Manantiales (Editorial Ícata, 2021) de Willy Gómez Migliaro es un largo recorrido a través de los campos interiores, su enunciación se posiciona desde la periferia, desde lo excéntrico. Su estructura es heterogénea y polimorfa, al modo de un río de consciencia que va instaurando un nuevo modo de pensar y actuar en el tiempo. Surgen como episodios de una micro saga dentro del mundo, antes bien, que acerca del mundo. Los atraviesa y los traslada de un punto a otro hacia una reconstrucción que se instaura desde los embragues de los sucesos narrados. Actividades y acciones humanas definen el mundo, y el pensamiento que articula cada secuencia está dotada de pliegues y voces plurales. En el mundo de Manantiales se recoge y se estira el tiempo en sus vórtices. No estamos ante un tiempo lineal sino ante un tiempo hecho de ciclos y estaciones, se reconoce así la concordancia con los ciclos agrícolas, los tiempos de la siembra y la cosecha. La distinción del sujeto está marcada por los planos atravesados desde su reconocimiento colectivo y plural. Estamos ante un sujeto que se dispone a la transversalidad y lo diverso para afirmarse en su ser social. Manantiales no es un libro hecho de poemas, sino un gran libro que consta de un poema río, polimorfo y heterogéneo, que se abre paso ante el espectador con reciprocidad y empatía por los acontecimientos que delatan una historia quebrada y disruptiva en sus bases discursivas. Caicay, Chumbivilcas, Andahuaylillas, Urubamba, Paucartambo. Son escenarios de historias y territorialidades, donde la actividad medular es lo cotidiano y lo íntimo, trasvasados por la abundancia y la riqueza de los alimentos que aparecen formando parte de los rituales del día a día. La palabra se transforma en un espacio donde los rituales dan lugar a una marcha a contracorriente del tiempo lineal y de sus fundaciones. La palabra instaura un campo de resistencia, un campo interior, hecho de memoria y de mecanismos que reordenan el mundo, descolocándose de sí mismo, para fluir en una intensidad luminosa y diáfana, cuya densidad trastoca la superficie del discurso y su experiencia con maestría y destreza. Hay una visión ética y mística en su embrague narrativo, siguiendo al maestro José María Arguedas, que le otorga a la palabra su cualidad de alumbrar el mundo, desovillando y trasladando los detalles de cada escena originaria o cotidiana a su lugar de enunciación más primordial, y por qué no decirlo, esencial en su aparición.
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Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com UNA NOTA A «MANANTIALES», de Willy Gómez Migliaro.
(Editorial Ícata, 2021).
Por Rosario Rivas Tarazona