Proyecto Patrimonio - 2022 | index |
Autores |












Me rehúso a creer en el ocaso del hombre
[Discurso en la entrega del Premio Nobel de Literatura 1950]

William Faulkner




.. .. .. .. ..

Tengo el sentimiento que este reconocimiento no ha sido otorgado al hombre, sino a la obra —la obra de mi vida creada en el sufrimiento y el sudor del pensamiento humano— creada no por la gloria ni la recompensa, sino para hacer de la materia del pensamiento humano algo que no existiera antes. Así, este premio me ha sido confiado. No será difícil hacer llegar la recompensa en dinero a algún fin concorde al sentido y a la importancia de su procedencia. Pero quisiera proceder con el reconocimiento espiritual del mismo modo, utilizando este instante como una cumbre desde la cual puedo hablar a los hombres y mujeres jóvenes que ya dedican su vida al mismo esfuerzo penoso y entre los cuales ya se encuentra aquél que se hallará algún día, donde me encuentro hoy.

La tragedia de nuestros días es un miedo general y omnímodo, que ya existe hace tanto, que hasta lo podemos soportar. No hay más problemas espirituales. Sólo existe la pregunta: ¿cuándo volaré despedazado por el aire? Por esta razón, el joven que escribe hoy ha olvidado los problemas del corazón humano, que se encuentra en pugna consigo mismo; aquellos problemas que sólo pueden generar una buena obra literaria, porque es sólo el corazón que merece que escribamos, que pongamos tanto esfuerzo y sudor en ello.

El debe reconocerlos nuevamente. Debe aprender él mismo que lo más bajo es temer y enseñando esta verdad debe olvidarlo para siempre —y no dejar en su taller lugar a otra cosa más que las viejas verdades, sin las cuales todo cuento es perecedero y destinado al olvido— amor y honor y lástima y orgullo y piedad y abnegación.

Hasta que llegue a esto trabajará bajo una maldición. No escribirá del amor sino del placer, de derrotas en las cuales nadie pierde algo que tuviera valor, de victorias sin esperanzas y lo que es peor sin conmiseración ni piedad. Su pena no llora los despojos del mundo, no deja cicatrices. No escribe del corazón, sólo de las glándulas.

Hasta que aprenda estas cosas, escribirá, como si se entrara entre los hombres y observara su ocaso. Me rehúso a creer en el ocaso del hombre. Es fácil de afirmar que el hombre es inmortal, sólo porque sobrevivirá como ser; que cuando el último tañido de la campana de la condenación haya sonado y su eco se haya perdido en la última roca pelada que pende en medio del último crepúsculo rojizo, que entonces siempre se oirá un tono más: la minúscula, inagotable voz humana, que aun entonces seguirá hablando.

Me rehúso a creer en eso. Yo creo que el hombre no sólo sobrevivirá, sino que será el vencedor. Es inmortal no sólo porque tiene una voz inagotable sino porque tiene un alma, un espíritu que es capaz de la piedad, del sacrificio y del padecimiento. Es el deber del poeta, del escritor, de escribir de esas cosas. Es su privilegio de aliviarle sus padecimientos, elevando su corazón, recordándole el valor y el honor y el sacrificio que fueron la gloria de su pasado. La voz del poeta no debe ser sólo testimonio del hombre sino puede llegar a ser uno de los puntales y columnas que le ayuden a perseverar y vencer.

 



 



 

 

Proyecto Patrimonio Año 2022
A Página Principal
| A Archivo de Autores |

www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza.
e-mail: letras.s5.com@gmail.com
Me rehúso a creer en el ocaso del hombre
[Discurso en la entrega del Premio Nobel de Literatura 1950]
William Faulkner