Proyecto Patrimonio - 2017 | index | Violeta Parra | Autores |
Violeta ayer, hoy y siempre
Por Michelle Bachelet Jeria
Presidenta de Chile
.. .. .. .. ..
Raúl Zurita dijo una vez que Neruda era ineludible como la cordillera de los Andes. Pienso que quizá Violeta Parra es como la bóveda del cielo sobre nuestras cabezas, ese que cantamos en el himno nacional, que a veces es puro y azulado, a veces tormentoso; descarga su furia o nos llena de energía y paz, nos maravilla con su limpidez por las noches, mostrándonos la luz de estrellas que ya no existen.
Todas las variantes de la emoción humana caben en la obra de Violeta Parra. Pensamos de inmediato en sus canciones, por supuesto, desde la ternura desolada de "Run Run se fue pa'l norte" a la rabia desgarradora de "Maldigo del alto cielo", de "Arréglate Juana Rosa" a "Ayúdame Valentina". Pero sabemos que Violeta Parra es más que sus canciones, aunque sus canciones sean por sí solas, una provincia de nuestra imaginación.
Está su obra plástica, sus pinturas, sus arpilleras, sus esculturas. Está su trabajo de investigación y recopilación, reconocido en su momento, olvidado de algún modo más tarde y hoy enormemente vigente. Y está su legado, en una familia de artistas por derecho propio, que continúa hoy vivo gracias a hijos y nietos.
Violeta nos enseñó a valorar una tradición campesina que en su tiempo parecía a punto de desaparecer. Abrió el camino para un movimiento como la Nueva Canción Chilena, cuyos acordes resuenan hasta hoy y que se perpetúa en nuevas formas de canto y creación. Violeta dialoga con los jóvenes de hoy: los seduce con su pasión, con su fuerza indomable, con su carácter irreductible. Les habla desde el cine, desde las versiones y homenajes de sus temas, pero les habla también con esa voz suya inconfundible, la voz de la niña que se contagia de viruela en un viaje en tren y se atormenta durante años pensando en cuántas personas habrán muerto por su culpa, que quedó marcada, pero se salvó.
A través de Violeta Parra hablan la cordillera y los ríos, y habla también un pueblo entero. Su voz, tan propia, tan suya e inconfundible, fue al mismo tiempo un canto que nos interpretó a todos. Y eso es cierto no sólo para Chile o para el conjunto de América Latina, sino para el mundo. Esa es la dimensión universal de su profundidad y de su riqueza.
Esta patria nuestra, a veces tan mezquina para reconocer el talento y la generosidad de sus hijas e hijos, le dio la espalda por muchos años. En vida, su coraje, su rebeldía, su manera de crear sin concesiones ni cálculos, causaron escozor, incluso más allá de su muerte. Tanto fue así que la dictadura intentó negarla, esconderla, doblegarla. Pero como escribió su hermano Nicanor, Violeta Parra no se compra ni se vende, Violeta Parra habla la lengua de la tierra. Callarla ha sido y seguirá siendo imposible.
Y eso ocurre porque Violeta siempre está con nosotros. No podemos deshacernos de ella porque se ha vuelto parte de nuestro paisaje más íntimo, de nuestra geografia sentimental, de nuestra identidad más profunda. Y por eso decimos: Gracias, Violeta, y gracias a la vida que nos dio tu canto.