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H. G. Wells, pionero de la ciencia ficción

Por Ben Macintyre
The Times
Publicado en Artes y Letras de El Mercurio. 29 de enero de 2017




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H.G. Wells tenía una sugerencia para su propio epitafio: "Se los advertí, malditos tontos". Y así lo hizo. 150 años después de su nacimiento, debería ser conmemorado no solo como un escritor de un sorprendente alcance e impacto, sino también corno un profeta literario.


H.G. Wells le dijo al mundo cómo sería en el futuro, y frecuentemente le acertó. Predijo las armas nucleares, la liberación sexual, el movimiento por los derechos civiles y el comienzo de la II Guerra Mundial. Acertadamente previó la revolución bolchevique, el fin del militarismo alemán, la expansión suburbana, el surgimiento de la dictadura europea y un nuevo tipo de guerra dominada por el bombardeo aéreo. Profetizó la televisión, la cultura de vigilancia, una red universal de conocimientos disponible para todos, la Unión Europea y los primeros juegos de guerra recreativos en miniatura.

Wells fundó la Asociación para Diabéticos, fue pionero en el concepto de un nuevo orden mundial, sentó las bases para la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 y fue nominado cuatro veces para el Premio Nobel de Literatura. Novelista, historiador, escritor político, científico y socialista, Wells produjo más de 3.000 obras, incluyendo más de 50 novelas. A los 40 años su influencia era mayor que la de cualquier otro escritor inglés vivo. Fue pionero de un nuevo género de literatura, la ciencia ficción, que él llamó "romances científicos". Enérgico defensor del amor libre, también fue amante de muchas de las mujeres más interesantes de su tiempo. Y olía deliciosamente a miel y nueces. Nada mal para un corpulento ex aprendiz de vendedor de telas de Kent.

Sin embargo, los logros más notables de Wells fueron como adivino secular y científico: tenía una extraña habilidad para examinar el presente en la primera mitad del siglo XX y deducir cómo sería el mundo en el último y más allá. En La Máquina del tiempo, Wells imaginó un mecanismo que podía impulsar al hombre en el tiempo, hacia atrás y hacia adelante, algo que intentó hacer en gran parte de sus propios escritos. A veces Wells se equivocó medio a medio, pero más a menudo le dio en el clavo.

Hoy en día Wells es mucho menos famoso de lo que se merece. Pero tal vez esa sea la suerte inevitable de un futurólogo exitoso: una predicción que parecía audaz al ser anunciada por primera vez simplemente se convierte en un lugar común cuando resulta ser cierta.

Wells nació en Bromley el 21 de septiembre de 1866, el hijo menor de un jugador de cricket de segunda clase y tendero y de una criada. Comenzó a leer mientras estuvo convaleciente en cama después de haberse fracturado una pierna. Su educación fue errática y fue aprendiz de un vendedor de telas, luego de un farmacéutico. Cuando su madre encontró trabajo en Uppark, una casa de campo en West Sussex, Wells descubrió la biblioteca y comenzó a devorar toda clase de libros a los que pudiera echar mano, una forma de voraz auto-educación que continuó cuando encontró trabajo como maestro y luego consiguió una beca para la Normal School of Science.

Su primera obra publicada fue un libro de texto de biología, pero pronto comenzó a escribir novelas, enmarcadas por su profunda comprensión de la ciencia. Pronto siguieron La máquina del tiempo, La isla del doctor Moreau, El hombre invisible y La guerra de los mundos.

Algunos fueron más proféticos que otros. En El mundo se liberta (1914) imaginó un invento que podía acelerar el nivel de desintegración radioactiva, produciendo bombas de un enorme y continuo poder destructivo. La novela influenció al físico Leo Szilard, pionero de la teoría de la reacción en cadena nuclear. Su obra más explícitamente predictiva, Anticipations of the Reaction of Mechanical and Scientific Progress on Human Life and Thought, (Anticipaciones de la reacción del progreso mecánico y científico en la vida y pensamiento humano), publicada en 1901, intentó imaginar al mundo un siglo después. Algunos de sus pronósticos resultaron ridículamente erróneos: "Mi imaginación se rehusa a ver un tipo de submarino que sea capaz de hacer algo más que ahogar a su tripulación e irse a pique".


Visionario de los honores del siglo

Los lectores buscaban previsión en Wells, y a menudo la hallaban: Esquema de los tiempos futuros (1933) describía una inminente guerra mundial y predijo que comenzaría en enero de 1940; le erró por solo tres meses. En 1936 propugnó la creación de una enciclopedia mundial en constante evolución, permanentemente actualizada y accesible a todos. Wikipedia no surgió exactamente en la forma que él había imaginado (él previó carretes de microfilme siendo arrojados a pedido de aviones), pero sí apareció. Vio crecer la brecha entre ricos y pobres al punto de una explosión. Cuando el dormido despierte, publicado siete años antes de la revolución rusa, retrataba una sociedad en la que las clases se habían vuelto tan alienadas unas de otras que las masas se sublevaban. Su libro Little wars (Pequeñas guerras) (1913) es considerado por muchos como el primer ejemplo de un juego de guerra en miniatura.

Las opiniones de Wells parecen sorprendentemente modernas, aunque fueron muy controversiales para muchos de sus contemporáneos. Su oposición al surgimiento del nazismo en Alemania le valió un lugar en el "Libro Negro" de la SS de las principales figuras británicas que debían ser arrestadas tras la invasión nazi de Gran Bretaña. Atacó el modo en el que tanto el nazismo como el comunismo buscaban acaparar y dominar el pensamiento científico libre. Sus libros fueron quemados públicamente en Alemania en 1933.

En materias raciales, también estuvo muy por delante del pensamiento de muchos de sus contemporáneos. En 1906 en The Future in America, Wells escribió sobre la "tragedia del color". Jugó con ideas de eugenesia, pero llegó a creer que la pureza racial era un disparate peligroso, creyendo (con razón) que "todas las razas están más o menos mezcladas". Alabó el modo "heroico" en el que los negros americanos buscaban mejorarse a pesar de las leyes raciales. "Un hombre que puede mirarme a los ojos, reír conmigo, decir la verdad y obrar de un modo justo es mi hermano, aunque su piel sea negra como la tinta o amarilla como la onagra", escribió.

Wells se consideraba un socialista, y se presentó como candidato laborista en 1922 y 1923, pero su imaginación era demasiado irrestricta y ecléctica para la política partidista. Visitó la Unión Soviética en 1934 y se reunió con Stalin, pero se fue con sentimientos encontrados sobre el líder soviético. Lo elogió por ser "justo, sincero y honesto", pero también vio la brutalidad del estalinismo, y la vacuidad de la idea comunista.

Era propenso a fantasías optimistas y a menudo adhería breve y apasionadamente a una idea antes de saltar a la siguiente. Sin embargo, el ideal por el cual abogó más clamorosa y consistentemente y sin éxito fue la del Estado Mundial, una sociedad tecnocrática global sin fronteras nacionales y apegada a reglas científicas que con el tiempo acabarían con la pobreza y las guerras, en la que el progreso dependería del mérito. Lo que él llamó el "nuevo orden mundial" también incluiría la idea de los derechos humanos universales que garantizarían la libertad de cada individuo. Partidario de la Sociedad de las Naciones, en 1940 publicó Los derechos del hombre, que ayudó a allanar el camino para la Declaración Universal de los Derechos Humanos, ocho años después.


Un amante escandaloso

La actitud de Wells hacia el sexo fue, probablemente, el aspecto más radical de su vida, y ciertamente el más escandaloso. En 1891 se casó con su prima, Mary Wells, pero se separaron tres años después cuando él se enamoró de una de sus alumnas, con la que se casó en 1895. Poco después, a sabiendas de su mujer, Wells se embarcó en una odisea sexual que, inclusive hoy, seria considerada como exótica y amplia. "He hecho lo que me ha gustado", observó, "para que cada pequeño impulso sexual en mí se pudiera expresar".

Lo que le agradaba a Wells eran "mujeres libres, ambiciosas y autosuficientes que se aparejarían conmigo y luego seguirían su camino" —lo que hicieron—. Wells tuvo amoríos con las esposas e hijas de amigos, prostitutas, seguidoras, colegas escritoras y celebridades. Entre sus parejas podemos nombrar a la escritora Amber Reeves; la activista de control de la natalidad norteamericana Margaret Sanger; la espía soviética (y tía abuela de Nick Clegg) Moura Buctberg; Odette Keun, la autora y exploradora holandesa; y la novelista Elizabeth von Arnim, con quien tuvo un amorío tan energético que rompió su cama de hotel —en dos ocasiones—. Su romance con la novelista Rebecca West, 26 años menor que él, produjo un hijo, Anthony West. También tuvo una relación con la periodista Martha Gellhorn, aunque ella negó que hubiera sido sexual. Sobre quienes criticaban su conducta sexual, simplemente observó: "La indignación moral son celos con un halo".

La serie de conquistas de Wells estaba en directa contravención con las normas aceptadas (se dice que un padre enfurecido lo esperó afuera del club de Wells con un revolver cargado), y son tal vez algo sorprendentes dado que era bajo, calvo, gordo y tenía una voz aguda y chillona. Sin embargo, claramente Wells tenía algo. Budberg decía que olía a miel. Rebecca West escribió: "Olía a nueces y retozaba como un lindo animal".


La guerra de los mundos

Wells se lanzaba a la vida, y a las ideas, convencido de que el intelecto podía hacer una diferencia en el mundo. No siempre tenía razón, pero estaba preparado para estar equivocado. Ponía "periodista" como su profesión. Escribía seriamente sobre temas importantes, pero sin santurronería. "Debes empezar por tomarte a ti mismo más en serio", insistía su patrón, WE Henley. Sin embargo, lo que otros consideraban como falta de seriedad era en realidad una fe optimista en el potencial transformativo del hombre: "Si el mundo no te agrada, puedes cambiarlo... decide modificarlo a cualquier precio, y podrás cambiarlo por completo". En 1938 Orson Welles realizó una adaptación radial de la novela de Wells, La guerra de los mundos, en forma de un reportaje y provocó un pánico generalizado entre los oyentes que realmente creyeron que el mundo estaba siendo atacado por los marcianos. Miles abandonaron sus casas. A Wells le sorprendió el frenesí en torno a uno de sus libros "más oscuros".

La guerra de los mundos contiene un mensaje notablemente visionario —y una advertencia—. Wells conocía bien los postulados de Darwin: el hombre evolucionó mediante una serie de accidentes y fue meramente otro animal luchando por su supervivencia. Tras la invasión de los alienígenas, el héroe de La guerra de los mundos describe su "sensación de destronamiento, el convencimiento de que ya no era el amo, sino un animal entre otros animales bajo el talón marciano". Como anti-imperialista, Wells reflexionó: "¿Somos acaso nosotros apóstoles de la misericordia como para quejarnos si los marcianos luchan con el mismo espíritu?". Wells comprendía la potencial inhumanidad del hombre con el hombre, y sabía que algo terrible estaba por suceder bajo la forma de una conquista despiadada, ya fuera de Marte o de la propia humanidad. La II Guerra Mundial comenzó un año después de la emisión radial de Orson Welles, trayendo los horrores de la invasión nazi, la subyugación racial y el Holocausto.

Wells se los advirtió. Y los malditos tontos no lo escucharon.



 

 

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