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NO Y NO

Por Vicente Undurraga
Publicado en La Tercera PM, lunes 1 de Octubre de 2018



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El 5 de octubre de 1988 cumplí siete años y a pesar de que era miércoles se juntó toda la familia en la casa, aunque el día entero tuve la impresión de no estar recibiendo la atención que suponía. En la noche, eso sí, me empezaron a caer abrazos y besos eufóricos (y hasta un manteo) de adultos que antes poca bola me habían dado, empeñados en fumar, oír radio y ver en la tele largas colas y, no entendía por qué, muchos monos animados.

Hay quienes dicen que la dictadura gustó en Viña, yo creo que más bien Viña gustó en dictadura. El orden, la pujanza, la demarcación. ¿La dictadura viñamarinizó Chile? Tal vez. Lo cierto es que para el plebiscito yo vivía en Viña y las alegres banderas y caravanas del NO a las que íbamos con mis papás eran minoría comparadas con las del SÍ que, con su mal gusto chillón y reginatesco, abundaban. Desde entonces, un no me acompaña vivamente. No sólo el no a esa dictadura que de haber continuado habría por lo bajo enfomecido mi adolescencia, sino el no en general, el no como salida. A todos nos acompaña, claro, pero en Chile tendemos a diluir el no en el no sé o en el quizás, cuando a veces lo que cabe es un no nomás. Hoy, por ejemplo, las mujeres dicen “no es no” para remarcar que si no hay voluntad, no y punto. No y no, como se oye a veces, del mismo modo en que se dice café café. Cómo olvidar ese séptimo cumpleaños: tomé para siempre conciencia de que había cuestiones más importantes que yo y de que en la vida podía decirse que no.

El 1° de noviembre de 1975, Pier Paolo Pasolini dijo en una entrevista: “El rechazo ha sido siempre un gesto esencial. Los pocos que han hecho la historia, son los que han dicho NO, y nunca los cortesanos y los ayudantes de los cardenales. El rechazo, para que funcione, ha de ser grande, no pequeño: total”. Al día siguiente fue asesinado. Sus palabras finales celebran un instinto, una fuerza, un derecho esencial. El decir no. El no aceptar. Para Pasolini, para Shakespeare o para Camus, la pregunta del millón era por qué decir sí en vez de no: aceptar o contrariar, ser o no ser, vivir o suicidarse.

La Junta Militar puso en el Edificio Diego Portales, junto a la palabra CHILE, las fechas 1810-1973 a todo tamaño, como demarcando la historia en tiempo real y señalando que con ellos se cerraba una era y comenzaba otra. Pero en 1973 no empezó ninguna era de grandeza nacional sino una larga pesadilla que se acabaría gracias a un macizo no popular. Un no que fue una versión chilena de lo que Rithy Pahn llamaba la banalidad del bien: gente no heroica pero decente que simplemente se atrevió a decir que no cuando era clave hacerlo. El NO, en 1988, era no más crímenes, no más terror, no más llegar-y-llevar de rapiñas que se hicieron la América con las ruinas y chispas del Estado tras la UP.

“Corrió solo y llegó segundo”, dijo tras el plebiscito la portada del Fortín Mapocho que sería leyenda. El gran acierto opositor fue mostrar el NO como una afirmación, una alegría. Nunca un no fue tan sí. Que después tuviese algo de no a medias, de “sí camuflajeado”, como diría el poeta, es otra cosa, pero lo del 5 de octubre fue un no categórico. Como el NO+ del CADA en dictadura o el sonoro no de los jóvenes a Juan Pablo II cuando en el Nacional les preguntó si rechazaban al ídolo del sexo.  

Está de moda una fórmula expresiva irritante. Se usa para celebrar algo exponiéndolo en términos de un dilema ciego o no-dilema. Por ejemplo, de una buena película de amor se dirá “mejor peli romántica del año o mejor peli romántica del año”. De la rica terraza de un bar, “mejor terraza o mejor terraza”. Y así. Más allá de la neurosis personal, me pregunto qué en eso podrá generar rechazo. Creo que es la prepotencia con piel de oveja que hay en esa apelación seudosimpática a un acuerdo que nadie ha acordado. La expresión suprime la elección, niega el no. Si fueran Shakespeare, ¿qué dirían? ¿Ser o ser? Cuando el humano no puede decir no, deja de ser humano. Por algo Bolaño eligió para esa celebración de la vida que es Los detectives salvajes un epígrafe de Malcolm Lowry que al respecto es elocuente:

-¿Quiere usted la salvación de México? ¿Quiere usted que Cristo sea nuestro rey?

-No.



 

 

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NO Y NO
Por Vicente Undurraga
Publicado en La Tercera PM, lunes 1 de Octubre de 2018