Waldo Rojas: Poesía de Waldo Rojas, el puente oculto con la realidad, por Omar Lara, en La Nación. 15 de Octubre de 1972.


Waldo Rojas
 
 







Poesía de Waldo Rojas
El Puente oculto con la realidad

Por Omar Lara
Publicado en La Nación. Santiago de Chile, 15 de Octubre de 1972.



La cuidadosa elusión del sentimentalismo, de la intimidad cotidiana, pretensión buscada y amada por los parnasianos, no es idea abusiva si se quiere iniciar de algún modo, una opinión sobre la poesía de Waldo Rojas. Poesía por construcción y su intenso, amplio mundo referencial, arisca a una interpretación fácil, no relacionable tal vez con ninguna poesía escrita por poetas compañeros de "generación" de Rojas, en nuestro país.

CIELORRASO (1) Responde cabalmente a lo que el propio Rojas postula: "un mundo específico", "no mediatizador ni conductor de otra cosa que del fenómeno propiamente poético".

Y (2) Baudelaire había escrito: "La poesía... no tiene más objetivo que sí misma... La poesía no se puede asimilar, bajo pena de muerte, a la ciencia ni a la moral. Su objeto no es la verdad, sino Ella solo... La pasión es algo natural, demasiado natural, incluso, que introduce un tono hiriente, que desafina en el dominio de la pura belleza..."

A alguien esperan las sillas de este sueño
en las gomosidades de panal de la duermevela.
Alguien tendría que ocupar su lugar en la mesa,
al fondo de la sala,
aparejada como para el banquete al que el Anfitrión invita
con el mejor gesto de su cara desconocida.
.................................................................. (Pág. 11)

A través del paisaje que Rojas nos va develando (profuso en objetos: sillas, mesas, platos vacíos, botellas, paneras, ventanas, muebles) va desplazándose y desarrollándose una realidad densa, gomosa, pegajosa, una vigilia sofocante, maligna, inquietante. El ser humano ha experimentado una suerte de congelación, se ha objetivizado, resistiéndose a una vinculación afectiva.

El libro está concebido, dice Rojas, "como una especie de obra en el sentido medieval, más que un collar de poemas que se prolonga por el extremo sin sentido, mi poesía, es un crecimiento, cada poema es un grado y un crecimiento de algo que sólo tiene sentido como total".

Rojas, no es, ciertamente, un esclavo del "vil músculo nocivo al grande y puro arte", del que abominaba Carducci. Huyendo de la fatigada propensión al exhibicionismo sentimental - personal; intensamente dispuesto a conferirle plenitud a su poesía, el autor de Cielorraso se hunde en la descripción de figuras y planos sucesivos, recurre a una terminología ritual, a referencias míticas, formalmente reiterada con una mayúsculización abundante y son el Anfitrión, el Dormido, el Cuerpo, la Casa de los Limoneros, el Ariete, el Embriagado, el Enemigo, el Anciano Señor de Toda Luz, los Recién Desposados, el Orden Inmanente, el Antiguo Jardín, El que Entonces yo Era, la Estación del Festín. Etc. Realidades psicológicas que se cargan de expresividad. Elementos conformadores y caracterizadores, junto a la obsesiva referencia a objetos, del complejo e inquietante paisaje rojiano, de este "crecimiento" de que habla Rojas.

En Cielorraso no hay anécdota, no hay historia evidente. Sin trasgredir las anteriores afirmaciones del poeta, resulta interesante advertir la autosuficiencia de sentido que observan, no ya los poemas en sí, sino incluso muchos versos:

Tras los brillantes conos de los focos eléctricos
sigue el automóvil por el surco que ellos trazan
...................................................................................... (pág. 38)
Lo que el tiempo mide lo ignoran estas sombras
Ojos como ventanas. Ventanas que son alegorías
.......................................................................................(pág. 16)
Sobre la altura de la terraza
el día se hizo inconsistente a causa del Otoño.
....................................................................................... (pág. 22)

Es claro, el puente con la "vida inmediata" no está cortado. La poesía de Cielorraso es un atendible afán de abstraerse de un autobiografismo elegiáco, del facilismo formal, de la prédica insustancial. La "humanidad" en ella es un elemento que se exige más al lector que al poema, es una vertiente subterránea, ocultada con ferocidad por el plano referencial erudito y por la elaboración implacable del verso. Pero ahí están esos objetos, plenos de secreta historia, llagados por el Hombre. Lo sensorial es, entonces una posibilidad que el poeta no se preocupa (y no le interesa) por hacer asequible. Terreno poco transitado, horizonte que el cielo raso (¿el cielo limpio?) acomoda según lo dispone el poeta.

Lo suyo es el desorden de las horas, la fecha que vivimos y no vive
tensa noche de un perro guardián.
...................................................................................... (pág. 13)

Y está el tecnicismo verbal, el perfeccionamiento, el fulgor y el placer de las palabras concebidas en una totalidad significado-significante.

Saltan las aldabas del salón aterrador,
astillado el mármol del tieso cortinaje y al
conjuro del hierro craqueteado, astillase asimismo
toda cosa de madera
...................................................................................... (pág. 12)

He encontrado en poemas de Cielorraso ejemplos espléndidos en su belleza fónica, tanto que en una primera lectura el lector queda absorto en el juego grato, sabio y novedoso.

Frescas musgosidades revienen los dinteles
...................................................................................... (pág. 13)

Un poema escapa tal vez a las formas puras y opresivas, del recuerdo, a las contradiccines íntimas adivinables en Cielorraso. Pienso en La Perpetración, poema extraño al libro, en cierto modo, concebido cerca de la pieza oscura que habitara Lihn.

Mal está que te haya olvidado, Rosa Inés.
El recuerdo no redime a nadie de nada.
Los ávidos adolescentes que fuimos rondábamos tu cuarto
en el patio de las criadas.
El sexo un vértigo abismante, oscuridad de oscuridades
.......................................................................................... (pág 32)

La historia, en fin, traumática, espesa, trivial y reconocible de la experiencia sexual en "los adolescentes que fuimos".

 

 




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Notas:

(1)
-ROJAS, Waldo. Cielorraso. Santiago, Ediciones Letras, 1971
(2) - Declaraciones en La Nación, 17 de octubre de 1971. Comentario de Luis Iñigo M.


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Fotografía superior de Jorge Aravena Llanca

 

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