De ello no hay duda: los alérgicos a la novedad poética se interesarán poco, o más bien nada, por la antología que acá reseñamos. Y no tanto porque los autores en ella reunidos se valgan de innovaciones técnicas, revisables por medio de un filtro vanguardista. Más bien, esa distancia se impone por razones generacionales. Los poetas de ZurDos prefieren conservar la energía creadora del rock y del rap, y sus eficacias verbales no tienen una deuda con la literatura de arte mayor, sino con el espectáculo contracultural y con esa coloquialidad que sobrevuela los bajos fondos, descarnada y preferiblemente transitoria. Salvo excepción, la obra de todos ellos se encuadra fácilmente en las costumbres juveniles. De ahí que en la colectánea proliferen (repetidos pero variados) apuntes mínimos de un ansioso recuento: las preguntas por la identidad y otros dolores mentales, el sexo como acto de liberación narcisista, la lucha contra el buen sentido burgués, la imitación improductiva de la regla paterna, el destino convertido en veredicto, y en fin, toda una serie de filosofemas adolescentes, a veces tirando a banales y casi siempre formulados en una atmósfera donde domina la estética metropolitana.
Reducida a estos tiempos que corren, la ternura es uno de los sentimientos promovidos por la argentina Laura Wittner. Contrasta, en lo mesurado de su expresión, con la fiera insubordinación de varios compatriotas suyos: Romina Freschi, Wáshington Cucurto, Fabián Casas y Juan Desiderio. Desde este margen, hay familiaridad entre Desiderio y los rasgos gruesos de otro poeta argentino, Martín Gambarotta, cuyo interés se alimenta con materiales del punk («Vicious en el sentido de sádico. De pibe / apaleaba perros en el parque Slough./. Y Sid porque ningún careta /jamás le pondría ese nombre a su hijo»). En razón de esa unidad que el vigor y el desafio configuran en ella, la poesía del costarricense Luis Chaves participa del mismo festín («Debajo de ese lunar tan sexy / crece en silencio / un tumor maligno»).
Nacida en Cuba, Damaris Calderón asigna expresamente al ser humano un determinismo fatal («El pájaro que entró no saldrá / ni por el hueco de la sien»). Su paisano, Carlos Augusto Alfonso, expone un patrimonio de experiencias que nos conduce a esa esfera deprimente que podemos interpretar como articulación temática («Soy hijo de mi hermana / he fundado un país. / Yo soy hijo del viejo / que escapó de Sodoma, / cobrando unos favores que alguien le debió»).
Más vibrante en cuanto a recursos, el chileno Germán Carrasco figura entre lo mejor de esta antología: sus versos, animados por una tensión nerviosa, declaran una melancolía siempre nueva e inesperada («Para las urracas o el abatido nido de sus ojos / brillan los tesoros: sillas de ruedas, baratijas en manos virginales, en regazos»). Ese elogio que merece Carrasco también es lícito para otros dos poetas chilenos, el vallejiano Jaime Luis Huenún y Malú Urriola, quien reordena con soltura los tópicos de Alejandra Pizarnik.
Los poemas de Marcelo Novoa y Nicolás Díaz Badilla, de clara evocación bohemia, reproducen esos prestigios de las subculturas que también agradan al chileno Pedro Araya («la pálpebra sigue tu índice en la húmeda ventana del hotel Beau-Séjour describiendo un bicho mientras relees los periódicos verticales de Chinatown»). Los detalles sórdidos, la nocturna confidencia y el tránsito por una vía muerta movilizan paralelamente los poemas de Sergio Parra y Yanko González.
Aires de familia: al reconocerse en este libro, dan vida al mismo juego los demás autores seleccionados. A partir de sus polos —la juventud de las voces y la arbitrariedad de sus estilos—, ZurDos repite los acordes de otros poetas modernos, cuya leve experiencia constituye lo propio de su atrevimiento. Acaso con el tiempo se los nombre por su esmero renovador. En todo caso, nadie discutirá la amplitud de esta panorámica que completan el boliviano Juan Carlos Ramiro Quiroga, los dominicanos José Alejandro Peña y León Félix Batista, el ecuatoriano Edwin Madrid, los mexicanos José Eugenio Sánchez y Román Luján, la nicaragúense Tania Montenegro, los peruanos Lorenzo Helguero, Rocio Silva Santisteban y Rodrigo Quijano, los uruguayos Gabriel Peveroni y Lalo Barrubia, el costarricense Mauricio Ventanas y los venezolanos Arturo Gutiérrez Plaza y Daniel Pradilla.
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ZurDos. Última poesía latinoamericana. Antología,
Yanko González y Pedro Araya
Epílogo de Edgardo Dobry, Bartleby Editores, Fundación Domingo Malagón, Madrid, 2005, 344 pp.
Publicado en Cuadernos Hispanoamericanos, N°664, octubre 2005.