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ULTIMA POESIA LATINOAMERICANA:
DISCUSION Y PANORAMA

Yanko González (Santiago, México, 1971), Pedro Araya (Valdivia, Chile, 1969) y León Plascencia Ñol (Ameca, México, 1968)

Osvaldo Aguirre
Entrevista publicada en Diario de Poesía Nº 74, Buenos Aires (mayo a julio de 2007).

 

Dos antologías preparadas en México y Chile se propusieron relevar un mismo campo: el de la poesía latinoamericana reciente. Los recorridos de ZurDos y El decir y el vértigo tienen intersecciones y a la vez señalan direcciones diferentes, pero no quieren trazar los límites de un mapa. Precisamente, más que sancionar el corpus, lo que se plantea es someterlo a discusión. Yanko González (Santiago, México, 1971), Pedro Araya (Valdivia, Chile, 1969) y León Plascencia Ñol (Ameca, México, 1968), editores de esos libros, dan cuenta en este diálogo virtual de sus lecturas y criterios de selección.

-Osvaldo Aguirre: ZurDos y El decir y el vértigo dan cuenta de un mismo objeto: la "ultima" o la "reciente" poesía de América. No sé si están en desacuerdo, pero sí que llegan a conclusiones con pocas coincidencias. Mi impresión es que ZurDos hace una lectura sesgada del corpus -en el sentido de que sigue y privilegia una poética determinada- y El decir... muestra un espectro más diverso. ¿Cómo delimitaron el campo?
-León Plascencia Ñol: A partir de ciertas antologías aquí en México que marcaban el inicio generacional en 1965 o el cierre. Por ejemplo, Prístina y última piedra de Eduardo Milán y Ernesto Lumbreras cerraba su muestra con Jorge Fernández Granados, un autor que abre de alguna manera la nuestra; en él se da una capacidad de registros asombrosa. Además, nos parecía que en ese año había una buena cantidad de poetas que de alguna manera abren una serie de caminos que algunos de los más jóvenes seguirían o continúan una vertiente de riesgo dentro de la poesía hispanoamericana. También nos interesaba privilegiar el poema por encima del autor y toda la parafernalia de premios, reconocimientos y relaciones públicas. Algo que nos propusimos los tres antologadores fue mostrar una diversidad escritural y no una sola línea temática. Es decir, nunca nos propusimos seguir líneas de acción como "poesía de la experiencia" o "poesía experimental", por mencionar dos ejemplos. Dejamos que el poema nos sedujera a través de la lectura en voz alta. El cierre quizá fue más arbitrario. Habíamos pensado concluir en 1980 y tener un ciclo de 15 años. Al tener todo el material leído descubrimos que en ese año no había algún autor que nos interesara a los tres, y sí algunos de 1979 o de años después, por eso la Addenda incluida.

Desde luego estábamos interesados también en generar nuevos lectores o construir a esos nuevos lectores a partir de ciertas coordenadas. Sabíamos que nuestra aventura radicaba en la experiencia del poema. ¿Cuántos registros, cuantas maneras posibles? Discutimos mucho quién quedaba dentro y quién fuera. Lo que mejor nos posibilitó esto fue, lo dije antes, la lectura en voz alta y luego el diálogo sostenido. Cada sesión era agotadora, pero también nos iba abriendo una serie de panoramas evidentes. Había vasos comunicantes por ejemplo entre Gambarotta, Amara y Gaviria: parecían provenir de una misma genealogía. Sus recursos literarios eran muy cercanos, también la dicción o la manera de articular el verso. Un argentino, un mexicano y un colombiano. Incluso ciertos temas tratados por ellos se parecían. ¿Había que hablar entonces de una sola poesía para el continente y no de una serie de registros y tonos por país? Mejor, existían poetas en distintos países que estaban en búsqueda de ciertos intereses; poetas que incluso en ocasiones no conocían lo que estaba haciendo el otro. El decir… nos permitió mostrar una buena cantidad de poetas que para nosotros tenían poéticas de riesgo o simplemente estaban tratando de hacer un trabajo importante.

-Pedro Araya: En primer lugar, habría que decir que por su naturaleza cada uno de estos libros construye un corpus, el suyo, por lo que mal se podría pretender compararlos a algo pre-existente que denominaríamos un corpus. Ese cuerpo no existe en tanto que tal, sino en tanto que construido. Y por lo tanto, siempre cuestionable, re-armable.

Mi impresión es que de lo que se trata aquí es de sopesar líneas de lectura, si lo podemos plantear así. Al menos en ZurDos, lo que se pretendió fue, efectivamente, asumir el sesgo, no escamotearlo, intercambiar una impostura por otra. Y, aún haciéndolo a tientas, construir no sólo un corpus sino un lector. Quizás allí radica la diferencia. Asumir aquello como parte de su proyecto. Construir un lector entonces, el último lector, en tanto que ser obseso con aquello que no funciona, que es opaco. Un lector acaso distraído, en un devaneo vagabundo, pero acaso bizco, con la pupila abierta a lo que se le opone, a lo que le sale al paso.

En ese sentido, los vacíos de la muestra son parte de la zurdera propia que nos otorga la etimología. Siempre se cojea. Decisión de cada cual el de esconder con mayor o menor gracia sus defectos. En segundo lugar, qué libro, qué antología no privilegia una poética determinada. Pensar lo contrario es desconocer sus ocultos engranajes. Lo que se intentó con ZurDos fue leer y con ello propugnar una dinámica al revés entre estos poetas burlonamente actuales. No digamos nuevos, sólo es nuevo lo que se ha olvidado, repetiría Torres. Una lógica no tan sólo referida a la forma del ser, sino también en los ejes fundamentales de su escritura. Existe una noción de diálogo que permea no sólo la escritura y las lecturas que quisimos presentar, y que se transforma en una conversación estética (y acaso política, claro) que se extiende como eje. Esa conversación es la que esperamos.
Ahora, quizás habría que preguntarse si toda antología, en su basamento, no es sino la construcción expuesta de un lector. Esto, en la medida que todo objeto escrito implica una práctica de escritura, que (en el caso de una antología sería más patente) es a la vez una práctica de lectura, acaso siempre inactual, que fuerza a buscar claridad en otra parte. La lectura como arte de la réplica, diría el viejo Pound.

-Yanko González: Cuando abrí El decir y el vértigo la palabra que se me vino a la cabeza es "representación" y cuando trabajamos ZurDos con Pedro la palabra que nos rondó fue "sesgo", la curatoría del sesgo. Claro, quizás son dos espejismos, cada uno contiene su revés: tanto hay de sesgo en la representación, como de representativo en el sesgo. Pero curiosamente, hace más de 30 años que se viene retorizando y cuestionando epistemológicamente los problemas de "representación". Habida cuenta de la injerencia insalvable y plena del observador en el recorte de lo observado, una de las soluciones exploradas fue la explicitación total y casi exclusiva de "las tijeras" con la que perfilaban los trozos de realidad, olvidándose casi de lo "otro", de lo observado. Esto, en la medida que había un fondo no discutible: la operatoria del bisturí o de la tijera que selecciona, me habla más de la realidad, que la realidad misma. La "representación" y el "sesgo" son sólo en apariencia un Jano bifronte. En mi opinión son dos empresas cognitivas radicalmente distintas. La primera -la de la representación- asume la posibilidad de que lo que existe "afuera" -lo observado, el poetas y sus obras, en este caso- puede coincidir con una comunidad "total" de observadores -lectores- cuyos ojos recortan -con más cercanía que lejanía- lo que recortan los observadores de primer orden -León, Rocío, Julián-. El segundo camino -el del sesgo- parte del supuesto del fracaso absoluto de buena parte de "la representación" y, por tanto, su recorte no interpela más que a una comunidad mínima de observadores, de quienes, además, no se tiene certeza crítica y en detalle de sus propias demarcaciones. Claro, reflexiones como estas no cavan, en apariencia, la médula de lo que creo a Osvaldo puede interesar: un contraste evaluativo entre estas dos antologías a partir de las pocas coincidencias. Sin embargo, mi impresión, es que estas no coincidencias, como también las debilidades y las fortalezas de ambas obras, se sitúan en el campo de las pretensiones cognitivas, de las cuales resultan operatorias y resultados disímiles. En este sentido, creo que no se puede soslayar la envergadura de ambas empresas. El decir y el vértigo contiene 58 autores, casi el doble de los incluidos en ZurDos. Esta diferencia estructural refleja claramente lo que planteo en términos procesuales, la representación vehiculizada por la vía de la amplificación y el sesgo por vía de la reducción.

-L. P. Ñ.: Me parece que la idea de la "representación" manejada por Yanko merece una respuesta. Amplificación y reducción es lo que propone. Al no regirnos por una sola poética o un "sesgo" escritural y al no buscar la coincidencia "total" con los observadores que menciona Yanko, nuestro trabajo tuvo la libertad de -vuelvo de nuevo a lo mismo- apostar por el poema. Ver desde fuera todas las tradiciones nos permitió muchísima libertad. Aquí no importaba si tal poeta está peleado con aquel otro o si esta corriente es contraria a aquella. Pensamos en un corpus o magma hispanoamericano abierto a múltiples lecturas. A pesar de haber sido los poetas catalogados por nosotros por país, al momento de integrarlos al volumen eso desaparece porque era más importante ver un mapa de registros, de aventuras; buscamos incluso que hubiera contradicciones o choques entre las poéticas mostradas. Tanto Rocío, como Julián y yo venimos de formas escriturales o poéticas muy distintas; eso nos posibilitó estar abiertos a cualquier otra mirada. Intentamos que en la pluralidad se diera un diálogo.

- Coinciden en la búsqueda de un diálogo, aunque parecen entenderlo de manera diversa: como puesta en contacto entre distintas líneas poéticas, en El decir..., y como reflexión en torno a la escritura, en ZurDos.
-P.A.: Estoy de acuerdo. En las palabras de cada uno de nosotros, se deja entrever una idea distinta en torno a lo que llamamos diálogo, acaso vinculado a una ilusión inicial distinta, acaso pragmática. Ilusión de un sesgo que de por sí ya pediría réplica, ilusión de una diversidad que en sí llamaría al desbrozamiento. Cambiemos "ilusión" por "proyecto" y quizás demos con las dos puntas del supuesto diálogo. Ambas necesarias, aunque impliquen una entrada en materia diferente. Diferencia acaso en la modalidad del uso público de la razón. Conciencia, en ambos casos, de que una visión hegemónica sobre el acontecer poético actual es insostenible, pero sin defender un mero eclecticismo. Conciencia de que el diálogo requiere tiempo y de que estamos, sin duda, en medio del baile. Conjeturo así de a primeras.

- ¿Qué conexiones señalarían entre las nuevas escrituras? ¿Hay textos o autores que están marcando una nueva dirección? Bueno, en ese sentido ustedes parecen hacer apuestas: Sergio Parra, en un caso, Germán Carrasco en el otro. Pienso en esto también porque la tradición aparece como un objeto fuerte de reflexión, sobre todo en El decir... En primer lugar, me llamó la atención que en el prólogo aparezca acotada al marco de cada literatura nacional. ¿No es posible pensar en un sentido más amplio, el de una tradición latinoamericana? ¿Existe esta tradición en la práctica de nuestros poetas? Por otra parte, también me sorprendió -y con esto quiero decir que lo podríamos conversar- la afirmación de que los poetas argentinos se desentienden de su tradición.
-L. P. Ñ.: ¿Conexiones entre escrituras emergentes? No lo sé, sinceramente. Me parece difícil establecerlo ahora. O quizá podríamos aventurar unas cuantas. La mencionada de Gambarotta, Amara, Gaviria, o la de Rubio y Fabre, o también la de Ortuño, Figueroa y Padilla. Creo en cambio que ciertos autores como José Eugenio Sánchez, Fabián Casas o el mismo Carrasco están marcando direcciones distintas. Pero también eso conlleva algunos riesgos, por ejemplo, en México se empieza a notar una serie de imitadores del "estilo" de Sánchez, creo que en Argentina pasa lo mismo con Casas, y el caso de Carrasco es muy particular. Es un autor que llamó mi atención -y que aún lo sigue haciendo- por esa lectura que hizo de los autores norteamericanos y cómo se apropió de algunas de sus tácticas. El problema, según mi lectura, es que ahora él mismo pareciera imitarse. En un libro publicado en El Billar de Lucrecia, sello que dirige Rocío Cerón, lo que en otros libros suyos parecía hallazgo en éste es redundancia, imitación de formas y cansancio de una misma voz.

-Y. G.: No me queda muy clara la articulación de la primera parte de la pregunta, sobre todo pensando que en ZurDos, tanto Parra como Carrasco están incluidos. Y entre ellos, hay un soplo cercano desde el punto de vista de algunas tradiciones anglosajonas que se cuelan en sus obras. Ahora bien, te he dicho en otra oportunidad que las antologías surgen como los criminales, por la necesidad. No sólo de alimentar el deseo, sino también de dañar la realidad. Debido a eso, es que creo que los que están inscritos en ZurDos -emergentes o reemergentes- asumen el riesgo del que jode en forma literal a la realidad, no sólo en la palabra, sino también en buena parte de su acción. Recientemente organizamos un encuentro llamado "Poesía Activa", donde hicimos comparecer a un grupo de poetas emergidos y/o visibilizados en los años 80 y otro grupo de los 90. Entre estos últimos estuvieron Sergio Parra, Javier Bello y Andrés Anwandter. Javier había organizado el año 1999 un encuentro clave de esa década ("La Angustia de las Influencias") donde asistió el grueso de los poetas jóvenes emergentes del momento. Como imaginarán, las sospechas, el malestar y las escenificaciones de las discrepancias se hicieron sentir, como no, entre invitados y excluidos. Sin embargo, pasados casi diez años, Andrés fue muy lúcido en perfilar en su intervención en "Poesía Activa" algunos caminos que siguió la poesía chilena emergente en su momento y que, personalmente pienso son rastreables -con bemoles, por cierto- en América Latina desde fines de los años 80 hasta ahora. La reflexión de este poeta desempañó lo que en último término se convirtió en un parteaguas para una porción de obras emergidas en los 90 -en mis términos-: asumir el riesgo del textualismo Lihneano o neobarroco, so pena de ser acusado de críptico "conservador ensimismado" (es decir, tematizar y tensionar el propio lenguaje hasta encontrar una salida diferencial) o asumir el riesgo de la urgencia contextual, so pena de sucumbir tras el mote de "vitalista desprolijo", objetivista, chistosito social o pop punk coloquial. Aunque son distinciones muy maniqueas, a lo que apunto es que parte de estas señales estéticas han estado en los cimientos de las poéticas en América Latina, al menos durante buena parte del último cuarto del siglo XX. Lo fundamental, es que estas posiciones se han sofisticado en la medida que hemos construido otros marcos teóricos para entenderlas y junto a estos marcos, los propios autores han construido estéticas cada vez más híbridas, que los han hecho coquetear con, o subordinar a, un camino en vez de otro. Así me explico, por ejemplo, que Javier Bello o Silvio Mattoni tienen un merecido espacio en El decir y el vértigo y Lalo Barrubia y Tania Montenegro en ZurDos. A su vez, es lo que explica que algunos autores están presentes en las dos antologías: ya porque sus aportes han torcido insospechada y potentemente algunas tradiciones literarias nacionales y/o latinoamericanas (como el caso de Martín Gambarotta) o porque suponen interregnos estéticos que van más allá del mestizaje lírico y entrañan un proyecto de refundación etnocultural a partir de la palabra, como es el caso de Jaime Luis Huenún.

- ¿Cuáles son esos marcos teóricos?
-Y. G.: Entiendo tu sospecha con lo de "marcos teóricos". No quiero esquivar el bulto, pero me excusarás por no ejercer aquí el majadero arte de la pedantería bibliográfica. Sólo me tiento a comentarte que -supongo- hace bastante tiempo que la criba crítica -y sus instituciones conceptuales- se ha desmantelado a sí misma, consciente, entre otros muchos aspectos, de que todas las diferencias que distinguía, se transformaban en desigualdades. Ahora, es claro que una parte importante de esta criba, consciente de su efecto, lo eufemiza, que es la más astuta de las formas de trocar diferencias en desigualdades. Es decir, todo lo que toca lo desplaza. Por ejemplo, sanciona los capitales culturales diferentes (estética y contenido) como "populares" (pobres y orilleros); "premodernos" (indígenas esenciales) o "posmodernos" (mediáticos des-ilustrados) y administra -o cierra- los circuitos por donde muchas expresiones políticas y culturales pudiesen circular. Así, practica la cirugía que le acomoda: vouyerea y saquea y en sus periódicos o revistas académicas aparecen como cromos coleccionables, deslavados y deformes, una tropa reemplazable de freaks digeridos para el consumo metropolitano.

-P. A.: A ver, cuando se nos cuelga la etiqueta "antología" (aún a nuestro pesar), implícitamente se nos obliga a una reflexión acerca de una supuesta tradición. Sin embargo, y quizás por nuestras propias ideas, aún si vagas, la condena eterna de la nación y de la literatura nacional nos parecían, a esas alturas, una cuestión más que digna de faltarle el respeto. Escribimos en una lengua dada, con toda su carga histórico-social, claro, pero hay un interés, ferviente, por acercarse a los otros que escriben en otras modalidades de la misma lengua y que remiten a posiciones estéticas comunes. Si escribir significa actuar sobre la realidad, la escritura en tanto que acto/acción torcida nos llamó a su descampado.

Por otro lado, me seduce la idea, de una buena vez, de comenzar a pensar en términos de una tradición latinoamericana. Los intercambios entre escritores del continente han sido muchos y han existido desde hace tiempo, las experiencias comunes (no sólo políticas, sino también sociales y estéticas) se multiplican, holgando la relación con la lengua castellana, y submarinamente con las otras lenguas precolombinas que aún persisten y nos pervaden. Tema, entonces, hay para rato, en esta posible captura de lo que se hace y deshace por estos pagos ladinos.

Una pregunta: ¿A qué te refieres con lo de las apuestas? Difícil entender cómo se nos adjudica tal cualidad cuando decidimos publicar a un grupo de textos de autores diversos y no sólo los de un autor.

- Me refería a que, al margen de incluir autores diversos, ustedes señalan momentos de fundación o puntos de referencia. Sergio Parra, ha dicho Yanko, es "viejo crack de esta generación". Quizá lo esté descontextualizando, pero creo que el señalamiento de La Manoseada como un punto de partida existe. Está también en El decir..., donde se lo cita ya como parte de la tradición y por otra parte Germán Carrasco es reconocido como "una de las voces más sólidas de la poesía de nuestro continente". Y digo apuesta porque se trata de autores contemporáneos.
-P. A.: Ah, ok. Puede que sea verdad, o ilusión, de que exista algo como una apuesta en estos casos. Apuesta hay, por cierto. Pero, insisto, creo que la apuesta va por una manera de leer y de dar a conocer a estos autores. Recurrentes son las reseñas (aunque no muchas) que, aún criticando la selección y su falta de representatividad, reconocen lo positivo de haber podido dar con escrituras que hasta entonces permanecían desconocidas.

Sergio Parra es un viejo amigo, quien ha practicado la amistad por la poesía con muchos. Debe ser uno de los poetas más conocidos de su generación, conocido en el sentido de haber compartido más de una copa alrededor de una conversación interminable. Para muchos viajar a Santiago, es viajar a ver a Sergio. Un zurdo en el callejeo, cuya escritura refleja todo esto de lo que hablamos. Pero, bueno, esto ya es archi-sabido por muchos.

Por lo que se refiere a Carrasco, no podemos negar el reconocimiento que ha logrado. Esto podría decirse de otros poetas que comparecen en ZurDos. Y sin embargo, también es uno de nuestros conocidos, alguien con quien hemos tenido más de una buena conversación. Difícil entonces separar aguas. Nuestra lectura se basó en textos, por lo que muchas veces los propios inquiridos no estuvieron de acuerdo en la selección que les atañía. Eso era lo esperable, ¿no? Nos hicimos cargo de nuestro ojo malo, y bueno, allí quedaron las migajas escogidas.

- Perdón por la insistencia, pero me queda sonando aquello de la posible ruptura del nuevo escritor argentino y la tradición.
-P. A: ¿Quién dice que los poetas argentinos se desentienden de su tradición? Lo que veo es todo lo contrario, o algo más complejo: una revisitación o una relectura de lo publicado, y una apertura a lo publicado en otras latitudes. Quizás allí radique la fuerza de lo que se ve en Argentina. Reflexión crítica, curioseo y apertura. Cualquiera querría participar de aquello, no? Piensa que hace algunos años Juan L. Ortiz, Zelarayán, Giannuzzi, Viel Temperley, eran muy poco conocidos, allí y menos en la quebrada del ají.

-L. P. Ñ: Sobre la idea que los poetas argentinos jóvenes se desentienden de su tradición, quizá fue un tanto arbitrario nuestro juicio. Me explico, tanto Rocío Cerón como yo hemos estado en Argentina y de alguna manera conocemos a unos cuantos poetas jóvenes. Al dialogar y discutir con ellos nos llamó la atención, por separado, la negación de cierta manera escritural argentina, de cierta tradición un poco ninguneada. Por ejemplo el desinterés por Borges, Juarroz, Pizarnik, cierto neobarroco, Orozco, Molina, autores o corrientes que en México siguen leyéndose con interés, por lo menos una parte importante de ellos. Creo, en efecto, que han sabido nutrirse de otros autores, que la curiosidad viró a otras propuestas, pero aún así no deja de llamarme la atención que alguien como Silvio Mattoni -cuya obra admiro y me interesa- parezca una especie de outsider. Quizá sería conveniente introducir un fragmento del prólogo que escribimos y que ejemplificaría muy bien esto. Aclaro que es una mirada desde fuera: "La reciente poesía de este país [Argentina], cuya larga sucesión de "raros" constituye un gran bloque de la tradición literaria, ha intentado desprenderse de sus poéticas más proclamadas (Borges, Girondo, Juarroz, Pizarnik, Orozco, Negroni, por citar algunos) para promover una poesía de carecer más inmediato y de la calle, con un avasallador uso coloquial, de los diminutivos, de las estéticas pop y camp, de la cercanía con el rock, la cumbia, el happy-punk, de la verbalización de los procesos multimedia y, en general, de la ocurrencia y el lirismo de post-it como filosofía de la composición.

[…] Poesía desde un margen (y no sólo en su estilística al uso, sino también, y paradójicamente, en las experiencias literarias que van a contracorriente en su país, como las de Fabián Casas o Silvio Mattoni), la de Argentina ha creado un magma particularísimo, con todos los riesgos que implica aventurarse a ello. Los poetas argentinos están perneados por un sentido de insularidad. Viven y no viven el ser latinoamericanos. Tienen los ojos puestos en sí mismos, más que su historia o su propia tradición literaria. Allí radica el más grande riesgo: olvidarse de una tradición tan rica para intentar fundar la propia, casi desconociendo u olvidando a los autores que les antecedieron. Nada tan lúcido para describir la peculiaridad estilística, el parricidio intelectual, la vocación egótica, la desnaturalización (en su sentido de desarraigo nacional), la sacralización y desacralización alternativas del lenguaje que estos poetas proponen, como el mote que Arturo Carrera les ha dado a través de su antología: Monstruos".

Obviamente no toda la poesía reciente argentina está instalada ahí.

- En ambos libros se ofrecen lecturas de los poemas seleccionados a cargo de otros poetas. ¿Por qué les pareció importante incluir esos textos? Resulta particularmente fuerte el posfacio de Eduardo Milán, sobre todo al sostener que el lenguaje de estos poetas está en general desmarcado del acontecimiento histórico y "no parece haber poéticas que defender como actitudes ante la poesía". No sé qué opinión les merece esta idea.
-L. P. Ñ.: Los autores que incluimos en El decir… que provenían de preselecciones fueron muy pocos. Y entraron a la antología sólo unos cuantos de la enorme cantidad que nos llegó. Evidentemente caímos en el problema de los grupos. Un preseleccionador quizá nos mandaba material de la gente más cercana a él y olvidaba a otros. Así que de lo enviado hicimos nuestra propia selección varias veces, hasta que se fue decantando y uniendo con textos que encontrábamos a través de la Internet, o libros o revistas, o nos eran sugeridos por otras voces o poetas o simples lectores. Tratamos de tener los oídos alertas para estar al tanto de lo que iba sucediendo en cada país, en la medida de lo posible.

Con referencia a la cita de Milán, aclaro brevemente que menciona en el posfacio que las poéticas están implícitas en cada uno de los poetas. Recordemos que Eduardo ha escrito mucho acerca de la importancia de las vanguardias históricas y su posterior desarrollo en las diversas voces escriturales del continente. Cree que esta novísima generación, y a riesgo de malintrerpretar su discurso, está más preocupada por la relación del lenguaje con la vivencia individual e intelectual que con situaciones históricas como las que vivieron su generación y las anteriores.

-P. A.: En nuestro caso, creímos pertinente acudir a nuestro médico de cabecera, el Dr. Dobry, para que auscultase nuestras andanzas. Creo que incluir sus devaneos fue una buena manera de exponer algo del diálogo que la muestra produce, a sabiendas que las posiciones eran diferentes, y quizás por ello mismo, necesario de integrar. Todo ello respondía a una necesidad de asumir el carácter hechizo de nuestra muestra, sin aspavientos, pero con una cierta carga amistosa. Creo que a estas alturas, negarse a la amistad en estas lides no hace más que empobrecer nuestros proyectos. Dobry ha llegado a ser, quizás a causa de este proyecto y de otros, un buen amigo. Y una red fundada en esa lógica me parece deseable. No hablo aquí de amiguismo, ni en la elección de los poetas ni en la inclusión del escrito de Dobry. Más bien se trata de un respeto que se torna hospitalario para con lo que cada uno tiene que decir.

Somos, fuimos en la muestra, descomedidos. Tanto por el tipo de alimento que manducamos, como por el exceso de volteos, fuimos asumiendo de a poco nuestra empresa en tanto que diletantes, siempre a la escucha de quién se cruzara por nuestra vereda. Y tuvimos que asumir las consecuencias inmediatas, si acaso también las venideras. Al contrario de lo que tengo entendido ha sucedido con la antología de León, Rocío y Julián, nuestra empresa desde el punto de vista editorial dista de haber sido lo que llamaríamos un logro. ZurDos tiene dos ediciones, una en Argentina (Paradiso) y otra en España (Bartleby). En la edición argentina sólo actuamos en tanto que antologadores. Pasan unos meses y comenzamos a recibir algunos comentarios, uno de los cuales se repetía con fuerza: que éramos unos cobardes por no habernos incluido, a sabiendas que nuestras escrituras también caminaban por la misma orilla. Hecho. Unos meses después tenemos la oportunidad de publicar en España, y la duda nos mangia. Finalmente, decidimos autoantologarnos. Ahora, las críticas arreciaban desde el otro flanco: que éramos unos sinvergüenzas, truchos, poco serios, al incluirnos y no dar el famoso paso al costado, como debe hacer toda persona que se respete. Bueno, no es para tanto, pensábamos, nada dicen los manuales. Y sin embargo, todos seguían serios. En consecuencia, no hubo forma de salir airoso. Creo, sin embargo, que fue la propia naturaleza del proyecto la que nos lanzaba inevitablemente hacia este derrotero.

Aunada a la poca recepción, el desinterés en Chile, algunas críticas provenientes de poetas mayores (de edad), de aquí y allá, lograron sacarme una sonrisa. Se nos critica la falta de elegancia (por incluirnos) y la falta de kultura de los poetas zurdos. Somos ignorantes, nos dicen. Que nos creemos unos pequeños Tarantino. Qué se yo… Pero justamente aquello es interesante, en la medida en que la muestra provoca este tipo de posible reacción. Hay zarpazo entonces, por donde se lo mire.

En lo que se refiere a las palabras de Eduardo Milán, es bien poco lo que puedo decir. Milán me parece un poeta espectacular, y un tipo lúcido. Me lo imagino generoso en sus palabras. Respecto a la cita, a riesgo de glosar todo un descontexto, creo que esta dicotomía no se sostiene del todo. Una poética, a mi entender, es también una actitud ante la poesía. Claro, se me dirá, pero no al revés: una actitud ante la poesía no es necesariamente una poética. De acuerdo. Touché. Pero los aquí convocados escriben. No veo bien cómo hacer la distinción. Claro, si me invitan a México alguna vez, me gustaría conversar de esto con Milán.

Me parece que la escritura es una forma de lectura, y la idea que nos hagamos de una depende de la que nos hagamos de la otra. No veo bien cómo son ellas separables. Por ello, vuelvo al inicio, esbozar una poética común -algo difícilmente defendible-, en nuestro caso, pasó por esbozar una lectura, y ella no en tanto simple obra sino que en tanto práctica.

-L. P. Ñ: La recepción de nuestra muestra o panorama (me resisto a llamarla antología) ha tenido pocos comentarios en la prensa escrita en México. Entre los pasillos, entre las charlas de escritores, se nos ha llamado desde "misóginos", "amiguistas", "tendenciosos", hasta ignorarnos olímpicamente aquellos que no están incluidos por diversas razones.

Una de las críticas más absurdas que recibimos fue que no estaban los poetas mexicanos que deberían estar, que los incluidos eran muy pocos. ¿Cómo explicarles lo obvio, que hicimos un panorama de la poesía hispanoamericana reciente?, ¿qué no era una antología de poetas mexicanos?

- Ya que comenzamos por las diferencias, podemos terminar por las similitudes. ¿Les parece que estas antologías, o panoramas, en sus intersecciones y elecciones comunes, están creando o han creado un consenso?
-Y. G.: Disculpen mi impertinencia, pero a la palabra "consenso" le guardo un rencor irracional. Es un concepto abyecto, con una carga política nefasta, tan cercana a la palabra "componenda" que me ciega. Esto es un problema de mi respuesta y en ningún caso de la pregunta, aclaro. Ahora bien, más allá de mi repulsa, pienso fríamente que ambas antologías no crean -ni recrean- ningún consenso. El consenso implica "negociación" o acuerdo entre las partes. Entre estas antologías -desde el punto de vista de los supuestos de lectura, de los procedimientos curatoriales, estéticos y metodológicos- no creo distinguir un diálogo. Esto quiere decir que entre las dos obras no hay un ejercicio de continuación, corrección, completación, negación, retroalimentación o complicidad. No sólo por una cuestión temporal -ZurDos es brevemente anterior a El decir y el vértigo- sino porque nuestra propia antología con respecto a las precedentes en cuanto a naturaleza y sincronía (la de Julio Ortega, por ejemplo), no busca completarlas, ni discutirlas, ni borrarlas; ni menos aún "componer" junto a ellas un mapa que en la operatoria del contraste dibuje un canon, que resulte, por ejemplo, de la ecuación de la doble inclusión de un autor en ambas obras.

Las coincidencias, en este sentido, pueden explicarse al interior de una "semiósfera" o campo literario por lo que expresé en la segunda pregunta (ruptura, refundación de la tradición, etc.); pero personalmente, me interesan poco estas elecciones coincidentes si se leen bajo la nomenclatura de una objetividad trascendental -a la manera de "si están en ambas, son autores/as casi indiscutibles"-. En estos casos, me preocupa de sobremanera el bisturí que recorta, el tamiz, el atalaya de lectura y los supuestos. Por lo mismo, las elecciones comunes remotamente implican o producen consenso, puesto que desde el punto de vista lógico los engranajes generativos de criba y selección son disímiles, ergo la evaluación de sus resultados -y su impacto- no pueden aislarse de dichas operatorias. Así, las convergencias son incomparables y el "consenso" es un espejismo sobreinterpretado.

Más claro aún -supongo-, si forzamos la idea de "consenso" al límite, podemos edificar el siguiente aserto entre ambas obras: al parecer hay "acuerdo" en varios de los poetas y no en las poetas, entre otros factores porque en las dos antologías estos aspectos son incomparables. Al Decir y el vértigo no le interesó -como lo expresa claramente León- el autor o autora -ni su género, ni su etnia, ni su clase, ni su prestigio- sino el "poema"; lo que dio como resultado la inclusión de 6 poetas mujeres entre los 57 autores antologados. ZurDos, por su parte, tiende a soslayar las adscripciones nacionales, lo que da como resultado un número abultado de poetas del cono sur en relación a los del resto de Latinoamérica; por lo que mal podríamos cotejar y concluir "consensos" en la elección de determinados poetas por países.

Si me apresuras, para no aburrir más y contestar un trozo deducible de tu pregunta, te diría que estas antologías son parientes, pero su parentela, quizás, es más biológica que política; más racial que étnica y más etaria que generacional.

-L. P. Ñ.: ¿Consenso? Da miedo la palabrita. Ni Julián, ni Rocío ni yo buscamos eso. Sería absurdo pensarlo. Imagino que ni Pedro ni Yanko tampoco lo buscaron. Lo que quisimos fue, primero, indagar sobre lo que sucedía en nuestros países de habla hispana: simple curiosidad de lectores, luego tratar de ver las conexiones que existían y también, de alguna manera, mostrar al público de México lo que hacían sus pares de otros lados. La empresa, como cualquiera, resultó difícil, complicada, pero también muy satisfactoria. No sé si lo volvería a hacer. Ahora revisando el panorama para tratar de contestarte a estas preguntas me di cuenta que hay autores que quizá podríamos haber excluido y no pasaría nada, pero bueno, la nuestra fue una puesta de tres. Los fallos y los aciertos los compartimos.

-P. A.: Entenderás que, dada nuestra posición, lo que menos buscamos es acercarnos a esa palabrota manoseada llamada "consenso". Líneas convergentes claro que las hay…La antología, en tanto que gesto de lectura, como una ignorancia activa para invitar a seguir viajando. Esa suerte de conmoción compartida que dan ganas de sentarse al borde de la cuneta, a puro pensar, conversar de a dos, de a muchos. Estamos acostumbrados a sentirnos obligados a criticar a todos los antologadores (y en tanto que poetas, a criticar a todos los poetas, sobre todo si contemporáneos). Creo que, implícitamente, ambos trabajos toman como punto de partida esa desmesura inicial, ésa de depositar en alguno(s) la responsabilidad de leer y cribar no sólo lo ya leído, sino también lo que nos falta por leer, esperando a que se nos dé completamente en el gusto. Ambas antologías se tienen en última instancia como una experiencia que se juega en el marco de una lectura que se quiere contemporánea, viva, dinámica. La puerta queda abierta a la exploración de sus partes, a los poemas en sí. La prueba de ello se encuentra en los desbordes de nuestros tamices que los propios poemas llevan a cabo. Pues siempre nos quedamos cortos de contención. Lo que me trae a la cabeza un verso de Bruno Vidal, en el que leo también la energía de los convocados: "LA LUCHA CONTINÚA".




 

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Última Poesía Latinoamericana: Discusión y Panorama.
Entrevista con Yanko González, Pedro Araya y León Plascencia Ñol.
Por Osvaldo Aguirre.
Diario de Poesía Num. 74, Buenos Aires, Mayo a Julio de 2007.