzallamas
http://www.lanzallamas.org/blog/2009/09/guia-para-perderse-en-la-ciudad/