Proyecto Patrimonio - 2005 | index | Yanko González
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Qué
ves, Qué ves Cuando me ves
Entrevista
a Yanko González
(publicada en el primer
número de la Revista 101 Matadero Abril-Mayo 2000)
Por Equipo Revista Matadero
- González, nos vemos obligados a realizarte la manida pregunta
sobre tus comienzos...
— A ver... Estoy hastiado que me traten como a un compañero
de curso o un recluta. Cómo es posible que te refieras a mí
como "González". Es como si los poetas estuviéramos
en un curso, en el tercero h, dentro del "Liceo Chile" y
nos identificáramos con los apellidos: el Lihn, el Teillier,
el Rojas... Este afán, de por sí competitivo, de mandar
a nuestro padre delante de nosotros para que nos resguarde y tratarnos
como en la escuela, donde hay tarados y aplicados, desordenados y
empeñosos; esa suerte de neutralidad valorativa a la que accedemos
con nombrarnos así. Creo que me conoces más de dos palabras
para dejar de decirme "González"...
- Estás un poco paranoico, lo que me interesa no es el
cómo te llamen, sino cuáles son tus comienzos en el
oficio.
— Y a mí me interesa que cuando alguien me pida la opinión
por algo se refiera
a mí por mi nombre, es decir, como quiero que me identifiquen,
porque so pretexto de pedirte una opinión te puedo decir "patán
de mierda", lo que conseguiría tu nula colaboración.
Es lo que se llama empatía y se debe recordar siempre que es
más difícil preguntar que responder y recordar que el
que pregunta ejerce una cierto tipo de violencia simbólica
que debe recompensarse con cierta obsecuencia como, por ejemplo, averiguar
cómo el entrevistado se autoidentifica.
- Qué lío... Parece que con tu actitud no avanzaremos
nada...
— No estás obligado a entrevistarme y yo a responderte.
Sin embargo, quiero colaborar, pero tú no puedes ser un déspota
que, al darme un espacio, me cobras tratándome como yo no quiero.
E insistes después de corregirte en aquello, como si yo fuera
un mojón. No entiendes, sólo quiero reparar en cuestiones
tan básicas como mi identidad. En mi caso, el nombre que aparece
en mi carnet coincide con el que me identifico: Yanko.
- Ok. "yanko gonzález". Pero te recuerdo que
esto no es un debate sobre cómo se debe entrevistar, ésa
es una de mis libertades, como también la que tú tienes
al ser entrevistado. Conozco tus derechos. ¿ok? Bien. Yanko,
¿Podrías respondernos la primera pregunta?
— Encantado. ¿Cuál era?
Nunca
Conocí a Teillier, Así es que Ven,
Mi Vida No Fue Inútil Después de Todo
- Sobre tu formación inicial...
— Ah¡ Claro. Esto lo he llamado "luxaciones",
es decir, fracturas, mellas que me ha dejado la vida y la lectura
y que me han permitido escribir un par de poemas correctos, o al menos,
flotar. En este sentido, los que me han quebrado han sido varios.
Empezando por la autoflajelación. Levante la mano aquel a quien
nadie lo ha mellado, aún de refilón, en el pliegue de
una pestaña, en la textura de la yema del bárbaro y
su esquina, en las banderas multicolores del Larousse Ilustré,
en el glosario de los libros de De Rohka. Para qué decir los
esguinces que deja Lorca en "voces de muerte sonaron cerca del
guadalquivir" y las patadas en la entrepierna que te propina
Corso al ofrecer matrimonio. Por cierto que vienen en callejón
oscuro, en camotera.
Mi padre trabajaba en la editorial universitaria como transportista
y para el golpe le hicieron llevar al quemadero una carga repleta
de libros "subversivos" que, por maña, fueron a parar
en un cuarto semiclandestino al fondo de mi casa. Toda la colección Cormorán de la Editorial Universitaria, dirigida por
Pedro Lastra, puesta en aleatorias posiciones adentro de un estante
añejo, topándose las nalgas con una yanta de camión
quebrada y una tremenda llave inglesa. Entre grasa y tuercas, salía Yaguar fiesta del antropólogo y narrador José
María Arguedas, Para leer al pato Donald, del entonces
sociólogo Ariel Dorfman y Armand Mattelard, Canciones Rusas
de Parra Nicanor; La musiquilla de las pobres esferas, de Lihn
Enrique, La jugada del sexto día, de Marta Traba, La
dificil juventud, del gran Claudio Giaconi, Excesos del
inimitable Mauricio Wacquez. Fuera de colección, pero impreso
en 1972 en la editorial universitaria, se posaba en aquel estante,
el primer libro de poesía "moderna" que leí,
entrado los 12 años: Los Buenos días de Omar
Lara. Ya entonces me preguntaba por las causas de la exclusión
de las bodegas de la editorial universitaria de ese libro de Omar...
Hasta que reparé en su primer poema, titulado "fotografía",
que comienza: "ése, el que está sentado debajo
de la barbilla de Lenin, ése soy yo (...)". Bien, ese
libro de Lara fue vital para mí. Lo tenía cerca de mi
cama y me obsesionaba el rito de abrirlo una y otra vez para intentar
descifrar sus raros versos, hasta que me aburría y lo cerraba.
Lo habré abierto y vuelto a cerrar unas siete mil trescientas
veces, y me dejaba el mismo rictus de angustia que te coloca lo ininteligible.
Pero lo volvía a abrir. No entendía cómo eso
podía llamarse poesía, no sólo porque no rimaba
y no trataba "del amor", sino porque no decía en
ninguna parte que aquello era poesía. Años más
tarde, en el Internado Nacional Barros Arana, para una prueba de construcción
poética exigida por mi profesora de castellano -discípula
y ex alumna del poeta Andrés Sabella-, repliqué algunos
textos de Los Buenos días, lo que dio como resultado
un inmisericorde "guan"aco.
Pero las fracturas no se detuvieron y cada vez tenía más
yeso y vendas sujetándome los huesos. Además, nunca
dudé que aquello era el único deporte en el que tenía
patas, por tanto, me entrenaba cabeceando las paredes y doblándome
los dedos. Supe la historia de Nicanor en mi colegio, el grupo que
tenía con Jorge Millas, Oyarzún y el pinto Pedraza,
su cuento "un gato en el camino" o algo así. Pero
me detuve en Jenaro Prieto, sobre todo en Prieto.
- Pero no creo que sólo esas lecturas te hayan ayudado a
escribir Metales Pesados...
— Después vinieron otras lecturas, cuentos científico-realistas
maravillosos como "Los conceptos elementales del materialismo
histórico" de Marta Harnecker, "Qué hacer"
de Vladimir Ilich Ulianov; "Formaciones ecónomicas precapitalistas"
de C. Marx y E. Hobsbawm, entre otros. Hasta que llegó la ficción
nuevamente a ocupar con escozor la retina. Cuando salí del
Internado no sabía qué hacer y volví al mentado
libro de Lenin. Nada. Después de estar en una cápsula,
no se sabe que hacer. Salir y ver la quinta a-normal y mirar hacia
el frente y ver Matucana y más arriba Estación Central
y sentirse un peo en un canasto. Salí de la inmundicia y llegué
a Valdivia a encontrar aquella quinta normal y los jardines interiores
del Internado. La Mesopotamia Chilena tenía más: mar,
lagos, ríos y lluvia. Me invitaron a un recital de un poeta
valdiviano casi recién llegado del exilio, un tal ¡¡Omar
Lara!! Yo lo sentía muerto o al menos muy viejo. Llegué
a la sala El Círculo de la universidad y allí estaba
Omar, bajo, regordete, muy joven para la imaginación de mi
lectura. Me afané en la reconstrucción histórica
oral de ese momento en Valdivia hasta llegar a la década de
los 80'. Era una forma de conocer a los que hicieron un trabajo antes
y mucho mejor que el que recién comenzaba a hacer. Seguí
conociendo personajes hasta llegar a Jorge Torres, con el cual hice
un taller de poesía. Él me acortó muchos caminos
en cuanto a lecturas, pero sobre todo, con el rigor y la responsabilidad
con la palabra y el oficio. Hasta ese momento me repartía el
tiempo leyendo a autores del sur, chilenos y "universales".
Estaba afiebrado y creo que en cerca de tres años intenté
ponerme al día con los autores que al parecer eran imprescindibles.
Torceduras profundas fueron la traducción de Essenin por parte
de Teillier, el gran Omar Kayam y todos los malditos franceses hasta
Francis Ponge. Por cierto, la lectura re(b)veladora de toda la generación
beatnik hasta llegar a la gran mosca del tragabar Chinaski. Pero antes
los norteamericanos me habían deleitado, sobre todo el trasplantado
Pound y sus latinadas culteranas, El T. S. Eliot que se atreve a poner
las notas en su "Tierra Baldía"; el filósofo
cotidiano William C. William comiéndose las ciruelas frías
de mi refrigerador; el gran dislocado e.e cummings, la Dickinson y
su "saber llevar nuestra porción de noche" y, claro,
Sandburg con su "¿papá, de qué es propaganda
la luna?". En fin, tantos yanquis agrediendo. Y el Antillano
D. Walcott ¿y el inglés renacionalizado Auden? Pero
entremedio estaban pateándome los latinos, el cuernudo de Catulo,
y ese Marcial que me interpela ahora: "Sólo admiras a
los antiguos, Vecerro,/y no alabas sino a los poetas muertos:/Perdona,
Vecerro, pero no vale/ tanto tu elogio, para morirme." o "dices,
Sonia,/ que te violaron unos ladrones./ Ellos dicen que no".
Antes que los surrealistas europeos, la vanguardia latinoamericana,
ese Vallejo descomunal: "He encontrado a una niña/ en
la calle, y me ha abrazado./ Equis, disertada, quien la hallá
y la halle,/ no la va a recordar// Esta niña es mi prima. Hoy
al tocarle/ el talle, mis manos, han entrado en su edad/ como en par
de mal revocados sepulcros./ Y por la misma desolación marchóse,/
delta al sol tenebroso, trina entre los dos (...)". Y todos hablaban
de Huidobro, y me aburría. Y todos le daban a Lihn y me aburría
y desesperaba, no en su "Diario de Muerte", por cierto,
y su "nada tiene que ver el dolor con el dolor", Sino en
sus gárgaras lingüísticas. Lo mismo con otros tantos.
Me sucedía a menudo: me gustaba más "Crepusculario"
de Neruda que "Residencia en la Tierra"; Más Boris
Calderón y Blaise Cendrars que Teillier -nunca conocí
a Teillier, así es que ven, mi vida no fue inútil después
de todo, diría el viejo Buk de Kerouac-. De los del cono sur,
que considero universales para la poesía, me quedé con
dos: el vertical Roberto Juarroz y el matemático-hermeneuta
Juan Luis Martínez. Estos dos antes que todos. Pero esos son
nombres apartes, que inundan y rasguñan lo que finalmente termino
haciendo, fundamentalmente en Metales Pesados.
Múltiples
Dialectos en Evocación Perpetua
-Qué terminas haciendo en Metales Pesados,
entonces...
— Metales Pesados es fruto de todas estas lecturas, pero habría
que agregar otras que considero hermanas de la poesía: la descripción
de extrañas costumbres de extraños pueblos: la etnografía,
rama esencial de la antropología. La maravillosa "novela"
Tristes Trópicos de Lévi Strauss, Antropología
de la pobreza y Los Hijos de Sanchez de Oscar Lewis; El
antropólogo como autor de Cliford Geertz; la "Antropología
Dialógica" de Tedlok; El antropólogo Inocente
de un inglés acidícimo; El periodista Indeseable
de Günter Wallraff; "Miedo y Asco en las Vegas" de
Thompson; Cultura y Verdad de Renato Rosaldo; Los libros de
mis compañeros de sur y de oficio: Poemas Encontrados y
Otros Pretextos de Jorge Torres y Karra Maw'n de Clemente
Riedemann. Pero también otras "lecturas" que no tienen
soporte escrito, más bien oral, visual, olfativo, sonoro: aquella
realidad del cual observé participando. Metales... es un trabajo
etnográfico en "verso" que se ancla en un empecinamiento
relativamente solitario de hace varios años, de darle una salida
natural a la crisis de representación del relato etnográfico
- clásicamente prosa realista y naturalista-, haciéndolo
de la forma para mí más simple: girarlo hacia sí
mismo y reencontrarlo con otras tradiciones escriturales. Es una muestra
parcial de la resolución que fue tomando mi experiencia etnográfica
centrada en un borde: subjetividad joven excluida social y culturalmente
desde fines de los 80' hasta principios de los 90'. Son destellos
de una totalidad que revela en forma atomizada el "estilo de
vida" de un segmento de la juventud chilena urbano popular finisecular.
Situado en el tránsito de moldeaje escritural ese fue el resultado:
relatos fundidos, reescritos, puros y poetizados, en un juego multivocal,
donde se besan la experiencia etnógrafica, la observación
participante y de sobremanera la autobservación. Su armazón
se construyó soldando las voces particulares registradas con
lápiz y grabadora, ojos y recuerdos, con la escucha social
de la época señalada, sumada a la extensa herencia literararia
que ha (de)escrito la moratoria juvenil. Estéticamente intenta
re-crear las modalidades de discurso extraídas, pero ficcionalizando
dirigidamente la tesitura de éstos al combinarlos con otra
herencia mayúscula: la poética de lo feo, del exceso
y del horror, que es finalmente la epoché elicitada. Extraído
del otro y del mí mismo la metáfora, quedó un
fondo cultural poetizado que intentó quedar en un interregno:
ciencia/ anticiencia, "interpretativismo grotesco", o "hermenéutica
radical", pero que no renunció a sus pretensiones cognitivas
y estéticas.
¿Ejercicio vacuo? Escribí y eso "no me fue negado",
como Lihn decía. Es la fusión sin complejos - y quizás
antojadiza- entre el sujeto que conoce (el poeta que describe) y el
"objeto" del cual se pretendió dar cuenta (las tribus
urbanas y su filigrana cotidiana).
- Es decir, es como una nueva vertiente de poesía social
impregnada de coloquialismo y juegos lógicos de lenguaje...
— La sola lectura no basta para crear algo. Es indispensable la
experiencia. Las lecturas modulan la expresión, pero no las
generan. Las lecturas actúan como infomación nueva que
pasa por tu testa, pero que es retenida por la experiencia anterior.
Allí se crea y recrea la obra. Metales... no es posible
sin la experiencia de vivir la intersubjetividad de un cierto grupo
de jóvenes urbano populares de un tiempo determinado, fines
de la década de los 80'. Drogos, ideologizados tardíos,
creativamente ociosos, en fin... Metales... no transa con el
discurso poético culterano de renunciar al lenguaje de la tribu,
no. Está en slang, en jerga, porque allí radica su metáfora
y su verdad. No quiere ser generalizante. Sólo pone en escena
un cuerpo de textos, los manipula y descontextualiza para producir
un "efecto" de representación, sin complejos cientificistas
ni ficcionantes.
Sobre el slang quisiera detenerme. En la poesía chilena, desde
la crisis de novedad de la antipoesía, se viene criticando
el lenguaje coloquial y conversacional, como esfuerzo manido y facilón
de hacer poesía, y todo lo que se le parezca en algo, es descalificado.
Me gustaría precisar que en eso existe una enorme ignorancia,
porque se ensombrece una gran tradición de búsquedas
discursivas muy interesantes y revitalizadoras de la expresión
poética desde las "palabras locales" y la oralidad.
Todos los esfuerzos de mucha poesía anglosajona, partiendo
por las jugarretas de Edward Lear, siguiendo por W. Auden, hasta llegar
a gran parte de la poesía norteamericana de los 50' 60' son
fundamentales para hacernos intuir que allí hay algo muy antiguo.
Si vamos a mucha poesía medieval provenzana, no sé,
si vamos al mismo Shakespeare, vemos intentos de traducción
de un cadencia y una oralidad "otra" que cohabita con la
sofisticación de la lengua neutra. Creo que la poesía
habita en aquellos lugares donde se hablan otras lenguas y el papel
del poeta es intervenirlas provocando la alteración y la emergencia
de otras, como múltiples dialectos en evocación perpetua.
Pero huelo en tu pregunta un intento reduccionista que quiere provocarme.
No le tengo asco a la palabra "social". Sí a la concepción
maniquea de lo que se instauró como "poesía social"
en una época, como intento de fetichización y santificación
del bajo pueblo o el proletariado, reduciéndolo a una expresión
instrumental y homogénea. Yo opto, como muchos, por no renunciar
a la búsqueda del lenguaje otro en aquel segmento excluido
social y culturalmente, pero para poetizar las contracciones más
que los estereotipos.
- Pero en tu caso, la mezcla oral y "culterana" potencia
lo culterano y lo elítico, sólo manejando ciertos conocimientos
se tiene acceso a la obra... Bastante pedante, no?
— A ver, la obra termina en el lector. Mi percepción como
lector es que la gracia del libro (si tiene alguna) es esa impostación,
esa faramalla que sospecha de lo culto y lo popular y que se resuelve
dialógicamente, en una lucha entre mi "logos", lo
que soy y lo que movilizo cuando estoy con ellos y la cosmovisión
particular de estos actores. En el libro, los poemas supuestamente
escritos por mí, son replicados por estos sujetos de estudio,
los representados. Ellos, anarcos y autónomos, con sus textualidades
responden y se burlan de los textos dominantes, que son los que están
dispuestos arriba de la página. Llega un momento en que se
van invirtiendo y los discursos de los "otros" son los dominantes
y nuevamente me tomo la página y ellos la retoman y así
sucesivamente. Ahora, una lectura sospechosa, rápidamente se
daría cuenta que aquí hay pedantería pura. Pero
es que la poesía o, lo que socioculturalmente hemos construido
como poesía, lo es. Esta expresión quiere decir cosas
sobre el mundo de una manera torcida, hablando otra lengua sobre lenguas
"otras", fingiendo que dice huevás nuevas o interesantes.
Su aporte está en el modo, más que en lo que dice. Para
persuadir tiene por obligación que ser pedante, convincente
en su verdad. Hasta en otras tradiciones culturales hay pedantería.
Me puedes citar la contemplación taoísta o el haikú
japonés ¡Qué más pedantes que aquellos!
Doblemente pedantes al eufemizar su pedantería.
Ya me Está
Gustando Este Lugar
- ¿Cómo ves la poesía y los poetas chilenos
actuales?
— Cada vez me convenzo más que es más fácil
responder que preguntar...
- Pero qué quieres que te pregunte, si esta es una conversación
casual, para qué hacerla artificiosamente complicada...
— Esta parece ser una comedia de equívocos. Ahora el paranoico
eres tú, evidenciando en ese arrebato una premisa que no comparto
en nada. ¿Cómo es que esta es una conversación
casual? Me citaste a este bar, que por un trago te cobran 7.000 pesos,
me planteaste los objetivos de la entrevista, me dijiste que iba a
ser publicada en una revista llamada "Dieciocho Chico" y
me dices que esto es "casual"?
- No sé que nombre va a tomar la revista, puede ser "Dieciocho
Chico"... Hey y los tragos son caros pero están buenos...
— Los tragos no están mal, sólo esos blancos regordetes
y vaquitas cobrizas que gritan y ostentan y ese ruido horripilante
que viene de la calle. ¡Ah! A la revista le pondría "Miss
Dina".
- Yanko, tienes una horrible manera de enredar los temas. Te pregunté
sobre tu opinión por el panorama y hallaste mala la pregunta
y te evadiste.
— OK. Pero publica absolutamente lo que voy a decir: esta no es
una conversación casual. El entrevistador dijo que todo estaba
pauteado, que había leído casi todo de lo poco que he
escrito y me llevó a un sitio horripilante que por un corto
y unas papas raras, te cobran un testículo. Después
de eso contesté una increíble pregunta sobre el "panorama".
- Qué agradable velada.
— No quieres entender que no estás obligado a cumplir el
encargo que te hizo la revista que no tiene nombre. Vámonos,
y si la revista sin nombre tiene interés en la entrevista,
que la haga otro integrante. ¿Por qué el entrevistado
tiene que soportar estas ironías lesas del entrevistador?
- ¡¡¿Y por qué no te vas a la m... ?!!
[se va]
— Porque ya me está gustando este lugar...
Puesto que parte de la entrevista estaba hecha y el antiguo entrevistador
no pudo continuar, intentamos finiquitarla. En un viaje a Temuco invitamos
a Yanko al restaurante del hotel donde nos alojábamos. Coincidía
en la ciudad un foro-debate sobre arte actual en el que González
-perdón- Yanko González estaba invitado, además
de Arturo Duclós y otros artistas. Allí, apoyado sobre
unos cómodos sillones, siguió la interrumpida entrevista.
Un
Cuchillo Sin Hoja al que le Falta el Mango
- A ver Yanko, quedaron algunos temas pendientes en la conversación
anterior con nuestro "periodista en práctica"...
— ¿Haya, pues, comercio entre nosotros?
- Bueno, sí, como Pound decía... Sólo nos
interesa terminarla y que no te lleves una errada impresión
de la revista...
— Ya me parecía, porque el ejercicio de la formación
de toda revista es arreglárselas en la administración
de poder de fijación en algún espacio y tener la valentía
de ser el tiranuelo del resto... Pero podemos seguir sin rencores.
Han pasado un par de meses y ¿tiene nombre la revista?
- Todavía está en "veremos". Pero prosigamos,
según la transcripción de la accidentada cinta, te motivó
hablar de tu libro y lo que significa para ti. ¿Cómo
resuelve Metales Pesados esa esquizofrenia entre arte y ciencia? ¿problematiza
desde la creación ese tema tu libro, no?
— Sí, aunque modesto sí. Es un cuchillo sin hoja
al que le falta el mango. Mira, es complicado, porque el libro lo
que problematiza en el fondo es la emulación servil de las
ciencias sociales a las "ciencias duras" o "naturales".
Eso. Y lo hace a través de un ejemplo de investigación
con la aplicación de un método distinto al método
científico, que es la "comprensión poética"
y una forma alternativa de representación, que no es el típico
informe, monografía, "paper", "ensayo"
o descripción naturalista.
La obra no sólo pretendió hacer un pequeño aporte
a los discursos líricos que se han centrado en esta preocupación
(el «otro» culturalmente diferenciado, en este caso, la
horda juvenil, los núcleos donde se genera identidad cultural,
la cosmovisión de espacios territoriales heterogéneos,
pluriétnicos, el choque e hibridación de los significantes
culturales en el tránsito de la periferia a la sociedad masificada),
sino también, continuar un proceso de re-legitimación
de este tipo de discurso en la presentación del relato científico,
particularmente en la antropología.
Este frágil intento no está sólo fertilizado
por nuestra propia tradición disciplinaria, sino más
bien, germina de mi lectura sospechosa sobre los llamados "popes"
de las ciencias sociales. Fue el mismo Comte, el pope primigenio,
fundadador del positivismo en la ciencias sociales, el que me dio
luces para encaminar estos destellos. Comte, que en su afán
obstinado por escapar de los filósofos sociales, desdeñados
como charlatanes por los "nuevos iluminados" de la época
-los científicos naturales-, dejó reglamentada la forma
de escribir de un científico social, paradójicamente,
como si un poema métrico la escritura científica fuera
[ "(...) ninguna oración puede ser más larga que
dos líneas, ningún párrafo puede tener más
de siete oraciones, debiendo cuidar todo hiato (...) Cada capítulo
debe tener tres partes, cada parte siete secciones, cada sección
un párrafo principal de siete oraciones y otros tres párrafos
de cinco oraciones cada uno (...)"]. Fue él légamo
de este intento. Comte, que llegando a su plena madurez, reconoce
al arte el papel de hechizar la humanidad y mejorarla. Aún
más, decide encaminar sus obras posteriores por una vía
diferente: accede a ser tratado por sus traductores como un escribano
frío y abre sus obras a los reparos estilísticos. Corrige
su lenguaje neutral para atenerse a lo que siempre negó: "las
formas artificiosas y retóricas".
- Pero por qué la poesía como vehículo de
discusión de esos temas, tan ajenos a la poesía misma,
ese exceso de complejización... ¿No pudiste enfrentarte
al tema de los jóvenes marginales sólo como poeta?
— ¡¡Por favor!!
- ¿¡Qué!?
— Mira, si hay algo asqueroso de nuestra "alma nacional"
es este modo escolar de comportarnos y relacionarnos. Esta necesidad
tarada de encapsular, encasillar y compartimentar a los demás.
Aparentemente uno vino a este "chilito" a ser uno, unívoco.
Se le prohibe todo ejercicio ajeno al que la "escuela" lo
capacitó. El modo escolarizante se reproduce entre nosotros,
más allá del colegio: disciplina, competitividad, descalificación
del diferente... matemáticos, humanistas, biólogos...
mateos, flojos. Le exigimos al resto que se comporte como quiere nuestra
mente chata. En las universidades chilenas si alguien se dedica a
pintar o a escribir, es síntoma que despreocupa sus responsabilidades,
no que las amplía. Si alguien es poeta, quiere decir que no
es un antropólogo serio, es un bufón con algo de genio,
despreocupado, pero que debe volver a su carril. Ese es el defecto
endógeno: nos llenamos de baba hablando de interdisciplinariedad,
transdiciplinariedad, complementación de los hemisferios, el
afecto y la razón, las 7 inteligencias, etc. pero nuestra práctica
y habitus es de una estrechez aterradora. Nuestras universidades capacitan,
no educan. Sancionan toda manifestación extraña al hoyo
minúsculo donde te quieren ver trabajando. Y todo funciona
en la medida que no podemos levantar la vista para ver qué
hace el autómata de al lado. El ganar la libertad para hacer
lo que tu aliento pide, en este país, es imposible. A mi me
descalifican desde la poesía porque soy antropólogo
y desde la antropología porque soy poeta. Obviamente hago lo
que se me viene en gana, he traducido a poetas, he publicado y he
hecho ponencias sobre poesía chilena, hice mi tesis de magíster
sobre la relación eco-social que tiene un bambú muy
abundante en el sur llamado quila -pariente del coligüe- y el
campesino e indígena, acabo de publicar un libro de entrevistas
a escritores del sur de Chile, hago clases de teoría antropológica
en la universidad, me gustan lo videojuegos y el rap, sigo investigando
subculturas juveniles, especialmente los cyberpunk, no sé...
y hago poesía y cuando poetizo, no me puedo seccionar, hago
poesía desde todo lo que soy. Estos carriles donde nos quieren
ver, son ficticios. Se le ha dado forma por la necesidad de la especialización
del conocimiento en el surgimiento de la industrialización
y el capitalismo y se ha decantado con las ideas de Piaget: para cada
estadio de madurez fisiológica un tipo de contenidos y aprendizajes.
Y por eso existen los grados o cursos: primero básico, segundo
básico, etc. porque se cree que es imposible que un chico aprenda
lo que biológicamente no puede aprender. Todo lo contrario,
va a aprender en la medida que tiene más disponibilidad de
aprendizaje, sus techos cognitivos se amplían perpetuamente,
no tienen tope. Entonces el profesor le dice a uno, déjate
de pintar y dedícate a tus estudios, creyendo que no puede
hacer las dos cosas a la vez, porque es imposible cognitivamente...
Una mierda.
Una
Gran Porción de la Poesía de Miguel Arteche
y una Tonelada de sus Hijastros Relamidos
- Hubo una pregunta sobre el panorama literario que te pareció
un poco boba, que me gustaría replantearla, aunque me descalifiques,
agregando tu opinión sobre el segmento de la "poesía
joven"...
— Bueno, el secreto de aburrir está en decirlo todo. A
ver, sobre lo último. Lo que impacta es la segmentación.
La promoción de poetas de los 70' y 80' se constituyó,
casi como todas, en su visión pasajera, transitoria, de lo
que eran como "poetas jóvenes". Pero desde fines
del 80' los poetas allí ubicados se han constituido como "Poetas
Jóvenes Vitalicios" y se han publicado desde fines del
89' (Taller de la Fundación Pablo Neruda en adelante) más
de 15 antologías de poesía joven chilena, donde se van
quitando y reponiendo casi los mismos autores. En un afán de
consolidar una categoría literaria que políticamente
comienza a rendir frutos codiciados. Esto ha conducido a sofisticar
las relaciones intergeneracionales. Al segmentar los campos de circulación
lírica, estos poetas jóvenes minimizan las confrontaciones,
reducen la convivencia crítica a su segmento joven particular,
lo que redunda en no disputar ningún espacio con los poetas
mayores (no enfrentarlos, no convocarlos, no criticarlos, no evaluarlos,
aceptando, con una pasividad extrema, todo lo que de ellos florece).
Pero asegurándose un espacio ambiguo, con garantías
mínimas, pero provechosas: financiamientos varios, publicaciones:
visibilidad. Todo con el sólo hecho de simular su precariedad
y su constitución inofensiva: "poeta joven", "poeta
novísimo", "emergente". Es esta la generación
que ha explotado más esas denominaciones y las ha intentado
legitimar con más fuerza. La mayoría de aquellos poetas
no son poetas "a secas", sino "poetas jóvenes".
Sobre ellos -nosotros-ustedes-, te diría que me siento cercano
a varios de otra década y sensibilidad -Pedro Araya, Alexis
Figueroa, Malú Urriola, Jesús Sepúlveda, Sergio
Parra, Jaime Luis Huenún, Guillermo Valenzuela, Marcelo Novoa,
Jorge Velásquez, Germán Carrasco-. A varios de ellos
se les intenta borronear como poetas y jóvenes, sepultarlos
rápidamente, en un ejercicio cobarde, contradictorio y oportunista.
Quienes intentan "reemplazarlos" -como si esto se tratara
de un puesto en la municipalidad-, asentados en la ignorancia y el
basureo, se han armado de periodistas y críticos pequeñeros,
a los cuales se les ha dado cebo para hablar de ellos como "nuevos
poetas y mejores", estableciendo particularidades y cualidades
que no existen, más que las de ser jotes rapaces, investidos
de tocas y báculos de caca. No les reprocho sus búsquedas
literarias, sólo sus maniqueas intenciones, tan típicas
de estos tiempos miserables y su competencia absurda.
Sobre el panorama general, te diría que las estéticas
emergidas desde los 80' son fruto de fortalecer un trabajo individual
que ha redundado en exploraciones plurales. Se asombran algunos de
no tener grandes voces actualmente. Lo que creo sucede es que las
hay, pero no se evidencian por que hay más de una. No es UN
Neruda solamente, es un Teillier y un Martínez -hasta hace
poco vivos- un Parra, un Rojas, un Hahn coexistiendo. Este fortalecimiento
del individualismo literario genera un reforzamiento en la búsqueda,
en la cualificación de los proyectos personales y creo que
buena poesía se está haciendo ("buena"= acomodo
a las condiciones socioculturales existentes, las cuales modelan el
gusto y generan distinción). El revés: producto de este
encapsulamiento, la poesía y el poeta, pierden su correlato
en la vida social y, como lo dice el título de mi libro, este
último es transformado por el Estado en un "héroe
civil" o en un "santo laico", intrumentalizando su
imagen, vale decir, convirtiéndolos en mascotas identitarias
de las cuales el poder profita como un emblema para construir la ficción
de una "identidad nacional". Un mendicante.
Una variable de este revés está situado en la sobreproducción
y el escaso tamiz (crítica), recepción y consumo. Este
es el nudo que tiene que desatar el poeta actualmente, pero no en
el encierro. Soy de los que opinan que la poesía, desde el
arribo de las vanguardias europeas de principio de siglo, la emergencia
de otros soportes de información (radio, medios audiovisuales,
multimediales e interactivos) ha perdido una fuente de poder importante:
su afianzamiento en audiencias disímiles, no necesariamente
amplias. El lector de poesía "responsable", ahora,
es otro poeta.
No se puede negar a estas alturas, la presencia en la vida cotidiana
de la poesía "popular" y "culta" en la
población latinoamericana, incluso antes de la llegada del
proyecto ilustrado. La poesía, como una expresión cultural
plural (en la oralidad y en la escritura) convivía con pocas
fricciones en la vida cotidiana de las mayorías. Cuando la
escritura y la poesía en su concepción ilustrada occidental
penetra, comienza a suceder lo que Octavio Paz diagnostica: elites
escribiendo poesía simbolista, mientras las grandes masas americanas
eran analfabetas. Lo que sucede es que este fenómeno se acentúa,
no porque sigan existiendo esas enormes masas analfabetas, sino porque
en el intertanto, las estéticas y particularmente el desarrollo
propio de la poesía "ilustrada" se adelantó,
recorrió un camino en forma más apresurada que los lectores.
Tuvo un desarrollo endógeno, de crecimiento hacia adentro,
sin considerar el entorno. Esta situación es evidentemente
demostrable en la manida frase "la poesía no vende".
Esto más que ser una perogrullada recurrente, devela una cuestión
central: la poesía no vende porque desde un tiempo se arrancó
de sus potenciales consumidores, se encriptó, se transformó
en un código secreto que no es capaz de atraer lectores, sino
escasos productores.
Si me autorrebatiera me diría: ok. Yanko, pero allí
está justamente el poder encantatorio de la poesía,
su "otra lengua", su habla encriptada, su secreto. La posibilidad
de compartirla con pocos. Y diría que sí, pero denunciaría
lo siguiente: el intento de algunos por retomar el hilo conductor
que mantenía a ciertas audiencias prendidas al consumo masivo
de poesía, que está constituido por un movimiento sumamente
reaccionario en la poesía chilena, heredero de lo que ocurre
en la poesía dominante española desde hace varias décadas.
Un giro que se enquista en el meollo de la modernidad, donde la poesía
gozaba de prestigio, no masivo, pero bastante amplio. En su forma,
una poesía sometida a su conservadurismo; en su fondo, una
poesía no problematizadora, preocupada por "la belleza"
y los valores excelsos que tensionan a la alta poesía ilustrada.
No encaran ninguna disquisición sobre el entorno de producción.
Una concepción, no romántica, sino romanticona de la
poesía, como intento reencantador de una audiencia que ya está
muerta. El ejemplo paradigmático es una gran porción
de la poesía de Miguel Arteche y una tonelada de sus hijastros
relamidos.
- ¿Parece que sigues con tu paranoia del principio?
— Ojo. El hecho de que tú no seas paranoico no significa
que no te estén siguiendo.