DE
DONDE OSCILAN LOS SERES EN SUS PROPORCIONES
de José Kozer
Ediciones
del Temple, 2007. Colección Amarcord
ESTO
NO ES MOCO DE PAVO, ESTO NO ES BABA DE PERICO
Por
Andres Ajens
Layu
qucha sani unu
taytallaytan muyp'uykunki
Kilku Warak'a*
Las
presentaciones de libros, como los libros, tienen algo de rito, de ritual, con
sus pequeñas convenciones y leyes tácitas; hay roles o voces más
o menos prefijados, también hay un guión o camino a recorrer y un
lugar dados - dados a lanzar, de cierto, y a considerar si alguien es invitado
(y es mi caso, y agradezco de paso el convite), a intervenir, a saludar al libro
que viene como al poema allende, allende y aquende el ritual. Y aunque hay quienes
estiman que las presentaciones de libros de poesía carecen de sentido porque
los poemas se presentarían por sí mismos, si se presentan, y aunque
hay también quienes suponen que las presentaciones de libros están
agotadas pues son lateras a más no poder y, de tan burocráticas,
están de más, este estar aquí esta tarde, ¿no le hace
guiños a otra posibilidad? Por caso: que la presentación de un libro
puede ser algo más y menos que un trámite maquinal: tal vez un drama
em gentes al decir de Fernando Pessoa y, a fin de cuentas, un modo de escritura
a varios que cada vez está en pañales o aun por nacer. Como el libro,
que algunos dan ya por muerto con el advenimiento de la tecnología digital.
O como el poema, cada poema, que en el mundanal globalizado de la técnica,
en su ilimitada proliferación maquínica, pareciera no haber lugar.
(Dado, como lo subraya CONCIERTO BARROCO de Alejo Carpentier, que no hay obra
de arte expurgada de una cierta maquinalidad, José Kozer sabe, con el saber
improbable de Paul Celan, que un poema sólo despunta cuando la maquinaria
del arte queda atrás).
En cualquier caso: no me hago (y los invito
a no hacerse) demasiadas ilusiones del paso que pueda dar esta tarde por esta
otra posibilidad y menos que lo que pueda decir resulte menos o mucho menos latero
que lo habitual. Si la entretención importa en escritura, y yo diría
incluso que la entretención en cada poema es parte de lo crucial, habría
que escuchar de entrada la entretención con otra oreja que la habitual:
la entretención: lo que nos concierne, lo que nos incumbe y corresponde
acaso más decisivamente, lo que nos entre-tiene y entreteniéndonos
nos mantiene - con las divergencias del caso - enlazados en un espacio-tiempo
común o, más precisamente, convergente. La convergencia, lo que
nos entre-tiene: lo que los habitantes andinos de antes y de después de
la Conquista llamaban y llaman lo wak'a; lo que el poeta Humberto Díaz
Casanueva llamara lo "uno (pero) no idéntico" y, me pregunto,
sólo pregunto, si ello no fuera también lo que Chuang-Tzu, tanto
el libro como el maestro chino que José Kozer no poco habrá frecuentado,
indica con la palabra Tao.
Con Chuang-Tzu estamos ya dentro del
libro, del poema en el libro, que la convergencia entre José Kozer y Ediciones
del Temple nos da hoy a leer. Pues, entre paréntesis, para quienes aún
no han tenido el libro en sus manos, antes que nada, antes que ninguna palabra
o rastro se presente en el poema, salvo el nombre, DE DONDE OSCILAN LOS SERES
EN SUS PROPORCIONES, una cita en traducción, ¿de quién?,
de Chuang-Tzu, nos da sonriente, y algo enigmática, la bienvenida: "Tampoco...
sale de dentro si no se le recibe fuera".
En lo que viene me limitaré
a afectuar una que otra remarca a este fuera del libro que es "la
presentación de un libro", así como a retomar una o dos hilachas
de ese dentro del libro que es "el poema mismo", intentando de
paso hacerle guiños a eso - oscilante a ratos - que entretiene a tal fuera
con tal dentro.
Reitero: en cada presentación de un libro hay voces
o roles, aun en ausencia, mínimamente predados: está - o no está
- el autor o autora (pueden ser varios); está - o no está - el presentador
o presentadora (puede ser también más de uno), anticipado lector
o lectora del libro; está - o no está - el o la representante de
la editorial que publica el libro; y está - cómo no - el "público"
(es cual, por antonomasia aunque no por necesidad, puede ser vario). Pudieran
haber otros, otras voces, mas, para que una presentación de un libro sea
una presentación de un libro con todas las de la ley, al menos esos.
Ahora
bien, estando fuera del libro, los roles operantes en la presentación de
un libro no dejan de tener una cierta -que es también hasta cierto punto
incierta-, correspondencia con lo que ocurre dentro, en "el poema mismo".
Así, por ejemplo, el autor del libro (que, reiteramos, pueden ser varias
personas, aunque en esta caso sea, hasta donde sabemos, aparentemente uno; José
Kozer), el autor, digo, esto es, quien firma el poema y, con el editor, el libro,
suele ser identificado con la voz cantante del poema - en jerga literaria: con
el sujeto lírico o hablante poético (que también puede ser
más de uno y en algunos casos incluso puede no haberlo o, más precisamente,
puede ser paradojalmente una voz tácita). Así, por ejemplo, decimos
que Neruda dice sube a nacer conmigo, hermano o que Rimbaud dice je
est un autre, aunque en principio la identificación de quién
habla en poesía permanece en suspenso. Esto es, aunque suele identificarse
al autor de carne y hueso con quien o con lo que en primera persona singular en
el poema habla, mejor fuera decir: suelen corresponderse. Porque de veras fuera
imposible abolir completa y permanentemente un cierto hiato, una cierta cesura,
separación o tajo, en/tre dentro y fuera, en/tre "yo" escritor
y "yo" inscrito, en el poema DE DONDE OSCILAN LOS SERES EN SUS PROPORCIONES
por caso; sin tal tajo no habría siquiera posibilidad de una puntual identificación
entre uno y otro y menos correspondencia.
Vista de entrada la subrayada
oscilación de los seres en este poema de José Kozer, la pregunta
esta vez acaso no fuera tanto ¿quién es yo o quién soy yo
en DE DONDE OSCILAN LOS SERES EN SUS PROPORCIONES?, sino más viene qué
le ocurre o, diciéndolo en primera persona del singular, qué me
ocurre, qué me toca en este poema. Ocurre, digo yo, otro en el poema, ocurre
que me ocurre más de un suceso por de pronto, más de un acontecimiento
me toca - cosa fuera leerme entero. Así que entre la miríada de
sucesos que me pasan y me traspasan, más allá o más acá
de mi voluntad incluso, a la pasada subrayo uno o dos. Sucede, me sucede en DE
DONDE OSCILAN LOS SERES EN SUS PROPORCIONES, y me sucede de entrada, desde el
primer pasaje, digo yo, yo, que ni siquiera estoy seguro de ser yo en el poema
de José Kozer, sucede que desaparezco. Mi primera aparición, de
entrada, en el poema Icono, mi primera aparición da cuenta de mi
desaparición, de mi desaparición no plenamente consumada, con todo,
sino de mi estar aún en estado de desaparición, en trance de desaparición.
(¡Y hay quienes dicen - y a ratos él mismo - que José Kozer
no es un escritor, a su modo, político!). Ahora bien, desaparezco
en DE DONDE OSCILAN LOS SERES EN SUS PROPORCIONES muestra también que (un)
yo desaparece, esto es, él o ella, el otro o la otra, cualquiera,
incluso yo. Yo, que, en el poema que nos convoca esta tarde, ni siquiera,
reitero, tengo claro si soy:
[...]
echado, el pez se desfigura
incorporándose a la forma
única
de su constelación (detrás)
(¿soy yo?) desaparezco. [p.
9]
Desaparezco digo tácitamente,
sin decir yo. Y en el trance de la lectura de tal desaparición en
el poema firmado por José Kozer, alguien escucha en mí, en mí
que acaso no soy pero que tal vez acaezco, escucha refunfuñar:
no exageres, carajo... Mira que venir a hacer de José Kozer el poeta de
la desaparición - de la desaparición tan impuesta como voluntaria
-; no me tomes el pelo, chiribita del chiribital, mira que hay gente el El Observatorio,
en la Universidad, gente que te puede oír si no te ha oído ya...
Desaparezco, pues. No digo más. Me retiro de lo visible, del claro, claro,
y retirándome alzo la vista: es una entrevista: habla, responde o corresponde
José Kozer. No exagero. No exagero, dice en suma José Kozer, cuando
hablo de desaparecer:
"Todo esto me sitúa en una zona, en un
espacio donde a diario yo hago el esfuerzo por reducir ese fuerte ego que creo
daña mi existencia, mi trabajo. [...] Y repito, a medida que los poemas
se densifican, se ramifican, se bifurcan, trifurcan, polifurcan, a medida que
se hacen más extraños y más cargados, a medida que esa polivalencia,
esa ambigüedad va dejando un rastro de complejidad en el espacio poético,
en la continuidad de ese espacio, yo creo que voy retrocediendo, voy desapareciendo."
[...] Mis maestros en ese sentido serían Keats y Shakespeare. [...] Shakespeare,
de una forma natural, por lo que sabemos, sabe desaparecer, sabe no existir, y
a cambio de eso tenemos la monstruosidad-Shakespeare, la ingente obra shakespeariana
[...] Y él no está nunca ahí, él no es nunca nada
ni nadie. Esto lo ve Keats con admiración, con amor, y en una famosa carta
a su hermano habla de esa capacidad que tiene Shakespeare de desaparecer, a la
que Keats llama negative capability, que entre otras cosas quiere decir:
la reducción al máximo del ego, su vaciamiento [...]". (Entrevista
con Asunción Horno-Delgado, 2003).
Tal vez en otra ocasión
haya tiempo para precisar en qué sentido esta "reducción al
máximo del ego" propugnada y ejercida poéticamente por José
Kozer, esta desaparición del yo-yo romántico, esto es, moderno,
se encuentra y sobre todo no se encuentra con "la disparition élocutoire
du poète" que comienza a despuntar en la obra de Stéphane Mallarme
(Crise de Vers) y, en tal vía, por caso, en LA NUEVA NOVELA de Juan
Luis Martínez. Lo mismo podríamos decir en relación a die
Sprache spricht ('el habla habla' , y no de entrada el humano) de Martín
Heidegger. Pero. Se hace tarde.
Y vamos ahora a atisbar de paso algunas marcas presentes en DE DONDE OSCILAN LOS
SERES EN SUS PROPORCIONES, acerca de la situación, fluyente por lo demás,
del lector del poema y, en algún (sin) sentido, quienquiera que sea, Reynaldo
Jiménez en la contraportada por caso, del presentador. Se trata también,
cómo no, de un lector en estado de desaparición, en tanto sujeto,
en tanto posible sujeto tácito, y con el cual yo y cada eventual lector
o lectora hubiera tal vez privilegiada correspondencia (pero antes, mucho antes,
de entrada, José Kozer; porque un escritor es siempre ya un lector, y aun
podría decirse que antes que un escritor se vuelva autor, esto es, firme
y confirme un poema, habrá sido lector y editor del mismo: no hay escritura
sin lectura, tampoco sin edición, sin espaciamiento ni inscripción.
De ahí a decir que la escritura es, o puede ser, antes que nada edición,
y el escritor antes que nada editor, no hay más que un paso; paso dado
o, por caso, paso indicado no ha mucho, algo cínicamente eso sí,
por EL DEDO DE DIÓGENES, de Pablo Oyarzún). Mas vuelvo al lector,
a los ojos del primer lector, ojos del lector convocado de entrada en el
poema:
Desaparezco en mi padre, dice, subrayo, sigue diciendo,
de entrada, el poema editado, leído y firmado por Jozé Kozer. Y
sigue:
su respiración se acerca azul en
la
llama que la luna irradia a su
centro (azul) (los ojos, de mi padre)
impalpable
[...]
(encima) el halcón contemplativo refleja
en su mirada
un desprendimiento de
escamas (pez) los ojos de mi padre.
Reposición
de sus barbas oscuras (teológicas)
el bonete en la coronilla sus brazos
(rotundos)
sobre el pecho (vigila, la
entrada) su ojo lepidóptero (ave
de
presa) me mira: yo me acerco
en consideración de la altura beso
la
zurda frente de su espacio, de un
tajo (me separa). [pp. 9 y 10; subrayo]
Hay
otros ojos en este poemario de José Kozer, la transfiguración es
incesante, fluyente a más no poder (en el último poema, por ejemplo,
en La reproducción, es bien visible el ojo de los hontanares,
de los manantiales), pero los ojos de mi padre son los primeros, los primeros
que convergen, que me miran, me leen, me rasgan, me separan. Desaparezco en
mi padre, dice el poema, reitero, desaparezco en los ojos de mi padre,
en su lectura liminar. No voy a volver ahora, a propósito de este lector
padre o padre lector, a la convergente oposición entre el poema del padre
y el poema de la madre esbozada por Patricio Marchant en SOBRE ÁRBOLES
Y MADRES (1983), su lectoescritura de Gabriela Mistral (libro que estoy seguro
que José disfrutaría). Tampoco mencionaré que en casi todas
las ocasiones que nos hemos visto en los últimos años, aquí
en Chile, en Argentina o en Uruguay, José Kozer bromea con que yo le recuerdo
a su padre. Tampoco añadiré que cada vez que él me hace tal
honor, no dejo de corresponderle diciéndole que él me recuerda a
mi bisabuelo, bisabuelo materno, marrano transplantado o traducido a Chile, como
a Cuba su padre. Tampoco voy a reiterar en traducción, en traducción
marrana de cierto, el conocido verso de la poeta rusa Marina Tsvetáieva:
Poetas - marranos todos y todas. Y mucho menos voy a recordar ahora un
pasaje de la llamada CARTA AL PADRE, de Kafka, poema que, como se sabe (o no tanto),
jamás leyó el padre del sr. K, sino, cómo no, y de entrada,
su madre. Más mejor, para empezar ya a terminar, me limito a enviarlos
y a enviarme a mí mismo a otro poema (quién sabe si es el mismo)
de José Kozer, el primero, el más temprano publicado: PADRES Y OTRAS
PROFESIONES (ed. Villamiseria, N. York, 1972).
Para empezar ya a terminar:
de veras no es fácil rematar con José Kozer, por más
que él inste, se inste y nos inste, tan sonriente como severamente a hacerlo,
a rematar como dios manda: "Amigo, ¡cuidado! Esto no es moco de pavo,
esto no es baba de perico, terminar un poema es algo crucial, es casi lo que más
se acerca a lo sagrado, hagámoslo bien. Es como un regaño, es un
dedo índice de viejo judío rabínico que está regañando
a su pueblo diciéndole: 'lo hacéis muchas veces muy mal porque sois
unos desfachatados y unos irresponsables y aquí hay mucha incuria, que
es un gran mal en nuestro mundo.'" [Entrev. cit.]
¿Cómo
terminar pues, cómo corresponder al llamado a rematar de José Kozer?
Por ejemplo: traduciendo. Traduciendo a la Kozer como a la Paz.
Pues José Kozer, como Octavio Paz y otros, habrá practicado recurrentemente
la traducción de la traducción, traduciendo al castellano traducciones
al inglés del japonés. Y en tanto que lo que (se) traduce no son
idealidades puras sino lenguas impuras, embutidos en cuerpo y alma, convergencias
de escrituras, la traducción de una traducción le da a esta última
su original tenor. Porque digno de traducción, un poema, porque
en trance de traducción como de desaparición, original. Don de traducción
en traducción y, en cuanto original, virgen, cómo no, su desfloración.
Por mi parte remato ahora al arco como a la lira traduciendo o trasluciendo
un breve pasaje de un poema de José Kozer que es a su vez una traducción
a su modo de un poema de Kafka, Vor dem Gesetz, Ante la ley (o antes, Antes
de la ley - de su presentación). El poema, la traducción, la
reescritura y desfloración de Kafka en José Kozer, está en
el libro UN CASO LLAMADO F K, publicado en Miami el 2003. El pasaje, en traslucine,
éste:
Entonces, a la pregunta del suplicante - ¿Señor,
de mis seis mil quinientos poemas escritos, ¿cuántos permanecerán
en la memoria de la unidad dual? - la voz del Padre-La-Ley-El-Dador-El-Que-Todo-Lo-Sabe-Menos-Lo-Que-Toca,
responde casi con la sonrisa de una infante bendición: De los seis mil
y tantos poemas que has escrito, permanecerá uno. ¿¡Cómo,
uno!?, replica inquieto el suplicante. Sí, uno - reitera el Dador-De-La-Lengua
-, uno (pero) no el mismo, uno (pero) no idéntico, de entrada repartido,
migrante, en traslación. Ahora me dispongo a partir / agrega Lo Dado
en otra lengua / y paso [schließe ihn, en otros términos / kafkoderradeiros:
termino, acabo].
Santiago, 28 de septiembre del 2007.
*
Lo que Odi González traduce por: Laguna de Layo, turbio caudal / que
engulliste a mi padre (in rev. Mar con soroche n º2, Santiago/La
Paz, 2006, p. 51). Y, tal vez, lo que Guillermo Daghero trasluce (es mi gráfica
traslación) como: ala / pregunta de qué puede leerse
no hay padre / que / responda : responsablemente : // "esa es la pregunta
/ y yo pregunto al juez / la pregunta".
Y todas las preguntas, apenas ahí esbozadas, quedan abiertas. En especial
si esta 'reducción al máximo del ego' (su estar en trance de desaparición
por mor de una obra, a cambio de una obra, en quid pro quo con una
obra) logra zafar de o sólo retiene concentrada una subjetividad aun sustancial.
Y si zafa, qué hay de una eventual (insustancial) responsabilidad.