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“Escribir es terminar con la belleza de uno”
Jimena Arnolfi

Por Valeria Tentoni
Foto: Ramiroeme




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“Escribo cuentos y poemas pero ahora quiero dormir la siesta”: así se presenta Jimena Arnolfi en su blog. Nació en Buenos Aires, en 1986. Ahí vive y trabaja como periodista, en radio y medios gráficos. Su primer libro publicado, Todo hace ruido, salió por editorial Pánico el pánico en 2013. Organizó ciclos de poesía y publicó poemas en revistas y antologías. “Creo que hay que entrar en ritmo / para registrar el silencio / que está en el fondo de las cosas”, escribe en ese ejemplar de líneas simples y despojadas que logran componer una tibia atmósfera dulce: la sensación que se tiene por la mañana los domingos cuando se suben las persianas y uno se encuentra con el sol. La serie, pulida con muy buen criterio y distribuida con inteligencia, completa esa suerte de calendario de la fe en el que vive la voz del libro. No es, sin embargo, una escritura inocente: “Todo lo que viene de la mirada está envenenado”, sabe Arnolfi.
 
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Desde 2005 tengo el blog Quimera. Al principio lo usaba para ir publicando cada poema que escribía, como si fuera una especie de anotador. Escribí mucho y tiré mucho. Quizás fue una especie de entrenamiento. En general, cuando empiezo a escribir me agarra desconfianza e inseguridad porque no sé muy bien qué es lo que estoy haciendo. Caer es el cincuenta por ciento de saltar. Y ese salto me lleva un montón de tiempo y esfuerzo, me cuesta animarme pero después sucede. El salto es el proceso.
Creo que algunos versos de Todo hace ruido tienen casi diez años. Esos fragmentos se fueron acomodando junto a otros poemas nuevos. Siento que la corrección es como escribir adentro de lo ya escrito. En un momento me entusiasmé y sentí que había un poemario. Pasó el tiempo y pude escribir sobre mí misma como si fuera un personaje. Así que me senté frente a la computadora con todo lo seleccionado y me divertí.

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En un momento de Todo hace ruido, digo que deberíamos aprender un oficio en extinción y dejar el periodismo. De cualquier forma, a veces sigo trabajando de periodista, a veces trabajo en guiones para radio, a veces trabajo redactando. Empiezo un trabajo –una nota, un guión– y sé que lo voy a terminar y listo. En la poesía no hay certezas. No sé en qué medida se meten esas actividades en mi escritura. El periodismo habla todo el tiempo. La poesía tiene más que ver con el silencio.
Sí creo que la adquisición del oficio es algo importante en la escritura en general. Y si es que se puede pensar en la poesía como un oficio, creo que se te va toda la vida adquiriéndolo. 

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Soy una lectora que juega, que está ahí metida, en actividad. No puedo encarar un libro si no tengo un lápiz o una birome para ir subrayando, marcando, preguntando. Empiezo a leer como quien desarma un juguete para ver qué tiene adentro.
Mi biblioteca es un desorden y así llego a los libros. Voy buscando intuitivamente, también puede pasar que venga un libro y se plante. Otras veces encuentro personas que me guían y recomiendan alguna cosa que me vuela la cabeza.

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Cuando era chica me carteaba con un tío abuelo que vive en el litoral y es poeta. Yo tenía unos 12 años cuando recibí un sobre gigante de papel madera con toda su obra. Pude leer toda la vida de mi tío a través de esos poemas. Los recuerdos de la infancia, los paisajes del litoral, los trabajos, los amores. Ahí me di cuenta que mi tío siempre iba a ser un hermoso misterio para mí. Creo que esa fue la primera escritura que me movilizó.

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Me gusta ese minuto de desesperación cuando te preguntan por cinco libros que no pueden faltar en tu biblioteca. Una vez hice el ejercicio y salieron: Catedral, Raymond Carver; Poemas, Emily Dickinson; Escribir, Margarite Duras; la obra completa de Joaquín Giannuzzi  y la poesía completa de Alejandra Pizarnik. Ahora me dan ganas de agregar algunos más. Humberto Costantini, Sergio Bizzio, Mariana Enríquez, Claire Keegan. Me preguntás qué libros me fueron cambiando. Me doy cuenta que me apasiono bastante con los libros que voy leyendo, con las canciones, con las películas, con los lugares –me acordé de Amor en el cine de  Santiago Motorizado: “Oh nena, estoy enamorado de todo”. Si te apasionás, te animás a que las cosas te modifiquen, te atraviesen. Hay quienes prefieren no apasionarse con algo nuevo, no conmoverse, no cambiar. Las dos opciones deben ser muy trabajosas.

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Me gusta el lío en que me metiste con la pregunta: ¿Escribir poemas es tu modo de "hacer las cosas con fe", como leemos en La boca del lobo? Creo que la respuesta es no sé. Cuando empiezo a escribir no tengo fe, al principio no sé muy bien qué estoy haciendo. Pero me quedo ahí, insistiendo, que es una manera de tener fe. Me acuerdo que en otra versión ese poema terminaba diciendo “voy a insistir sufriendo”. Después saqué el “sufriendo”, pero algunas cosas que se eliminan en el momento del hacha, siguen estando ahí.

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¿Qué cosas me hacen escribir? Quizás escribir es mi manera de estar, de mirar. Todo el tiempo encuentro cosas nuevas que me interesan, que me dan felicidad, que me dan miedo. Hay belleza por todos lados. Pero no la belleza que aparece en las revistas. La belleza de verdad, la que nos pertenece. El río, un árbol, alguien que se apasiona, dos que se hablan, una canción. Después pasa lo que escribe Daniel Durand: belleza, me canso y te bardeo.

 

 


 

Breve selección de Todo hace ruido (Pánico el pánico, Buenos Aires, 2013)

 

El misterio de las cosas

Todo lo que tengo en la cabeza
es pánico
pero el corazón
es un músculo resistente.
Por la noche las ratas
juegan carreras
sobre el cable de luz.
 
Pienso en la caída,
tener estilo está sobrevalorado.

 

 

Interrupción

En la radio
suena una canción hermosa:
es lo único que hay
antes de que haya algo.

 

 

Las mañanas en el monte

La casa es de madera
y fue tomada por las hormigas,
hay bichos muertos boca arriba.

Las hormigas se montan
sobre cada uno de los cadáveres,
los más chicos se comen a los más grandes
como en una revolución.

En las tribus caníbales
se comen al enemigo por orden del brujo
para adquirir fuerza y poderes.

Limpio los cuerpos en silencio,
hay que dejar el pesimismo
para días mejores.

 

 

Ceremonia
 
La primera vez contra la mesada
tu amor como un envase retornable
sexo, coloquialidad
y política coyuntural
como un trauma de la carne.
Preguntaste por qué no me podía relajar,
nada del amor me deja tranquila.



 



 

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