Deber de Urbanidad,
de Waldo Rojas
por Adriana
Valdes
Texto de presentación del libro de Waldo Rojas
-Santiago, LOM Editores, 2001-, en la Libreria Altamira, el 27 de
diciembre de 2001.
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Gracias a Waldo Rojas por confiarme estas palabras introductorias.
Gracias a ustedes, por confiarme estos minutos de su tiempo. Procuraré
responder a esas confianzas no con un estudio -no es esta la ocasión
ni el lugar- ni con citas de los estudios que ya se han hecho sobre
esta poesía, ni tampoco con la lectura de poemas, que hará por cierto
mejor el autor.
2
..... "Yo digo una cosa por otra", dice un verso de Parra. El título
de este libro, Deber de urbanidad, dice una cosa por otra
también. A primera vista remite algo así como a un manual de buenas
maneras, pero no es precisamente así. En la poesía de Rojas nada es
precisamente así, sino eso y otra vuelta más, y otra: "la literalidad
levemente alterada hasta volverla opaca", decía Carmen Foxley en un
estudio.
.... .
Aparece la expresión en un verso del libro: hay un sauce, a la orilla
del Sena, un "árbol avizor" que "aflora entonces sus verdores urgentes
/ con deber de urbanidad", casi como un gesto de cortesía hacia la
ciudad. Así el poeta, como el árbol avizor. Así sus poemas como
verdores urgentes, dedicados a la ciudad de París, donde Waldo Rojas
llega a vivir después del golpe de 1973, y donde desde entonces enseña
historia en la Universidad de La Sorbonne.
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Hay una diferencia entre París y las otras ciudades que comienzan a
poblar la poesía de Waldo Rojas después del golpe de 1973. Aparecen
Florencia, y Siena, y Venecia, y Roma, la Villa Adriana, y Rotterdam,
y Canterbury (estoy hojeando su antología Poesía continua,
publicada por la Editorial de la Universidad de Santiago en 1995).
París, curiosamente, era la ciudad más ausente. Desde entonces hasta
ahora, el poeta hacía una `poesía de paso´, para citar un título de
Enrique Lihn; el poeta escribía en la situación del
viajero.
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Deber de urbanidad, en cambio, es el libro de un habitante:
finalmente, el poeta hace un oficio a partir de la ciudad en que
vive, el poeta deja de hacer una poesía de paso. Nombra al Sena,
aunque sea un Río con mayúscula más que el Sena mismo. Nombra a
los Puentes, también con mayúscula, vueltos el río y los puentes
en algo así como ideas platónicas de sí mismos. Habla del recuerdo
de las barricadas. De la torre Eiffel. De Nôtre-Dame, oculta
como una especie de amante clandestina bajo sus iniciales, N.D.
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Deber de urbanidad deja de ser sólo ese gesto de cortesía. El
deber se entiende además como lo ineludible, como la obligación. El
título dice una cosa por otra, o mejor, dice las dos cosas al mismo
tiempo, y dice una cosa con otra.Y el árbol avizor, el poeta, y sus
verdores, son a la vez una forma de corresponder a la ciudad y una
forma de sobrellevar la necesidad de vivir en ella. Y sobre todo, en
una frase de una poeta argentina, una forma de "violenta y amorosa
acción que reclama a la lengua volver a hablar. Tal vez por eso
interese tanto.
3
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La poesía de Waldo Rojas no será nunca un cristal transparente a
través del cual "veamos" lugares de París. En rigor, no "habla de"
ellos. En su poesía se aprecia bien claramente la oposición entre
las "maneras de hablar" y la poesía que "es más bien una manera
de callar", dice un verso de Enrique Lihn, en Escrito en Cuba.
A eso me refería antes, cuando hablaba de reticencia. A eso se refiere
constantemente el poeta cuando habla de poesía: a la opacidad, es
decir, a lo contrario de la transparencia. La transparencia vale
para la mirada rápida: la opacidad, desde la Biblia en adelante,
"a través de un vidrio oscuro", dice, es la forma del acercamiento
que presupone no la familiaridad, no la economía de lo ya rotulado,
sino el destello de lo que estamos buscando, entreviendo tal vez,
pero que a la vez se nos está escapando: el brillo de lo extraño
en lo aparentemente conocido.
..... Deber de urbanidad nos ofrece, por ejemplo, la extrañeza
que habita lo familiar de la ciudad, en lo culturalmente archivisto,
en el río Sena, en la torre Eiffel, en los puentes de París. Esta
poesía, como la nieve en uno de los poemas del libro, "viene a mudar
en arrebato de espacio / la crisálida del tiempo". Y viene a la mayor
extrañeza de todas, la extrañeza de vivir en el tiempo, de la que
nunca se habla directamente y sin embargo está siempre ahí. Sobre todo
en el río. Hay también ciudades abolidas, hay emblemas abatidos, hay
"un alfabeto aún en cierne".
.....
Este París no había aparecido en la poesía chilena. Pienso en el París
de Huidobro, en el París de Enrique Lihn... Y pienso que en la
generación del sesenta es la poesía de Waldo Rojas la que habla de
París, y que sólo enunciar el tema, y dar una vaga idea de la enorme
diferencia entre este París y los otros, abre camino para otra
reflexión sobre el exilio. Reticente, claro. Y opaca. Por eso tal vez
interesa más que tanta cosa explícita.
4
..... Leer la poesía de Waldo Rojas
es asistir a la puesta en escena de una poética. Incluso cuando
el poema parece hablar de otra cosa, siempre hay una lectura posible
que lo vincula con la poesía. No podemos desentrañar eso ahora,
pero es también una idea para larga reflexión. Pienso en el poema
"Dormida", de un libro publicado en 1985, Almenara, donde
unos versos podrían ser oblicua referencia: "fuente opaca...
ahora que te hunde el instante que eres y eres el instante y su
curso... que algo de inútil e insepulto empaña tus labios / y la
piel de las cosas / un florecimiento mustio / un tañido nevado /
y sobre el rostro sin ceño sobrevuela, llovizna / o revuelo de velos
/ el agua virgen de todos los lenguajes".
5
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La poesía y su función, en cada poema de Waldo Rojas y en su poética,
y también en un libro aparecido este año: Poesía y cultura poética
en Chile, Aportes críticos, publicado bajo el sello de la
Editorial Universidad de Santiago. En este libro de ensayos recoge
trabajos sobre Enrique Lihn, los poetas del sesenta, Raúl Zurita,
Oscar Hahn, Humberto Díaz Casanueva y Gonzalo Millán, y también
trabajos sobre Huidobro y Ercilla.
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Quisiera, para terminar, dar brevísimo testimonio de la lucidez y
solidez crítica de este libro. Le debo en particular haber podido
superar mi tenaz ceguera respecto de la poesía de Díaz Casanueva, y
las mejores observaciones que conozco sobre otra poesía de esa
generación que he trabajado, la de Oscar Hahn. Como para mí, para
otros este libro habrá de contener iluminaciones que vienen a ayudarme
a hacer el mapa imaginario de una crítica chilena que hoy es, para
usar un verso del mismo Rojas, "un alfabeto en
cierne".
en
VERTEBRA 7/8
Revista de poesía,
traducción y ensayo. Instituto de Letras U. C.
agosto de 2002