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        David Antonio Abanto Aragón
         
        Y no nos queda sino el movimiento seguro de todos los días 
                  Willy Gómez Migliaro, El  Gran Complejo
        
        La  reciente aparición de Moridor (Pakarina Ediciones, 2010), cuarto poemario de Willy Gómez Migliaro (Lima,  1968) que ve la luz cinco años después de la publicación de La breve eternidad de Raymundo Nóvak, confirma  la buena salud y el buen momento de la poesía peruana contemporánea.
          
          Este nuevo poemario lo es en todo el sentido de la palabra,  porque Gómez Migliaro explora posibilidades diversas en cada uno de sus libros.
          
  Moridor está compuesto por veintinueve  composiciones (y un texto liminar) de gran intensidad  poética y hondura para testimoniar la condición humana, con referencias  diversas (tomadas de la cultura popular, pero también de códigos culturales  variados) que otorgan densidad simbólica, mítica o épica a los sucesos  cotidianos que aborda.
  
          Lleno de  composiciones exquisitas y sobrias, realizadas sin estridencias y con notable precisión  en el uso de imágenes Moridor desborda poesía de una intensa necesidad expresiva al margen del mercado y de  la figuración literaria bajo el principio de comunión entre vida y arte.
        La palabra consagra la experiencia  del hombre
        Mediante la palabra, la palabra  poética, a través de la expresión de su experiencia, la voz poética de las  composiciones de Moridor procura  hacer sagrado al mundo; con la palabra consagra la experiencia del hombre (el  moridor, el rulemán), de los hombres y las relaciones entre el hombre y el  mundo, entre el hombre y la mujer, entre el hombre y su propia conciencia.
        
        
          
            el que está dispuesto a soportar otro nombre otro  lugar otra estirpe
              otro significado o tal vez una gran palabra es el  moridor de la estética
              pacifista o turbulenta ambas a la caída del día  extienden sus mares
              y esto empieza a tomar un modelo a seguir de  reconstrucciones a
              través de asignar nuevas batallas a uno dentro  & fuera entre la ilusión
              de decir todo o nada pero suplantando las oscuras  causas para alejar
              la memoria de ese campo de acción generalizado y  visto como el
              manantial donde empezaremos a emerger con el  detalle de cualquier
              cosa haciéndose pronunciación y aunque las capas  del maligno cubran
              los cuerpos de esperanza tomarán partido y no  habrá postergación
              ahora que la naturaleza de lo creado es un signo  de claridad
            
          
        
        Moridor es  simplemente poesía de soledad o de comunión. Porque la poesía que es la  expresión de un testimonio del éxtasis, del amor venturoso, también lo es de la  desesperación (“Hemos visto la felicidad y la muerte”, p.27). Su  testimonio es la revelación (la epifanía) de una experiencia en la que  participan todos los hombres, oculta por la rutina y la diaria amargura (“y la  gente es seducida para fundar en una patria de amor, repúblicas de odio”, p.  16; “Los diarios apenas pueden con sus niñas de almanaque, las noticias/ no  hablan de padre y madre juntos”, p. 21, “Hoy es un signo contradictorio”, p. 46  “Cada día una estrofa, un romance de la distancia y el desprecio”, p. 66; “Hoy  debe ser un día tan bueno como cualquier otro”, p. 79 ).
        
        La afirmación del “yo” como fruto de un “nosotros”
         La poesía de Moridor es el conocimiento de la propia  persona a través de los demás. La afirmación del “yo” como fruto de un  “nosotros”. Dado que el significado de las palabras remite a la experiencia  humana y al mundo que nos rodea, el acto poético por excelencia será una  comunicación de vida, una experiencia de amor y comunión en la que ha de  cumplirse el proceso creativo que ha de recobrar al hombre adánico, con su  palabra elemental y nueva (en esa línea entendemos la presencia del epígrafe de  Eliot que abre el poemario). 
          
          El hombre  necesita del complemento para lograr una unidad completa que le permita  apreciar la unidad universal de los seres en una trascendencia en la que se  implica toda la realidad universal. Los sucesos cotidianos empañan la  existencia y excluyen  “lo otro” diferente del hombre como su complemento. Para  superar esta situación, Moridor se adentra  en esta experiencia con el fin de hallar y recuperar el sentido trascendente perdido  y en última instancia ofrece salida hacia una trascendencia más alta aún (“Esta  bien, Dios está conmigo” p.21). Porque si bien en Moridor abunda el clima negativo del “deshumanizado” mundo de la  ciudad, sus composiciones enarbolan la esperanza y confían en el poder de la  poesía para “fundar otro campo” (p.46).
“lo otro” diferente del hombre como su complemento. Para  superar esta situación, Moridor se adentra  en esta experiencia con el fin de hallar y recuperar el sentido trascendente perdido  y en última instancia ofrece salida hacia una trascendencia más alta aún (“Esta  bien, Dios está conmigo” p.21). Porque si bien en Moridor abunda el clima negativo del “deshumanizado” mundo de la  ciudad, sus composiciones enarbolan la esperanza y confían en el poder de la  poesía para “fundar otro campo” (p.46).
          
          Visto  de esta manera el amor juega un papel fundamental en esta labor. Es, como la  poesía, un acto de vida, acto de existencia y de afirmación del “yo”. Al igual  que para los poetas románticos, para los simbolistas y para los surrealistas  (como para sus homenajeados Pablo Guevara y Rodolfo Hinostroza), las ideas de  Libertad, Amor y Poesía se convierten para la voz poética de las composiciones  de Moridor en la constelación que  debe iluminar y presidir toda existencia humana. Y, a través de esta  existencia, lograr la aprehensión y expresión de la experiencia humana para  destruir esta realidad material y restaurar un nuevo orden de valores  universales surgidos de la imaginación creadora.
          
          El acceso a  ese nuevo orden, a esa captación del sentido de la existencia, guía la búsqueda  de Moridor. Para lograrlo, la voz  poética apela a la subjetividad: la disgregación de la realidad objetiva,  primer paso para su poetización, será obra de la inserción del sujeto en el  objeto. Tiempo  psíquico en el que el poeta se ubica al contemplar y adentrarse a través de los  elementos circundantes en reminiscencias en las que se hunde hacia la  profundidad abisal, puerta a la inmensidad de la existencia, que llega a ser  ese “acontecimiento de un momento” con el que el poeta accede al modo de una  “iluminación” al entendimiento del ser:
        
          
            Ya veo, cobra mayor importancia el  acontecimiento
              de un momento que no lo era; y hay  que entender, también,
              nuestra ceguera, el aire vagabundo  negro
              que hace girar una página del libro  de las buenas costumbres
              y pone a salvo nuestra propia sangre  fría.
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        Participación decorosa en el instante
        El poemario va ganando en intensidad a  medida que nos vamos acercando hacia el final, donde el poeta lleva a cabo la  descripción de la parte más importante del ritual cotidiano: la integración en  la correspondencia decorosa con el acontecimiento de la cotidianidad  (“Ligeramente decorosos participamos del escándalo” p. 80) y la asunción de su  imperfección (en el último poema con la alusión al terrible estigma de poetas:  la ceguera). Quizá de eso se trata, finalmente. Poetizar desde “el movimiento  seguro de todos los días”, p.73. Llenar y saturar las formas artísticas de una  substancia propia y diversa. Miserias de una humanidad desarmada y sin palabras  plenas. Nada sucede y todo podría suceder. Virtualidad extrema. Final mudo o  estruendoso. El mundo es una tragedia estática… sin la intervención del hombre a  través de la palabra y el acto (“el manantial donde empezaremos a emerger con el detalle de cualquier cosa  haciéndose pronunciación” p.11).
          
          Fiel a esa concepción, Moridor despliega una simbología formidable: la casa, la ciudad y el viaje; la  educación deshumanizadora, las raíces y la vocación poética; el fluir de los  versos (el ritmo se impone a la lógica semántica); y las menciones de animales  (al respecto léase las diez estancias del poema Las  Ranas, extensa parábola de  la existencia cargada de metáforas y referencias para representar la condición  humana en la que el poeta escucha a la naturaleza).
          
  Lo que resalta es la imagen de la  existencia como una peregrinación hacia lo desconocido (lema de Baudelaire  asumido por Vallejo y, entre nosotros más cerca, Ildefonso, Vega Farfán y  Valderrama) en busca de centros vivificantes. En el fondo, dado el desconcierto  actual, la falta de centros, más bien se trata de un estar de paso con la única  certeza, que no es certeza, proporcionada por la palabra poética.
        
          
            No puedo decirte  ahora qué está bien.
              el aspecto turbio  del agua en mis manos me hace llorar.
              Hundirse en un  oratorio es aburrimiento. Tengo cuidado,
              su hechizo  perfecciona cualquier señal de vida
              y suenan cada  mañana
              .. .. .. .. .. .. . detrás de la  puerta
              .. .. .. .. .. .. . .. .. .. .. .. .. . como olas  nocturnas.
            . ... .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. . . TUVIERON QUE MATAR LOS POBRES HOMBRES 
          
        
        La poesía de Willy Gómez Migliaro convierte a la palabra en  la defensa del hombre contra la muerte, contra la división, contra la rutina de  la vida diaria, contra todas las corrupciones y las hipocresías que nos separa  a los unos de los otros y de nosotros mismos. Su palabra vivifica y socializa  la poesía, hace poético el momento, el conjunto de instantes que colman nuestra  vida cotidiana.
          
          Gómez  Migliaro, el gran moridor, asume la exploración poética como una vía para la  liberación del hombre (“Tal vez salimos de la confesión casi prometeos”, p.29),  como senda de justicia y construcción de un “nuevos campos” como opción  liberadora a las “repúblicas de odio”; no como la solución de todos los enigmas  e inquietudes. 
          
  Moridor tiene como principio  creador la inspiración asumida como fuerza poderosa que proviene de algún punto  del ámbito del universo sin abandonar, hasta el final del poemario, la  complejidad psíquica del hombre (“nuestra gimnasia mental de ser felices”, p. 66).  Leamos esta rebelión contra la razón y sus márgenes canónicos Con —y según—Natura asumiendo que “aunque las cosas no andarán nunca bien  definitivamente/ el colectivo buscará agua y luz por cada metro cuadrado;/  arcilla y fragancia para andar a tientas y llenar las ventanas/ que vierten su  abismo de morir incesante”.
  
  Moridor, poesía, objeto incandescente  que a través de la palabra comunica conocimiento, nueva vida, afirmación de la  energía vital y perdurable.
        
          
            Independencia,  Lima, 22 de mayo de 2010