WALDO ROJAS gravita en la que podría denominarse generación del 60; confluyen en este panorama generacional Gonzalo Millán, Floridor Pérez, Omar Lara, Jaime Quezada, Oliver Welden, Oscar Hahn, Alicia Galaz y otros de tanta o menor importancia poética que cualifican y caracterizan una forma de concebir el quehacer de la poesía, particularizando un punto de vista de tajante desapego a la esquemática tradición lírica de las generaciones anteriores.
Dentro de este contexto, la poesía de Waldo Rojas presenta a su vez los síntomas evidentes de una diferenciación respecto de sus colaterales, que lo individualiza mostrándolo aislado de toda relación o forma en comparación con estos. Surge fácil aquí la inclinación a pretender interpretar su poesía en función de las influencias adquiridas a través de lo que podría ser su formación poético-cultural; nos hace pensar en William Blake, por ejemplo, ese mundo de símbolos en el que la visión satura la razón y la pospone, rechazándola, mundo alucinado del sueño preñado de extrañas imágenes, camino por el que el subconsciente se libera y entrega sus secretos.
Pero no se trata de atribuir a esta interpretación una forma unilateral de definición en la poesía de Waldo Rojas. No. El problema es, que buscando un camino de interpretación, llegamos al punto en que la analogía surge como un puente, como una instrumentación relativa que puede o no puede darnos una clave aunque rudimentaria para acceder a un conocimiento menos superficial.
Queremos acercarnos a la poesía de Waldo Rojas e introducirnos en ella en tanto poeta chileno usufructuario de un contexto bien definido; la poesía asigna a la palabra una función distinta a la que asume en la relación de conocimiento, en la comunicación cotidiana de la existencia, la palabra poética se reduce en cierto modo a si misma, hay en ella un modo de decir intransferible, de equivalencia unilateral en sentido de síntesis, la comunicación que entrega es instantánea, directa, profundamente activa en la incentivación de la sensibilidad del receptor, es quizás esto lo que lleva a ciertos poetas al hermetismo unipersonal de las vivencias recreadas. Lo notamos en Waldo Rojas, su férrea convicción acerca de la finalidad de la palabra poética lo lleva a una actitud de defensa de la atmósfera generada o que debe generar la poesía, se nota en sus poemas ese cuidadoso evitar el riesgo de caer en lo transitorio, de convertir en camino hacia un punto definido el uso del vocablo, su poesía cultivada en la esencia más activa de la ambigüedad, se convierte en nominación “per se” de la objetividad exterior, aquí es el mundo objetivo el medio de que se sirve para señalar el sentido de sus vivencias en ellas se descubren los elementos del paisaje en el momento de la indeterminación, cuando aún no han florecido en un trozo de realidad que ha de transformarlos en esquemas cotidianos:
"Sobre la altura de la terraza
el día se hizo inconsistente a causa del Otoño.
Se vio sin palparlas que las rojas baldosas del suelo abrillantado
gradualmente perdieron la tibieza.
Ahora retiran el vino, recogen la migaja y la ceniza,
el mazo de naipes ingleses, las macetas.
Aunque en otro orden igualmente previsible
sucede que desmontan -al concierto del ocaso-
la Hora del Té de un Día Insubstancial..."
La palabra no es la transitoriedad, pero la capta, siente la inestable ambigüedad del tiempo proponiendo y ocultando una presencia cuya realidad es solo movimiento, o acaso ilusión de una voluntad de los sentidos que quieren mantener la unidad de las cosas en un momento vivido. La palabra nomina, da referencias sobre cosas, libera del vacío y permite que los dueños sean intuidos, no revelados, muestran la estrechez del abismo por el que no se accede a la oscuridad, y allí, flotante en la nada están las cosas los colores, los elementos que conforman una realidad cambiante que elude permanentemente las definiciones. Nos recuerda los tropismos de Nathalie Sarraute: “Lo que intentaba mostrar -dice ella- son ciertos movimientos interiores que me habían atraído durante mucho tiempo... movimientos que se ocultan bajo las apariencias cotidianas e inofensivas de cada instante de nuestras vidas... Estos movimientos de los cuales apenas tenemos noción, nos atraviesan sutilmente en las fronteras de la conciencia bajo la forma de sensaciones indefinibles extremadamente rápidas, se esconden tras nuestros gestos, bajo las palabras que decimos, los sentimientos que manifestamos y sabemos que sentimos y somos capaces de definir”. Algo de esto encontramos en los poemas de Waldo Rojas, una latencia imperceptible de vivencias que están presentes sin descifrar sus objetivos, y de pronto nos entrega el recuerdo, el pasado que se percibe no en un acto de captación hacia la longitud retrospectiva del tiempo, como es común en los denominados poetas láricos, sino en la aprehensión vertical encarnada en imágenes símbolos: "Abuelas otoñales" "Campanas invisibles de alguna catedral" "El que entonces Yo Era".
El poema "Perpetración" es un acercamiento más lúcido hacia un acto vitalmente definitorio de la adolescencia, el despertar de la sexualidad, allí la palabra encarna realmente en el recuerdo y lo trae a flor de piel, pese a que "el recuerdo no redime a nadie de nada". Pero allí está, manifestando una presencia rescatada por la palabra y contenido en una vivencia poéticamente transitable.
En general, en estos poemas el tiempo se deshace en partículas inconsistentes, detenidas sólo mientras dura el hechizo de las palabras unidas solo para mostrar significativas fases de la existencia en que los objetos manifiestan su color, transparentan la luz y las formas muestran la ambigüedad de sus contornos, hechas de movimientos, de cambios, de trasposiciones, pero nunca de permanencia, de finalidades conscientes y eficientes, de realidades definitivas. Lo negativo, a nuestro juicio, de los poemas de Waldo Rojas, es el neoparnasianismo de que están tocados muy profundamente, y lo que de algún modo se hace postulativo en ellos, el perfeccionismo formal, postulado así, en este contexto, nos parece inadecuado en un sentido general, por cuanto está destinado a encerrarse un poco en si mismo, a evitar un medio directo de comunicación con lo más importante del momento, la existencia social del hombre, gestor histórico de la transformación de la sociedad. La poesía es un irreemplazable medio de comunicación humana, su transformación formal esta ligada férreamente a las profundas transformaciones culturales y sociales de los pueblos.
La poesía de Waldo Rojas es relevante sin embargo, rinde tributo a un perfeccionamismo formal que conspira contra su vigencia y la constituye en un objeto para elites, de muy difícil irradiación, por ello no pretendemos macularla, por el contrario, la consideramos una excelente prueba de su capacidad poética, realizada con rigor artesanal; consignamos únicamente el riesgo de su dificultosa proyección hacia sectores amplios de la comunidad; quizás en el fondo tampoco sea este el destino de la poesía en el actual momento de Chile y Latinoamérica.
www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com "Cielorraso" de Waldo Rojas
Santiago, Eds. Letras, 1971. 42 paginas
Por Manuel Espinoza Orellana
Publicado en La Nación, 8 de julio de 1973