Y era tu cara el borde de estos cielos,
el
manto mío de las estrellas.
Al mirar hacia arriba no vi
nada
sino tu permanencia, las pinturas
de tu rostro, la
deriva de tus antepasados
inundando las altas nubes. Esos
son los ríos que se abren.
En otro tiempo fuimos
encontrados
y ya vivimos en las primeras células,
en los
abismos de los mares,
en las primitivas danzas que el
asombro
le ofreció al fuego.
Por eso
somos ríos que se abren, brazos, cauces, torrentes arrojados
de un agua única y primigenia
Nada se diferencia de lo que
somos y nada de lo que es está fuera de nosotros.
Tú
resumes las viejas tribus, las cacerías,
los primeros
valles sembrados
y mi sed recoge en ti toda la saga de
este mundo. No son mitos,
el mito es la mentira:
que
sólo existimos una vez,
que cada uno es sólo uno.
Todos
viven en ti y tú vives.
Las olas del tiempo inmemorial
y
las estrellas.
Oh sí manto mío de mis estrellas;
la
noche te habla antes de sucumbir
al día, las grandes
batallas perdidas,
el pasto de los antiguos clanes y de las
tribus
remontando por nuestros cursos el corazón
de los
caminos del corazón y tus tocadas praderas.