Al César lo que es de la poesía Sobre libro "Un tercer ojo para el tiempo de la tristeza" (38 páginas), Vanessa Martínez Rivero
(Perú),
Andesgraund Ediciones, Edición bilingüe, Colección El ombligo del origen, noviembre de 2024. Por Wenuan Escalona (Chile)
Poeta, educador y fotógrafo
Al momento de leer este libro de Vanessa Martínez (ahora en su versión bilingüe), ignoraba su versatilidad vital, por así decirlo: peruana de nacimiento radicada en Chile hace un tiempo, lleva en su arsenal expresivo no solamente lo relativo al mundo literario y sus recursos, sino que también su formación académica actoral y su incuestionable pasión por el rock, ya no solamente como auditora, sino que como cantante. ¿Conocen a la banda de punk-rock Tsunamikill? Bueno, les sugeriría escucharla, a modo de tener más argumentos.
El movimiento, en tanto concepto que permite entender diversos fenómenos territoriales, históricos, psicológicos y culturales, en suma, ha significado un espacio y una estrategia para acercarme al mundo creativo. Un desasosiego, inconformidad e interrogaciones que han encontrado en este bello poema, una especie de eco, un rumor telúrico en el cual me reconozco. Desde acá ingreso a esta corriente breve y profunda, compuesta por 33 páginas de una poesía continua, audazmente barroca y lírica en su significación fundamental, es decir, su madera de canto-música, de narrador-espectador. La poeta, desde el escenario que nos ofrecen distintas tradiciones, como la japonesa, anglosajonas, árabes o greco-romanas, nos canta-advierte el motivo de este ritual: la tristeza.
Pero el esfuerzo de Martínez está puesto, ya no en la singularidad del hablante y las fronteras del ego, sino que – tengo la impresión – en nosotros como especie: observados, objetados en este devenir que es historia y memoria, que son hechos y ficción, la poeta se resiente con los caminos y decisiones que el poder y sus representantes imponen y que explican también las tribulaciones de su propio entorno, en donde por cierto ella existe, ama y acaso ha experimentado el acto de abandonar y ser abandonada. Y nos interpela, dije, en tanto, somos también fragmentos de un mundo, de una sociedad y sus creencias laxas, impuras, cruzadas. Las múltiples referencias judeocristianas utilizadas como orientación, ritmo e intertexto, nos plantean una romería para la posible expiación, donde el pecado más hondo, bien podría ser la acción de abandonar y por tanto, de olvidar. Esta es otra clave para dejarse llevar en este caudaloso poema.
Los versos, Cito:
“¡Señor no nos dejes caer! ¡No me dejes caer!”
“Roma Roma que es igual al amor invertido Se nos incendia”
Se escriben insistentes, se leen insistentes, como un salmo que irrumpe en la estructura del texto, entonado para que no olvidemos este pulso violento, la ruptura con esa sombra sacra, distante e inevitable. Roma, como metáfora del apetito irracionalidad, de la opresión y la decadencia. Roma como capital y centro de gravedad, donde culturas con sus cosmogonías, lenguas y territorios, se mezclaron hasta desaparecer en el frenesí de la transacción comercial y espiritual, hasta la explosión de sus propias bases, liberadas como ejemplo y polución en el aire de la literatura universal. Roma y César: Julio César, Augusto, Nerón y Calígula, algunos ejemplos de cómo el poder, el fuego, la política y la lujuria comen del mismo plato. Basta pensar en los titulares de las últimas semanas, en nuestra contingencia, en nuestras tragedias criollas y sus romas en llamas.
Sabemos que las obras literarias o artísticas en general, no son ingenuas y siempre responden – por acción u omisión - con mayor o menor intensidad estilística a las circunstancias sociales de su tiempo. Lo político, por tanto, es una dimensión insoslayable en esta obra, que se expresa en esta contemplación amplia de lo que podría llamar “lo colectivo”. Este hecho, convierte al leit motiv del libro – aunque en apariencia caótica y oscura - en una tristeza generosa, compasiva, solidaria. Una tristeza “comprometida” como se dijera de mucha poesía surgida post revolución cubana y que, a raíz de la experiencia latinoamericana y sus dictaduras militares, se convirtió en una especie de estándar, cuando no exigencia, hacia toda una generación.
Cito
“Los tristes somos de izquierda noble Antagónicos de la real condición Vestimos una frontera de juncos amarillos Donde insectos en sus puntas Defecan y destilan sus venenos”
“Cuando un hombre ha conocido el pan y el vino Y perece de tal Las migajas se vuelven gigantes nubes de hambre Y el mundo del trabajador Se suspende en ellas y ve a otras irse lejanas”
Mistral, Cardenal, Roque Dalton, Neruda, Elvira Hernández, María Teresa Panchillo, cada cual es sus dimensiones, bemoles y sostenidos, por utilizar jerga musical, así como tantas otras y otros, en diversas disciplinas y territorios creativos, podrían dar cuenta de este punto.
Planteamos que esta gran visión, este paneo histórico, es como una cámara que mientras filma, oscila entre distintas locaciones espaciotemporales: En un momento, se va al pasado epopéyico o cosmogónico del pueblo amazónico HARAKMBUT, a través del relato del árbol de Wanamei, donde también tiene cabida esta idea de renuncia, este voluntario abandono de la conciencia de la divinidad de la tierra y su generosidad, luego de la protección y el alimento. En otro lapso, nos cruzamos con la referencia al Hakawati, como la figura cultural de medio oriente, encargada de contar historias, relatos maravillosos, para recalar en la rutina empastillada y farmacéutica contemporánea, donde el alcohol, la música y la poesía, tal vez configuren – no sin riesgo del espejismo - pequeños descansos, espacios tiernos que permitan la existencia de la amistad, el entendimiento, el amor, la lucha al centro de las manifestaciones. Espacios que se ocultan en el cotidiano y que es necesario buscar, puesto que ahí, en esa nebulosa, perviven las saturnales que celebran y protegen los ritos paganos del baile, las máscaras y los colores: el caldo de cultivo original desde donde emana toda vida, la exageración, la hipérbole que bendice la abundancia la fertilidad y el gozo. El gozo y el bienestar negado por el capital, la industria, las esquirlas del patriarcado.
Pienso que nuestra poeta, depositaria también de esta memoria, tal como el pueblo Harakmbut, elige habitar a la sombra del árbol sagrado, con todo el pesar y la derrota que ello implica. Porque la conciencia es pesar en una sociedad como la que tenemos y en parte, hemos hecho. No obstante, va tensando ese dolor fundamental actualizando esta tragedia con sus propias filias y fobias vitales, que alimentan y entroncan con esa tristeza basal, tan presente en los Andes Vallejeanos – otro César, por cierto – que en ancas de su burro peruano, ya no en Perú, sino que en Chile, también disculpen la tristeza, parece detenerse a abrevar, en los pequeños valles de este poema tan punk como holístico.
Cito
“Infernal mesías que cubre con su túnica Los sacrificios de sus animalidades en su pesebre dorado En nombre de Dios y la Patria”
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dirigida por Luis Martinez Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com Al César lo que es de la poesía
Sobre libro "Un tercer ojo para el tiempo de la tristeza" (38 páginas), Vanessa Martínez Rivero (Perú),
Andesgraund Ediciones, Edición bilingüe, Colección El ombligo del origen, noviembre de 2024.
Por Wenuan Escalona (Chile)