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Qué ves, Qué ves Cuando me ves

Entrevista a Yanko González
(publicada en el primer número de la Revista 101 Matadero Abril-Mayo 2000)
Por Equipo Revista Matadero



- González, nos vemos obligados a realizarte la manida pregunta sobre tus comienzos...

— A ver... Estoy hastiado que me traten como a un compañero de curso o un recluta. Cómo es posible que te refieras a mí como "González". Es como si los poetas estuviéramos en un curso, en el tercero h, dentro del "Liceo Chile" y nos identificáramos con los apellidos: el Lihn, el Teillier, el Rojas... Este afán, de por sí competitivo, de mandar a nuestro padre delante de nosotros para que nos resguarde y tratarnos como en la escuela, donde hay tarados y aplicados, desordenados y empeñosos; esa suerte de neutralidad valorativa a la que accedemos con nombrarnos así. Creo que me conoces más de dos palabras para dejar de decirme "González"...

- Estás un poco paranoico, lo que me interesa no es el cómo te llamen, sino cuáles son tus comienzos en el oficio.
— Y a mí me interesa que cuando alguien me pida la opinión por algo se refiera a mí por mi nombre, es decir, como quiero que me identifiquen, porque so pretexto de pedirte una opinión te puedo decir "patán de mierda", lo que conseguiría tu nula colaboración. Es lo que se llama empatía y se debe recordar siempre que es más difícil preguntar que responder y recordar que el que pregunta ejerce una cierto tipo de violencia simbólica que debe recompensarse con cierta obsecuencia como, por ejemplo, averiguar cómo el entrevistado se autoidentifica.

- Qué lío... Parece que con tu actitud no avanzaremos nada...
— No estás obligado a entrevistarme y yo a responderte. Sin embargo, quiero colaborar, pero tú no puedes ser un déspota que, al darme un espacio, me cobras tratándome como yo no quiero. E insistes después de corregirte en aquello, como si yo fuera un mojón. No entiendes, sólo quiero reparar en cuestiones tan básicas como mi identidad. En mi caso, el nombre que aparece en mi carnet coincide con el que me identifico: Yanko.

- Ok. "yanko gonzález". Pero te recuerdo que esto no es un debate sobre cómo se debe entrevistar, ésa es una de mis libertades, como también la que tú tienes al ser entrevistado. Conozco tus derechos. ¿ok? Bien. Yanko, ¿Podrías respondernos la primera pregunta?
— Encantado. ¿Cuál era?

Nunca Conocí a Teillier, Así es que Ven,
Mi Vida No Fue Inútil Después de Todo

- Sobre tu formación inicial...
— Ah¡ Claro. Esto lo he llamado "luxaciones", es decir, fracturas, mellas que me ha dejado la vida y la lectura y que me han permitido escribir un par de poemas correctos, o al menos, flotar. En este sentido, los que me han quebrado han sido varios. Empezando por la autoflajelación. Levante la mano aquel a quien nadie lo ha mellado, aún de refilón, en el pliegue de una pestaña, en la textura de la yema del bárbaro y su esquina, en las banderas multicolores del Larousse Ilustré, en el glosario de los libros de De Rohka. Para qué decir los esguinces que deja Lorca en "voces de muerte sonaron cerca del guadalquivir" y las patadas en la entrepierna que te propina Corso al ofrecer matrimonio. Por cierto que vienen en callejón oscuro, en camotera.

Mi padre trabajaba en la editorial universitaria como transportista y para el golpe le hicieron llevar al quemadero una carga repleta de libros "subversivos" que, por maña, fueron a parar en un cuarto semiclandestino al fondo de mi casa. Toda la colección Cormorán de la Editorial Universitaria, dirigida por Pedro Lastra, puesta en aleatorias posiciones adentro de un estante añejo, topándose las nalgas con una yanta de camión quebrada y una tremenda llave inglesa. Entre grasa y tuercas, salía Yaguar fiesta del antropólogo y narrador José María Arguedas, Para leer al pato Donald, del entonces sociólogo Ariel Dorfman y Armand Mattelard, Canciones Rusas de Parra Nicanor; La musiquilla de las pobres esferas, de Lihn Enrique, La jugada del sexto día, de Marta Traba, La dificil juventud, del gran Claudio Giaconi, Excesos del inimitable Mauricio Wacquez. Fuera de colección, pero impreso en 1972 en la editorial universitaria, se posaba en aquel estante, el primer libro de poesía "moderna" que leí, entrado los 12 años: Los Buenos días de Omar Lara. Ya entonces me preguntaba por las causas de la exclusión de las bodegas de la editorial universitaria de ese libro de Omar... Hasta que reparé en su primer poema, titulado "fotografía", que comienza: "ése, el que está sentado debajo de la barbilla de Lenin, ése soy yo (...)". Bien, ese libro de Lara fue vital para mí. Lo tenía cerca de mi cama y me obsesionaba el rito de abrirlo una y otra vez para intentar descifrar sus raros versos, hasta que me aburría y lo cerraba. Lo habré abierto y vuelto a cerrar unas siete mil trescientas veces, y me dejaba el mismo rictus de angustia que te coloca lo ininteligible. Pero lo volvía a abrir. No entendía cómo eso podía llamarse poesía, no sólo porque no rimaba y no trataba "del amor", sino porque no decía en ninguna parte que aquello era poesía. Años más tarde, en el Internado Nacional Barros Arana, para una prueba de construcción poética exigida por mi profesora de castellano -discípula y ex alumna del poeta Andrés Sabella-, repliqué algunos textos de Los Buenos días, lo que dio como resultado un inmisericorde "guan"aco.

Pero las fracturas no se detuvieron y cada vez tenía más yeso y vendas sujetándome los huesos. Además, nunca dudé que aquello era el único deporte en el que tenía patas, por tanto, me entrenaba cabeceando las paredes y doblándome los dedos. Supe la historia de Nicanor en mi colegio, el grupo que tenía con Jorge Millas, Oyarzún y el pinto Pedraza, su cuento "un gato en el camino" o algo así. Pero me detuve en Jenaro Prieto, sobre todo en Prieto.

- Pero no creo que sólo esas lecturas te hayan ayudado a escribir Metales Pesados...
— Después vinieron otras lecturas, cuentos científico-realistas maravillosos como "Los conceptos elementales del materialismo histórico" de Marta Harnecker, "Qué hacer" de Vladimir Ilich Ulianov; "Formaciones ecónomicas precapitalistas" de C. Marx y E. Hobsbawm, entre otros. Hasta que llegó la ficción nuevamente a ocupar con escozor la retina. Cuando salí del Internado no sabía qué hacer y volví al mentado libro de Lenin. Nada. Después de estar en una cápsula, no se sabe que hacer. Salir y ver la quinta a-normal y mirar hacia el frente y ver Matucana y más arriba Estación Central y sentirse un peo en un canasto. Salí de la inmundicia y llegué a Valdivia a encontrar aquella quinta normal y los jardines interiores del Internado. La Mesopotamia Chilena tenía más: mar, lagos, ríos y lluvia. Me invitaron a un recital de un poeta valdiviano casi recién llegado del exilio, un tal ¡¡Omar Lara!! Yo lo sentía muerto o al menos muy viejo. Llegué a la sala El Círculo de la universidad y allí estaba Omar, bajo, regordete, muy joven para la imaginación de mi lectura. Me afané en la reconstrucción histórica oral de ese momento en Valdivia hasta llegar a la década de los 80'. Era una forma de conocer a los que hicieron un trabajo antes y mucho mejor que el que recién comenzaba a hacer. Seguí conociendo personajes hasta llegar a Jorge Torres, con el cual hice un taller de poesía. Él me acortó muchos caminos en cuanto a lecturas, pero sobre todo, con el rigor y la responsabilidad con la palabra y el oficio. Hasta ese momento me repartía el tiempo leyendo a autores del sur, chilenos y "universales". Estaba afiebrado y creo que en cerca de tres años intenté ponerme al día con los autores que al parecer eran imprescindibles. Torceduras profundas fueron la traducción de Essenin por parte de Teillier, el gran Omar Kayam y todos los malditos franceses hasta Francis Ponge. Por cierto, la lectura re(b)veladora de toda la generación beatnik hasta llegar a la gran mosca del tragabar Chinaski. Pero antes los norteamericanos me habían deleitado, sobre todo el trasplantado Pound y sus latinadas culteranas, El T. S. Eliot que se atreve a poner las notas en su "Tierra Baldía"; el filósofo cotidiano William C. William comiéndose las ciruelas frías de mi refrigerador; el gran dislocado e.e cummings, la Dickinson y su "saber llevar nuestra porción de noche" y, claro, Sandburg con su "¿papá, de qué es propaganda la luna?". En fin, tantos yanquis agrediendo. Y el Antillano D. Walcott ¿y el inglés renacionalizado Auden? Pero entremedio estaban pateándome los latinos, el cuernudo de Catulo, y ese Marcial que me interpela ahora: "Sólo admiras a los antiguos, Vecerro,/y no alabas sino a los poetas muertos:/Perdona, Vecerro, pero no vale/ tanto tu elogio, para morirme." o "dices, Sonia,/ que te violaron unos ladrones./ Ellos dicen que no". Antes que los surrealistas europeos, la vanguardia latinoamericana, ese Vallejo descomunal: "He encontrado a una niña/ en la calle, y me ha abrazado./ Equis, disertada, quien la hallá y la halle,/ no la va a recordar// Esta niña es mi prima. Hoy al tocarle/ el talle, mis manos, han entrado en su edad/ como en par de mal revocados sepulcros./ Y por la misma desolación marchóse,/ delta al sol tenebroso, trina entre los dos (...)". Y todos hablaban de Huidobro, y me aburría. Y todos le daban a Lihn y me aburría y desesperaba, no en su "Diario de Muerte", por cierto, y su "nada tiene que ver el dolor con el dolor", Sino en sus gárgaras lingüísticas. Lo mismo con otros tantos. Me sucedía a menudo: me gustaba más "Crepusculario" de Neruda que "Residencia en la Tierra"; Más Boris Calderón y Blaise Cendrars que Teillier -nunca conocí a Teillier, así es que ven, mi vida no fue inútil después de todo, diría el viejo Buk de Kerouac-. De los del cono sur, que considero universales para la poesía, me quedé con dos: el vertical Roberto Juarroz y el matemático-hermeneuta Juan Luis Martínez. Estos dos antes que todos. Pero esos son nombres apartes, que inundan y rasguñan lo que finalmente termino haciendo, fundamentalmente en Metales Pesados.

Múltiples Dialectos en Evocación Perpetua

-Qué terminas haciendo en Metales Pesados, entonces...
Metales Pesados es fruto de todas estas lecturas, pero habría que agregar otras que considero hermanas de la poesía: la descripción de extrañas costumbres de extraños pueblos: la etnografía, rama esencial de la antropología. La maravillosa "novela" Tristes Trópicos de Lévi Strauss, Antropología de la pobreza y Los Hijos de Sanchez de Oscar Lewis; El antropólogo como autor de Cliford Geertz; la "Antropología Dialógica" de Tedlok; El antropólogo Inocente de un inglés acidícimo; El periodista Indeseable de Günter Wallraff; "Miedo y Asco en las Vegas" de Thompson; Cultura y Verdad de Renato Rosaldo; Los libros de mis compañeros de sur y de oficio: Poemas Encontrados y Otros Pretextos de Jorge Torres y Karra Maw'n de Clemente Riedemann. Pero también otras "lecturas" que no tienen soporte escrito, más bien oral, visual, olfativo, sonoro: aquella realidad del cual observé participando. Metales... es un trabajo etnográfico en "verso" que se ancla en un empecinamiento relativamente solitario de hace varios años, de darle una salida natural a la crisis de representación del relato etnográfico - clásicamente prosa realista y naturalista-, haciéndolo de la forma para mí más simple: girarlo hacia sí mismo y reencontrarlo con otras tradiciones escriturales. Es una muestra parcial de la resolución que fue tomando mi experiencia etnográfica centrada en un borde: subjetividad joven excluida social y culturalmente desde fines de los 80' hasta principios de los 90'. Son destellos de una totalidad que revela en forma atomizada el "estilo de vida" de un segmento de la juventud chilena urbano popular finisecular.
Situado en el tránsito de moldeaje escritural ese fue el resultado: relatos fundidos, reescritos, puros y poetizados, en un juego multivocal, donde se besan la experiencia etnógrafica, la observación participante y de sobremanera la autobservación. Su armazón se construyó soldando las voces particulares registradas con lápiz y grabadora, ojos y recuerdos, con la escucha social de la época señalada, sumada a la extensa herencia literararia que ha (de)escrito la moratoria juvenil. Estéticamente intenta re-crear las modalidades de discurso extraídas, pero ficcionalizando dirigidamente la tesitura de éstos al combinarlos con otra herencia mayúscula: la poética de lo feo, del exceso y del horror, que es finalmente la epoché elicitada. Extraído del otro y del mí mismo la metáfora, quedó un fondo cultural poetizado que intentó quedar en un interregno: ciencia/ anticiencia, "interpretativismo grotesco", o "hermenéutica radical", pero que no renunció a sus pretensiones cognitivas y estéticas.

¿Ejercicio vacuo? Escribí y eso "no me fue negado", como Lihn decía. Es la fusión sin complejos - y quizás antojadiza- entre el sujeto que conoce (el poeta que describe) y el "objeto" del cual se pretendió dar cuenta (las tribus urbanas y su filigrana cotidiana).

- Es decir, es como una nueva vertiente de poesía social impregnada de coloquialismo y juegos lógicos de lenguaje...
— La sola lectura no basta para crear algo. Es indispensable la experiencia. Las lecturas modulan la expresión, pero no las generan. Las lecturas actúan como infomación nueva que pasa por tu testa, pero que es retenida por la experiencia anterior. Allí se crea y recrea la obra. Metales... no es posible sin la experiencia de vivir la intersubjetividad de un cierto grupo de jóvenes urbano populares de un tiempo determinado, fines de la década de los 80'. Drogos, ideologizados tardíos, creativamente ociosos, en fin... Metales... no transa con el discurso poético culterano de renunciar al lenguaje de la tribu, no. Está en slang, en jerga, porque allí radica su metáfora y su verdad. No quiere ser generalizante. Sólo pone en escena un cuerpo de textos, los manipula y descontextualiza para producir un "efecto" de representación, sin complejos cientificistas ni ficcionantes.

Sobre el slang quisiera detenerme. En la poesía chilena, desde la crisis de novedad de la antipoesía, se viene criticando el lenguaje coloquial y conversacional, como esfuerzo manido y facilón de hacer poesía, y todo lo que se le parezca en algo, es descalificado. Me gustaría precisar que en eso existe una enorme ignorancia, porque se ensombrece una gran tradición de búsquedas discursivas muy interesantes y revitalizadoras de la expresión poética desde las "palabras locales" y la oralidad. Todos los esfuerzos de mucha poesía anglosajona, partiendo por las jugarretas de Edward Lear, siguiendo por W. Auden, hasta llegar a gran parte de la poesía norteamericana de los 50' 60' son fundamentales para hacernos intuir que allí hay algo muy antiguo. Si vamos a mucha poesía medieval provenzana, no sé, si vamos al mismo Shakespeare, vemos intentos de traducción de un cadencia y una oralidad "otra" que cohabita con la sofisticación de la lengua neutra. Creo que la poesía habita en aquellos lugares donde se hablan otras lenguas y el papel del poeta es intervenirlas provocando la alteración y la emergencia de otras, como múltiples dialectos en evocación perpetua.
Pero huelo en tu pregunta un intento reduccionista que quiere provocarme. No le tengo asco a la palabra "social". Sí a la concepción maniquea de lo que se instauró como "poesía social" en una época, como intento de fetichización y santificación del bajo pueblo o el proletariado, reduciéndolo a una expresión instrumental y homogénea. Yo opto, como muchos, por no renunciar a la búsqueda del lenguaje otro en aquel segmento excluido social y culturalmente, pero para poetizar las contracciones más que los estereotipos.

- Pero en tu caso, la mezcla oral y "culterana" potencia lo culterano y lo elítico, sólo manejando ciertos conocimientos se tiene acceso a la obra... Bastante pedante, no?
— A ver, la obra termina en el lector. Mi percepción como lector es que la gracia del libro (si tiene alguna) es esa impostación, esa faramalla que sospecha de lo culto y lo popular y que se resuelve dialógicamente, en una lucha entre mi "logos", lo que soy y lo que movilizo cuando estoy con ellos y la cosmovisión particular de estos actores. En el libro, los poemas supuestamente escritos por mí, son replicados por estos sujetos de estudio, los representados. Ellos, anarcos y autónomos, con sus textualidades responden y se burlan de los textos dominantes, que son los que están dispuestos arriba de la página. Llega un momento en que se van invirtiendo y los discursos de los "otros" son los dominantes y nuevamente me tomo la página y ellos la retoman y así sucesivamente. Ahora, una lectura sospechosa, rápidamente se daría cuenta que aquí hay pedantería pura. Pero es que la poesía o, lo que socioculturalmente hemos construido como poesía, lo es. Esta expresión quiere decir cosas sobre el mundo de una manera torcida, hablando otra lengua sobre lenguas "otras", fingiendo que dice huevás nuevas o interesantes. Su aporte está en el modo, más que en lo que dice. Para persuadir tiene por obligación que ser pedante, convincente en su verdad. Hasta en otras tradiciones culturales hay pedantería. Me puedes citar la contemplación taoísta o el haikú japonés ¡Qué más pedantes que aquellos! Doblemente pedantes al eufemizar su pedantería.


Ya me Está Gustando Este Lugar

- ¿Cómo ves la poesía y los poetas chilenos actuales?
— Cada vez me convenzo más que es más fácil responder que preguntar...

- Pero qué quieres que te pregunte, si esta es una conversación casual, para qué hacerla artificiosamente complicada...
— Esta parece ser una comedia de equívocos. Ahora el paranoico eres tú, evidenciando en ese arrebato una premisa que no comparto en nada. ¿Cómo es que esta es una conversación casual? Me citaste a este bar, que por un trago te cobran 7.000 pesos, me planteaste los objetivos de la entrevista, me dijiste que iba a ser publicada en una revista llamada "Dieciocho Chico" y me dices que esto es "casual"?

- No sé que nombre va a tomar la revista, puede ser "Dieciocho Chico"... Hey y los tragos son caros pero están buenos...
— Los tragos no están mal, sólo esos blancos regordetes y vaquitas cobrizas que gritan y ostentan y ese ruido horripilante que viene de la calle. ¡Ah! A la revista le pondría "Miss Dina".

- Yanko, tienes una horrible manera de enredar los temas. Te pregunté sobre tu opinión por el panorama y hallaste mala la pregunta y te evadiste.
— OK. Pero publica absolutamente lo que voy a decir: esta no es una conversación casual. El entrevistador dijo que todo estaba pauteado, que había leído casi todo de lo poco que he escrito y me llevó a un sitio horripilante que por un corto y unas papas raras, te cobran un testículo. Después de eso contesté una increíble pregunta sobre el "panorama".

- Qué agradable velada.
— No quieres entender que no estás obligado a cumplir el encargo que te hizo la revista que no tiene nombre. Vámonos, y si la revista sin nombre tiene interés en la entrevista, que la haga otro integrante. ¿Por qué el entrevistado tiene que soportar estas ironías lesas del entrevistador?

- ¡¡¿Y por qué no te vas a la m... ?!! [se va]
— Porque ya me está gustando este lugar...

Puesto que parte de la entrevista estaba hecha y el antiguo entrevistador no pudo continuar, intentamos finiquitarla. En un viaje a Temuco invitamos a Yanko al restaurante del hotel donde nos alojábamos. Coincidía en la ciudad un foro-debate sobre arte actual en el que González -perdón- Yanko González estaba invitado, además de Arturo Duclós y otros artistas. Allí, apoyado sobre unos cómodos sillones, siguió la interrumpida entrevista.

Un Cuchillo Sin Hoja al que le Falta el Mango

- A ver Yanko, quedaron algunos temas pendientes en la conversación anterior con nuestro "periodista en práctica"...
— ¿Haya, pues, comercio entre nosotros?

- Bueno, sí, como Pound decía... Sólo nos interesa terminarla y que no te lleves una errada impresión de la revista...
— Ya me parecía, porque el ejercicio de la formación de toda revista es arreglárselas en la administración de poder de fijación en algún espacio y tener la valentía de ser el tiranuelo del resto... Pero podemos seguir sin rencores. Han pasado un par de meses y ¿tiene nombre la revista?

- Todavía está en "veremos". Pero prosigamos, según la transcripción de la accidentada cinta, te motivó hablar de tu libro y lo que significa para ti. ¿Cómo resuelve Metales Pesados esa esquizofrenia entre arte y ciencia? ¿problematiza desde la creación ese tema tu libro, no?
— Sí, aunque modesto sí. Es un cuchillo sin hoja al que le falta el mango. Mira, es complicado, porque el libro lo que problematiza en el fondo es la emulación servil de las ciencias sociales a las "ciencias duras" o "naturales". Eso. Y lo hace a través de un ejemplo de investigación con la aplicación de un método distinto al método científico, que es la "comprensión poética" y una forma alternativa de representación, que no es el típico informe, monografía, "paper", "ensayo" o descripción naturalista.

La obra no sólo pretendió hacer un pequeño aporte a los discursos líricos que se han centrado en esta preocupación (el «otro» culturalmente diferenciado, en este caso, la horda juvenil, los núcleos donde se genera identidad cultural, la cosmovisión de espacios territoriales heterogéneos, pluriétnicos, el choque e hibridación de los significantes culturales en el tránsito de la periferia a la sociedad masificada), sino también, continuar un proceso de re-legitimación de este tipo de discurso en la presentación del relato científico, particularmente en la antropología.

Este frágil intento no está sólo fertilizado por nuestra propia tradición disciplinaria, sino más bien, germina de mi lectura sospechosa sobre los llamados "popes" de las ciencias sociales. Fue el mismo Comte, el pope primigenio, fundadador del positivismo en la ciencias sociales, el que me dio luces para encaminar estos destellos. Comte, que en su afán obstinado por escapar de los filósofos sociales, desdeñados como charlatanes por los "nuevos iluminados" de la época -los científicos naturales-, dejó reglamentada la forma de escribir de un científico social, paradójicamente, como si un poema métrico la escritura científica fuera [ "(...) ninguna oración puede ser más larga que dos líneas, ningún párrafo puede tener más de siete oraciones, debiendo cuidar todo hiato (...) Cada capítulo debe tener tres partes, cada parte siete secciones, cada sección un párrafo principal de siete oraciones y otros tres párrafos de cinco oraciones cada uno (...)"]. Fue él légamo de este intento. Comte, que llegando a su plena madurez, reconoce al arte el papel de hechizar la humanidad y mejorarla. Aún más, decide encaminar sus obras posteriores por una vía diferente: accede a ser tratado por sus traductores como un escribano frío y abre sus obras a los reparos estilísticos. Corrige su lenguaje neutral para atenerse a lo que siempre negó: "las formas artificiosas y retóricas".

- Pero por qué la poesía como vehículo de discusión de esos temas, tan ajenos a la poesía misma, ese exceso de complejización... ¿No pudiste enfrentarte al tema de los jóvenes marginales sólo como poeta?
— ¡¡Por favor!!

- ¿¡Qué!?
— Mira, si hay algo asqueroso de nuestra "alma nacional" es este modo escolar de comportarnos y relacionarnos. Esta necesidad tarada de encapsular, encasillar y compartimentar a los demás. Aparentemente uno vino a este "chilito" a ser uno, unívoco. Se le prohibe todo ejercicio ajeno al que la "escuela" lo capacitó. El modo escolarizante se reproduce entre nosotros, más allá del colegio: disciplina, competitividad, descalificación del diferente... matemáticos, humanistas, biólogos... mateos, flojos. Le exigimos al resto que se comporte como quiere nuestra mente chata. En las universidades chilenas si alguien se dedica a pintar o a escribir, es síntoma que despreocupa sus responsabilidades, no que las amplía. Si alguien es poeta, quiere decir que no es un antropólogo serio, es un bufón con algo de genio, despreocupado, pero que debe volver a su carril. Ese es el defecto endógeno: nos llenamos de baba hablando de interdisciplinariedad, transdiciplinariedad, complementación de los hemisferios, el afecto y la razón, las 7 inteligencias, etc. pero nuestra práctica y habitus es de una estrechez aterradora. Nuestras universidades capacitan, no educan. Sancionan toda manifestación extraña al hoyo minúsculo donde te quieren ver trabajando. Y todo funciona en la medida que no podemos levantar la vista para ver qué hace el autómata de al lado. El ganar la libertad para hacer lo que tu aliento pide, en este país, es imposible. A mi me descalifican desde la poesía porque soy antropólogo y desde la antropología porque soy poeta. Obviamente hago lo que se me viene en gana, he traducido a poetas, he publicado y he hecho ponencias sobre poesía chilena, hice mi tesis de magíster sobre la relación eco-social que tiene un bambú muy abundante en el sur llamado quila -pariente del coligüe- y el campesino e indígena, acabo de publicar un libro de entrevistas a escritores del sur de Chile, hago clases de teoría antropológica en la universidad, me gustan lo videojuegos y el rap, sigo investigando subculturas juveniles, especialmente los cyberpunk, no sé... y hago poesía y cuando poetizo, no me puedo seccionar, hago poesía desde todo lo que soy. Estos carriles donde nos quieren ver, son ficticios. Se le ha dado forma por la necesidad de la especialización del conocimiento en el surgimiento de la industrialización y el capitalismo y se ha decantado con las ideas de Piaget: para cada estadio de madurez fisiológica un tipo de contenidos y aprendizajes. Y por eso existen los grados o cursos: primero básico, segundo básico, etc. porque se cree que es imposible que un chico aprenda lo que biológicamente no puede aprender. Todo lo contrario, va a aprender en la medida que tiene más disponibilidad de aprendizaje, sus techos cognitivos se amplían perpetuamente, no tienen tope. Entonces el profesor le dice a uno, déjate de pintar y dedícate a tus estudios, creyendo que no puede hacer las dos cosas a la vez, porque es imposible cognitivamente... Una mierda.

Una Gran Porción de la Poesía de Miguel Arteche
y una Tonelada de sus Hijastros Relamidos

- Hubo una pregunta sobre el panorama literario que te pareció un poco boba, que me gustaría replantearla, aunque me descalifiques, agregando tu opinión sobre el segmento de la "poesía joven"...
— Bueno, el secreto de aburrir está en decirlo todo. A ver, sobre lo último. Lo que impacta es la segmentación. La promoción de poetas de los 70' y 80' se constituyó, casi como todas, en su visión pasajera, transitoria, de lo que eran como "poetas jóvenes". Pero desde fines del 80' los poetas allí ubicados se han constituido como "Poetas Jóvenes Vitalicios" y se han publicado desde fines del 89' (Taller de la Fundación Pablo Neruda en adelante) más de 15 antologías de poesía joven chilena, donde se van quitando y reponiendo casi los mismos autores. En un afán de consolidar una categoría literaria que políticamente comienza a rendir frutos codiciados. Esto ha conducido a sofisticar las relaciones intergeneracionales. Al segmentar los campos de circulación lírica, estos poetas jóvenes minimizan las confrontaciones, reducen la convivencia crítica a su segmento joven particular, lo que redunda en no disputar ningún espacio con los poetas mayores (no enfrentarlos, no convocarlos, no criticarlos, no evaluarlos, aceptando, con una pasividad extrema, todo lo que de ellos florece). Pero asegurándose un espacio ambiguo, con garantías mínimas, pero provechosas: financiamientos varios, publicaciones: visibilidad. Todo con el sólo hecho de simular su precariedad y su constitución inofensiva: "poeta joven", "poeta novísimo", "emergente". Es esta la generación que ha explotado más esas denominaciones y las ha intentado legitimar con más fuerza. La mayoría de aquellos poetas no son poetas "a secas", sino "poetas jóvenes".

Sobre ellos -nosotros-ustedes-, te diría que me siento cercano a varios de otra década y sensibilidad -Pedro Araya, Alexis Figueroa, Malú Urriola, Jesús Sepúlveda, Sergio Parra, Jaime Luis Huenún, Guillermo Valenzuela, Marcelo Novoa, Jorge Velásquez, Germán Carrasco-. A varios de ellos se les intenta borronear como poetas y jóvenes, sepultarlos rápidamente, en un ejercicio cobarde, contradictorio y oportunista. Quienes intentan "reemplazarlos" -como si esto se tratara de un puesto en la municipalidad-, asentados en la ignorancia y el basureo, se han armado de periodistas y críticos pequeñeros, a los cuales se les ha dado cebo para hablar de ellos como "nuevos poetas y mejores", estableciendo particularidades y cualidades que no existen, más que las de ser jotes rapaces, investidos de tocas y báculos de caca. No les reprocho sus búsquedas literarias, sólo sus maniqueas intenciones, tan típicas de estos tiempos miserables y su competencia absurda.

Sobre el panorama general, te diría que las estéticas emergidas desde los 80' son fruto de fortalecer un trabajo individual que ha redundado en exploraciones plurales. Se asombran algunos de no tener grandes voces actualmente. Lo que creo sucede es que las hay, pero no se evidencian por que hay más de una. No es UN Neruda solamente, es un Teillier y un Martínez -hasta hace poco vivos- un Parra, un Rojas, un Hahn coexistiendo. Este fortalecimiento del individualismo literario genera un reforzamiento en la búsqueda, en la cualificación de los proyectos personales y creo que buena poesía se está haciendo ("buena"= acomodo a las condiciones socioculturales existentes, las cuales modelan el gusto y generan distinción). El revés: producto de este encapsulamiento, la poesía y el poeta, pierden su correlato en la vida social y, como lo dice el título de mi libro, este último es transformado por el Estado en un "héroe civil" o en un "santo laico", intrumentalizando su imagen, vale decir, convirtiéndolos en mascotas identitarias de las cuales el poder profita como un emblema para construir la ficción de una "identidad nacional". Un mendicante.

Una variable de este revés está situado en la sobreproducción y el escaso tamiz (crítica), recepción y consumo. Este es el nudo que tiene que desatar el poeta actualmente, pero no en el encierro. Soy de los que opinan que la poesía, desde el arribo de las vanguardias europeas de principio de siglo, la emergencia de otros soportes de información (radio, medios audiovisuales, multimediales e interactivos) ha perdido una fuente de poder importante: su afianzamiento en audiencias disímiles, no necesariamente amplias. El lector de poesía "responsable", ahora, es otro poeta.

No se puede negar a estas alturas, la presencia en la vida cotidiana de la poesía "popular" y "culta" en la población latinoamericana, incluso antes de la llegada del proyecto ilustrado. La poesía, como una expresión cultural plural (en la oralidad y en la escritura) convivía con pocas fricciones en la vida cotidiana de las mayorías. Cuando la escritura y la poesía en su concepción ilustrada occidental penetra, comienza a suceder lo que Octavio Paz diagnostica: elites escribiendo poesía simbolista, mientras las grandes masas americanas eran analfabetas. Lo que sucede es que este fenómeno se acentúa, no porque sigan existiendo esas enormes masas analfabetas, sino porque en el intertanto, las estéticas y particularmente el desarrollo propio de la poesía "ilustrada" se adelantó, recorrió un camino en forma más apresurada que los lectores. Tuvo un desarrollo endógeno, de crecimiento hacia adentro, sin considerar el entorno. Esta situación es evidentemente demostrable en la manida frase "la poesía no vende". Esto más que ser una perogrullada recurrente, devela una cuestión central: la poesía no vende porque desde un tiempo se arrancó de sus potenciales consumidores, se encriptó, se transformó en un código secreto que no es capaz de atraer lectores, sino escasos productores.

Si me autorrebatiera me diría: ok. Yanko, pero allí está justamente el poder encantatorio de la poesía, su "otra lengua", su habla encriptada, su secreto. La posibilidad de compartirla con pocos. Y diría que sí, pero denunciaría lo siguiente: el intento de algunos por retomar el hilo conductor que mantenía a ciertas audiencias prendidas al consumo masivo de poesía, que está constituido por un movimiento sumamente reaccionario en la poesía chilena, heredero de lo que ocurre en la poesía dominante española desde hace varias décadas. Un giro que se enquista en el meollo de la modernidad, donde la poesía gozaba de prestigio, no masivo, pero bastante amplio. En su forma, una poesía sometida a su conservadurismo; en su fondo, una poesía no problematizadora, preocupada por "la belleza" y los valores excelsos que tensionan a la alta poesía ilustrada. No encaran ninguna disquisición sobre el entorno de producción. Una concepción, no romántica, sino romanticona de la poesía, como intento reencantador de una audiencia que ya está muerta. El ejemplo paradigmático es una gran porción de la poesía de Miguel Arteche y una tonelada de sus hijastros relamidos.

- ¿Parece que sigues con tu paranoia del principio?
— Ojo. El hecho de que tú no seas paranoico no significa que no te estén siguiendo.


 

 

 


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Qué ves, Qué ves Cuando me ves.
Entrevista a Yanko González Cangas.
Revista 101 Matadero.
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