Los habitantes de la cuevas de catéter
Nosotros
los niños enfermos
seguíamos jugando
en las esquinas de las salas comunes
unos amontonados en sillas de ruedas
otros sujetos a una cama donde descansaban
nuestras cabezas condenadas a cascos respiradores
de astronautas abandonados en atmósferas extrañas
o atornillados
a balanzas que mantenían nuestras columnas en su lugar
A la mayoría de nosotros le habían nacido alas de aviones
que obligaban a nuestros brazos
a ser amigos de sueros y calmantes
Cada vez que volvíamos de ser abiertos
seguíamos jugando
y entre mareos posteriores al sueño anestésico
nos contábamos del tiempo
anterior a la morfina
y a las cicatrices
de nuestras casas con sábanas dibujadas
de nuestro propio televisor
de las peleas con hermanos sanos y ausentes
que no dejarían entrar
No llorábamos por las heridas
ni por las enfermeras
ni por el constante perforar de pieles
no acostumbradas a ser cuevas de catéter
ni por la comida que ingeríamos sin molestar
o la continua carencia de padres
Llorábamos por las noches
por el niño nuevo de la cama de al lado que lloraba
que se iría en uno o dos días
que nos recordaba la obligación del llorar.
Tengo mi mitad en el juego del dolor
Sola
estoy sacando mis brazos taladrados fuera de esta cama
en una búsqueda ridícula por sabor de sol
Los tubos fluorescentes no han parado de sonar
y se mimetizan
con los murmullos del resto de las camas
rodeadas de familias
que han vuelto a quejarse
por este infierno de aire falso
que derrite los chocolates
entibia los lápices de cera
y las revistas
Uno a uno los dedos de mis manos juegan a tocarse
otra vez
rozándose en una baile sin destino
Nadie preguntará por mí
a la hora de visita
Mentira: aseo quirúrgico
Gente atrevida
bañando sus paredes con pedazos de cuerpito de niño
recién asesinado
No
se es capaz de comprender ni una gota de pánico
Mejor quedarse callada cerrar los ojos de forma tan apretada
que se empiece a dudar que todo lo vivido
no sea solo un sueño
Que en realidad no hay niños recién asesinados
que siempre estuvieron muertos
que nunca fueron niños
y en vez de paredes eran rejas
No
no es cierto
No me estoy muriendo
El juego de hoy
Los niños golpean sus espaldas entre ellos
hombro con hombro
mantienen un equilibrio absurdo
No hay rostros
ni manos
no sienten el frío de las baldosas
en sus pies endurecidos por el roce de las sábanas
Solo el intento automático de encajar sus vértebras
por donde se amarran
los camisones eternamente abiertos
que nos han entregado
se lastiman
No importa el tono del dolor
ni la duración de este juego
nada más podría interesarles
Estafilococos: la infección
Una vez que las luces han sido apagadas
descubro pequeños hijos por mi cuenta
caen de mi rodilla
que se ha abierto en un útero de hueso y titanio
unos se quedan a vivir en los apósitos
otros se duermen encima de mi piel limpia
y terminan estando vivos un tiempo
que parece siempre
Es entonces cuando parte este camuflaje
y alguna gente
comienza a tratarme como madre