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"Perro del Amor" de Oliver Welden

Por Waldo Rojas
1970

"Perro del Amor", poemas de Oliver Welden. Premio del Concurso Nacional "Luis Tello", organizado por la Sociedad de Escritores de Chile en 1968. Ediciones Tebaida-Mimbre con el auspicio del Departamento de Artes Plásticas de la Universidad de Chile en Antofagasta. Portada e ilustraciones de Guillermo Deisler, programador e impresor de esta edición. Antofagasta, 1970. 48 pp.


Puede que haya pasado demasiado tiempo,
más que el necesario,
pero estimo necesario esperar todavía
el amaine de la resaca
para amarrar mi cuerpo a la roca
semisumergida,
cerrar los ojos y abrir la boca
y esperar, nuevamente,
a que suba la marea.

.. .. .. .. .. . .. ... Oliver Welden

Breve poemario en tres alientos, tres partes explicitadas como tales por los correspondientes subtltulos de "Cadáver con fruta", "De un tiempo a estas partes" y "La manzana del gusano". Tres esferas de fabulación que son otros tantos compartimentos de una especie de medio natural triplificado, donde un poeta joven ha debido -ya en el plano de la vida personal que alll se enuncia- saltar de uno a otro (como de la sartén a las brasas) impelido por la negatividad de un medio acidulado, irrespirable y oscuro, hasta lograr una solución de vida compulsivamente ansiada.

Rehacemos este itinerario a traves de la lectura. El esquema narrativo de los textos, su lenguaje descongestionante de la experiencia que aprisiona, nos entrega cada uno de estos poemas como un elemento de juicio para calibrar la justicia del fervor con que en la tercera parte del libro se testimonia esa "redención por el amor físico", el hallazgo adolescente de la liberación hallada finalmente en el propio cuerpo, a flor de piel, y en el dispendio de ese cuerpo urgido por la tentación del autoeliminamiento, la frustración emotiva, el tedio, el acoso del absurdo, el amor no consumado.

Consiste este "Perro del Amor" en una intención totalizadora. La aprehensión de un cúmulo de experiencia personal validada como tal, legitimada por su desenvoltura difícil y amarga. y que postula la rehabilitación de su personaje poético (poético por literariamente trazado), el cual se objetiva en cada uno de los textos mediante la figuración de su contingencia. Welden ha superado aquí una primera dificultad, la de la dispersión, frecuente en este tipo de poesía, de ese foco de experiencias Y luego, la dificultad del acomodo de esa experiencia a un lenguaje válido, que la amplifique sin agotarla en la ejecución de cada poema y la proyecte en función correlativa hacia los otros. Consigue así armar por yuxtaposición lo que bien pudo ser un solo poema de estructura compleja. Acotemos a este respecto que, pese a la fragmentación, estos veintitrés poemas parecen responder a un programa único de perspectiva más o menos lineal. Por cierto que estas notaciones no hablan de innovación ni formal ni substancial respecto de las soluciones más freuentes en los más nuevos poetas chilenos. Apuntan estos supuestos a una primera fijación de lo que podría constituir el andamiaje inicial de un ámbito que se quiere personalizar. Ponen a prueba la eficacia de una formulación que todavía no se despliega en amplitud, no obstante superar el balbuceo poétiico, ese manoteo impreciso en la flagrancia del influjo, formal o temático, en que a menudo incurren los jóvenes poetas seducidos por las fórmulas ajenas, ya probadas y en vigencia activa.

Los tres segmentos mayores de este libro, señalados anteriormente, incursionan a su vez en ideas tales como la del suicidio -el propio como una tentación voluptuosmente acariciada, y el ajeno como visión reveladora-; el vislumbre de la enfermedad. la decrepitud, la locura; la metahistoria familiar jalonada de frustraciones, deformaciones, sórdidos detalles, y la "praxis" febril del amor sexual. El juego erótico de peripecia esencialmente genital irrumpe en el plano ya abigarrado de estas experiencias negativas y expanda una interioridad constreñida hacia el respiro a grandes bocanadas. Importa, sobre todo. este último aspecto, que es propiamente aquella "perrunidad" del amor que, como en el verso de Neruda, se anida furiosa en el corazón.

Perrunidad también del lenguaje que la patentiza. Lenguaje de "la cosa por su nombre", con instancias tales como la masturbación (solitaria o participada), ya sea como delectación pura, ya sea como un amargor opresivo; el "sacrificio" del coito y el "aquelarre" gozoso de la fiesta sexual, y en el otro extremo, la paternidad frustrada por "tu sagrada menstruación consumando el engaño" o por el aborto, instancia ésta elípticmente entronizada en uno de los poemas. Sobre ellas planea la presencia de un yo mayusculado y autoconmiserativo, ironizador y cínico, amplificada individualidad bajo la cual desaparece la persona de la mujer, puro objeto liberador.

Para el lector familiarizado con la nueva poesía chilena será fácil emparentar esta poesía con las características de una corriente de poetas coetáneos de Welden, y, naturalmente, con la antecedencia inmediata de ellos. Con Hernán Lavín Cerda, Gonzalo Millán, Manuel Silva y, aunque en menor medida, con Omar Lara, comparte Welden las soluciones verbales de comunicación inmediata, la univocación referencial o la patentización de lo figurado poéticamente por encima de la arboladura de las formas multisignificantes. Se articula también esta poesía con la de los otros jóvenes a través de una característica que es ya un tópico superestructural no sólo de la poesía, y que en el caso de dichos poetas se hace cada vez más un "modo generacional": la conciencia del vivir ajenado. Conciencia que es asumida por un lenguaje disruptivo, irrestricto, en una mayoría de casos.

"Perro del Amor" prolonga esta ramificación que, aunque no postula claramente sobre el plano de las formas (bien entendido, no amplía la dimensión de su lenguaje -casi metalenguaje- de virtualidades comunicativas, ni aspira a desmontar en el poema la totalidad del fenómeno verbal, su multidimensionalidad), tiende, eso sí, a autentificar la validez de cierto tipo de experiencia personal, a postular "el hecho en sí" como poseedor de una especie de elocuencia trascendente, limitando ese lenguaje a "vehicular" ese hecho, cuanto más expresamente mejor. Acecha, y muy de cerca, a esta poesía -sobre todo en la vertiente suya más generalizada- el peligro de la convencionalización de sus modos básicos. La rudimentaria armadura formal al servir, justamente, de vehículo de un motivo supuestamente significante, y al desaparecer en esa función, anula las posibilidades de apertura de ese lenguaje, cierra el círculo de su ámbito semántico, congela las potencialidades expresivas que pudo lograr una forma debidamente articulada, y reduce el impulso poético a la narración objetivada, perecedera, librada así su suerte a la anulación de su efecto por la superación vital del motivo o por la repetición de la fórmula.


 

 

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