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BLANCA WIETHÜCHTER

Por Vicente Undurraga
Publicado en https://www.guionb.com/ 15 de julio de 2020
CANTO VILLANO / grandes poetas de la lengua


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“Un ser extraordinario, algo paceña de corazón, alemana en cada hueso y, por contradictorio que parezca, aimara de alma”. Con estas palabras describe a Blanca Wiethüchter (1947-2004) el crítico Jorge Patiño, y son precisas en la medida en que dan buena cuenta de la mixtura de talantes, o espíritus, o como quiera llamárseles, que conviven en la obra de esta poeta boliviana excepcional.

Hija de un alemán llegado a Bolivia en 1938 que conoció a una chilena al tropezarse en la oficina de correos y con la cual formaron una familia de la que nació la futura poeta. Que se formó y educó en La Paz, en los años 70 hizo estudios superiores en España y Francia y luego volvió para quedarse en Bolivia y en el castellano y ser a la vez la local y la extranjera que de algún modo siempre fue. Empezó a aparecer su poesía en 1975 en un libro significativo ya desde su título, Asistir al tiempo, y siguió haciéndolo hasta 2005, un año después de la muerte de la poeta, en algunos textos póstumos, entre ellos Ángeles del miedo, libro que remite con delicadeza e inmensa fuerza intuitiva a la enfermedad y a “los faroles de la muerte”.

Es la suya una poesía con recurrencias marcadas, la mujer, la ciudad, la cultura andina, el fuego, el amor, la tradición literaria, pero todas estas líneas, y otras, pueden aunarse bajo una que de alguna manera las trasciende y proyecta y que podríamos llamar la dimensión filosófica, por no decir ontológica, de su escritura: “No hay vuelta que darle / estás aquí / con tu cuerpo, / con tu pequeño ser / y tus cosas. / Y no existe consuelo”.

Hoy Blanca Wiethüchter es una figura irradiante en la literatura boliviana y ya lo empieza o lo empezará a ser en el ámbito de la lengua. No es para menos si fue la creadora de una poesía que es un grandioso “himno al estar” y si fue también, a la vez, una figura literaria de versatilidad lihneana, que se desplegó admirablemente en la narrativa, la investigación, la edición, el ensayo y la crítica –hizo la primera tesis sobre la obra de Jaime Saenz, maestro y amigo sobre quien también escribiría un maravilloso libro evocativo, Memoria solicitada–. Cuatro tomos reúnen sus obras completas, el primero de los cuales, de 450 páginas, contiene su poesía entera.

También cultivó la enseñanza y el diálogo, como lo deja ver esa larga entrevista televisada que le hizo Carlos Mesa, que luego sería presidente de Bolivia y al que en un momento la poeta le dice algo que define bien su manera de entender la relación entre vida y literatura: “Es como si hubiera un lugar en el mundo que se llama poesía y que está absolutamente protegido de toda la basura, de toda la cosa horrenda que ocurre, de toda la violencia. Un lugar en el que se produce una comunión y donde se puede encontrar algo que nadie sabe lo que es… Un lugar que no promete ganancias”.      

 

 

OBERTURA

un día te desprendes
. . . . . . . . . y escuchas:
una sirena te recuerda.
Estás en la ciudad
como una presencia lejana,
y niegas esa soledad
que te incita a partir,
a buscar el desapego
y el horizonte en la marea.        
Aquí te quedas.
Y lo sabes –sin memoria,
sin tumbas en el tiempo,
sin nostalgia.
Aquí te quedas.

 

 

PARA LA NOCHE

Hacemos cruces
Persignamos el cuerpo
mientras un hombre
se detiene en la calle
interroga con ojos
pequeños,
con cejas depiladas
¿Usted tiene dónde dormir? –yo guardo
este chaleco
para la noche

 

 

SIN CRÓNICAS

1.
Nosotros que somos responsables de vivir
y hemos nacido en el tercer mundo.

Nosotros que pedimos justicia
y vivimos en América del Sur.

Nosotros que morimos en Bolivia
únicos y desolados

Somos esa historia que no se escribe
y que camina con la cabeza cortada.

2.
Muere un estudiante con un tiro en la espalda.
La sangre derramada
se esparce en la calle
como un grito.

¿Quién puede escribir sobre la inocencia?

 

 

Si tú te mueres primero amor
ay, si tú te mueres primero
si eso ocurriera, ya no habría árbol que tocara el cielo
ni puerta que mirara al campo
y la calle se truncaría con el solo andar de mis pies

Si yo muero primero amor es necesario dejar dicho
que fue el prodigio de tu presencia iluminada
tu abrazo, tu mano, tu pie de tranco largo
el germen, el enigma, de todas mis palabras
el más grande sortilegio que diera la aurora.

Entonces, si por la gracia de la vida eres verbo,
oh dulce amor
si yo muero primero, ay, si yo muero primero
me hallarás encaramada sobre el más alto faro
atenta a las olas
. . . . regresar nuestra hoguera.

 

 

RAPSODIA SEXTA

En otro cuarto, escaleras arriba
oigo el respirar profundo
del más grande de los silencios
sorda al estruendo que hacen al caer
los custodios del tiempo de mi madre
que es muerta.
Me deslizo: presente puro mi madre
colocada a la luz del día,
poderosamente muerta.
Ni más acá ni más allá. Aquí, en este lugar
desembarca mi madre
apasionadamente muerta.
Lágrimas acampan en estos suelos
y ahora sé que no existe más orilla
que este océano de luz
traspasando el país a raudales.

Ya nada parece un sueño.
alaba el mundo y nunca sueñes, me digo
que el soñar trae presunciones
soberbia y demonios de reyerta.



 

 

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