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        EL OTRO PERÚ, LOS ANDES, Y LÍRICO PURO DE WILLY GÓMEZ MIGLIARO
         Por Pablo Landeo Muñoz 
 
        
        
          
        
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Willy Gómez Migliaro ha  dejado reposar su épica, sus batallas, su poética de la civis y la búsqueda  (visibilización, mejor) de un territorio herido por la crisis y la violencia  Perú, Toquepala, Arguedas, Huillca, Javier Pulgar Vidal o Szyszlo, instancias  más altas de su creación. El poeta elige su propio destino, así como elige sus  divinidades, elige su poesía y canta. Willy Gómez, después de su ciclo épico  que inicia con Nada como los campos (2003),   y prosigue con los poemas de Construcción Civil (2013), para  concluir con Nuevas Batallas (2013), ahora retorna a estación Etérea (2003) y los territorios por   donde transita Raymundo Nóvak (La breve  eternidad de Raymundo Nóvak, 2005). El aliento, la fuerza de su poesía no ha cambiado,  tiene la misma intensidad, la profundidad que percute toda insensibilidad; ha  cambiado su temática (¿temática?), incluso con una concepción más diestra de la  palabra que en Etérea para expresar,  nombrar, describir tangencial, los elementos de su poética.
donde transita Raymundo Nóvak (La breve  eternidad de Raymundo Nóvak, 2005). El aliento, la fuerza de su poesía no ha cambiado,  tiene la misma intensidad, la profundidad que percute toda insensibilidad; ha  cambiado su temática (¿temática?), incluso con una concepción más diestra de la  palabra que en Etérea para expresar,  nombrar, describir tangencial, los elementos de su poética. 
        Lírico puro (Hipocampo Editores, 2017) es un río que fluye  generoso sin darse tiempo para las precisiones (que además pueden ser  innecesarias). El primer poema del libro se halla estrechamente unido a los  poemas subsiguientes, aunque una leve intensidad de tinta, en el primer verso,  aparenta otorgarle autonomía; los poemas fluyen como un gran río, generoso de  imágenes, ausentes los signos de puntuación y las mayúsculas hasta el último  poema que cierra su resistencia con una mayúscula inicial y una estrofa breve  entre signos de exclamación. El libro nos invita a sumergirnos en su  turbulencia, en su lirismo puro, esencial, prístino, y la invitación, por  veces, se constituye en un desafío, en una provocación porque es necesario  entregarse a la profundidad del libro,   no obstante los riesgos. Toda lectura es un riesgo, igual que la  interpretación, porque hay libros que exigen rupturas en su lectura y  dificultan  su análisis, Lírico puro, creo, es uno de ellos. En  este contexto, un lector se expone a deslices y subjetividades emotivas para  forjar su visión particular del poema, su poética personal, y es válida. Por  otra parte, el libro se presenta como un soporte de imágenes expuestas (poemas)  que deben ser observadas, leídas y decodificadas como cuando nos hallamos ante  un cuadro abstracto, en una sala de exposiciones, pero en este caso el proceso  implica visualizar los poemas, imaginarlos. Reducidos en unidades temáticas,  reinterpretados,  vendrá el goce.
         Si la trilogía de la civis y sus  batallas son más claras temáticamente (estética de las heridas de la guerra  interna y la búsqueda de la identidad, desde una serie de cuestionamientos  universales), Lírico puro,  parece consolidar la visión urbana -esa otra  herida los Andes-, de la migración. Un espacio urbano enorme, caótico y  socialmente disímil, donde los Huillca, los Quispe, hacen su contribución e  inscriben su presencia, escriben; de cuando en vez, el libro lanza una isla, un  conjunto breve de versos que nos permiten mantener la orientación y no naufragar  en su lectura.
         La poesía de Willy Gómez, de una rica y  variada multiplicidad semántica, siempre fue una poesía nada sencilla, pero se  disfruta de su lectura no obstante el aparente estado de caos y la ausencia de  elementos narrativos o marcadores. Los poemas describen, enuncian una variedad  temática, remiten a situaciones en apariencia ilógicas, igual que en los mitos  de origen:
        
                        fluyen  las aguas y sobre ellas latas
            llevan imágenes borrosas
            de proceso de ejecución brillando bajo el sol
            contenido que alguna vez fue necesidad
            como un tiempo el principio recoge
            el final se levanta y rueda desde la inmovilidad
            motivos entre desarmes y diseños
            de imagen objetora circular
            a través de ella sigues a un animal herido
            viste huella de sangre pero no el arma
            sino destreza al forzar la ambición
            o mito circular de boca en boca
            arrasaba aire contaminado
            sirve de algo movernos
            aunque se abren más portones de almacén
            sueldan chapas levantan rejas reducen autos 
            adentro todo es inclasificable afuera
            los mismos redondos filos de tarros de leche (:13)
        
        Aunque el poema enuncie la descripción  de un río que lleva deshechos urbanos, “fluyen las aguas y sobre ellas latas /  llevan imágenes borrosas” (el río lleva “latas”   y otros objetos no identificados que sugieren “imágenes borrosas”), no  persistirá en la descripción más bien el yo poético parece abandonar lo visible  para descender hacia la profundidad del río y dar cuenta de los objetos o  acontecimientos no visibles que existen, fluyen y quedan en la memoria, en la  profundidad de ese otro río, el tiempo, los acontecimientos. Otro tema es el  que alude a la muerte: “animal herido” / “huellas de sangre” / “arma”. Y una  referencia al verso inicial (acaso para no perderlo de vista): “arrasaba el  aire contaminado”. Luego nos instala en otro campo,  el del trabajo febril: “aunque se abren más  portentos de almacén / sueldan chapas levantan rejas reducen autos”, legalidad,  ilegalidad, para retornar al principio “los mismos redondos filos de tarros  [latas] de leche” aunque el espacio y las circunstancias pudieron haber  cambiado. El poema, por lo menos, destaca tres campos semánticos: 1) el del río  visible que lleva consigo restos o desechos urbanos 2) el de la violencia  social y 3) el del espacio urbano y sus actividades, ejes que fluyen por el río  de la civis, violento, febril. Se perciben también cambios de personas  gramaticales y de tiempo, asociados al movimiento, al fluir del poema.
        Si al principio dije ‘Willy Gómez  Migliaro ha dejado reposar su épica, sus batallas, su poética de la civis’ fue  esencialmente para establecer diferencias sustanciales entre el ciclo épico y  el lírico (el de la muerte, si cantar la muerte puede constituir una épica y lo  urbano en su catarsis).  Esto no implica  que el poeta haya dejado de cantar la realidad, el Perú humano. Sucede que  ahora él es más urbano que antes pero su voz se halla como siempre muy dentro  de los objetos que canta, su poética no alienta una mirada superficial de las  cosas, aunque lo parezca; es la profundidad, el cuestionamiento existencial lo  que emerge en toda la extensión del libro. Su poética alienta los actos  cotidianos y elementales de los hombres de la periferia urbana (La Parada, el  Cerro San Cosme, La Victoria y sus bajos fondos, los Conos por detrás de las  fronteras, Pamplona, las murallas), canta los oficios más oscuros, las  estéticas de sobrevivencia, los hurtos y calcinaciones porque en el Perú se  debe ser artista para sobrevivir y transformar la nada en un plato de comida,  en escultura, en objeto, en dolor y canto, ‘así funciona la cosa’ diríamos de  forma callejera, popular y maleva:
        
          el  maquinista levantará partículas de repuestos
            para el torno llama a los soldadores que extienden
            el metal hacia la esquina del taller de los  perforadores
            con trescientos kilos de masa oxigenan materia
            así como al crear aretes se buscó ensambles hasta dar
            con la joya sin boceto anticipa belleza
            dejan la filigrana y terminan el oro nuestro nunca  hasta
            su valor solo de sortija al comprometer un entusiasmo 
            frente al juramento de no pensar en minerías sino lo  que
            el derecho nos exige desde la otra margen
            qué ironía se trata de ajustar leyes se trata de  láminas de
            metal precioso estuvo hecha nuestra máscara de  recolectores
            y se trajeron canaletas ríos de piedras
            destilar era el proyecto de traslación
            desde sus manantiales a esta equivocación de fábrica de
            vertederos residuos nada mejor la microempresa
            de grandes lavaderos tractores riqueza de suelo muerto
            después extracción traspaso de otra empresa
            al verter un estallido del sol
            nuestro testigo de compromiso alza la mano
            trae una lima de hierro
            y hace uso de una técnica moderna (:50)
        
        Willy Gómez Migliaro es el poeta de las  imágenes, y las gesta a partir de objetos o acciones sin importancia para el  común de la gente: el parque desolado, un taller de mecánica en un proceso de  febril actividad, la calle, etc., que de pronto son capturados como síntesis  por el ojo del poeta, la palabra. Para la percepción del yo poético nada es  intrascendental. Los actos más oscuros, los objetos trillados, las sensaciones  desapercibidas cobran existencia propia, se divinizan, se cubren belleza y  seducen.
         Entre los libros Etérea, Lírico puro y Pintura roja  existe una especie de vasos comunicantes o  rizomas así como entre Nada como los  campos, Construcción civil y Nuevas batallas. Los primeros, plenos  de una intensidad lírica no dejan de cantar los problemas sociales; los  segundos, desde la épica los Andes, la guerra interna, también se hallan  cargados de un lirismo perturbador, doloroso, con el simbolismo de todas las  ausencias. Lírico puro constituye un  develamiento de la urbe y sus miserias en tanto se conciben nuevas formas de  resistencia, las nuevas batallas para la reivindicación del hombre.
        
         
        Fotografía de Estefanía P. Lanfranco