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Al son del mar
«Vals Chilote» de Yosa Vidal


Por Alba Balderrama
Publicado en OPINIÓN, Bolivia. 14 de agosto de 2022


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Una entrevista con la escritora chilena Yosa Vidal (1981), que estuvo recientemente en la 26ava Feria Internacional del Libro de La Paz
(FIL -2022) para presentar su novela Vals Chilote (2022), publicada por la editorial Mantis.


El territorio de Chiloé es un archipiélago formado por más de treinta islas. En el mapa aparecen como rocas de distintas formas flotando en el mar separadas del continente y al sur de ese insecto flaco, largo y alucinante que es Chile. 

Al habitante de Chiloé se le dice chilote. A su comida, a sus costumbres, a su gorro de lana, a su música, a su vals se les dice cultura chilota. Así como a “sus corrales con bueyes, chanchos, ovejas, objetos de labranza, una chunga, instrumentos musicales y lanas” que los chilotes disponen en una fiesta criolla en Notuco en la novela de Yosa Vidal (1981), Vals Chilote (2022). Esa cultura chilota es una cultura del sur, de los archipiélagos. En su texto La isla que se repite apunta el escritor y ensayista cubano Antonio Benitez Rojo que: “La cultura de los archipiélagos no es terrestre —como son casi todas las culturas—; es fluvial y marina. Se trata de una cultura de rumbos, no de rutas”.

Vals Chilote se desarrolla en Castro, una isla en Chiloé y sigue el rumbo de las vidas de Millán e Hiroito. Rumbos que, cual corrientes marinas se acercan y se alejan en una danza. Millán es un periodista (Millán) que anhela el cambio, pero duda y a veces retrocede ante la represión e Hiroito es un guerrillero nostálgico, idealista, solitario y decidido, como el Che, a irradiar desde la isla una revolución contra la dictadura. Millán desde la radio El Faro con su Olivetti e Hiroito desde el faro en la isla con su Remington intentan llegar al otro con el lenguaje ya sea en forma de música, de noticias, de reportajes o de “Informes desde la Resistencia”. 

Con párrafos largos y dividida en 33 capítulos como islas de un lluvioso archipiélago, Yosa nos lleva de la vida de Hiroito, en un capítulo, a la de Millán, en otro; en un vals, un oleaje, un ritmo. “Un dos tres cuá, un dos tres cuá”. Saltamos del folclore al jazz, de Castro a Chaitén, de Chin Chin a Queilen, “un dos tres cuá”, como el grito de un delator “desde Ancud hasta la última casa en Quellón” porque la misma geografía de rumbos, de travesías sinuosas, de relaciones aisladas y flotantes del archipiélago impone su cadencia a la novela. 

La escritura de Yosa Vidal se detiene a mirar detenidamente el compás de esa geografía en los quehaceres cotidianos. Se hunde en sus párrafos mirando lo que sucede. Es como esos pescadores o recolectores que Hiroito divisa en los roqueríos cerca del faro mientras ellos buscan “picorocos, cholgas, piures o lo que hubiera”. La escritora clava su mirada en la geografía, en el territorio desmembrado, en las piezas que no se pueden soldar, en sus personajes; es incisiva, tenaz en su observación como un pescador que mira más allá del movimiento del agua. Como aquellos recolectores, Yosa Vidal podría “sostener (…) sobre su espalda encorvada el final del arcoíris enterrándole los colores de agua y (ella seguiría detenida) en observar el tornasol de un molusco entre los peñascos”. Ese su compromiso, ahí su revolución.

Ahondamos en Vals Chilote en esta entrevista que nos concedió generosamente.

—¿Cómo pasas de este bestiario fantástico que es tú libro de cuentos Los Multipatópodos (2017), en que reflexionas sobre lo animal en la literatura a escribir sobre la dictadura (hablando de manera general, claro) en Vals Chilote (2022)? ¿Existe alguna relación en tu proceso escritural?
Aunque parezcan lenguas muy distintas, estos dos libros tienen que ver con una idea más general de visitar, imaginar y reescribir los discursos con pretensiones axiomáticas, como el discurso científico (en el caso de Los multipatópodos) y los grandes relatos de la izquierda (en el caso de Vals Chilote). Los dos libros los escribí por una inquietud a veces obsesiva, por imaginar de algún modo distinto estas narrativas la científica y la política, en ponerlas a trabajar en espacios más íntimos y frágiles, para ver qué salía de ahí. Y me queda de ambos la certeza de que nombrar una nueva especie o fijar los estándares del código militante a partir de una proclama política, son acciones absolutamente literarias. Es, creo, ahí donde estos libros mejor conversan. Ahora, las historias han nacido por experiencias también súper concretas. En el caso de Los Multipatópodos, los comencé porque mi tío Luis Vidal (artista fantástico que estuvo batallando toda su vida y sin éxito contra el más completo anonimato) dibujaba estos bichos de manera compulsiva. El hacía cientos de estos dibujos bestiales y a mí entonces se me ocurrió escribirlos para poder publicarlos, para que salieran a caminar por ahí y no se quedaran en sus cuadernitos o en sus bolsillos. En el caso de Vals Chilote, fue una mezcla de ganas de vivir, a partir de la palabra, una aventura que ya era imposible para nosotros, el de la lucha armada, pero también la excusa perfecta para viajar a Chiloé un par de veces al año para dizque “investigar”. La isla de Chiloé y todos los pedazos de tierra desperdigados por ahí son un lugar alucinante de los que me enamoré ya hace muchos años. 

—El tema de la música está muy presente en el libro —el vals chilote, el folclore, el jazz, el “un dos tres cuá, un dos tres cuá”. ¿De qué manera estos aspectos de la cultura participan en tu novela o en la literatura? 
A mi me gusta mucho la música y siempre he estado muy enojada por no haber aprendido a tocar un instrumento. Me dan unos celos inmensos la capacidad que tienen los músicos de comunicarse tan directamente con quien los oye y también consigo, de escucharse. Con Millán (uno de los protagonistas del Vals) compartimos algunos gustos y fragilidades, como ésta. Además, en Chile en los años ochenta, para mucha gente la música fue expresión de muchas contradicciones, una suerte de gran metáfora de las tensiones políticas y estéticas entre lo local y lo “importado” que era brutal y muchas veces excluyente. Millán, que es periodista y locutor de radio, es un melómano y entonces estas contradicciones le afectan el estómago, tanto como la posibilidad de participar de una acción subversiva. Entonces la misma música, la parrilla programática de la estación, el ruido de fritanga que aparece cuando no hay emisión, la comunicación que los pacos tienen por radio, el mismo sonido del mundo, me sirve para darle un espesor sonoro y existencial al paisaje de la novela. 

—En Wikipedia el vals chilote es “una variante del vals, originado en el Tirol por el siglo XII, que llegó a los ambientes aristocráticos de Chile a mediados del siglo XIX y se adaptó a la fisonomía de cada región, adquiriendo una identidad definida y diferenciada. Es uno de los bailes más conocidos del archipiélago de Chiloé.​”. Para ti, en la novela, ¿qué es, o qué significa este vals?
La verdad es que no lo he elaborado mucho, pero ahora que lo comentamos puedo decir que ahí, en el mismo vals chilote están marcadas estas contradicciones. El vals, como dices, es el paradigma de una producción aria, que también en su origen es una expresión de clase, algo así como el modelo de lo que se podría pensar como una expresión de la colonización cultural. Pero en el contexto chilote se transforma en lo propio y en lo auténtico. Ese mestizaje es una paradoja que me parece fascinante. Pero además, en la novela ese marcar inamovible del un dos tres un dos tres un dos tres del vals se siente casi como una tiranía, que acompañado con el vaivén del bote, es un ritmo obligatorio y termina enloqueciendo al personaje. A mi eso me parece muy chistoso. 

—Una pregunta más sobre la geografía en la que Vals Chilote se desarrolla: la isla. ¿Por qué Chiloé? ¿tienes alguna relación personal con esa isla? O ¿crees que puede ser leída como una metáfora del encierro? ¿De dar vueltas en el mismo lugar como un perro mordiéndose la cola? 
Lo que te diría Hiroito, es que Chiloé posee las condiciones geográficas apropiadas para una insurrección armada. Hiroito claro, se encuentra con que esa guerrilla, hecha en la soledad, exige capacidades y presenta obstáculos súper específicos con los que se va tropezando y que son la medida de su fragilidad, digamos, de su humanidad. Yo te diría que más que la metáfora del encierro, Chiloé es literalmente, geográficamente, el culo del mundo, y entonces queda afuera. Y yo como lo quiero al personaje, podría decir que transformar el margen en el centro es un acto revolucionario, y esa batalla es una que, a pesar de sus tropiezos, lo dignifica. 

—Existe una potencia política en este libro, vista desde lugares domésticos, desde la casa y la familia, desde la radio, el amor y las amistades, ¿cuál es tu relación personal con la dictadura? ¿Crees que esta tu novela, de alguna manera, se puede leer desde “la novela de los hijos”? 
Claro. Yo nací y crecí en la dictadura y en este sentido sí, soy hija de la dictadura y esa historia no me la puedo sacar de encima. Además, por donde voy escucho historias de la gente, y pienso: esto tiene que ser escrito. Son historias que me llegan y están ahí para ser contadas. Aunque creo en el valor fundamental de los testimonios, como EL género posdictadura que da cuenta de la violencia, creo que la ficción literaria tiene un valor testimonial, y ahí entonces siento a veces una especie de “llamado”. Ahora, hay una explosión de novelas sobre la dictadura, lo que en España han llamado el boom de la memoria histórica, entonces no es una cuestión fácil. Como dices, a mi me gusta volver a ese espacio de lo doméstico, que además históricamente se le ha adjudicado a una literatura “femenina”, más bien blanda y superficial, para pensar desde ahí cómo funcionan esos “grandes relatos”. Porque pienso que en ese espacio de la intimidad aparece con mucha fuerza lo político, en donde nos quebramos, en donde somos ridículos, grandilocuentes, o en donde nos amamos y sentimos placer. Dónde si no ahí podemos desarrollar un pensamiento crítico, que abandone ese tono pontificante al que hay que adherir sin fisuras. 

—El tema de la memoria, ¿crees que la ideología de izquierda —vista desde el personaje de Millán y de Hiroito— ha marcado a toda una generación o generaciones que ven su pasado con algo de desencanto? 
Claro que sí, no por nada somos la generación de los derrotados. Esas derrotas ideológicas no pueden sino venir acompañado de un desencanto. Y de rabia también, porque después de la derrota, chuta, vino la gran violación. Es emputante el robo y la impunidad de los responsables de los mas horrendos crímenes. Dicho esto, lo importante de la memoria, del valor testimonial de la ficción, más que fijar los parámetros de ese “para que nunca más”, es decir, tomar consciencia de lo que verdaderamente pasó, es para mi, el ensayar otros modos de pensar y narrar lo político. A ver cómo nos hacemos cargo, por ejemplo, de nuestros proyectos utópicos que se terminan transformando en religiones. A ver cómo nombramos la historia sin mitificarla, nuestros líderes sin heroizarlos, a ver cómo no hacemos de las víctimas unas esferas cerradas, santificadas, que pierden finalmente su humanidad. Y cómo ese desencanto no se termina reduciendo a un pensamiento cínico que aplaste con la punta del zapato cualquier romanticismo. Es una tarea tan difícil, pero hay que empezar por algo. Quizás por recuperar el humor, y trabajarlo, seriamente. 

—En la novela, la Remington de Hiroito, los Informes desde la Resistencia, las notas periodísticas de la radio, los párrafos de las proclamas en los muros, dan cuenta de cuán importante es el lenguaje para la historia y para sostener el discurso de una forma de vida especialmente en los personajes masculinos. ¿Cuál crees que es la importancia del lenguaje en la construcción de la identidad de los personajes? ¿Cómo le dan sentido y contenido a unos cuerpos que sufren la violencia y que se suponen no vulnerables, fuertes, sólidos? 
La importancia del lenguaje para los personajes y para nosotros es vital. Estamos atravesados por el lenguaje y la realidad está construida por el lenguaje, por sus criterios de selección, por sus figuraciones, sus jerarquizaciones. Hiroito por ejemplo, está sobredeterminado por una narrativa, el de la izquierda revolucionaria, que la carga como una mochila y que prescribe desde el modo en que se relaciona con su madre hasta la manera en que prende el fuego para cocinar. Ahora, hay otras voces que se cruzan, como la de algunas mujeres, la gente de la calle, una oralidad chilota, la misma música, que dan un sentido de realidad al personaje y lo liberan de la caricatura del guerrillero.  Y como te decía, es en ese diálogo con lo real donde se tropieza, pero también donde conquista una dignidad bella, entrañable. 

—Ya para terminar, ¿cuál es tu siguiente proyecto literario? ¿qué nos espera a tus lectoras y lectores despúes de Vals Chilote?
Estoy trabajando otra novela que es un viaje de regreso a Chiloé, muchos años después, por uno de los personajes de Vals Chilote, que ahora tiene una voz más protagónica. A ver qué sale de eso. 














 


 

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