Una imagen sostiene la ilusión del libro Lírico puro (Barnacle, 2024) de Willy Gómez Migliaro (Lima, 1968), publicado originalmente en 2017: la idea conceptual de la respiración.
En el texto habita una lengua que respira, vive por sí misma. El lenguaje, en esa suerte de sístole y diástole, integra y sintetiza la búsqueda del vuelo onírico y la representación del plano de lo factual. En ese impulso poético vital, el poema constituye el espacio simbólico para transitar y experimentar la paradoja de la representación.
Willy Gómez Migliaro
Una suerte de poética del aire, en los términos de Gastón Bachelard, en la que la representación escenifica un proceso interior, un estado lírico puro, y al mismo tiempo permite objetivarlo, traducirlo, interpretarlo en el mundo.
¿Cómo construir, entonces, un comentario acerca de la respiración de esos poemas? En esa paradoja se filtra una dualidad con la que Willy nos invita a ironizar. Hay una ironía en cada uso de las palabras, desde el título mismo de la obra que se sostiene a lo largo de todos los poemas.
La ironía se basa en la distancia entre dos funciones; la imagen de lo real, por un lado, y la de lo irreal, la imaginación y los objetos del mundo interno, por el otro. La representación tensa el arco, y la flecha apunta a quebrar una ilusión de identidad.
Así, los objetos del mundo interno (su representación) y los objetos del mundo externo, su imagen en el lenguaje, se estremecen para producir superficies discursivas porosas y dinámicas: «adentro todo es inclasificable afuera / filos redondos de tarros de leche».
En ese espacio de enunciación quebrado, también las personas gramaticales construyen suertes de puentes flotantes, relacionales. La primera del plural aparece como impersonal, una especie de nosotros en el sentido común de lo consabido. Como en el poema «guardar maletines o tirarlos a la espalda»:
al cargar sabor de res o reptil marcar con hebillas secretos de actos místicos de los recolectores nada salvo expropiar empresas de cueros al recibir la señal de cruces o sonidos de astros afines y el encargo de reunirse con algún dios sabe más dijo dios sabe más y entiende el amor nos sobrevive si hay prosperidad en los mercados elección de las armas gomas de mascar ansiedad de paso rápido nada una explicación de propagar cambio de fe al ofertar en un stand olores de animal.
En la apelación a la segunda persona del singular se manifiesta una distancia, un imperativo que, reforzado con verbos en infinitivo, esa suerte de mandatos implícitos que construyen un espacio verificable, de imágenes que superponen anacronismos y presentes atemporales.
Y el subjuntivo construye el espacio de lo no realizado, el lenguaje desafiando la posibilidad real de existencia y dando entidad a lo que no es pero se nombra:
y la defensa se vista de nutria de caimán en tus zapatos en otro cuerpo en tus carteras desde donde un dios es bueno y oscuro es raro saber cómo funcionan las cosas una utilización puntual propaga si viste tanto saber el signo.
Otra vez la ironía como rescate
El drama se expresa en términos de los procesos de culturización que detienen, inhiben, «contaminan» los vasos comunicantes entre el ser y el hombre.
Con todo, el poema, fragmentario, es el espacio de reparación, de objetivación, una nueva ruptura con materiales verbales del mundo cotidiano que se redimensionan en virtud de un programa poético que es al mismo tiempo una reflexión existencial sobre la lengua en los tránsitos vitales, de clase, de etnia y de mestizaje: «después de un par de líneas / volver negrísimo e inclasificable».
La escenificación del arte en el poema y la función del espacio poético en el mundo contemporáneo, aparece en contraposición al consumo, espectáculos de tatuajes que no pegan en piel negra. Una suerte de ironía sobre esa fracción de conciencia en la que el capitalismo neocolonial o cualquier forma de opresión no puede hacer mella a pesar de todo el dolor y toda la destrucción y todo el miedo con el que se acecha a la experiencia vital.
Esto se pone de manifiesto en «ser feliz cada mañana tras golpes de tambores»:
entre pieles oscuridad vertical jalar multitudes o aire o un descampado canto de amor hacia la constitución primitiva alerta al orden del poder de hacer ruido regocijo y análisis para saber de qué estuvo hecho baqueta estiramiento de cuero y celebración la promesa de plantarse y el deseo de ser el último habrá tiempo en nuestros cambios de producción no tendrá nombre sino algo de ti que empujas con el pie y se prende en la canción de mujeres a ritmo de tambor que llevas y coses con pabilo luego gente pacífica mientras asola un imaginario desenvolver la materia soñadora o volver en paz al escuchar conciertos de jóvenes con sus baterías voltear espectáculos de tatuajes que no pegan en piel negra el don de la paciencia remueve esclavitud incierta de caribe de bajar al diablo y entender el comportamiento de un gusano dijo.
La libertad del lenguaje poético es una libertad que se sostiene en los límites de una sintaxis convencional. Los poemas de Willy caminan en riscos, entre la representación y la elipsis, la evocación y el vacío. Y crean un clima de angustia que aun así construye la posibilidad de un movimiento y en ese no detenerse surge una suerte de vuelo místico, otra vez la ironía como rescate.
Entonces, la existencia se vuelve semblanza desde el guiño lingüístico. El procedimiento provoca y produce un atisbo de lenguaje nuevo, un acento profundo, gutural y entrañable.
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dirigida por Luis Martinez Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com «LÍRICO PURO»: LA POSIBILIDAD REAL DE EXISTENCIA.
Barnacle, 2024, de Willy Gómez Migliaro (Lima, 1968).
Por Magdalena Biota