Los viajes constituyen siempre una constante búsqueda, un errar por distintos espacios y tiempos como nos propone Kavafis en su poema “Itaca”, Arguedas en Los ríos profundos o Rulfo en Pedro Páramo, entre otros. En este marco, Manantiales (Editorial Ícata, 2021) de Willy Gómez Migliaro puede considerarse con Alejo Carpentier como el viaje a la semilla o la búsqueda de un tiempo y espacio primordiales. Pleno de significaciones y desafíos poéticos el viaje de Gómez Migliaro, a nuestro parecer, se inicia con el poema “Cantos de Toquepala” (1995: s/np), un poema distante y germinal publicado en Tocapus, y concluye con Manantiales que simboliza el arribo y la instalación del poeta en la gran paqarina mítica, Cusco. Desde su nuevo hábitat, el poeta descubre una realidad sociocultural distinta de la que él conoce, además de una lengua ancestral –el quechua–, que, a pesar de serle desconocida, comienza a susurrarle antiguas endechas de amor, gestas primordiales y relatos poblados de seres míticos que animan la cosmogonía y la oralidad andinas.
En este ensayo, que también es una forma de viajar, son de nuestro interés: el viaje como búsqueda y hallazgo de espacios primordiales; el posicionamiento poético de Gómez Migliario en los decenios de 1980 al 2000 (años en que Sendero Luminoso sostuvo su demencial “Lucha armada” a fin de adjudicarse el poder); y la poética de los alimentos y la sensualidad. A fin de lograr nuestro objetivos fijaremos nuestra atención en tres libros claves: Nada como los campos (2003), Construcción civil (2013a) y Nuevas batallas (2013b). Concluidos los análisis procuraremos hacer un estudio comparativo con Manantiales a fin de establecer la existencia o no de vínculos temáticos y develar algunas características de la poética de Gómez Migliaro.
Con la instalación de nuestro poeta en Cusco, la gran paqarina americana, el “Sube a nacer conmigo” incitante en la poesía de Neruda -que acaso conminó a tomar el mismo camino a poetas como Martín Adán, para citar solo un caso-, concluye al parecer la búsqueda de espacios fundacionales. Los deseos de Gómez Migliaro por re-conocer el territorio nacional y su historia, y capturar desde su estética el dolor y la incertidumbre, como ya hemos anunciado, se evidencian en estos versos iniciales: “caminar por los cielos de Toquepala ordenado por un dios es escoria / o sin él sobre la tierra hacia un útero sin edén-tidad es lo mismo porque descubriéndote mueres y negándote suavizas el dolor de ser / esta es la tierra, tu cuerpo y tu casa” (1995: s/np). Toquepala es el espacio primordial, una de las manifestaciones primeras de la humanidad del Perú y nos muestra la impronta de los antiguos hombres, su condición de cazadores, de hechiceros, de artistas y arquitectos; dicho de otra manera, de humano que somete y transforma el territorio y sus recursos. Nada de ello es manifiesto en el poema, más bien lo que se percibe es una atmósfera marcada por los conflictos laborales propios de un “centro minero” (1995: s/np.), culminación de todo un proceso evolutivo. Sin embargo, Toquepala es, en nuestro imaginario, la matriz, el “útero” que marca de modo insoslayable nuestra identidad primaria. Si Toquepala es el principio le suceden, en diversas instancias de Nada como loscampos, Cajamarca, Uchuraccay, Barrios Altos, etc.De esta manera, determinadas ciudades o espacios de nuestro territorio resultan claves en el proceso creativo de Gómez Migliaro. Como sabemos, los espacios antes mencionados se hallan asociados a momentos infaustos de nuestra historia: el encuentro de Atahualpa y Pizarro en Cajamarca (1532); la violenta matanza de ocho periodistas en las punas iquichanas de Ayacucho (1983), considerado por entonces como el accionar más brutal en el contexto de la guerra interna; y la demencial intervención del Grupo Colina, organización paramilitar del Estado, en Barrios Altos, Lima (1991), donde fueron asesinadas 15 personas que participaban de una pollada. Estos ejes espacio-temporales e históricos direccionan la escritura de Willy Gómez hacia una lírica combativa y de condena de los actos de violencia, pero también transmiten desaliento, angustia e incertidumbre en una sociedad que se desangra y llora sus muertos como también se evidencian en Construcción civil y Nuevas batallas.
Si en Nada como los campos se mencionan tiempos y espacios relacionados con acontecimientos nefastos para nuestra historia, en Construcción Civil se subraya la importancia de los hombres, sin cuya intervención cualquier territorio sería un espacio baldío, carente de historia, pues, los hombres lo civilizan (establecen límites, transforman, domestican, instituyen normas, imponen sus dioses, etc.), lo ponen en valor y comienzan a apreciarlo, a considerarlo suyo; es decir, desde una acción paralela, protagonizan y escriben su propia historia que es también la historia de los pueblos. En este marco, los “Quispe Chuquisuta Huillca [surgen como los] o señor[es] del dolor en el intercambio de otro cuerpo” (2013a:11). Estos señores son, en términos de Pierre Duviols, los huancas de estas tierras (“nuestros ancestros”) o héroes civilizadores que desdoblados en piedras prosiguen y proseguirán desempeñándose como tales (Duviols, 2016). “Mar de los Cerezos”, poema preliminar de Nada como los campos, es un buen ejemplo del vínculo inalienable entre el hombre y su territorio. La voz lírica refiere el recuerdo del padre “enterrado en el cuerpo del Ángel / [el cementerio, que convoca de manera sutil la matanza] de los Barrios Altos.” (2003:11), espacio común al camposanto y al lugar de las ejecuciones de 1991. Recordemos asimismo que el antropónimo “Huillca” (2013a:11), en el contexto de las organizaciones sindicales, convoca la imagen de Pedro Huilca, secretario general de la CGTP, asesinado en la puerta de su casa, en 1992 (Huilca puede considerarse, según las formas regionales de pronunciación, una variante de Huillca; mientras que Vilca, es su forma castellanizada).
Derramada la sangre de los héroes se requiere de nuevos civilizadores, con ellos historia y territorio se transforman en conocimiento, arte, y patrimonio por esta razón la poética de Gómez Migliaro plantea la necesidad de otros hombres / nombres: Tello, Pulgar Vidal, Antonio Brack, Arguedas, Herskovitz, Chávez, Eielson, Chambi (Cabe precisar que entre los convocados José María Arguedas, nombrado a veces desde la metonimia de “los ríos profundos”, es una figura omnipresente particularmente en Manantiales. Willy Gómez teje, pues, una poética de largo aliento a semejanza de un gran río que recorre y nutre los libros antes citados. Otros elementos citados con frecuencia son los alimentos y animales andinos (quinua, papa, toro, zorros, puma, etc.), que desde semánticas diversas convocan siempre la presencia de Arguedas narrador, antropólogo y poeta quechua. Figura medular de la revaloración de las culturas andinas, el Arguedas de Gómez Migliaro transita de manera sutil en toda su poética como en el caso de la quinua, que nos remite de inmediato al poema “Huk Doctorkunaman Qayay / Llamado a algunos Doctores” (1984), texto donde la papa y la quinua sintetizan el conocimiento de los antiguos peruanos en temas agrícolas (conocimiento de los pisos ecológicos, del clima, de las tecnologías de preservación de la tierra, de los alimentos, etc.). Pero hablar de la quinua no solo significa remarcar su importancia como producto alimenticio o considerarla expresión de una alta agricultura del Perú prehispánico, sino también destacar la función identitaria que subyace en ella. Esta última nos remite a los tiempos primordiales donde los mallkikuna (“nuestros ancestros”) eran los señores de este grano asimismo del maíz y de la papa, también de las hojas de coca y de camélidos andinos como la vicuña. En este orden de cosas, los alimentos nos remiten a un pasado próspero en un país que se desangra víctima de su propia violencia, tal como se aprecia en estos versos extraídos de Nuevas Batallas: “De nuevo ruinas. / El tiempo –dirás / Casi veinte años / una maquinaria de guerra desvió su lucha fundamentalista / a un allá que no era suya” (2013b:17). Volveremos al tema de los alimentos en la poética de Gómez Migliaro, en la parte final de este ensayo.
En otro momento de su escritura nuestro poeta plantea, al parecer, la idea de un Perú de “todas las sangres”, que puede considerarse una reinterpretación a Arguedas: “ciego cantaba oro bruñido / en su carretilla azul cuando Martínez era un wamani / le salió molina / y eso era comprometedor en la comarca” (2013a:53). Versos difíciles de interpretar por el estilo con que escribe Gómez Migliaro, (rupturas sintácticas, aparentes incorrecciones gramaticales, ideas a veces inconclusas; es decir, un lenguaje desarticulado que parece complicarse por la ausencia de situaciones narrativas); sin embargo, en estos versos, la idea arguedasiana de la unidad desde lo diverso se halla presente.
Al cierre de este ciclo poético nutrido por casi veinte años de demencia fundamentalista hallamos otros versos que nos recuerdan que doscientos años de vida republicana no ha podido desterrar la violencia que margina y desangra principalmente a los Quispe, Chuquisuta, Huillca: “Oscurece / hay una línea / y atendemos el llamado, el llanto oculto / las ideas que avanzan / el reconocimiento de tejidos de chompas, de pedazos / de huesos de cabellos / y de nuevo flores que no podremos arrancar” (2013b:67-68). Un país que se desangra, que busca y descubre sus muertos o restos mutilados, calcinados (en otros casos la búsqueda resultará vana) es la imagen del horror y de la incertidumbre, por eso la voz lírica manifiesta casi como un grito: “no hermano no entiendo el pozo feroz de la patria” (2013a: 54), afirmación con una carga de dudas que nos incita a preguntarnos con la misma voz lírica: “¿Qué mueve este mar? / ¿A dónde nos llevarán sus embarcaciones / como arrestos de la noche?” (2013b:24). La vieja metáfora náutica del Estado que navega en un mar proceloso se actualiza y al estilo griego exige su hecatombe.
Manantiales es, desde nuestra lectura, un libro de culto a la agricultura y a los alimentos, pero no un elogio al estilo de Bello y su “Silva a la agricultura de la zona tórrida”, más bien próximo a Virgilio por su bucolismo, incluso a Anacreonte por las complacencias que ofrece el campo, los alimentos, las bebidas. Así, pues, apreciamos una poética de fuerte inspiración andina y moderna entrecruzada de preocupaciones comerciales, venta de productos, adquisición de tierras y maquinarias que a veces nos remiten a Eliot; andinos de ahora con proyectos que r-evolucionan la agricultura y la vida modernas y tradicionales en un tinkuy con lo occidental. En este marco, Manantiales difiere de Nada como los campos, de Construcción civil y de Nuevas batallas porque el gran tema de la violencia que se desarrolla en los tres poemarios cede pasoa la vida, a la celebración. Como veremos, la cocina y los alimentos son tópicos permanentes que se expresan en imágenes breves, plenas de vigor acaso como la plástica de los pintores a quienes Gómez Migliaro menciona de manera recurrente. Reiteramos, en Manantiales la celebración de los alimentos se hace más intensa; en algunos casos, hallamos imágenes visuales que nos aproximan a una naturaleza muerta: “Mundo fenoménico y puntual / en su retorcimiento si traes / el pescado envuelto en hojas de plátano” (2021:41), “Alrededor de la mesa un cuchillo se agarraba de nosotros” (2021:122); o un paisaje: “así el florecimiento de las peras, / el kion y los duraznos a orillas del río” (2021:61). De esta forma, en Manantiales, la delectación, el placer y la sensualidad que sugieren los alimentos fluyen paralelos a la búsqueda de tiempos y territorios vitales, hasta mostrarse en toda su generosidad y magnificencia.
En Nada como los campos la descripción; mejor, la delectación con el paisaje que se desprende de la contemplación surge como una sucesión de imágenes plenas de sensualidad: “así bárbaro en los duelos de la cordillera naciente / es adorada en el cuerpo de las bucólicas que son / lagos infinitos y extensas cordilleras / vueltas perfume de dalias tiernas y embriagadoras” (2003:16), una estética visionaria de lo que el poeta experimentará al final de su búsqueda y el ascenso hacia Cusco, y su posterior instalación en la ubérrima Urubamba: “Abajo los geranios están apilados entre piedras. / El día soleado confirma un cruce de cantos / entre silbadoras / o es el paso de los autos que vienen a este pueblo. / Pinto la oscuridad / o parece que había un jardín / o una salida de valle hacia al otro lado del río. / Creí que habías pintado nenúfares y lagos en la mirada / o en la picada del relojero montañero.” (2021:33-34). La mirada virgiliana sobre los valles interandinos, las retóricas de un bucolismo moderno fluyen cautivantes desde la profundidad de todo aquello que es perceptible.
La primera mención a los alimentos la ubicamos en una revista de 1993, Tocapus N°1. La referencia es parca, en un contexto suburbano: “éste es el sentimiento la gloria delincuencial de los versos / en mi cuerpo éste es el sentimiento que la noche obliga / después vendrá el alba / el plato de escabeche frío / y la avenida de árboles muertos / para silbar bajo un edificio de Lima / el bolero de la playa y la agonía de un amante acuchillado (1993: s/np). “Un plato de escabeche frío”: pescado frito, cebollas en cortes gruesos, tiras de ají amarillo cubiertos por una guarnición de ají colorado y otras especias constituyen el plato, coronado por un trozo de camote amarillo. Es este plato de la culinaria costeña, donde confluyen felices el mar y la tierra; lo salado, lo dulce y lo picante, el que sienta las bases de una poética de los alimentos en la escritura de Willy Gómez. No está de más recordar que en nuestro medio la comida se halla cargada de simbologías sumamente ricas y diversas, tanto en la interacción entre humanos, entre humanos y sus muertos, y entre humanos y sus divinidades. Compartir los alimentos o negarlos generan consecuencias felices o funestas, acciones que son premiadas o sancionadas, así lo manifiestan los relatos orales en nuestras diversas lenguas originarias, y también en español. La comida fortalece los vínculos, apacigua las iras, despierta pasiones voluptuosas, preserva la moral tal como podemos apreciar en Ritos y tradiciones de Huarochirí, instituye preceptos y maneras de mesa si acudimos a Lévi-Strauss (2002 [1968]). La poética sobre los alimentos reaparece en el poema “A-me Padre”, de los años 90, publicado en Nada como los campos: “Cuando preparaba su cebiche haciendo del pescado un charco amargo, / yo lavaba las cebollas y entretenía (porque podía entretener) a los / pocos cangrejos que aún sobre la mesa manifestaban su dolor” (2013: 67). En los versos que hemos citado el pescado, símbolo mayor del cristianismo, surge como una imagen ambivalente: manifestación del dolor y de la unidad entre el Padre y el hijo (la voz lírica), en una escena que dista de la celebración bíblica y de los milagros de la pesca. “A-me Padre” podría considerarse una interpretación moderna de algún pasaje del Nuevo Testamento relativo a la vida de Cristo, donde el sinsabor y un reproche sutil pueden constituir la diferencia: “Yo que estuve cerca de tu corazón: lavando cebollas, entreteniendo / cangrejos, pensando en la pérdida definitiva de su religión, / me desvié de la senda de las cabras. / ¡Ah, si supiera qué solo y enfermo me siento a veces!” Un cierre dramático, doloroso y próximo al “Padre, ¿por qué me has abandonado…?”
La poesía de Gómez Migliaro también es un viaje desde la culinaria; en efecto, si el viaje a la semilla es la búsqueda de un espacio y tiempo primordiales, es imposible que esta búsqueda pueda realizarse sin el auxilio de los alimentos, postulado que es corroborado por la presencia de poemas referidos a este tema: “HABER AMADO LA VIDA gastronómica / al desgranar choclos cortar papas buscar azafrán / un país desaparece / de qué se habla sin andes ya hilarantes ya sensación de agua / detrás del restaurante / palitos chinos cubiertos con aceite cubiertos con fideos / cubiertos con carne de cerdo” (2013:19).
La complacencia, la celebración máxime de los alimentos llega con Manantiales que coincide con el arribo del poeta a un espacio mítico, el Valle de Urubamba, a orillas del viejo Huillcamayo donde las figuras de Anacreonte, Virgilio y Arguedas parecen fusionarse en una suerte de tinkuy para una celebración moderna de los alimentos y la agricultura: “Regresa en perspectivas cuando cocinas caiguas rellenas / y el toque de sabor al batir las claras de huevos / y esa partición por donde entra luz, vapor / suavidad de carne y verduras” (2021:25). Esta es la primera gran alusión a la cocina andina pletórica de emociones, de claras de huevos, de luz, vapor y ternezas; toda una síntesis de la caigua rellena, una celebración de altura. Manantiales se halla recargada por una serie de alusiones a la cocina y a los alimentos, también a espacios públicos como los restaurantes: “En el restaurante pedirás ese costillar con papas doradas / o el arroz con pato […] / Pertenecías a esa imagen de satisfacción exacta de la carne / y las bolas de helado y el café” (2021:42). ¿Exquisiteces o exigencias de gourmet? Todo es posible, todo adquiere valor, significación particular. Los espacios y la comida también se hallan asociados a la realización de determinadas actividades, la cocina íntima, el restaurante y la plaza pública, en cada uno de ellos los comensales se conducen de acuerdo a determinadas reglas o maneras de mesa: “El verdadero orden del animal lleva sentido. / La olla canta en un hervor con tripas del cordero / y en el fogón se consumen remordimientos. / Las autoridades bendicen la fiesta y no las distracciones.” (:47). Las alusiones a los alimentos continua, nosotros preferimos detenernos aquí y dejar al lector hacer su propio descubrimiento, coger una máscara (otra figura inquietante) y perderse tras los danzantes en un viaje hacia los tiempos primordiales que, a modo de manantiales inagotables, prosigue otorgándonos la oportunidad de alimentar nuevos viajes.
Duviols, P. 2016. Escritos de historia andina, T I. Javier Flores, César Itier, editores científicos. Lima, Biblioteca Nacional del Perú, Instituto Francés de Estudios Andinos.
Gómez, W. 1995. “Cantos de Toquepala”. Tocapus, Año III, N° 4. Orlando Granda, Willy Gómez Migliaro, Pablo Landeo (editores). Lima.
–– 2003. Nada como los campos, Lima, Hipocampo Editores.
–– 2013a. Construcción civil, Lima, Paracaídas Editores.
–– 2013b. Nuevas batallas, Lima, Arteidea grupo editorial.
–– 2021. Manantiales, Lima, Editorial Ítaca.
Lévi-Strauss, C. 2002. Mitológicas I: Lo crudo y lo cocido (Sexta reimpresión). México, Fondo de Cultura Económica.
www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez
Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com
"Viaje a la semilla" y otras instancias en la poesía de Willy Gómez Migliaro,
a propósito de "Manantiales" (Editorial Ícata, 2021).
Por Pablo Landeo Muñoz