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          Patrimonio - 2009 | index | Patricio Marchant   | Andrés Ajens | Autores | 
          
          
         
         
        EX - AUTOS  
        
          Autógrafos para Patricio  Marchant ® 
        andrés  ajens 
           
         
          
        
          
            
              
                [...] poeta del lugar, lugar  
                  común decirlo ahora, cómo no, no ha  lugar. salvo,  
                  salvo en pampa, warawara- 
                  pampa, loco incitato, inverso, de cierto, 
                  polar arriba, ushpallajta — polvo es- 
                  telar.*  
                [Y] se canse quien nos llame 
                  por el nombre de nosotros. [...] 
                  La aldea que no me vio 
                  me verá cruzar sin rostro, 
                  y sólo me tendrá el polvo 
                  volador, que no es esposo.*  
               
             
           
         
          
        [1] 
        Una  vez, sólo una vez, pedí un autógrafo — y fue dado. Dado no lejos de la Plaza Mayor, in illo témpore, en Madrid. Y dado por  Bob Beamon, recordman mundial de  salto largo, con su brinco de ocho metros noventa en México ’68, que por  entonces parecía una marca absoluta — imbatible. Increíblemente, pero. Como  toda marca. Como todo record y recuerdo,  se haría trizas con el tiempo, fracasaría — en el menos total, más frágil de los  náufragos sentidos de fracasar; ‘hacer  trizas’, ‘hacerse polvo’, ‘naufragar’; del italiano fracassare, ‘hacer trizas’; acepción documentada en castellano por  primera vez en 1558, en una Relación  acerca de la Armada   Invencible, al decir de Corominas  — quien subraya: “recuérdese que Don Quijote  habla de ‘hender Gigantes, desbaratar exércitos y fracasar armadas’”. Fracaso  de marca, del récord del mundo, del una vez como vez única tal vez, y a la vez, entretanto, marca o remarca en  lengua anglomericana, tal término: beamonesque: doing something completly  unexpected and being completly  amazing coming out of no where with great excellence and grace involved, apunta  el URBAN DICTIONARY,  de la costa oeste (por decir: [el] darse algo enteramente imprevisible [unexpected], como surgiendo de parte  alguna, de laya redoblemente sorprendente y/o estupefacta,  y aun de gracia — with grace involved).  
        No  de autógrafos qua firmas, empero, no  de singulares firmajes y/o firmamentos hablara, diera a leer o dedicara  hoy — al recuerdo de una inédita entrevista de Patricio Marchant — todo  habrá sido hasta aquí acaso nomás un alcance de nombres, de tan  dados como prestados nombres; efecto (en efectivo o al contado) de homonimia—,  sino de autógrafos qua escrituras del  sí, escrituras por las cuales un sí (se) dice sí, sí, a sí, y aun sí y no desde ahí — se traza y/o retraza y tal  vez, en su supuesta mismura (qua sí  mismo), se hace trizas, naufraga o fracasa. Así, por caso o caída, Alberto  Moreiras, leyendo a Derrida leyendo a Nietzsche (cf. OTOBIOGRAPHIES), habrá subrayado no sólo “que toda  escritura es autográfica sino también que ninguna lo es del todo,  que la autografía no puede nunca constituirse a partir de sí misma, que  siempre está implicada en la invocación de un otro que, al ser escrita,  viene a instituirse como anticipación de un mismo, a su vez siempre entendida  como entrada en la otredad” (subrayo).(4) Otredad u alteridad para nada simple, remarcáramos  dende ya, con la oreja acordada a cierto tan autográfico como heterográfico pasaje  de EL MERIDIANO de Paul Celan — allí donde no sólo la alteridad se reparte como ajenía  y ajenía sino también, tal vez, subraya  Celan [vielleicht], “fracasan” los  autómatas, traduce Pablo Oyarzún(5),  los operadores automatográficos que acecharían [a] todo acaecer autógrafo. Y aun  otro subrayo del TERCER ESPACIO . Literatura y duelo en América Latina: “La obra  está radicalmente marcada por la autografía, incluso en los casos en que la  obra se autopostula como un intento de vencimiento y derrota,  de reducción, de lo autográfico en la escritura”.  
        Incluso  en los casos en que se dispone como fracaso de lo autográfico como  autobiográfico, por decir UN COUP DE DÉS o, hasta cierto incierto punto, el drama em gentes pessoano, y aun SOBRE ÁRBOLES Y MADRES,  donde, con aire remarcadamente heideggeriano a ratos, hay distinción neta  entre  autobiografía y autografema:  “Ninguna autobiografía en la escritura de este texto. La autobiografía [...], subraya  Marchant,  momento  decisivo, de, dicho heideggerianamente esta vez, la época del sujeto.”(6) Las “escenas-grafías” de  SOBRE ÁRBOLES Y MADRES ya no correspondieran con y a dicha época, ya  no fueran imantadas por la soberanía trascendental del sujeto, de su “época”. Esceno-grafías,  “intento por exceder es[t]a época” (Marchant) — ni enteramente autógrafas ni  enteramente heterógrafas, in illo témpore,  otra vez esta vez: “Un día —por ejemplo—, de golpe, tantos de nosotros perdimos la palabra, perdimos totalmente la palabra”(7) (subrayo). 
         
        [2] 
        Otro acaecer autógrafo — autógrafo no sólo, o no  tanto, de duelo y literatura en América Latina, sino tal vez de  unidual duelo de Literatura como de América Latina — derrota avant la lettre de sus (propios prestados)  nombres. Un menudo salto en el tiempo se impone aquí, pues este paseje habrá  sido dado hace alrededor de cuatrocientos años, en parajes del Qullasuyu, por  decir también tal “aquí”(8),  a inicios de su RELACION DE ANTIGUEDADES DESTE REYNO DEL PIRU,  por Pachakuti Yamqui Salcamaygua, canchi  de Orcusuyu, al sur del Cuzco:  
        
          Yo  Joan de Santacruz Pachakuti Yamqui Salcamaygua [...], natural de los pueblos de  Sanctiago de Hananguaygua y Huringuaigua canchi de Orcusuyu, entre Canas y  Canchis de Collasuyo, hijo legítimo de Don Diego Felipe Condorcanqui y de Doña  Maria Guayrotari; nieto legitimo de Don Baltasar Cacyaquivi y de Don Francisco  Yamquiguanacu, cuyas mujeres, mis aguelas, estan vivas; y lo mismo soy bisnieto  de Don Gaspar Apoquivicanqui y del general Don Joan Apoyngamaygua; tataranieto  de Don Bernabe Apohilas Urcunipoco [...], todos caçiques principales que fueron  en la dicha provincia [...] Y yo, como nieto y deçendiente ligitimo de los  susodichos, siempre, desde que soy hombre [adulto], é procurado ser firmes y  estables en el misterio de nuestra santa ffe católica […] de modo que la santa  madre Yglesia rromana lo cree lo que yo Don Juan de Santacruz lo creo, y asi en  ella quiero bibir y morir [...] (RELACIÓN, circa 1610). 
         
        ¿Quién, qué habla  en este pasaje? Yo, dice Joan de  Santacruz Pachakuti Yamqui Salcamaygua, escrito está; y expone sus títulos:  curaca del Collasuyo, qhapaq apo o  “cacique” principal asimilado aparentemente hasta la médula, adoctrinado y/o  aculturado a más no poder apenas algunas décadas tras la irrupción europea en  el Ande. Por lo cual, a la vez podríamos decir que Pachakuti Yamqui no habla  aquí, que lo que habla en este pasaje es de  facto un hablado — un “yo” hablado por la “doctrina”, por la docta  máquina programática católica (apostólica  hispana-romana, para el caso): autógrafía qua heterografía. Aunque más de un lector  atento de la RELACIÓN  de Pachakuti Yamqui subraya que no hay razón para dudar de la sinceridad de sus  palabras, esto es, de su real adhesión a la “ffe” católica(9),  y que, hasta cierto punto al menos, la textualidad del otro (occidental) fuera en  este punto hasta cierto incierto punto también la suya, no hubiéramos de  descartar del todo la “hipótesis marrana”: que, otra vez, al menos hasta in/cierto  punto, este estar siendo hablado (por “Occidente”) no fuera sino un dejarse hablar, provisorio y en parte ‘ficcionado’,  hasta nuevo aviso, por sobrevivencia.   
        Como Guamán Poma,  Pachakuti Yamqui pertenece a los curacazgos   de los grandes ayllus o “señoríos diárquicos” anexados relativamente temprano  al Inkario, ya “de paz”, ya “de fuerza”, y ambos, a inicios del siglo XVI, leen  como pachakuti  lo que hoy por hoy solemos llamar invasión sino  invención europea de América, alias Conquista. Pachakuti, en breve, tal término: de pacha, ‘tiempo’, ‘espacio’, ‘mundo’; y kuti, ‘vuelta’, ‘retorno’, ‘inversión’, ‘regreso’, tanto en aymara  como en quechua: pachakuti; vuelta o retorno-de-mundo  y/o de-época, ‘dar la vuelta el mundo’, al traducir de un cronista lenguaraz(10),  y para nada ‘fin de los tiempos’ o “juicio final” como amenaza traducir sin  traducir un doctrinero jesuita de nota(11).  Que don Joan de Santacruz Pachakuti Yamqui Salcamaygua lleve inscrito en su  propio emprestado nombre el término en cuestión se debe, en parte, a que éste [el  término pachacuti] correspondiera a una  suerte de título o  nombre  honorífico en el Ande. El Inka Yupanqui, uno  de los más recordados en la    RELACION DE ANTIGUEDADES DESTE REYNO DEL PIRU (pues no sólo “ganó las provincias” del Collasuyo, entre las  cuales la de los Kanchi, la de Pachakuti Yamqui, sino también buena parte del  norte, este y centro del actual Perú), antepuso a su nombre Pachakuti, siendo conocido desde  entonces como Pachakuti Inka Yupanqui. Según más de un cronista, ello se diera  en cuanto desposeyó del qhapaq o  ‘mando’ a su padre, Viracocha Inka— invirtiendo de paso el orden cósmico: lo  que está arriba queda abajo, lo que está abajo, arriba. Como se sabe, el  pliegue o partición entre ‘abajo’ y ‘arriba’ (que se replica como derecha/izquierda,  masculino/femenino, tardío-reciente/antiguo-temprano, sierra/llano, oro/plata,  sol/luna, etc.)  es constitutivo tanto  del orden territorial-político en el  Ande, esto es, por antonomasia, del ayllu o comunidad diárquica (repartida  en hanan y hurin, ‘arriba’ y ‘abajo’) como del mundo/época o pacha mismo (repartido en alaxpacha, o ‘mundo/época de arriba’ —el  de las wak’a o dioses celestes; del “cielo  ymperio”, al decir de Pachakuti Yamqui— y manqhapacha,  o ‘mundo/época de abajo’, o ‘de adentro’ —espacio-tiempo de las wak’a tutelares del subsuelo). Cuando de  golpe, de poder y/o de suerte, el orden del pacha se invierte, es que un pachakuti habrá  sobrevenido.   
        La Conquista, en que  de un día para otro todo pacha andino  pasa a ser  manqhapacha en relación al imperio español (Sacro Imperio Romano  Germánico durante las primeras décadas de la Coquista), se inscribe  así en una tradición o relación de retornos y trastornos cósmicos/epocales, donde  ahora Dios ocupa el lugar de Inti Ticci Viracochan Payachayachi, wak’a incaica, y el Emperador el lugar del Sapay  Inka. 
        Que esta interpretación de la Conquista conviva en  Pachakuti Yamqui con una asimilación cristianoccidental acelerada, en parte se  deja entender en tanto cada pachakuti marca, entre otras cosas, precisamente eso: una mudanza en los procesos  aculturatorios y cultuales en el espacio/tiempo “andino”, y en parte también habla  de una asimilación o aculturación agrietada, incompleta, incluso pese a la eventual  sinceridad en contrario de quien firma el autógrafo pasaje. Es decir, el decir  autográfico de Pachakuti Yamqui no es sólo dicho por el texto del (otro)  occidental-cristiano sino que a ratos, y de manera imprevisible, y acaso inconsciente,  también lo es por la textualidad del Ande. El sí (mismo) trazado así se habrá  vuelto de golpe un nodo de paso de alotextos de tan reciente como de larga  data. A ratos, y de manera acaso inconsciente, decimos, lo autográfico en  Pachakuti Yamqui retiene y traduce à la lettre el “texto andino” (y ello,  sin que la vigilancia crítica eclesiástica lo borrara, para el caso que lo  advirtiera(12)).  Por ejemplo. En un tramo de máximo éxtasis de profesión de fe cristiana,  Pachakuti Yamqui no puede evitar traducir Dios por wak’a mayor, la que está por  sobre todas las otras wak’a, haciendo  polvo ipso facto una de las piedras  angulares del programa de “extirpación de idolatrías”; esto es, la afirmación  de la existencia de sólo un Dios (verdadero), de un Único (Dios), ante Quien el  resto no fuera más que “ydolos”, “falsos ydolos”. 
        
          “Como  digo —dice Pachakuti Yamqui—, creo en Dios trino y vno el cual es poderoso Dios  que crió al çielo y la tierra [...] Dios es berdadero Dios sobre todos los dioses, poderoso Dios nuestro Criador, el qual es  el que govierna por su horden al çielo  ymperio [...]” (subrayo). 
         
        Así, traduciendo  natural, automática o inconscientemente wak’a/kuna por ‘dios/es’, y alaxpacha (‘mundo de  arriba’) por “çielo ymperio”, fracasa momentáneamente el programa cristianoccidental  en el texto firmado por Pachakuti Yamqui Salcamaygua. Traduciendo.  Natural, automática sino inconscientemente. Ahora bien, la falta, la relativa  falta de traducción en sentido inverso (un momentáneo pachakuti en traducción, si se quiere), esto es, del texto  occidental en el texto andino —consciente o inconscientemente, para el caso,  poco importa, y con las consabidas prevenciones con respecto a tales  totalizaciones o ‘mundializaciones’ en juego—, habrá marcado hasta hoy lo que  en otra parte habremos llamado las ‘escrituras (del Ande) del desastre’. Desastre  tan histórico como, al decir de M. Blanchot, anhistórico; desastre, fuerza de escritura: “le désastre  entendu, sous-entendu non pas comme un événement du passé, mais comme le passé  immémorial [...] qui revient en  dispersant par le retour le temps  présent où il serait vécu comme révenant” (subrayo: desastre oído, entendido, subentendido  no como un acontecer del pasado sino como el pasado inmemorial que vuelve  dispersando, re/partiendo en la vuelta el tiempo presente, en el que sería  vivido como re/aparecido, tal espectral retorno (tal kutiq, al decir de Guamán Poma y Pachakuti Yamqui).(13) 
         
        [3] 
        Otro paso,  otro autógrafo – otra vuelta e “inversión autográfica” (Moreiras): una vez, solamente  una vez, entreví a Patricio Marchant.  
        Entrevista  o entrevisión, en París: Collège International de Philosophie, 1, rue Descartes,  22 de junio de 1988. Mesa redonda con Ernesto Laclau, Jean François Lyotard y  Jacques Derrida. Me encuentro en la puerta. Con Germán Bravo. Entramos. Laclau  habla de decisión, de democracia radical, de identificaciones del sujeto  (“Tomar una decisión es como personificar a Dios. Es como declarar  que uno no tiene los medios para ser Dios, y que uno tiene, sin embargo,  que proceder como si fuera Él. La locura de la decisión...”)(14),  de hegemonías. Derrida reitera: je  ne  sais pas raconter des histoires, y sí, sí, pero, “concuerdo con Laclau en  que la identificación es indispensable, pero digo que hay también un proceso de  desidentificación, pues si la decisión es identificación, entonces la decisión  se destruye a sí misma”(15).  Lyotard, que habrá intervenido, creo, antes  que Derrida, subrayara la discontinuidad entre conflicto en el metarrelato moderno  y diferendo en el microrrelato  posmoderno. Escena intensa. Alucinógena a ratos. La cosa se extiende: vuelve y  se revuelve. Vuelan puntualizaciones, comentarios, preguntas. Laclau agradece al  cabo la hospitalidad del Collège (se habrá desplazado para la ocasión desde Sussex,  Inglaterra). A esas alturas, tras varias horas de pensantes pócimas, hállome  exhausto. Y aun algo ex-auto —fuera de mí, entre el cansancio de la tardía  hora y la intensidad de la escena. Germán me cuenta entonces que ‘Jacques el  Destripador’, su decir Derrida, antes  que comenzara la mesa le había insistido en que no dejara de ir a oír a Patricio  Marchant, un ex-estudiano suyo (me anoticia Germán), quien daría una conferencia  un poco más tarde, y a la cual él no podría asistir. (En esa época y/o pacha el nombre “Patricio Marchant”, ¿habré  de subrayarlo?, nada de nada me dijera). Le deseo suerte. A Germán. Pero insiste. Va a hablar de la Mistral y de Neruda,  habrá dicho. Así que llegamos. A una sala lateral. Que está semillena, semivacía.  La conferencia acaba de comenzar. Entonces veo, entreveo más bien, a una especie de desbocado humano, gesticulante,  saltando por momentos, estremeciéndose su cuerpo entero, al fondo, en la tarima  de la sala, y hablando en un francés no menos rítmico que terremoteante. Al cabo  de unos minutos, que fueran acaso unos segundos, el ex-auto se precipita en mí; Chau, Germán, dícele; ya me la  cuentas.   
        [De  cierto aun no leyera la por demás aun inescrita contratapa de ESCRITURA Y TEMBLOR: “En el caso de Marchant —firman Pablo  Oyarzún y Willy Thayer—, había una preponderancia del aspecto patético, una constante exposición a la  fuerza irresistible [y, añadiéramos, insoportable] de la experiencia misma.  Esto precisamente, determinaba el temblor como la persistente  disponibilidad, la rendida entrega al poder excesivo del acontecimiento [....]”  (subrayo)(16).  Germán daría cuenta más tarde en su  diario parisino: “Conferencia   de  Patricio  Marchant, ‘Nommer  l’A[mérique]  L[atine]:  Gabriela  Mistral,  Pablo  Neruda’,   una  conferencia violenta,  monstruosamente  brillante”  (rayo)].     
        Ya con el nombre prestado  por Germán, ya con el prestado por Pablo y Willy(“La pensée politique de G. Mistral et P. Neruda”), el texto leído  por Marchant aquella tarde/noche en el Collège International de Philosophie se  entrevera y enlaza con al menos otros tres textiles del período: “¿En qué lengua  se habla Latinoamérica?” (1987), “¿Qué puede hacer un pobre hombre ante una  mujer genial” (1988) y “’Atopiques’, ‘etc.’ e ‘indiens spirituels’” (1989),  destinado este último a ser publicado en Exercices  de la Patience,  revista de filosofía parisina dirigida por Alain David y que periclitara  precisamente ese año, por lo cual dicho texto sólo vendría a publicarse, en traducción,  hacia fines de ESCRITURA Y TEMBLOR(17).  Tanto  la conferencia de París como su ajuste après  coup  para Exercices de la   Patience tienen en común con los otros dos textos la  pregunta por un pensar latinoamericano como escritura mestiza en lengua  castellana-latinoamerica, pensar marcado por la Muerte de la Madre (“concepto de Imhre  Hermann”), su emprestada tesis o apuesta, madre violada como dato fundante de la Conquista, y por la Muerte del Padre (mestizaje  como entrevero entre ambas muertes: M. M. y P. M.).  En todos esos textos, donde algunas frases se  reiteran casi idénticas, la remisión a las escrituras de Gabriela Mistral y  Pablo Neruda es contundente. En “’Atopiques’, ‘etc.’ et ‘indiens spirituels’”  la cosa se concentra en la lectoescritura del poema El regreso, de Mistral, y, al paso, de Alturas de Macchu-Picchu, de Neruda. No se trata precisamente de un  aguayo con aire autográfico (por demás, subrayamos: ningún aguayo deja de ser  autográfico y ninguno lo llega a ser del todo), aunque a ratos la inversión  autográfica fuera ahí patente: “[H]ijos de la Chingada,  todos lo somos, nosotros, latinoamericanos” (subrayo).(18)  
        Identificación  latinoamericana, “de prestada”, al decir de Mistral remarcado en Marchant: nada  sustancial, nada propiamente propio ni apropiable sin más — ¿en consonancia con  el proyecto de identificación provisoria-trascendental de Laclau? —, pues se  juega en escrituras: es el sueño, la “tesis” o apuesta con aire derridiano insistente  en Marchant: “el mestizaje, como tal, se realiza, se cumple como escritura”; “mestizo  es mestizo cuando habla, cuando escribe su escritura”; “soñar con una escritura ‘mestiza’, en este sentido:  una escritura de la Muerte del Padre y de la Muerte de la Madre” (ídem, subrayo). Experiencia tan identificatoria  como desidentificatoria “nuestra”, de regreso, de París, por caso; experiencia  de lectura como lectoescritura del acaso ‘gran poema mistraliano’, al decir de Patricio  Marchant, El regreso.(19) 
          
        [4] 
        
          
              [notas] 
           
         
        → Inversión  autográfica en El regreso de Gabriela  Mistral 
        Desnudos  volve[re]mos a nuestro Dueño, 
          manchados  como el cordero 
          de  matorrales, gredas, caminos, 
          y  desnudos volve[re]mos al abra 
          cuya  luz nos muestra desnudos:  
          y  la Patria del  arribo 
          nos  mira fija y asombrada. 
        Pero  nunca fuimos soltados 
          del  coro de las Potencias 
          y  de las Dominaciones, 
          y  nombre nunca tuvimos, 
  pues los nombres son del Único. 
        [...] 
        Y  baldíos regresamos, 
          tan  rendidos y sin logro!, 
          balbuceando  nombres de “patrias” 
          a  las que nunca arribamos. 
          [Y  nos llamaban forasteros 
  ¡y  nunca hijos, y nunca hijas!] 
        Regreso  y recorte de Gabriela Mistral a El regreso, al decir de Doris Dana... (20)[...] 
          
        → Derrota histórica y fracaso poético en El regreso   
        Pablo Oyarzún, en  colectura “exigente” (es su término), alucinante y alucinada a ratos  (no por nada inclusa en su LETRA VOLADA, UDP,  Santiago, 2009), lectura en consonancia con la de Patricio Marchant en “‘Atopiques’,  ‘etc.’ et ‘indiens spirituales’”, se va, y/o se viene, de tesis: “.... mi  tesis, en el sentido de ‘poner’ a que acabo de aludir [esto es: la lectura  exigente (de Marchant de El regreso;  ya no sin más lectura “crítica” y menos “hermenéutica”, al decir de Oyarzún)  “se pone a sí misma y pone al poema, también, ante una exigencia casi  intolerable”; lectura exigente: aquella que lee lo que lee “como si fuese el  único poema que jamás se hubiese escrito,   como si fuese el advenimiento o, mejor, la inminencia del poema como tal” (subrayo).] La tesis: 
        
          “El decir  poético a que me refiero [decir de El  regreso] dice la historia como derrota. El decir poético que puede decir así la historia es un decir que se  dice a sí mismo como fracaso. La  derrota histórica y el fracaso poético (el fracaso de la palabra, del  poder de los humanos nombres)  constituyen la unidad esencial del inaudito decir de este poema”(subrayo). Y remata: “Sería El regreso una re-inscripción —una  re-escritura— de la historia en el poema y por el poema, y una  re-inscripción —una re-escritura— del poema en la historia” (id.).  
         
        * Fracaso del decir [poético] como fracaso de la palabra como nombre “propio”, pleno y/o sagrado – fracaso de las ‘poéticas del nombre’ (propio),  de los ‘sagrados nombres’ que faltan (F. Hölderlin: Heimkunft [1801]), ‘duelo sagrado’ (Heidegger)...  
        EL MERIDIANO, ¿en otra? Oui  ouï: el poema absoluto, das absolute  Gedicht, eso no se da (das kann es  nicht geben!).... por más que con cada vero poema hay [mit jedem wircklichen Gedicht, es gibt], con el poema menos pretencioso, esta pregunta inevitable, esta  pretensión inaudita (unerhörten Anspruch).  
        → Derrota histórica y fracaso poético en El regreso (II) 
        [La errancia de es[t]as “historias” es] “lo que llamo derrota, a condición de que mantengamos a  la vista, de manera inseparable, su doble sentido de rumbo o camino (derrotero)  y vencimiento” (P. O. Regreso y derrota,  in LA LETRA VOLADA). Mutatis mutandis: lo que [se] dice la  dicha, y/o ‘des-dicha’ (al decir de Oyarzún), esta dichosa “poesía” ya no  imantada por y al flaco poder del (prestado) nombre propio, es lo que evoca fracaso, a condición de mantener a vista  y oreja, inseparables, su sentido de hacer trizas o desbaratar (un autómata o  automatismo, por caso) y el malogro de una empresa y/o adverso suceso...  
        ... fracaso [de las poéticas del nombre] que abre campo, insinúa Oyarzún,  al (poema) vocador, vocante y/o vocativo, más cercano al viens, viens derridiano que a los heilige Namen hölderliniano-heideggerianos, y aun no menos exigente:  “No se habla aquí de ‘Latinoamérica’ en términos de una ilusoria sustancia  vernacular... [...] tampoco el ‘nosotros’ designa el dato de una comunidad segura  de sí, sino [...] sólo posee una eficacia convocadora o, más bien, exigente: la palabra ‘nosotros’, que nos  pro-nombra, nos exige, desde la evidencia en constante asecho, a  constituirnos en el lugar de la falta, a defender nuestra derrota como nuestra  posibilidad originaria [dicho heideggerianamente esta vez, al  decir de Marchant] de pensar y decir” (op. cit.,  p. 248, intercalo y subrayo). Vocación del poema cada vez, tal vez,  urgente: su llamar/llevar fuera de sí, su anticipación como su lectoescritura  de lo dado, su ex-agere, su  entreveraz exigencia. 
        → Pliegue (entre) Único y Única: La que camina.  
        * La “Única”, poema La que camina, in LAGAR (sin vuelta en la edición “definitiva” a cura de Doris  Dana). Pliegue Única/Único: nombre del “Único”, que “los nombres son  del Único” (El regreso), “y su lengua  olvidó todos los nombres / y sólo en su oración dice el del Único” (La que  camina); darse de la “Única”, ¿“ruta”?,  la “sola palabra”, “su sola sílaba de fuego”... (La que camina).  
        Aquel mismo arenal, ella camina 
          siempre hasta cuando ya duermen los otros; 
          y aunque para dormir caiga por tierra 
          ese mismo arenal sueña y camina. 
          La misma ruta, la que lleva al Este 
          es la que toma aunque la llama el Norte, 
          y aunque la luz del sol le da diez rutas 
          y se las sabe, camina la Única.  
          [...] 
          Sea que ella la viva o que la muera 
          en el ciego arenal que todo pierde, 
          de cuanto tuvo dado por suerte 
          esa sola palabra ha recogido 
          y de ella vive y de la misma muere. 
          [...] 
  Yo que la cuento ignoro su camino  
          [...] 
          Aquellos que la amaron no la encuentran, 
          el que la vio la cuenta por fábula 
          y su lengua olvidó todos los nombres 
          y sólo en su oración dice el del Único. 
          [...] 
        (La que camina, Lagar; subrayo). 
        → “de  los préstamos” 
        “Un  préstamo sólo difiere del hurto porque está determinado por un contrato  [reconocimiento de un préstamo, qua deuda]. Toda ruptura del contrato borra la diferencia, y convierte al préstamo  en hurto. La barrera que los separa es frágil” (LA LETRA VOLADA, p. 9].  Y Pablo Oyarzún, en más de un trance hace trizas la barrera, la borra o la  traspasa; no podía ser de otra manera en un libro que traduce lo que traduce al  llamarse como se llama. Lo más volado de la cosa tal vez sea, con todo: que en  al menos una ocasión tal fracaso del contrato, tal “hurto”, consciente y/o  inconsciente (da lo mismo para el caso), en   LA LETRA VOLADA se diera, sin ceder un ápice al talvez esta vez,  tal don a  hurtadillas — tal fuera de contrato. De cierto, y de gracia: no hubiera  don, si tal hubiera, no hubiera posibilidad para la sobrevenida de un don en el  espacio/tiempo reconocible del contrato. 
         
        [5] 
        
          
             [inconclusiones] 
           
         
        → Puesta  y apuesta en Marchant: Alturas de Macchu-Picchu, y aun allende.(21) 
        Si, al decir de Marchant, Pablo Neruda  encuentra/inventa su comunidad, la “nuestra”, Latinoamérica, comunidad mestiza, en Alturas de Macchu-Picchu, entretejiendo lenguas y sangres qua escrituras en un mismo unidual aguayo  — por una parte, escritura de las ruinas del ‘antes’ del ‘después’ histórico,  escritura (silenciosa y/o muda) de las piedras andinas, y, por otra, escritura de  la lengua castellana (escritura del ‘después’, de la Historia) — tal entreteje  se da en Marchant como ‘lengua castellana latinoamericana’... Latinoamérica se  habla en castellano, [pero] en castellano latinoamericano. Por lo cual, si un  aguayo “habla” en quechua y/o aymara, por caso, ¿vamos a decir que en tal textil  ya no se habla Latinoamérica? ¿O habría que decir que en tal entrelugar  la identificación latinoamericana se hace trizas,  falla o fracasa? ¿O aun vamos a estirar infinitamente el chicle náhuatl, haciendo  entrar toda diferencia por venir al container latinoamericanista, sin tesis o puesta en cuestión y en juego de identificación  tal? ¿Lo que hace Neruda? Pues Neruda, que escribe en castellano  latinoamericano, al decir de Marchant, también escribe, increíblemente, a ratos,  en quechua. Justo después de Alturas de Macchu  Picchu, a modo de  epígrafe de la IV  sección, Los conquistadores, del CANTO GENERAL, Neruda no sólo cita o  recita el decir in extremis de Túpac Amaru: Ccollanan Pachacutec!  Ricuy / anceacunac yahuarniy richacaucuta!, escribe Neruda.En quechua.(22) (Escribe y no sólo transcribe, como veremos). Ccollanan Pachacutec (Qullanan  Pachakutiq), de entrada: ‘sobresaliente’, ‘eminente’ (Qullanan) transformador/a o inversor/a del espacio/tiempo o mundo (Pachakutiq) – ¿vamos a decirlo con Celan: Tornaliento (Atemwende)?  Tal escritura no  respondería ya sin más a la   Historia, ya no correspondería con ningún ‘antes’ de ningún  ‘después’ histórico, y muy menos con cualquier ‘después’ pre- o retrofijado,  zanjado, único.   
    
          Veamos. La frase atribuida a Tupac  Amaru, poco antes de ser decapitado por el Virrey Toledo en la plaza del Cuzco,  en septiembre de 1572: Ccollanan Pachacamac ricuy auccacunac yahuarniy hichascancuta (habitualmente mal/dado por: "Madre Tierra, atestigua [rikuy; ‘ve’, ‘advierte’] cómo  mis enemigos derraman mi sangre" — aunque ni Pachakamaq es Pachamama ni esta última sin más  ‘Madre Tierra’ (cf. mamaña: “hacer pasar trabajo” [Bertonio]; ‘‘laborar’.  [Proverbial ‘división sexual del trabajo’ en el Ande, Tierras Bajas, Mapu y la  inminente vuelta, regreso de Quetzacoátl y Viracocha].  
        Neruda no sólo trastabilla o balbucea transcribiendo  mal algunas palabras (escribe anceacunac por auccacunac [subrayo: sustantivo auqa + pluralizador kuna,  ‘enemigos, ‘adversarios en guerra’], richacaucuta por hichascancuta [verbo hichay o jich’ay: ‘verter’, ‘derramar’), situación que se reitera. Increíblemente.  Edición tras edición. Sino que Neruda también interviene el texto recibido, lo traza  o retraza al llamar y destinar su decir a Pachakutiq y no a la wak’a mayor del Chinchaysuyo, Pachakámaq (‘el soberano’, ‘el que manda el mundo’), como lo hiciera Túpac Amaru, al decir  de un par de curas-cronistas. Esto ya no fuera un simple error de transcripción,  una autográfica errata del Neruda copista, sino una decisión de lectoescritura  acaso, un giro en el aguayo dado, una inesperada vuelta en la dicha de Tupac  Amaru heredada... Llamar, dirigirle la palabra a Pachakutiq – eminente y acaso inminente ‘tornatiempo’  –, cosa fuera  muy otra que apelar a un/el ‘soberano del mundo’.  
        [...] 
        Inversión autográfica como inversión autográfica: momento económico (libidinal, simbólico,  poco importa) y, a la vez, otra cosa sin cosa; puesta patas para arriba o pachakuti del sí repartido,  entreabierto (su estancia en abismo). ¿Don autógrafo? ¿Exautógrafo? ¿Dado y préstamo? Sí propio de un inconcluyente  asterisco (“que se mendiga.. quizá qué enmendaturas”), por caída o caso(23), en TRILCE: 
        
          Farol rotoso, el  día induce a darle algo, 
            y pende 
            a modo de  asterisco que se mendiga 
            a sí propio  quizás qué enmendaturas.  
         
          
        * * *  
        NOTAS 
        
          
            ® Aguayo leído en el seminario “Patricio  Marchant: lectoescrituras en curso y fuera de/l curso… y, probablemente, sin  recursos”, Universidad de Valparaíso, 29 de octubre de 2009. 
           
          
            * Pasaje de Visitas al poeta del lugar, suscrito en CON DADO INESCRITO, Córdoba: La Verbena, 2009. 
           
          
            * * Pasajes de La dichosa, Gabriela Mistral, in LAGAR, Santiago:  Nascimento, 1954. 
           
          
            (4) TERCER ESPACIO. Literatura y duelo en América Latina, Santiago: Arcis-LOM,  1999.  
           
          
            (5) “¿Quizá logre ella [das Gedicht; la ‘poesía’, la ‘dicha’], puesto que lo ajeno, es  decir, el abismo y la cabeza de  Medusa, el abismo y los autómatas,  parecen estar, sí, en una dirección — quizá logre ella aquí discenir entre  ajeno y ajeno [zwischen Fremd und Fremd],  tal vez aquí precisamente se atrofie la cabeza de Medusa, tal vez aquí  precisamente fracasen los autómatas [“fallan”, al decir de J. L. Reina  Palazón, Trotta, 1999: vielleicht versagen gerade hier die Automaten] — por este  único breve instante? ¿Tal vez aquí, con el yo — con el yo enajenado, liberado aquí y de esta manera — tal vez se libera también otro [vielleicht wird hier noch ein Anderes frei] ?” (P. C., EL MERIDIANO, Santiago: Intemperie,  1997; traslación de Pablo Oyarzún, levemente intervenida ahí). 
           
          
            (6) SOBRE ÁRBOLES Y MADRES, Santiago: Gato Murr, 1984, p. 308.  
           
          
            (7) Id. Y aún: [...] “la autografía, entendida  como inversión de la propia vida en escritura, depende siempre de un registro  heterográfico; es decir, de cómo la autoescritura no es más que un modo  particular de apertura a la demanda de otro, o del otro” (op. cit., p. 84). 
           
          
            (8) La (actual) zona central de Chile,  Valparaíso incluso, fuera en su momento parte del Qullasuyu, uno de los cuatro suyu o ‘regiones’ del cuatripartito  Inkario alias Tawantinsuyu (‘cuatro partes’, al decir de Guamán Poma en su PRIMER NUEVA CORÓNICA). 
           
          
            (9) Cf. J. Szeminski, UN KURAKA, UN DIOS, UNA HISTORIA, Jujuy, 1987; P. Duviols y  C. Itier, ‘estudio etnohistórico y lingüístico’   a la edición de RELACIÓN DE ANTIGUEDADES DESTE REYNO DEL PIRU, Lima/Cusco, 1993. 
           
          
            (10) Cristóbal de Molina, RELACIÓN DE LAS FÁBULAS Y RITOS DE LOS INCAS  (Cuzco, circa 1573). 
           
          
            (11) Ludovico Bertonio, VOCABULARIO DE LA LENGUA AYMARA, Juli, 1612. Para el quechua, cf. Diego  González Holguín, VOCABULARIO DE LA LENGUA GENERAL DE TODO EL PERÚ LLAMADA LENGUA qQUICHUA O DEL INCA, Lima, 1608. 
           
          
            (12) El texto de Pachakuti Yamqui fue hallado  en un atado de fojas del cura doctrinero y visitador de idolatrías Francisco de  Ávila, mismo atado donde se encontró el llamado ‘manuscrito de Huarochirí’, que  cuatro siglos después traduciría del quechua José María Arguedas (1966). 
           
          
            (13) L’ÉCRITURES DU DÉSASTRE, M. Blanchot, Gallimard, Paris: 1980. 
           
          
            (14) E. L., “Desconstrucción, pragmatismo,  hegemonía”, in DECONSTRUCCIÓN Y PRAGMATISMO, Ch. Mouffe compiladora, trad. de Marcos Mayer, Paidós,  Buenos Aires: 1998, p. 114; subrayo. 
           
          
            (15) J. D., “Notas sobre desconstrucción y pragmatismo”,  in  op.  cit., p. 163. 
           
          
            (16) P. Marchant, ESCRITURA Y TEMBLOR, Pablo Oyarzún y Willy Thayer editores,  Cuarto Propio: Santiago, 2000. 
           
          
            (17) “[L]o que estaba escribiendo en ese  momento, un artículo para Exercises de la patience sobre,  fundamentalmente, el saber de la   Vieja sobre latinoamérica [“Gabriela Mistral era ese saber,  (...) ‘Gabriela Mistral’ o la   Vieja”], no consistía sino en formular, en otros términos,  formular una teoría, lo que, la   Vieja, como su saber, había poetizado; lo cual suponía, por otra  parte, buscar textos de la Vieja  que confirmaron mis afirmaciones.” (Cf. “¿Qué puede hacer un pobre hombre ante  una mujer genial”, 1988, in  ESCRITURA Y TEMBLOR, ed. cit.). 
           
          
            (18) P. M., ESCRITURA Y TEMBLOR, ed. cit., p. 398. 
           
          
            (19) G. Mistral, LAGAR: Santiago, 1954. 
           
          
            (20) Ediciones: 1954 (Nascimento, Santiago), en  corchetes; 1966 (Madrid, a cura de Doris Dana, “edición definitiva”,  “autorizada”, etc.). 
           
          
            (21) [...] el “estar”  latinoamericano. Latinoamérica, dos relaciones —según  se trate de invasores e invadidos— con la tierra, dos lenguas (el castellano y  las lenguas indígenas), dos historias (la Historia Universal  y los “relatos indígenas”); el mestizo, errante y errando aún, perdiéndose en  estas combinaciones [...] ¿Cómo puede el mestizo —para quien sólo la oscura  relación de sus dos sangres le es clara— encontrar [...], es decir, un  “inventar”, la relación entre su tierra, su sangre y su lengua? Problema de  Neruda en las Alturas de Macchu-Picchu,  problema resuelto, al parecer, por Neruda mismo en Alturas de Macchu-Picchu. (P. M., ESCRITURA Y TEMBLOR, p. 406, traslación —del francés— del suscrito).  
               
              [...] Encuentro, descubrimiento  de Neruda, en Macchu Picchu,  de su comunidad, en tanto el “antes”, el “después” de un imposible después,  fundación de su comunidad, fundación de la comunidad mestiza de Latinoamérica,  comunidad latinoamericana, comunidad de comunidades, unidad del “antes” (las  “historias”) y el después (la “Historia”) y de otro posible después (las  “historias”). De todos modos, su comunidad, no la comunidad humana universal.  Comunidades de escritura en Latinoamérica, comunidades de escritura en todos  lados. Fin de la universalidad, voz occidental del hombre, en realidad,  comunidad en relación de traducción o, como preferimos decirlo, “comunidades en  traducción”. La traducción entre comunidades, la traducción al interior de  estas últimas, no limita la comunicación; al contrario, la hace posible;  diferencias y restos inasimilables que nos permiten, ellos solos y sólo ellos,  comprender al otro, ser otros, dejar de ser otros, otras, a otros, otras.” (Op.  cit, p. 409, ídem). 
           
          
            (22) Ni en CONFIESO QUE HE VIVIDO (1974) ni en PARA NACER HE NACIDO (1978) Neruda deja huellas de tal insólita frase (en)  quechua, pese a que en ambos libros haya pasajes referidos a su paso por Cuzco  y Macchu-Picchu en octubre de 1943 (la escritura del poema, su ‘puesta en  papel’, se habría dado en Isla Negra un par de años después, entre agosto y  septiembre de 1945, según Volodia Teitelboim; in Neruda, 1984). 
           
          
            (23) Pasaje del poema XXII de TRILCE (1922) de C.  V.; Es posible me persigan hasta cuatro [...]. 
           
         
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