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Antitierra
Valeria Tentoni. Libros del Pez Espiral, 2014
Álvaro Agurto Pincheira
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Hay libros que se arman en buena medida con lo extraído de las lecturas personales. Trasvasijes, por decirlo de algún modo.
Otros, que se construyen principalmente a partir de la experiencia. Experiencias genuinas que proveen al poeta de distinciones de acciones traducidas a su vez en distinciones en el lenguaje.
Y otros, que ven la luz intersectando ambos factores, pero con el añadido de un tercero: una voz originalísima y rotunda.
Creo que esto último es lo que sucede con Valeria Tentoni y su poemario “Antitierra”
Con los materiales de hechos tan comunes como la relación de pareja, una fiesta de matrimonio, los ritos de los encuentros familiares, pero también con una voz personalísima, la hablante va boxeando al lector con un tropel de imágenes frescas y contundentes, sin tregua, presentadas una detrás de la otra
Donde uno diría: “esquizofrenia”, ella escribe: ”claro que deberían/ darme un premio/por aguantar tan bien/ al animal/ horrible/ que tironea y quiere salir de/ mí cuando me preguntan/ como si nada/ ¿cómo estás?”
Donde otro pondría: “contención”, ella despacha a quemarropa un: ”Yo me aprieto las trompas de Falopio/ y sonrío”
Y donde muchos escribiríamos: “la excusa para estar en movimiento”, ella dice: “...salí/ solamente para poder ponerme/ los auriculares y caminar”
Sueltos de cuerpo, sus textos fluyen, emocionan y maravillan. Hacen gozar, euforizan, y lo dejan a uno al borde del resuello, casi con ganas de aplaudirla mientras se la lee.
Además de su original y entrañable lenguaje, resaltan por sí solos, a mi juicio, otros dos puntos:
Por un lado, el valor de la imprecisión en su escritura, o de la relatividad de la exactitud
“La felicidad es una cosa muy precisa/ que no hace tanto ruido como pensábamos”
Valeria es consciente de que escribimos desde nuestra propia y particular historia de interacciones- así lo deja en claro-
“…ya estamos/ mirando el arco iris que se estira sobre nuestras cabezas/ en el diminuto patio del diminuto mundo/ en el que estamos”
y de paso entrega una máxima casi de manual para un escritor en ciernes: legitimar el propio punto de vista: “esta es mi versión del asunto,/ lo que resulta de manosear las palabras y las cosas”
Y, por otro lado, el modo en que contempla las cosas: desde su receptividad. La simpleza con que una botella de Coca Cola se deja llenar con agua de la llave, por ejemplo. La hablante anhela vivir con la sencillez que esas cosas “viven”. O, visto desde el revés, con notable capacidad dota de vida a los elementos que captan su atención.
Coherente la sonoridad de su título, que resuena como a partición de algo, “Antitierra” puede producir un efecto muy parecido en el lector. Y también la sensación que muy bien Valeria describe en uno de los últimos poemas: “..alguien que llega por la espalda y te tapa los ojos,/ te pregunta quién soy”