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El jueves 27 de enero fue presentada en París en los salones de la embajada de Chile en Francia, la edición bilingüe de Séjour & Dérives / Estancia & Derivas (Jean-Pierre Huguet Éditeur, 2010), del poeta chileno Waldo Rojas, residente en Francia. Ante un numeroso público chileno y francés, el evento contó con las intervenciones preliminares del embajador Jorge Edwards y de Michèle Narváez, directora de la colección La Vigogne del sello editor de dicha obra, seguidas de la lectura de una selección de poemas de este libro en versiones castellana y francesa por el poeta Waldo Rojas y el  actor francés Jean Badin respectivamente. La lectura fue precedida de la presentación de la obra de Rojas por el poeta chileno y docente universitario Pedro Araya, cuyo texto integral reproducimos en esta página.

 

 

Laberinto, intemperie

[Presentación de Séjour & Dérives / Estancia y Derivas, de Waldo Rojas.
Algunas notas dispersas, algunas ideas robadas]

Pedro Araya


 

 

 

 

 

1

Waldo Rojas es una figura mayor entre los poetas chilenos –es también un anfitrión de lujo‑. Somos los invitados del poeta y de sus poemas. Don que aceptamos. Abrimos el libro, Deshojar, hojear, lectura: ponemos en movimiento la página para mejor recibir de su parte una posible mirada. Tal es el don, recíproco, que algunas veces poema y lector se conceden mutuamente. Un tal don (poético) requiere una “composición de lugar”, y el lugar por excelencia, el lugar de experiencia de quien lo escribe, no es otro que la lengua misma, su potencia, su puesta en mirada.

2

Hace años, años, que los poemas de Waldo Rojas me acompañan. Hace años que sus Moscas me taladran, hace años que sus Ruinas me hablan en silencio. Sucedía en el Chile que había naufragado en el terror y la desesperanza, pero también el Chile que comenzaba a despertarse de aquella pesadilla. Ya no recuerdo cómo, pero un día los poemas de Waldo comenzaron a acompañarme.

Era El Puente Oculto. Desde el comienzo tenía la impresión de que estos poemas estaban tallados en una materia exigente, en la materia misma de la exigencia que necesitada imponerme para (mejor) leerlos. Esta sensación no ha cesado nunca.

3

Recibí enseguida una grabación (una cassette): era el poeta que hablaba y que leía sus poemas. Leyendo hoy día la presentación de Jaime Concha, no puedo sino recordar el momento en que escuché esta voz y repetir lo que el crítico señala, a saber, que Rojas murmura sus versos “desde la piel hacia el interior de sí, oyéndolos quizás en el interior del laberinto – lugar ínfimo y crucial situado a medio camino entre las sienes y el aire de afuera” (p. 10). El verso amplio y solemne que es el sello de su estilo hace sentir de qué modo el poema se eleva y luego se funde “en el silencio, como un puente de aire que hubiera entrado en vibración tras las sienes” (p. 13).

4

En poesía, ya se sabe, el orden de los factores altera el producto. Esta compilación antológica es la prueba de ello: al operar un desplazamiento de los poemas de sus unidades originales, al reordenar las series precedentes, se armoniza una (nueva) resonancia. Este libro no es sólo un testimonio, el testimonio de la persistencia de más de 40 años en la escritura sino también de los diferentes jalones de una poesía que continúa profundizando su propio “sistema”, como si ella misma impusiera sus propias reglas desde el interior. Encontramos aquí una conciencia cuya escritura despliega, paso a paso, la emanación de su propia forma; la poesía es aquí la persistencia de algunas ideas u obsesiones, una exploración verbal absolutamente consciente de sí misma. Hay un continuum y un movimiento: estancia y derivas; otra carta, una carta otra.

El libro de Waldo nos presenta, desde su título, una idea tan antigua como reciente: no hay otra fijeza que la del cambio, no hay otra estancia que aquella en constante deriva.

5

He aquí una poesía en constante movimiento y que elabora su estancia y sus derivas, que hace emanar sentido a partir de la reflexión lúcida y consciente de sus propios límites, y esto, en torno a cada palabra:

Cosas de la naturaleza que hablaron para nadie,
nuevamente resulta que enmudecen, para vergüenza mía,
con una mudez cuánto más clara.
(«De rerum natura»)

Hay un vaivén constante entre lo que permanece y lo que circula, entre lo que permanece y lo que fluye. “La Calle de los Pasos que se Esfuman”, la calle que huye de su imagen, nos conduce a una deambulación cautiva. Por este hecho, la intemperie es un laberinto.

6

Cada poema es una respuesta al imperio de la realidad, a la “Realidad Dada”, como Waldo gusta decir. Y esta respuesta no en nunca ni gratuita ni fácil. Ella se basa en una idea que marca de modo permanente la escritura y el pensamiento de Rojas, a saber la distancia muchas veces insuperable entre realidad y poesía.

La poesía es algo que tiene lugar en el recinto del lenguaje (…). Enseguida, la poesía entera cabe en el poema y no posee otro espacio que la realidad del mismo El poema es así cada vez su propio modelo, él es su lenguaje”, nos dice el poeta. El poema deviene en sí una singularidad respecto del mundo, y que guarda en su fuero interior los alcances estéticos que el lector deberá explorar.

7

El poeta es un “realista púdico” cuyo principio activo consiste en considerar la noción de realidad no ya como algo dado, como lo des-cubierto absoluto,sino como un sistema de ocultamientos: la naturaleza gusta de ocultarse. La ocultación define de así la manera como el poeta se aproxima al mundo exterior el que, apenas captado, se esconde y huye. Es por esta razón que una de las visiones que vuelve sin cesar es la de la fugacidad de las cosas, bajo la forma de ruinas que parecen hablar del laberinto de la realidad, de la intemperie, pero también la visión del agua: la manera privilegiada que encuentra el tiempo para encarnarse y volverse una presencia desconcertante que se fuga.

8

La pérdida es el hecho consumado del poema, la experiencia a partir de la cual nace la poesía. La pérdida es la razón de ser del lenguaje poético. Pero, ahí adonde hay pérdida, hay proliferación. La pérdida provoca el escurrimiento del lenguaje. Ella pone en movimiento una cascada de palabras que caen como para colmar el foso, ese “hueco en lo real” (como dirá Lacan, el loco de las palabras).

9

Detengo aquí mis derivas, antes de ahogarme. Como repite sin cesar Waldo, el poema sabe más que el poeta. En todo poema encontramos una apertura y una acogida que nos llaman a explorar su posible. He aquí el don que Waldo Rojas nos hace hoy día.

Todo poema, según Paul Celan, sueña con el “misterio de un encuentro”. Los poemas de Waldo Rojas están tendidos hacia un otro, sienten la necesidad de un otro, una necesidad de vis-à-vis. Para responder a su apertura y a su acogida, hay que vivir con ellos, responder a su invitación, a su resplandor. Cada poema necesita del tiempo, el tiempo de un encuentro. ¿Cuánto tiempo? El tiempo de una estancia, el tiempo de derivas. Los poemas de Waldo Rojas apelan a nuestra mirada, para permitirles a su vez a ellos de mirarnos.

Lo que encontramos, son retazos de humanidad, el don de aquel que, como  buen anfitrión, nos invita a degustar nuestra propia condición.

París, 27 de enero de 2011.

 

 

Labyrinthe, Intempérie

[Présentation de Séjour & Dérives, de Waldo Rojas.
Quelques notes éparses, quelques idées volées].

Pedro Araya


 

 

 




1

Waldo Rojas est une figure majeure parmi les poètes chiliens —Il est aussi un amphitryon de luxe—. Nous sommes les invités, du poète et de ses poèmes. Nous acceptons le don. Nous ouvrons le livre. Effeuillement, feuillettement, lecture: nous mettons la page en mouvement pour mieux recevoir d’elle un possible regard. Tel est le don, réciproque, que le poème et le lecteur quelquefois s’accordent l’un à l’autre. Tel don (poétique) nécessite une «composition de lieu», et le lieu par excellence, le lieu d’expérience de celui qui l’écrit, n’est autre que la langue elle-même, sa puissance, sa mise en regard.

2

Cela fait des années, des années que les poèmes de Waldo Rojas m’accompagnent. Cela fait des années que ses Mouches me taraudent, cela fait des années que ses Ruines me parlent en silence. C’était au Chili, le Chili qui avait sombré dans la terreur et le désespoir, mais aussi le Chili qui commençait à se réveiller de ce cauchemar. Je ne me souviens plus comment, mais un jour, les poèmes de Waldo ont commencé à m’accompagner.

C’était El Puente OcultoLe pont caché. Dès le début j’avais l’impression que ces poèmes étaient taillés dans une matière exigeante, dans la matière même de l’exigence qu’il me fallait me donner pour (mieux) les lireñala Cette sensation n’a jamais cessé.

3

Ensuite, j’ai reçu un enregistrement (une cassette): c’était le poète qui parlait et qui lisait ses poèmes. Aujourd’hui, en lisant la présentation de Jaime Concha, je ne peux que me souvenir du moment où j'ai entendu cette voix et répéter ce que le critique signale, à savoir que Rojas murmure ses vers «depuis la peau vers l’intérieur de soi, les entendant peut-être au cœur du labyrinthe – lieu infime et crucial situé à mi-chemin entre les tempes et l’air du dehors» (p. 10). Le vers ample et solennel qui est empreint de son style fait sentir comment le poème s’élève puis fond «dans le silence, comme un pont d’air qui serait entré en vibration derrière les tempes» p. 13).

4

En poésie, on le sait, l’ordre des facteurs altère le résultat. Cette compilation anthologique en est la preuve: en opérant un déplacement des poèmes de leurs unités originales, en réordonnant les séries précédentes, s’harmonise une (nouvelle) résonance. Ce livre n’est pas seulement un témoignage, le témoignage de la persistance de plus de 40 ans dans l’écriture mais aussi des différents jalonnements d’une poésie qui continue à approfondir son propre «système», comme si elle-même imposait ses propres règles depuis l’intérieur. On trouve ici une conscience dont l’écriture déploie, pas à pas, l’émanation de sa propre forme; la poésie est ici la persistance de quelques idées ou obsessions, une exploration verbale absolument consciente d’elle-même. Il y a un continuum et un mouvement: séjour et dérives; une autre carte, une carte autre.

Le livre de Waldo Rojas nous présente, depuis son titre, une idée aussi ancienne que récente: il n’y a pas d’autre fixité que celle du changement, il n’y a pas d’autre séjour que celui en dérive constant

5

Voici une poésie en constant mouvement qui élabore son séjour et ses dérives, qui fait émaner du sens, à partir de la réflexion lucide et consciente de ses propres limites, et cela, autour de chaque mot:

Cosas de la naturaleza que hablaron para nadie,
nuevamente resulta que enmudecen, para vergüenza mía,
con una mudez cuánto más clara.

Voici qu’à ma grande honte elles se taisent à nouveau
les choses de la nature qui dans un mutisme encore plus clair
parlèrent pour personne.

(«De rerum natura»)

Il y a un va-et-vient constant entre ce qui demeure et ce qui court, entre ce qui reste et ce qui coule. «La Calle de los Pasos que se Esfuman», «La Rue des Pas Perdus», la rue qui fuit son image, nous conduit à une «déambulation captive». De ce fait, l’intempérie est un labyrinthe.

6

Chaque poème est une réponse à l’empire de la réalité, à la «Réalité Donnée», comme aime à dire Waldo. Et cette réponse n’est jamais ni gratuite ni facile. Elle se base sur une idée qui marque de façon permanente l’écriture et la pensée de Rojas, à savoir la distance maintes fois insurmontable entre réalité et poésie.

«Le poétique est quelque chose qui a lieu dans le domaine du langage (…). Ensuite, la poésie en entière est [cabe, existe, vit] dans le poème et ne possède d’autre espace que la réalité du même. Le poème est ainsi, à chaque fois, son propre modèle, il est son langage», nous dit le poète. Le poème en soi devient ainsi une singularité par rapport au monde et qui garde dans son for intérieur les portées esthétiques qui le lecteur devra explorer.

7

Le poète est un «réaliste pudique» dont le principe actif consiste à considérer la notion de réalité non plus comme ce qui est donné, ce qui reste à dé-couvrir, mais comme un système de dissimulation: la nature aime s’occulter. L’occultation définit ainsi la manière dont le poète s’approche du monde extérieur qui, à peine saisi, se cache et s’enfuit. C’est pour cette raison que l’une des visions qui revient est celle de la fugacité des choses, sous la forme des ruines qui semblent parler du labyrinthe de la réalité, de l’intempérie, mais aussi la vision de l’eau: la manière privilégiée que le temps trouve pour s’incarner et devenir une présence déconcertante qui fuit.

8

La perte, c’est le fait accompli du poème, l’expérience à partir de laquelle naît la poésie. La perte est la raison d’être du langage poétique. Mais, là où il y a perte, il y a prolifération. La perte provoque l’écoulement du langage. Elle met en mouvement une cascade de mots qui tombent comme pour remplir le fossé, ce «trou dans le réel» (comme dira Lacan, le fou des mots).

9

J’arrête ici mes dérives, avant de me noyer. Comme le répète sans cesse Waldo, le poème sait plus que le poète. Dans tout poème, on trouve une ouverture et un accueil qui nous appellent à explorer son possible. Voilà le don qui nous fait aujourd’hui Waldo Rojas.

Tout poème, selon Paul Celan, rêve du «mystère d’une rencontre». Les poèmes de Waldo Rojas sont tendus vers un autre, éprouvent la nécessité d’un autre, une nécessité de vis-à-vis. Pour répondre à leur ouverture et à leur accueil, il faut vivre avec eux, répondre à leur invitation, à leur lueur. Chaque poème a besoin ainsi du temps, le temps d’une rencontre. Combien de temps? Le temps d’un séjour, le temps des dérives. Les poèmes de Waldo Rojas appellent notre regard, pour les permettre à leur tour de nous regarder.

Ce que l’on trouve, ce sont des bribes d’humanité, le don de celui qui, en bon amphitryon, nous invite à déguster notre propre condition.

Paris, 27 janvier 2011


 

 

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Algunas notas dispersas, algunas ideas robadas].
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