Hay un retrato de infancia, un comedor oscuro, un dibujo hecho con torpeza. Si bien recuerdo, y no me falla la memoria, el espíritu hecho jirones pulía un marco de madera. ¡Ése! Ése en rigor era su único trabajo, ser un pedazo de madera «gracioso», reflejando el fuego de la casa, que era el fogón de la cocina. La metafísica de los objetos del hogar yace aquí, en este retrato. Se toca a la puerta de la casa, y afuera el camino conduce al mundo, a un puente, a un río; adentro de esta casa los caminos conducen a la afección del tiempo, y hay un jardín. ¡Dios mío! La llama de una vela es una laguna en el jardín incandescente donde una niña yace como Narciso, panza abajo, mirando y admirando lo bello y lo oscuro de la infancia, que será para siempre, de algún modo, un epitafio.
Mi abuela acuña nombres en un libro grande: es un trabajo privado. Luego mira maravillada la profundidad del espacio celeste, y comprende lo tremendo del asunto. Se envuelve en su chal y guarda silencio; las polillas, debido a la luminosidad y brillantez de la tela, se estrellan contra ella, también en silencio. Mi abuela enmudece y comprende lo tremendo del asunto. Cavila, y yo escucho cómo mi abuela enmudece doblemente su silencio. Luego, aborda un viejo automóvil que la llevará al centro de la ciudad. Mi abuela me mira, y comprende lo tremendo del asunto. Luego, el automóvil ahuyenta a unos perros de pelaje rizado a causa del aliento húmedo de la neblina.
Todo lo que fui se desvaneció. Todo lo que fui es tan sólo un espejismo. Todo lo que fui se desvaneció: estoy triste. Mas, ¿quién velará todo el tiempo que yo duerma? Sé que temo al castigo, sé que amo a mis hijos, sé que no he causado destrucción. Pepe, la gente buena se sostiene a sí misma, y el mundo de los dioses no es perturbador. Sólo serán un rastro para no asustarme; serán una hilera de casas en una aldea dormida. No temas, no te preocupes, encontraré la flor, y seré atendida. Llevaré en las alforjas agua, algo de pan y una pila de leña para el camino solo.
Todo tiene su secreto, su raíz blanca o su raíz negra, colores que no hacen falta para construir un arco iris. Sin embargo, algo no marcha en nosotros. Esto es lo mismo que decir «algo no marcha en el universo», porque no existe la forma verbal (aunque el tiempo exista) que resuma el tiempo viviente que somos y no somos; y ya se sabe que el silencio y la mentira no hacen girar el mundo. Tampoco tenemos la certeza de que el mundo gira con la verdad. La cadena cruza y gira y sigue, la lámpara brilla, una muchacha se despreocupa y abraza a su muchacho. Yo me llamo Ximena, la cadena cruza y gira y sigue.
Todos los versos conllevan una pregunta. Entonces, pregúntate tú, Pepe, por qué la naturaleza creó por cortesía la levedad en un santuario rocoso, por qué la roca se convierte en llanura, y serpentea a los vientos, a todo viento. Atrévete a imaginar: porque aquí volarás por encima de las plantas, por encima de las cabezas, por encima de cualquier ángel. Pero no olvides que la poderosa madre ríe espiándote, pronta a reducir a polvo vuestra obra completa.
Y ya se sabe que mis tíos no son ingenuos. Son cazadores. Y cuando cazan, dejan en el bosque una carnada para que así se manifieste la presa en lo más apacible, en lo más elemental. Mis tíos no son ingenuos, y saben que de esta manera se manifiesta un misterio que comprenden. Por eso, sostienen una serie de secretos que guardarán como un tesoro. Claro está que en sus cacerías mis tíos nunca encontrarán plenitud en el instante preciso de la muerte.
a Gabriela Mistral
Cosa valiosa ésta la de pasar por el corredor a pie pelado y mirar un envoltorio de cigarros tirado debajo del mueble de los libros. Toda la habitación me llamó a recordar aquello que la habitación recuerda: al vaciarse, toda agua será deslumbramiento. La palabra suena en mi boca, y todos los objetos del entorno dan testimonio en la penumbra que viene al caer la tarde. La Mistral vino una vez esta semana, y dos veces la semana pasada. Luego, las cuartillas de versos en mis rodillas posé, y extendí las manos hacia la templanza de la estufa porque tenía frío, y así quedé mirando la penumbra. Un instante después cubrí mi rostro con mis manos, y ella fabuló la caída originaria. Esto me llenó de inclemencias, ya que no es fácil escuchar la fabulación perturbadora que se presentó así; sin duda, ella la dejó caer como un cristal que me despertó sobresaltada, y no valió olvidarla como un mal pensamiento.
Tu cuerpo desnudo es toda mi conquista metafísica, tu vientre abultado es el lugar de tu cuerpo que llegó del cielo a seducir mi corazón; mas otros lugares de tu cuerpo hay que también me sedujeron. Y éstos son tus ojos de ratón que han llegado a ver la soledad; y de pronto, en pleno rostro, tus encías, tus no dientes que han llegado a ser, por su ausencia, como dioses vivientes en la tierra.
Quien no comprenda una mirada
no comprenderá una larga explicación
Lo que conseguí comprender entonces, tratábase de la memoria, tratábase de esa cara del mundo que me abandona a veces. Tratatábase de mi remedo y de mi simulacro, de esa existencia borrada, de esa imagen primordial de la creación, o del mundo que continuará fluyendo indestructible. Mas el olvido, ese desplazamiento, fue para mí algo incomprensible, un abismo enorme, algo oscuro y algo más primigenio a Dios, algo mucho más lejano a El que el mero sufrimiento por una acción determinada en el antiguo paraíso.
Comprender la naturaleza de las cosas, la fuerza de una separación universal, comprender un error que resulta impenetrable, me llenaba de dolor. Entonces, me di cuenta que no comprendía, y al no comprender yo no estimaba. Seguramente deben ser buenas las cosas, seguramente el universo no es un absoluto, seguramente el camino del sol resulta ser la experiencia de un sueño impenetrable.
La palabra late y se desgaja en sus letras, en su sonido y después en su vacío. Esto, lejos de ser una manera ancestral de iluminar la noche negra como boca de lobo, es más bien una manera de declamar la noche negra como boca de lobo. Luego, a paso seguido, asociamos la noche negra con la boca del lobo, y esto no determina nada, no implica nada: es sólo una manera más, una pobre manera más de nombrar la noche y el silencio que acecha como boca de lobo. Sin duda, la noche sucede en un paisaje con casas que guarecen de la tormenta que cae rauda y persistente. Mas son paisajes, son casas que se muestran como algo complementario desde donde alguien habla.
Sabemos que los paisajes y las casas tienen un prestigio en toda cultura; nos muestran sus hechizantes dones. Sabemos que la belleza del paisaje y los muros y el color de las casas obviamente son la cara conocida de una necesidad, desde donde ya instalados hablamos de un enigma buscando una solución. Luego, mucho después, cuando los participantes hemos olvidado la tormenta y a los otros participantes, y se han esfumado en la memoria las conversaciones en el interior de la casa, que iluminaron el paisaje como un día de fiesta, nos encontramos con la siguiente situación. Estamos imposibilitados, pero sabemos cómo las flores se aferran a la tierra en una difusa primavera.
Luego, mucho después, el silencio se confundirá con una página en blanco, se confundirá con un espacio sin límites, y frente a este horror alguien insospechado nos cantará una canción de cuna.
www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com De "Una noche sucede en el paisaje"
Ediciones Hormiga, 2006
Poesía de Ximena Rivera