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Zurdos. Última Poesía Latinoamericana
Yanko González y Pedro Araya. Bartleby Editores / Madrid.

Marta Sanz
La Estafeta del Viento. Revista de Poesía de la Casa América (Madrid) N. 7 y 8, pp. 151-153

 

Esta recopilación antológica constituye un punto de referencia para cualquier lector interesado en familiarizarse con algunas de las líneas poéticas que recorren, en la actualidad, América Latina. Poetas chilenos, venezolanos, colombianos, argentinos, costarricenses, mexicanos, peruanos, cubanos, uruguayos, ecuatorianos... nacidos en su mayoría en los 60, integran un vasto repertorio de voces plurales y, a la vez, entroncadas en una raíz común que inspira, precisamente, la antología: la raíz de lo izquierdo, de lo torcido. La vocación de romper las fibras de los discursos hegemónicos –en poesía y en política simultánea e inevitablemente– es el criterio básico para la selección de poetas y de textos. Yanko González y Pedro Araya –poetas lúcidos, que no iluminados, y sensibles antólogos–, así lo manifiestan en la introducción:

“Confesión de mano siniestra: hay un ojo y dedo izquierdo que dota de sentido a todo esto. Ya se sabe: zurdos (skaios, mancini, gaucher, Linkisch, left-handed), construcción de larg o s lustros. Anormales, frente a lo que se asume “natural”. Obtusos, de mal augurio, de torcido, de extranjero, de torpe, de lo sucio y defectuoso.” En el impulso mestizo e interlingüístico del proyecto, se perciben algunas de las preocupaciones que vinculan la poesía, escrita en castellano, a un lado y otro del océano: una voluntad rehumanizadora que pasa por la desacralización de la palabra poética y la desmitificación de la figura colosal del autor, en el contexto de campos literarios, cada vez más condicionados por las exigencias de un mercado editorial, para el que las mitomanías y las metamorfosis de escritores en personajes son una rentable estrategia de publicitación. Para los poetas de Zurdos, la rehumanización pasa tanto por el sustrato ideológico que desencadena los textos, como por la voz y la enunciación del poema.

Pasa, a veces, por desviar o generar interferencias en la propia direccionalidad del proceso lector, como es el caso de las propuestas de Juan Carlos Ramiro Quiroga. Las zurdas y los zurdos reflexionan sobre la poesía desde el lugar del poema, desde las decisiones que se toman para escribirlo y escribiéndolo, ante la convicción, quizás, de que todo poema es un metapoema y cualquier explicitación de lo poético en los límites del texto resulta una redundancia. Sergio Parra, como excepción, manifiesta abiertamente “pero escribir en general es esconder” –lo cual no deja de ser una afirmación inquietante–; el mismo Parra habla a través de la voz de un cínico poeta, papá de un niño esperanzado, pese a que el papá sea de ésos que no aparecerán nunca en los libros de texto...

Los Zurdos arremeten contra las formas mutantes del establishment cultural, ya sea de una manera explícita y declarativa, ya sea a través de la incorporación de procedimientos retóricos, deudores de las vanguardias que, dificultando la legibilidad del texto –que no su inteligibilidad–, perturban –que no imposibilitan–, la relación poetalector. No se va a entrar aquí en la cuestión de si las vanguardias se exhiben en los estantes de los supermercados; de si ya se han convertido en un código clásico bendecido por las academias; o de si el experimentalismo de la vanguardia desequilibra la relación fondo-forma, haciendo del lenguaje un objeto de culto. Quizás exista un reproche implícito al consumidor cultural aburguesado que engorda un mercado decadente: para los Zurdos, el filo de la incomodidad, que resulta de la pretensión de ser molesto, es una posición, ideológica y artística, consecuente frente a un mundo con el que se entra en conflicto, desde una perspectiva psicológica –existencial– e ideológica, lírica y épica: “Que se suicide la poetita de mierda” escribe Malú Urriola. La consigna de Urriola refleja una mirada en rebeldía contra la realidad, que procura meterle minuciosamente el dedo en el ojo al lector y a ciertos referentes de la poesía canónica contemporánea (las tristezas suicidas de Sylvia Plath o de Anne Sexton...) y que, al mismo tiempo, reniega de la poesía como fórmula para la autocomplacencia. Malú Urriola también se mete el dedo en el ojo a sí misma. La mirada negra y la voz malhablada de esta poeta, nacida en Chile, representan el lugar desde el que una gran parte de estos zurdos escriben. Un lugar que es el mismo – el de la depauperación, la injusticia y la crisis–, pese a que se hable desde la Suiza de Latino América o desde los ranchitos de la salvaje periferia bonaerense. La globalización genera formas de homogeneización violentas que cristalizan en un lenguaje violento, seña de identidad de estos autores. Un lugar, desde el que, como es habitual, lo primero que se deconstruye es la propia tradición: Borges, Cortázar, Vallejo. Sobre el segundo escribe de nuevo Sergio Parra, a través de la voz de La manoseada: “Canto de memoria los temas de Julio Iglesias. / Leo a Cortázar”: no cabe mayor crueldad que colocar ciertas cosas dentro del mismo saco; lejos de rehabilitar la figura del cantante, se fuerza una lectura de Cortázar desde la coordenada interpretativa de cierta cursilería popular de prestigio... Todos y cada uno de los zurdos y de las zurdas tienen interés.

Sin embargo, parece de justicia subrayar algunos descubrimientos, a parte de los ya mencionados Quiroga, Parra y Urriola: Rocío Silva, y su imaginario femenino y obeso, su concepto sórdido y suicida de la autoestima; el ecuatoriano Edwin Madrid, y “Una teoría”, poema divertido y antropológicamente riguroso, sobre el culebrón interracial de América Latina; Jorge Eugenio Sánchez, y su malditismo actualizado; Arturo Gutiérrez Plaza, que traza un plano solitario de la cotidianidad, la incomunicación y la extrañeza, con un lenguaje cauto y eficaz; Lalo Barrubia y su enunciación reivindicativa y rapera; León Félix Batista, con sus poemas a un erotismo que consume y a un consumo que erotiza; Fabián Casas, poeta de hallazgos sencillos, pero intensos, sobre los misterios de la intimidad; Romina Freschi, que construye con mayúsculas un cuento de guerra y de odios, en el que lo infantil y lo educativo se presentan en su faceta más inclemente; los tumores malignos debajo del lunar que se esconden en cada verso del costarricense Luis Chaves; Washington Cucurto y el retrato de una Argentina empobrecida y pandillera en Zelarayán... En definitiva, Zurdos es una recopilación, enormemente informativa, sobre el tipo de poesía barroca, iconoclasta, corrosiva, paródica, sucia, intimista, barriobajera, narrativa, coloquial y jergal, erótica, mortuoria, radical y manifestante, que se escribe en la América Latina del siglo XXI. Una poesía que atiende a su espacio y a su tiempo: a su Historia y a sus historias. Ahora sólo resta que cada curioso lector encuentre las voces que le sean más ingratas, afines, arriesgadas, comprometidas, lúcidas, filosas, urticantes o esperanzadas. Y que cada uno apechugue con lo que le pide a los poemas que lee.

 

 

 

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