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«MORIDOR & OTROS POEMAS»
Willy Gómez Migliaro. Ediciones Cinosargo /Mantra Edixiones
(México, 2019)


Por Sophía Yánez




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La poética del peruano Willy Gómez Migliaro, ganador del premio hispanoamericano de poesía Festival de la Lira 2015, Cuenca – Ecuador, presupone un compromiso con las letras y no la inmediatez del acto de exorcismo. En Moridor & otros poemas, como en sus otras obras, nos ofrece un lenguaje de capas superpuestas que desafían al lector que busca un ingreso fácil al mundo de la poesía. 

La escritura de Migliaro muestra la posesión de los espíritus ancestrales que hablan de un tiempo cósmico que sostiene el ir y venir de las palabras. En ese río cósmico, donde se encuentran pasado y presente, lo cerrado y lo abierto, el goce y el dolor, como contrapuntos que dan cuerpo al tinkuy de lo distinto, Gómez Migliaro apuesta por la complejidad de los lenguajes que, como demonios de luz, lo habitan.

En una visión mesurada y circunscrita a las convenciones de la crítica literaria, la mexicana Tania Favela Bustillo comenta acerca de los distintos estratos del lenguaje de la escritura del poeta peruano, ubicándolo dentro de la tradición literaria peruana junto a figuras tutelares como César Vallejo, José María Arguedas y otros escritores de la década de los 60, como Rodolfo Hinostroza y Antonio Cisneros. 

Más allá de la descripción de la contraportada, llaman la atención tres poemas en los que el aura del poeta condensa su silueta del ayer, del hoy y del siempre. Me refiero a los textos Cerrojo de Oro, Posesión y La Vida de un Pájaro. En estos tres textos es posible sentir en profundidad la fragilidad y fortaleza que convergen en el momento poético que el escritor se augura a sí mismo. 

En Cerrojo de Oro, por ejemplo, se acentúan la búsqueda por un sentido que es, no obstante, imposible de aprehender. El mundo de las formas y las convenciones devuelven al poeta su lugar de “santo en el desierto”, es decir, en un mundo cuyas formas brillan y, a la vez, nos sirven, nos atrapan y vuelven prisioneros. Se entra y se sale “por entre barrotes de celdas con el diario de las mañanas”, el “hoy es un signo contradictorio” y “el mañana un suceso por donde se deslizará tu mirada”. Así pues, el juego temporal entre el hoy, el mañana y el pasado se disputan los planos de la atención para volverse el borde de la realidad posible. 

De ello somos responsables todos, pues Gómez Migliaro nos dice: “Todos somos responsables de cuidar / un prado cuando se vaticina y se lee el diario”. Es el complejo instante desde el cual nos divorciamos del lenguaje sagrado de la existencia lo que define la complejidad del acto de lectura, más allá de la superficie del periódico.

En el poema La Posesión, el autor parecería, quizás sin darse cuenta y apostando a las verdades que hablan desde la profundidad de las imágenes que nos poseen, sin que sepamos exactamente donde nace esta fuerza misteriosa, vaticinar la proyección de su cuerpo físico hacia las alturas del pueblo de Paucartambo, en Cuzco, lugar donde habría de habitar. La voz vaticinante se posa en las alturas y mira la elevación en un paraje que se abre a la existencia: “Cerca de las cimas/entre las nubes de un pueblo sin nombre/se ofrece un panorama completo de existencia”.

En La Vida de un pájaro se halla un tinkuy entre lo abierto y lo cerrado, que es una constante en este libro. La mirada se detiene, de forma parecida al retorno que presupone la mirada que se posa en la naturaleza para buscar respuestas. Hay un contrapunto entre el dolor y las formas en que se hace evidente la vida y su carácter sagrado en las formas que contiene la naturaleza. El pájaro es un símbolo de la persistencia del espíritu, de la luz que permanece viva a la sombra de la primavera, que resiste al barro al igual que al adorno cristalizado en forma de “florero”. Allí la vida muestra el ADN de su resistencia, en el canto del pájaro que resiste al estigma de su propia pequeñez y, sin embargo, ejerce el rol sagrado de su canto:

Quien sangra, renace, pareciera decirnos/ 
el pájaro que canta desde el jardín y se alza/ 
como cristo crucificado.
El pájaro con sus alas medio/ 
deshechas brilla ante el florero.

Finalmente, la lectura de Moridor & otros poemas nos devuelve, tras el viaje iniciático, a confiar en el poder salvador de las imágenes, a una fe denodada que rebasa la piel de aquello que encierra el alma de los seres en convenciones y rigideces, a la esperanza de elevar nuestras perspectivas de vida por encima de los lenguajes muertos y salvar lo que es salvable en el viaje de nuestras existencias.

Hay jaulas abiertas, y el pájaro aparece/ 
como nuestro intento de salvar las cosas.

Leer y escribir poesía, avizorar la vida en poemas, presupondrá siempre un acto único de heroísmo grave y luminoso como grave y luminosa es la posibilidad de que se eleve, tal como lo hace el pájaro, el género humano en busca de nido.

 

 

Tomado de Textos y contextos Nº 21
Revista de la Facultad de Comunicación Social de la Universidad Central del Ecuador.
Noviembre 2020 - abril 2021
DOI: https://doi.org/10.29166/tyc.v1i21.2702
Correo: sophiasnewplace@hotmail.com

 

 

 



 

 

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