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        Parra, es un corazón con patas 
        
          Por Virginia Vidal 
          Publicado en Revista Archipiélago. Vol 22, No 86 (2014)
            
        
             
            
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          Hace cien años que el corazón de Nicanor Parra escruta,
          palpita y camina detectando la esencia de un pueblo y
          ofreciéndole los frutos de su inagotable imaginación.
          Cuando dibujó su corazón a modo de dedicatoria en mi caja
          de “Artefactos”, pensé que tanto los hebreos como
          Aristóteles concebían el corazón como la sede de la
          inteligencia; los musulmanes también lo consideran sede del
          pensamiento, de la voluntad, de deseos, de los  sentimientos...
         El 5 de septiembre enciendo el televisor y comienzo a ver
secuencias surrealistas en escenarios diversos: carabineros,
presas en la cárcel, el presidente de la Corte Suprema desde
el Palacio de Justicia, escolares en sus aulas, oficiales del
ejército ante el monumento de un prócer, lustrabotas,
mujeres mapuches, pirquineros, mineros, la presidente de la
república en la Moneda, ministros, comerciantes de la
Vega, niñas y niños sordos con lenguaje de señas; el
embajador Patricio Hales en París y otros embajadores en
distintas ciudades; un ministro en China, todos están
recitando “El hombre imaginario”.
        Nicanor, en un raro momento de comunicación de algo
muy personal, allá en Las Cruces, nos dijo una vez que
escribir ese poema lo había librado de la muerte en un
momento de máxima desdicha... En “Coloquios del oro y
el moro”, con Armando Uribe, nos referimos a Nicanor
Parra y él expresó admiración por “El hombre imaginario”.
Lamentó haber omitido nombrarlo en las “Memorias para
C”; dijo: “considero que la exacerbación del absurdo
plausible y el lenguaje en que lo expresa desde el amplio
medio pelo chileno, en sus Antipoemas —y otros
posteriores también exasperados—, significan mucho en la
gran poesía chilena del siglo XX, y sobre todo en el último
medio siglo. Pero la escuela que engendró es inferior a él”.
        Nicanor Parra, profesor de Matemáticas y Física, nacido en
las tierras de los Pincheira y de Claudio Arrau, liviano de
sangre y profundo en reflexiones, sabe escuchar, no es
reiterativo, desconoce la vulgaridad y no se le va una.
Tiene la rara virtud de no imponer criterios ni proponer
caminos. En cada encuentro en su casa austera de Las
Cruces, como antes en La Reina, nos brinda su hospitalidad
con la elegancia del gran señor que es y transforma el
coloquio en un deleite para el intelecto y el espíritu.
        Imposible recordar cuándo conversé con él por primera
vez. En los tiempos del Pedagógico, íbamos, tratando de acercarnos entremedio de un gentío riente y sonriente, a
leer “El Quebrantahuesos” al Restaurante Naturista de la
calle Ahumada.
         
        
         
        Académico del Departamento de Física, Nicanor acogió
          con el discurso de recepción a Pablo Neruda, designado
          Miembro Académico por la Facultad de Filosofía y
          Educación de la Universidad de Chile —se congregaba una
          masa juvenil en el salón de honor de Macul 774, el año
          1962, cuando don Juan Gómez Millas era el rector y don
          Eugenio González, el decano—; no sólo realizó un erudito
          el análisis de la obra nerudiana, también leyó una poesía
          que dedicó a Neruda en 1952, a su regreso del destierro.
          “No sé si voy a pecar de rebuscamiento, pero no puedo
          dejar de relacionar este acto de recepción a nuestro poeta
          máximo con el antiacto de desafuero de que fue víctima
          inocente el senador Pablo Neruda el año 1949, durante la
          consabida administración de González Videla. Todavía no
          me explico el derecho que pueda tener un grupo de
          individuos para arrebatar un fuero que es concedido por el
          pueblo a través del mecanismo de la votación democrática.
          Paradojas de la democracia dirán ustedes para consolarme,
          paradojas de la democracia me digo yo también, apretando
          con ira los puños y las mandíbulas. Los hechos fueron
          esos: las puertas del Senado se cerraron para Neruda. Pero he aquí que yo, en el nombre de todos mis colegas, me
honro esta noche en abrirle de par en par las puertas de la
Facultad de Filosofía y Educación de la Universidad de
Chile. Mientras el poder temporal lo despoja de su medalla
de representante del pueblo, que Neruda conquistó en
buena lid, don Andrés Bello lo llama desde la eternidad de
su columna de mármol y lo proclama su hijo predilecto”.
        En 1965, dirigió un Taller de Poesía en La Habana,
          alternando con poetas como Roberto Fernández Retamar,
          Heberto Padilla, Fayad Amis, Lezama Lima, Nicolás
          Guillén... Una vez, en su casa de La Reina, llegó Ignacio
          Valente, quien se interesó al saber que yo había trabajado
          en la RP China y en Checoslovaquia. Le conté mi
          experiencia, mi confianza en un mundo donde se buscaba
          una vida mejor, los cambios que se estaban produciendo.
          Creo que le hablé de Alexander Dubcek, a quien conocí
          cuando era miembro del Consejo Nacional Eslovaco...
          Aún me invade la vergüenza al recordar, porque días
          después se produjo la invasión de Checoslovaquia por las
          tropas soviéticas... 
         En 1969, recibió el Premio Nacional de Literatura, felices
llegamos a su casa de La Reina a felicitarlo y entrevistarlo.
Me acuerdo que me invitó a almorzar. Me ofrecí para
ayudar y en la cocina, donde las mujeres estaban muy
afanadas, su hermana Hilda me encomendó picar perejil,
para mal de mis pecados, porque nunca he logrado que me
quede como Dios manda; de repente ella observa y me
dice: “Oye, si no es ná pa’ los pavos... a Nicanor no le va
a gustar nadita...”
        Tengo viva su imagen el día de los funerales de Neruda en
          medio del gentío que pasaba por la “Chascona”, mujeres
          de toda condición, trabajadores, escritores, artistas,
          periodistas, hombres de ciencia, políticos, diplomáticos, escritores. En esos días un diario mercurial le dedicó un
gran elogio a este poeta, mostrándolo como incomprendido
o víctima de la Unidad Popular. Nicanor me dijo:
“Pretenden convertirme en el poeta oficial del régimen.
No lo conseguirán”. Esta frase mesurada sonó como
juramento ante el ataúd de Neruda.
         No pasaría demasiado tiempo para que su obra teatral
          Hojas de Parra, cuyo protagonista sería un poeta,
provocara las iras de los fascistas al punto de incendiar la
carpa del circo en que se había puesto en escena, en
Providencia, con Marchant Pereira, frente al “Banco de
Chile”, a 172 días del asesinato de Orlando Letelier y a 98
de promulgarse el Decreto Ley 1606 de la Junta Militar de
Gobierno que gravaba la cultura con el Impuesto al Valor
Agregado, IVA. La obra alcanzó a darse nueve noches.
        Hacia el año 1976, integró el Centro de Estudios
          Humanísticos de la Facultad de Ciencias Físicas y
          Matemáticas de la Universidad de Chile, donde también
          participaron Enrique Lihn y el novelista de categoría
          superior Jorge Guzmán; allí hubo espacio para respirar,
          dedicarse al estudio de la filosofía las artes, la literatura.          
        En 1983, pude abrazarlo a él y a Enrique Lihn en
          Caracas, alegría amargada por la pequeñez de un fanático
          que los acusó de “partidarios de Pinochet”. Los
          entrevisté a ambos y mandé los trabajos a la revista
          Araucaria. Lihn me dijo que estaba perdiendo el tiempo,
          que no me tomarían en cuenta; muy ufana, respondí que
          no habría problema, pues yo era miembro del consejo de
          redacción... Pero el director y el amanuense se negaron a
          publicarlos. Después, Lihn me mandó una conmovedora
          carta que no he publicado. También se negaron a
          publicar mi comentario a dos libros de Borges. Cuando
          Borges y Lihn murieron, me pidieron sendos artículos (publicados con censura): convertían la revista en sociedad
de los poetas muertos.
        Parra me habló con gran entusiasmo de su preocupación
          por la defensa de la tierra; con la dedicatoria “Qué feliz
          encuentro casual, amiga y compatriota Virginia”, me
          escribió entre otros ecopoemas:          
        
          
            
              
                El error consistió
                  
                  que la tierra era nuestra
                  cuando la verdad de las cosas
                  es que nosotros somos de la tierra
                 Individualistas del mundo uníos
                  antes que sea demasiado tarde          
                Retirémonos Majestad
                  
                  hasta las putas saben retirarse a tiempo
                 Estampilla de la Abdicación
                  
                  Abdicar Humanum Est
                  
                  Correos de Chile 
                Me decepciona Parra
                  lo tenía x uno de los nuestros
                  
                  Nada de qué admirarse Excelencia
                  los golpes militares enseñan a gente
              
            
          
        
        Araucaria dejó de existir y Parra siguió viviendo. Cuando
          lo supo, sin la menor animosidad consideró que fue
          censurado por “razones ideológicas”. Salió a relucir su
          legítimo merecimiento del Premio Nobel y comentó que
          no se lo darían por “razones ginecológicas”... 
        Un domingo de diciembre de 2002, en su casa de Las
Cruces, Huidobro salió a la conversación. Le comenté a
Nicanor cuán injustamente se ha tergiversado su afirmación
“el poeta es un pequeño dios”, en circunstancias que poeta
significa hacedor, creador; por lo demás, ya Rubén Darío
había expresado esa idea. Mucho se interesó y me pidió le
mandara la cita textual. Anduve entre las obras de Darío
buscando la frase (no me podía acordar en cuál de los libros
suyos estaba). Se lo comenté a Pedro Lastra y, generoso
amigo, me mandó la cita precisa. Darío, en 1888, en su
artículo “Catulle Mendés. Parnasianos y decadentes”,
escribió: “...Juntar la grandeza o los esplendores de una
idea en el cerco burilado de una buena combinación de
letras; lograr no escribir como los papagayos hablan, sino
hablar como las águilas callan; /.../aprisionar el secreto de
la música en la trampa de plata de la retórica, HACER
ROSAS ARTIFICIALES QUE HUELAN A PRIMAVERA,
HE AHÍ EL MISTERIO. Y para eso, nada de burgueses
literarios, ni de frases de cartón”. Lastra señalaba que ese
artículo de prensa fue recogido por Raúl Silva Castro
en Obras desconocidas de Rubén Darío escritas en Chile y no recopiladas en ninguno de sus libros (Santiago, Prensas
de la Universidad de Chile, 1934, pág. 170). Se lo mandé a
Parra el 28 de diciembre de 2002 diciéndole que iba lo
prometido, no como engaño de Día de los Inocentes sino
como pequeño regalo de año nuevo, junto con los mejores
augurios y un gran abrazo.
         En su casa, muy sobria, con pocos adornos, hay una foto
          suya junto a Violeta, la hermana adorada a quien comprendió
          y apoyó hasta el final, ese sábado 4 de febrero de 1967,
          cuando ella le ofreció la canción “Un domingo en el cielo”.
          Otra muy buena foto grande de sus compañeros de curso:
          cincuenta y cinco alumnos del INBA, sexto humanidades, de
          1932. Me los fue nombrando y contándome la historia
          de varios, felices unas, trágicas otras. Esto me impresionó,
          porque no siempre recordamos a nuestros condiscípulos y
          olvidamos los nombres de la mayoría.
        Comentamos que en una marcha estudiantil, las alumnas
del liceo “Carmela Carvajal” tenían un letrero con un
poema suyo:
        
          
            
              
                El cobre en el cielo
                  
                  La educación en el suelo
                  ¿De qué educación estamos hablando?          
              
            
          
        
        Entonces escribió:          
        
          
            
              
                Education
                  is the inculcation
                  of the incomprehensive
                  to the idiot
                  by the incompetent
                  como lo dijo no recuerdo quién
              
            
          
        
         Sin conocer el torrente de su poesía ni el amor que por
          Nicanor Parra han sentido sucesivas generaciones de
          jóvenes ni el interés que provoca en poetas de todas partes
          del mundo, quienes opinan con desparpajo que no es muy
          de Premio Nobel, porque en otros idiomas “no se percibe
          la esencia” de su lenguaje por ser “sumamente local”
          y “súper complejo de traducir”, entonces no sé qué dirán
          de las traducciones a tantas lenguas del mundo de
          Finnegans Wake (claro que a Joyce no se lo dieron). ¿Y
          Borges también era “sumamente local”? 
         
         
        _______________________________________
          Virginia Vidal V. (Santiago de Chile). Escritora y periodista chilena. Es
colaboradora de la revista Punto Final y dirige Anaquel Austral http://virginia-
vidal.com/ Consejera del Consejo de Monumentos Nacionales representa a la
SECh. Encargada de prensa del Instituto de Arte Latinoamericano de la Facultad
de Bellas Artes de la Universidad de Chile de 1971 a 1973, colaboró en la
organización del Museo de la Solidaridad. Exonerada de la Universidad de Chile
en diciembre de 1973 y de Empresa Editora Horizonte Ltda. el 11.09.1973. En
1976 salió al exilio a Belgrado. Por decreto, la dictadura le prohibió el regreso al
país. Pudo retornar en 1987. Trabajó en el programa Escucha Chile, de la Radio
Moscú en 1979; luego fue su corresponsal desde Venezuela (1980-1987). Entre
sus obras, cabe señalar: Hormiga pinta caballos: Delia del Carril y su mundo (1885-1989), Javiera Carrera: Madre de la patria y América de a caballo.