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Notas a partir de bulto
Bulto de Víctor Quezada. (Santiago: Libros del Perro Negro, 2016)
Por Gonzalo Geraldo Peláez
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Quiero ser feliz de una manera pequeña
“La casa de cartón” (1928), Martín Adán
En el prefacio a su novela El azul del cielo, escrita en 1935 y publicada en 1957, Bataille se sorprende de la incomprensión del fundamento de los relatos modernos, “[aquel] momento de rabia, [aquella] prueba sofocante, imposible” que le permite al escritor solo en ese instante, en esa brizna iluminar “la verdad múltiple de la vida, las posibilidades de la vida”.
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Una prenda, un bulto es la seña del comienzo de una vida; la carta de un joven capitán desesperado, en la región de las brumas y la nieve, por la compañía de un amigo, por unos ojos que encuentren a los suyos.
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El escritor no está ciego a esas posibilidades excesivas, al testimonio de la muerte que abre la puerta a lo real; confundiendo las vidas de un doctor que no puede hacer de sus demonios una forma, de un poeta que no puede librarse del mar ni del recuerdo de su hermano muerto, y de un hombre solitario que no quiere desprenderse de sus heridas ni de su cuerpo informe y despreciable.
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bulto avanza, se desdobla una y otra vez, prolongando sus correspondencias en un habla sin “profundidad”, en un excurso sensible que suspende el sentido y el comentario del relato. Como si la anécdota del último sueño del padre, su apariencia de vida, se desvaneciera en los murmullos, los fragmentos de otra pérdida, del insoportable duelo de un cuerpo. Todo relato es una reconstrucción, una representación, un simulacro.
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<<Quiero este cuerpo que permanece a pesar de desprenderse, quiero este cuerpo que tengo a pesar de sus heridas, quiero amar este cuerpo y que este cuerpo sea amado por otro>>
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Anota y subraya Víctor [Quezada] en su ensayo “Dejar de escribir, salir del libro” (2014): “la escritura no puede colmar el anhelo de un relato y, por tanto, la escritura se concreta en formas breves, se dispersa en un movimiento sin más complejidad que la de la acumulación”.
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Quizás, la ausencia de un padre, la desaparición de una familia, la “mancha ciega y móvil [del castrado]” (Barthes), la extinción del deseo, conforme un campo, una estructura de la nostalgia que se hace conciencia, voluntad monstruosa. Quizás, los gestos del viejo en el bar de Retiro, sean parte de esa sentencia, de ese “momento de rabia” que franquea la promesa y el destino de la muerte: su póstuma escritura.
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Y al tiempo de la escritura corresponden los límites indeterminados de la conmoción, y a la vida un relato que no se puede colmar, y al deseo una tormenta de astillero.
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¿Cómo comienza una vida? ¿Cómo se cuenta una vida? ¿Cómo se lee una vida?
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“El río es la última frontera adonde van a recalar los excluidos y los suicidas” (Piglia).
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<<Es insoportable la permanencia de un cuerpo; adherido a los objetos que alguna vez formaron su presencia, se va desvaneciendo poco a poco hasta desaparecer por completo y, con él, las cosas que una vez amamos. Las marcas del uso se pierden, las manchas se limpian con el tiempo, pero todo continúa gastándose, sin cuerpo alguno>>
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Tal como en el campo simbólico de la castración proyectado por Barthes en su seminario sobre la novela breve Sarrasine de Balzac; en el que la figura del castrado deviene una tercera forma, una forma neutra, “que va y viene entre lo activo y lo pasivo: [que] castrado, castra”; el relato de una vida encuentra su forma, un cuerpo múltiple entre dos caminos, el de los fantasmas de escritura (la acedia, la morbidez y la muerte impostergable) y la Escritura como deseo, entre la descripción puntillosa de las acciones de los “hombres solitarios” y la narración de las percepciones de un cuerpo singular e impermanente.
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Las variaciones, pausas y movimientos de un cuerpo desvencijado amplían e intensifican la atestiguación fúnebre de los viejos del club náutico, hacia el “simulador” de la vida cotidiana, donde lo real se encuentra en las notaciones de un régimen quizás trivial, quizás insignificante. Lo real (de la escritura), el tiempo (de bulto) desvía su camino en el amor, la ternura por cuerpos, objetos que tienen como narración y como vida su decepción. Todo relato es una representación, una reconstrucción, un desfallecimiento.
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Referencias
Barthes, Roland. S/Z. Trad. Nicolás Rosa. Buenos Aires: Siglo XXI, 2004.
Quezada, Víctor. “Dejar de escribir, salir del libro” (2014). En:
http://lacallepassy061.blogspot.cl/2014/03/dejar-de-escribir-salir-del-libro-o-la.html
Quezada, Víctor. bulto. Santiago: Libros del Perro Negro, 2016.