WALDO ROJAS
 
 


Cielorraso
(1971)

Ediciones Letras
Santiago de Chile 1971


 

El grito

"Quién es el que permite que estos viejos
caballeros ronden en nuestros sueños."
FRANZ KAFKA

A alguien esperan las sillas de este sueño
en las gomosidades de panal de la duermevela.
Alguien tendría que ocupar su lugar en la mesa, al fondo de la sala,
aparejada como para el banquete al que el Anfitrión invita
con el mejor gesto de su cara desconocida.

Insiste el convite de la mano, impulsa más bien, empuja
hacia unos platos vacíos, las botellas transparentes,
el barniz de las paneras.

Si no para el que sueña,
................... ¿para quién el gracioso ofrecimiento de la nada
que relumbra al centro de esas viandas?

Pero la muda invitación -mueca vacía- así se vuelve acoso.
Trábase en el gesto la defensa del Dormido,
atáscase en la voz que muy lenta se reflota
y profiere en su boca un torpe agitarse de cadenas.

Estalla mudo entonces el aldabonazo de su grito,
brinca a la ventana del tul flotante a merced del oleaje de su eco.
Saltan las aldabas del salón aterrador,
astillado el mármol del tieso cortinaje, y al conjuro del hierro
craqueteado
astíllase asimismo toda cosa de madera.

El hollejo del gesto invitante logra el suelo,
en tanto el polvo de los muebles y los zócalos
desciende,
como cruza la profundidad el ahogado.
Limpio el grito se abre paso
y lo están oyendo ahora el dormido y su consorte
en medio del loco agitarse de las sábanas:

............................................................. ¡Qué hay! ¡qué hay!

 

Visitar a los enfermos


La abrumadora mayoría de sus sensaciones está diciendo lo suyo.
Y a su turno, lo suyo es ese cuerpo rígido como un icono
del que fluyen y confluyen, gota a gota, aire y sangre,
sangre y aire.
Lo suyo es el desorden de las horas, la fecha que vivimos y no vive,
tensa noche de un perro guardián.
Cerraron la casa de los naranjos y los limoneros.
Frescas musgosidades revienen los dinteles.
¿Veremos al Cuerpo erguirse entre los suyos, abominar
del guiso de la noche, aterrorizar con insultos al cochero?
Las palabras que me guardo serán lo que sucede:
pregunta el pobre cuerpo en cada mueca, y a cada temblor de las frazadas
aferra y suelta como un profeta el báculo tribal.

"La mano, dame la mano..." es lo que calla y adivino,
y lo que coge es el veredicto de un brazo que se niega.
Un florero abigarrado hiende el blancor reinante.
Se desentiende del ambiente un rezumarse de rosas.
Silencio, piden voces.
Nadie hable, por favor. Parece que rezara.

Y piensa el Cuerpo:

..... Habrá quedado sola la Casa de los Limoneros.
..... Ya oigo crujir las gruesas puertas, saltar
..... españoletas y aldabones a la premura del hierro.
..... Silenciarán al perro a golpes de cadena,
..... se llevarán sólo monedas en desuso,
..... un botín de recuerdos de familia.

Aire enrarecido se respira a la hora en que el batir de la puerta
ha acallado los rumores.
Negro de humo y aceite mezclados a la brisa del trébol invernal.
Se hacen blandos los muros como almohadas,
y empavonado de lechosidad
se aquieta el vidrio grumoso de la puerta del cancel.
El Cuerpo es aun alguien a quien algo sucede, aunque sólo en lontananza
de sus fuerzas.

No podría negarse a los signos salvadores.

El Enfermo está abrazándose a las estatuas heladas.

 

Una noche del príncipe

A Germán Marín

La fuerza del cerrojo en los entrepaños de la puerta
y el incierto ascender de madera caminada en la escalera.
De por medio, un mundo de fuerzas reversibles.
La atención del ojo bloquea la conocida oscuridad.
En un sentido aún más sinuoso,
.......... prolonga el oído resonante presagio.
A un momento de neutralidad de dudosa energía,
.......... equilibrio de fuerzas se establece en el centro.
Esto es,
.......... la estabilidad vacilante del poder del tiempo
.......... mantenido a raya,
.......... un entreaguas pulsante,
entre el dato exterior de los sentidos y su escritura
.......... en la tabla rasa,
y el poder de agostada fuerza con que el sueño y sus figuraciones
.......... defiende la diezmada fortaleza
.......... reducida ahora al atalaya y las almenas,
.......... al nerviosamente transitado patio de la cisterna,
estremecida la dotación de sus guardianes
.......... a cada golpe pasmoso, ritmado, relojero,
del poderosamente impulsado Ariete.



 

 
 

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