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Baila Pikachu
Vicente Undurraga
Publicado en http://www.guionb.com/ 2 de Noviembre de 2019
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¿Cómo lo hará Piñera cuando al comprar online se le pide cliquear el botón “No soy un robot”? Me lo pregunto ahora que, más que nunca, salta a la vista que sí lo es: un robot con antenas defectuosas, obsoleto.
Su abismal desconexión (“Lo esencial es invisible a Piñera”, decía un cartel del Principito en las marchas) es ilustrativa del grueso de la derecha. Si poco les faltó para enfrentar la crisis extendiendo el Cyberday de octubre.
Iguales entre sí, todos primos en el fondo, hacen gala como gobierno de una profunda no-sintonía con la sociedad, leyendo tarde y mal cada etapa del estallido. Tienen menos calle que Venecia, dijo alguien, por eso confunden tan elementalmente masa y vandalismo, que es, digámoslo, la lectura que les conviene pues les permite, oh descaro, situarse en el lugar de la víctima. “Duele…”, “Es lamentable ver…”, “Entristece…” son expresiones corrientes en boca de ministros.
De ministros cuya robótica desconexión alcanzó el paroxismo en el cambio de gabinete. Ni la sillita musical irrita tanto como la ceremonia misma: aplausos, abrazos y risitas desafinando nivel Alberto Plaza en circunstancias que los baleados, torturados y muertos no están del todo contados e identificados (¿qué habría sido de octubre sin celulares con cámara y redes?).
En cuanto al cambio de gabinete mismo, no hubo sorpresa política, más bien un par de movimientos ya ineludibles y el golpe bajo de mantener a Espina y Mañalich, emblemas de la prepotencia. Y qué decir de la antideportiva derivación de Cecilia Pérez a Deportes: otro autogol en plena derrota.
Es llamativa la incompetencia de quienes en su anterior gobierno se autodenominaban “los mejores”. Sorprende su inoperancia incluso a la hora de coordinar el trabajo policial para que, en vez de golpear y gasear a parvularias, niños y marchantes pacíficos, se controle a los vándalos que queman y destrozan todo. Cae de cajón: ¿cuándo se va Ubilla? Sin mucha inteligencia está a cargo de la inteligencia nacional. Es lamentable… Duele.
En las marchas, antes y más que el vandalismo, se dan muchas cosas felices, saludables. Aparece la alegría de un pueblo reencontrado, cunden bailes, cantos, comidas y banderas mapuches y prolifera el humor catártico en rayados, carteles y gritos. Los vendedores de cervezas (“antilacrimógenas”), vuvuzelas y pañuelos gritan el ya clásico “a luca y a mil”. Es una ingeniosa y letal parodia de la falsa libertad de elegir que propicia este sistema y muy en particular este gobierno, que siempre cacarea con eso –recuérdese a Mañalich diciendo que las vacunas había que promoverlas apuntando a la libertad de elegirlas.
La libertad del neoliberalismo a la chilena es para muchos aparente o simplemente nula: a luca y a mil. Una promesa de tiempos mejores una y otra vez defraudada. Por eso la ministra displicente tergiversa cifras para, terca, seguir persignándose ante el milagro chileno.
"Libertad absoluta de movimiento / claro que sin salirse de la jaula”, escribió Nicanor Parra. El deseo de romper la jaula es lo que está hoy en la base de todo. ¿Cómo se lo hace y cómo se habita luego a la intemperie? Es la gran pregunta. Está por verse la cara del país que vendrá, lo cierto es que este es un momento fundacional, constituyente: ya no va más el Chile del “se me van”, la desconexión robótica y las libertades y boletas ideológicamente falsas. Chao Chadwick. Viva Chile. Baila Pikachu.