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Pintura Roja de Willy Gómez Migliaro
(Paracaídas Editores, 2016)
Por Paolo Astorga
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Pintura Roja (Paracaídas Editores, 2016) del poeta peruano Willy Gómez es un poemario que se encuentra en constante confrontación con lo real, pero no con esa realidad de los grandes mitos, sino con la realidad de lo que a simple vista no se ve, una contemplación del espacio común. El sujeto poético busca siempre una construcción del ser, cuestionando sus actos a tal punto de ser un acumulador de imágenes y polifonías. Todo objeto, toda situación, toda idea, infunde reflexión en el poeta al punto de encontrarse en la angustia de una especie de aislamiento, del cual la única salida será la palabra:
cierta reconstrucción se llena de amor desde afuera
la etapa siguiente del viaje es el mismo camino:
dimensión de un modelo encuadrado
. . . . . . variable sin sentido
. . . . . . hay dolor aquí dentro
la muerte aparece oculta con su belleza colorante
crece un espejo y los niños abrazan a las madreselvas
arriba donde aparece el sol uno puede definir un país sobre la hierba
la piel de algunos árboles
y una segunda división que habitúa la fijeza
La estética de Willy es la de las palabras en su ambivalencia. La palabra no es solo sonido, sino un color, un significado que permite la posibilidad expresiva del dolor, la ternura y la violencia desde un concepto que resulta clave para su lectura: La larga historia de dominación española. Aunque a primera vista los poemas de Willy buscan reafirmar a los sujetos en sus experiencias vitales, también quieren mostrar el eterno movimiento de la creación verbal que en el discurso discurre como un río que mezcla y rumorea historia, memoria, identidad y una profunda nostalgia de lo que se ha perdido. El poeta no pretende solo admirarse ante el pasado, sino mostrar la huella de lo que persiste. Por eso la poesía de Willy es un canto de resistencia, pero también un canto del individuo frente a la infinita fragmentación der sus identidades: Soy lo que vivo y lo que mi boca dice:
. . . . . . sobre las baldosas de una callecita
las carbonas musicales y sus perspectivas
asombran el cielo de un país naciente
y las guerras
. . . . . . las espejas renunciaciones como defino a todo eso allá arriba
son expediciones
. . . . . . dominios del sol
o hermosa cruz hecha en la vestimenta de quienes toman parte
de esa cadena de bocas abiertas
un estigma de la conquista es el arcángel de rostro afeminado
resistiendo a los indígenas
. . . . . . infiel incesante
la política se da aquí
. . . . . . ¿esto supone la unión de todos los pueblos?
todo amor se anuncia por la predicación
pronunciar un voto solemne
una cruz de manos sucias
son privilegios temporales
o alta nobleza para el hombre del reflejo
que tiene derecho a la exención de personas y de tierras
gran poder sin ser ciego en realidad frente a la destrucción
altas olas y cuerpos en el torneo de las aguas
las divide un horizonte desde la izquierda
. . . . . . allí aparecen los hombres del progreso
y los deportes
la competencia y la muerte
Es un hecho: el tránsito es contemplación. El poeta busca verse en los otros y en sus cotidianidades. La cotidianidad habla y muestra su estética ambivalente: el dolor y la muerte, entre la vida, entre la necesidad de ser y existir. El dolor, aunque nos mantenga en la tensión de los límites, posibilita la comunión, y también la expresión. La voz, aunque se vea devastada por la violencia del tiempo aún es consciente y puede profundizar en las múltiples dimensiones de lo real, por eso el poeta dice:
la distancia apunta y recuesta su panorama
me prometí un momento de atención
la calma y el habla
no un escrito a ciegas
Es por esa observación, en ese sentir al otro, que el poeta también muestra lo "rojo" en la pintura. Su postura política jamás es una reivindicación por la negación. No. El poeta quiere siempre mostrar, no solamente transformar. La debilidad no es su magia, no es la esencia de su color. Su misión es la pregunta, el cuestionamiento, el asombro frente a lo que parece ya una "gran catedral" imposible de vencer. La naturaleza es la huella que el poeta intenta perennizar o por lo menos hacerla más viva. Nótese entonces ese fuerte animismo que imprime en su discurso cuando trata de ofrecernos su visión. El poema no es una verbalidad referente a una escena clásica entre el ser y el cuerpo amado, sino es un intento por constituir en esas palabras, en esas imágenes que parecen despojadas de toda “poética”, un universo múltiple, heterogéneo donde la “verdad” revelada es siempre para los seres que se pierden en el laberinto, para los que han ingresado a la contemplación ya no de las cosas en sus eternas frialdades, sino en sus infinitos significados, los infinitos matices del rojo.
fue un logro haber amado el mar y sus islas
copiadas en un envoltorio de moluscos
donde casi oceánico
dejé seres comparativos
casi descompuestos en una lengua intemporal
. . . . . . no volveré más a ese cuerpo invasor
pero esas praderas
proyección de estado se cerrarán entre los árboles
y se hundirán en sus propios rededores
la existencia de los ríos o cielos deshechos baña
las piedras de las iglesias a medio construir
a ritmo de una necesidad
el cielo es verde
y algunas casuchas detrás de los pinos se visten de pavos reales
las silbadoras traen un lenguaje
esa es la idea que alguna vez definí
a partir de unas líneas dúctiles y ansiosas
cuando un canasto de frutas sobre mi mesa
era pisoteado desde un costado y frente a mí parecía caer
basé mi idea y anduve
por el camino de la abstracción
esas praderas que percibo bajo el sol como una bendición al principio
pero luego como un tumulto de materia inanimada
son ofrecimientos de la ilusión
interpuesta dicha utopía lo visible arde y nadie se salva
su convivencia me complace desde aquí
donde un nuevo río es la visión de estar
dentro y fuera de los rededores
o de cada movimiento inacabado
yo que nunca había conocido una pradera sino mares
envueltos en la niebla
. . . . . . bajo mis párpados para otra luz
una luz que debajo de mí tiene un comportamiento con la verdad
un peso de virtud y ofrecimiento distinto de sensaciones
El poeta al expresar, al mostrarnos su discurso fragmentado y ríspido, nos mueve a la confrontación. La historia misma que nos relata el poeta, es una historia de profundos enfrentamientos, de aniquilación, de sangre, pero también de grandes mitos. La deidad, los ángeles, el sol, la simple aparición de una ciudad o de una mancha generan los contrastes, y allí los signos para enunciar la belleza. El poeta intenta estirar los significados a tal punto de que las palabras ya no resultarán simples metáforas de un decir poético, sino pequeños piquetes para comulgar con la magia de un deseo por la totalidad. Pues sí, el poeta intenta una totalidad que prepondera antes que cualquier fin el movimiento histórico y la reivindicación de lo humano, no como un manifiesto, sino como un retorno a lo originario como punto de partida para lo universal.
mapas despegados
. . . . . . mordidos por termitas
desde el principio esa realidad
de llegada a las puertas de emergencia
al empujar otra palabra o sacar mano del basurero
. . . . . . repartir lo ganado
al voltear esquinas demora una playa en un espacio de traslación
el caleidoscopio
y la mirada al fondo de un diagrama
se inclina
se hace porvenir la superficie devora en sus entierros la unidad
que alguna vez soñé:
. . . . . . revuelta de arcángeles
imposición desde arriba
anuncia techo planos calles y conchas como acertijos
abajo la unidad gira pareja playa al echar disfraces
frente a mí
. . . . . . el cuerpo entra bien a oscuras
al inclinar el futuro
. . . . . . parto el color de mis vestidos
parece decirnos la boca de luz blanca
alrededor de los oídos del santo
donde cae una especie de río
una curvatura
en los altares marca el deber cristiano
sin negros mejor
viste una piscina donde saltan los divertimientos
el cromatismo deja escrito una oscilación interna
y adhiere una conflagración de números mal hechos
incluso en el centro es acción visual
reconocimiento del lenguaje de espejos de piedras de mar
. . . . . . no hay en el centro concordancia mejor el avatar
. . . . . . de lado
negamos ese pasado para retocarnos la parte salida la parte profunda
o averiada dentro de una desfiguración
no damos nombre no damos forma al desvirtuar encaja una historia
sino la cuentas
querer santidad en el trazo representación del cuerpo en la noche
aprieta y marca la noche que ni siquiera es la noche sino extensión
algo partido oscuro al forzar signos que fueron creciendo como
salidas de emergencia rápida después los planos
No será extraño, pues, toparse con la larga historia de la otredad, con la manifestación de una patente aculturación, pero también con una coexistencia. La coexistencia es resistencia. Aunque la palabra es una tecnología frágil puede imponer un discurso, puede extirpar una idolatría, pero pagando la cuota de la contaminación. El poeta lo sabe y se goza en ello tratándose así, no como un profeta, sino como un caminante en busca de una interpretación que se pueda leer en la mirada o desde ese vacío que es un inmenso desierto existencial, nuestra cultura milenaria que el poder niega pero que vive en lo rojo de la sangre:
algo por amar
uno queda obligado a terminar la esperanza
y la sucesión de los propósitos verdaderos
si es real la otredad de una acción diaria
y el episodio artístico como materia de intervención
a intervención
es lo único que queda del cuadro que veo
un mar adentro
faldas de cerros
lo nuestro es así
un desierto hablado
Entre la historia milenaria y la urbe que se alzan los vestigios, el poeta añora el pasado milenario. Pero hay de por sí algo curioso: Lo rojo es un estado de siempre alerta. La vida misma. Aunque la violencia de hoy es la indiferencia industrializada y compartida como pan rancio en redes sociales, el poeta puede observar un taki onkoy, la resistencia de lo que aunque vencido, aunque aplastado, sobrevive y enuncia sus significados. No existe entonces el cuerpo completamente sometido, sino las palabras que constituyen puentes que muestran lo bello y lo triste: La muerte que nos depara historia y gran olvido. El color rojo es confrontación, es la huella del pasado sobre las reivindicaciones. El rojo como connotación es sin duda violencia, pero además se integra una idea totalizadora: El nexo de lo que ha quedado como ceniza y la realidad. Entre esa violencia que se desencadena a la vez una historia de la resistencia ante la hegemonía e hipocresía del poder que se muestra transparente e hipnótico sin contraste (el ángel, el arcángel afeminado) y el rojo como un signo que aglutina memoria, identidad, vida y resistencia.
los colores se recogen de su propia oscuridad
. . . . . . la invasión primera pinta una roca o un peñasco
y sobresale un río delgado que parece regresar a una variedad
de colores
parece el rescate de una historia en un acantilado
o hundimiento
fisuras como adornos
restauración entre medias tintas
arriba deben impregnarse de la señal
cuando el arcabuz entre los codos y los hombros
estire un blanco
porque el reclamo fue
que estuvieron hechos de monedas
dicho así entenderíamos opresión por buen gobierno
saco un héroe de mi sacrificio
saco un texto original
o letra que no insista en lo grotesco
sino en lo celestial
avanzar en el detalle
sobre la vuelta del sombrero como un fin del borde
o del enmarcado vuela
rojo
No se pueden negar la reiteración de imágenes cristianas desde una imposición. La naturaleza es para el poeta parte de un discurso animista. Toda la naturaleza dice. El único lenguaje es el lenguaje que se puede constituir como un paso deconstructivo. Diluirse para extirpar aquello que se censura. El poeta ha construido un lenguaje que se engarza con todas las voces posibles. Pero hay algo imposible: Decirlo todo, sin anular el sentido emocional de lo que nos hacemos con nosotros. Toda escritura busca liberar un veneno que neutralice al enemigo. Cantar la destrucción es tan necesario como hablar o como existir. Y entonces el canto me regresa a lo originario, a la naturaleza que impone la vida. El orden vivo de la naturaleza: Un árbol cantado. La dicotomía jamás es simple cuerpo aculturado, es una tendencia que ya no duele, que ya no importa. El ángel hermoso, la cruz política son hermosos asesinos que nos acribillan mientras sentimos el placer del olvido. El color es mestizaje, el color es un signo de violencia, de vida, de huella histórica de humanidad.
el bosque divino debe ser una sensación cierta
pero una imagen incrustada
es más creíble que ese fastidio de estar mordiendo al padre
la conquista de futuro termina en lágrimas
el remedio
de involucrarse en riesgos de experimentar felicidad
destellos de vida en el lenguaje de la historia
nadie pudo hacerlo al pagar silencios
allá ellos
abren la boca muestran fuentes del río de donde perciben nacimiento
imagen de los principiantes
me atrevo aunque tarde mi emoción
como brecha de ser acontecimiento
sucede significante más pobreza notoria perplejidad
es una lástima menos
los insultos si restas la manía
todos hemos visto
fragmentos
ahora
de la diseminación que terminan aquí
sin partes la gente ve proclamaciones sin ser vista
los cilindros de agua son pozos
las cosas de la imposibilidad cuando no pasa nada
día del signo místico
empieza un movimiento de hormiga
un grito de hombre un cerdo
una rata abajo se corta serenamente el perro arriba el gato
y unos trozos de oscuridad
lo sé
el peor descubrimiento es la máscara
En suma, Pintura Roja es quizás uno de los libros de mayores contrastes en Willy, pero también uno de los libros más depurados y maduros. La lectura del libro no se reduce a encontrar un sentido y hablar desde allí, sino en multiplicarse o dividirse. Es un libro que implica una interpretación que debe despojarse de una retórica efectista. Debe ser digerido como un ideario, como un gran canto a la libertad de la palabra y de la vida misma. El poeta no quiere simples interpretaciones, ni tampoco convenientes encorsetamientos. Caer en el concepto en la reducción es de lo que quiere escapar. Mantener su voz multiplicada y voraz, polifónica y original es el signo de esa pintura roja en medio de la historia como remembranza de una inconformidad. La poesía misma es la inconformidad. No será sorpresa que este poeta nos ofrezca aún mayores exploraciones, mayores contemplaciones pues “todavía nuestra historia da para más”.
Tomado de http://papirosdecarne.blogspot.pe/2016/08/pintura-roja-de-willy-gomez-paolo.html