LA
INVERSIÓN DEL PEZ*
por andrés
ajens
Ahy no istovieron il Wawaku
ni sos Anchanchu;
y ahura sawitílo cómo si has inujaru sauier
Hotoris ti lu biá ualado y il Tata-Achachila
si los has tocó
sus khinas.
EL PEZ DE ORO, p. 506.
¡Capitán,
Mi capitán: qué ruin andrajo es el hombre!
Me sentí el
mayor de los monstruos nacidos en la tierra.
EL PEZ DE ORO, p. 396.
a Chus Pato - en Lalín, Galicia.
Un monstruo muestra, en
su patente excepcionalidad, la historia de la norma, dicho está, de una
cierta normalidad (que, al cabo, pudiera relevarse ella misma no poco monstruosa).
Norma literaria, por caso: al entreverar "poesía", "narración"
y/o "novela", "crítica", "ensayo" y/o "pensamiento",
EL PEZ DE ORO (La Paz-Cochabamba, 1957), del puneño Gamaliel Churata,
deja en evidencia la para nada evidente repartición de lo literario en
géneros normalmente excluyentes, anticipando exploraciones contemporáneas
donde lo que está en juego es la escritura en su diversidad de intensidades
y registros antes que la identificación y/o pertenencia a un conjunto textual
prestablecido. Hasta qué punto, en EL PEZ DE ORO, tal monstruosería
abre un hiato en lo que conocemos como literatura o más bien retoma (monstruosamente,
empero) promesas constitutivas de la literatura moderna sino de la literatura
misma - es cosa que talvez sólo alcanzaremos a atisbar en esta fugaz ocasión.
- ¿Alcanzaremos, dis ti?
- Por ejemplo: tú y yo.
En cualquier caso, más de uno: más de un monstruo. Es Churata quien
lo muestra de entrada: "Me sentí el mayor de los monstruos..."
(y si el sentimiento es para él la palabra, lo esencial en
la palabra, tal como para lo que se ha dado en llamar tradición romántica
- cf. Hablo al poeta soberbio, op. cit., p. 478 -, no fuera poco decir).
- ¿Estás xa insinuando que Churata é un escritor romántico?
-
No sin más. Pongámoslo así: lo que le preocupa (no exclusivamente,
pero para nada secundariamente en EL PEZ) es la literatura, la posibilidad de
una literatura genuinamente americana, no un remedo hispano u occidental; lo subraya
de principio a fin.
- Perdinme un pouco...
- Reitero, pues: un monstruo
muestra (y un monstruo no hace sino acaso mostrar desde que el sino del romance
migrante remite ambos términos al monstrare latino) la historia
de la norma. Literaria, por caso. No fuera tanto un híbrido de pedazos
de géneros preconstituidos sino una irrupción singular que, por
ser tal y hasta cierto punto inaudita, la leemos (la comenzamos a dejar entrar
en casa) a partir de lo que ya nos es familiar. Por eso: no hay monstruo puro
ni pura monstruosidad; cada vez que un monstruo sobreviene o se da (o una monstrua,
de cierto), el sólo hecho de que comencemos a reconocerlo (o a llamarlo)
monstruo muestra que su pureza habrá estado de entrada repartida,
misturada y/o mestiza.
- Pero Churata prevennos en múltiples ocasións,
e en todos os tons, contra o mestizo...
- Sí y no. Sí, en cuanto
lo misti o mestizo siga nombrando una correspondencia o mezcla de lo americano
con lo europeo donde este último prevalezca jerárquicamente. Y no,
en cuanto una inversión se haya dado, y donde lo que prevalezca sea el
elemento (célula, átomo o ego, dirá Churata) americano: mistura
kuika (aborigen) a diferencia de una mezcla hispana o hispanoamericana.
La posibilidad a ratos imposible de EL PEZ se juega en inversión tal.
-
Mostra!
- Un botón: el punto de partida de toda literatura (de todo
hombre) está en el idioma que la sustancia. Los americanos no tenemos literatura,
filosofía, derecho de gentes, derecho público, que no sean los contenidos
en los idiomas vernáculos [...] El caso es que nos empeñamos en
tenerla valiéndonos de una lengua no kuika: la hispana. Y en ella borroneamos
"como indios", aunque no en indio, que es cosa distinta. Y aún
así esto será posible sólo si resultamos capaces de hacer
del español - solución provisional y aleatoria - lo que el español
hizo de nosotros: mestizos (p. 10). A diferencia de José M. Arguedas
(al menos el Arguedas temprano: cf. Entre el kechwa y el castellano: la angustia
del mestizo, 1936), que apela al hombre andino a apropiarse del castellano
en vista que el quechua, su idioma genuino, lo condena a la estrechez de
lectorías, Churata entiende la misturación del castellano por parte
del 'americano' como una respuesta provisional a la espera del surgimiento de
una literatura en lengua materna. Los últimos pasajes de EL PEZ, que convocan
a un nuevo nacimiento americano, son explícitos: el americano
de América ha de expresarse, y ser, en su idioma lácteo.
-
E esa inversión do peixe douro, o khori-challwa, fala claro, que fose:
anticipación da escritura e suspensión da literatura ou (monstruosa)
re-inscrición romántica?
- Tarde, se hace tarde, y hemos tanto
por conversar. Nomás recordar por ahora que en los inicios de la literatura
moderna, en el romanticismo temprano, el sueño de un género que
reuniera a todos los géneros fue declarado como el género romántico
(moderno) por antonomasia. ¡El más generoso - llámasele por
caso poesía (romántica)! Es lo que muestra el concitado fragmento
116 de la revista Athenaeum (1798/1800), de los hermanos Schlegel y cia.:
'La poesía romántica es una poesía universal progresiva.
Su destino no consiste meramente en volver a reunir todos los géneros separados
de la poesía y en volver a poner en contacto a la poesía con la
filosofía y la retórica. Ella quiere y debe mezclar [mischen]
tanto como fundir poesía y prosa, genialidad y crítica, poesía
artística y poesía natural, animar y socializar a la poesía,
tornar poética la vida y la sociedad [..] El tipo de arte romántico
[Dichtart: el modo de decir y/o de mostrar poético] está
aún en trance de advenir; en efecto, ésa es su verdadera esencia,
que no pueda sino incesantemente advenir y jamás estar acabado. Ninguna
teoría puede agotarlo, solamente una crítica adivinatoria [eine
divinatorische Kritik] podría permitirse el arriesgar querer caracterizar
su ideal' (Con lo cual: ¿alguien sabrá jamás qué fuera
lo romántico, o romance, si está cada vez por venir? Fragmentos
del Athenaeum, atrib. a F. Schlegel, trad. B. Onetto, ligeramente intervenida
aquí).
- ¿Crítica adiviñatoria...?
- Para decirlo
ya en buen romance migrante: layqaqutana, nayax utankta.
- Lingua láctea?
Migrante tamén, como non: no lago de quen sabe adiviñando, no lago
do layqa (layqa/quta/na), estou, síntome en casa (uta/n/kta).
- ¿En
casa? ¿Experiencia del estar en casa, dices? ¡Escasa! Pues: una vez
operada la inversión, la apropiación americana de la lengua española
castellana (a sabiendas, EL PEZ DE ORO; y antes, de suyo, LA NUEVA CORÓNICA
de Guamán Poma, o LA RELACIÓN de Pachakuti Yamqui Salkamaywa, entre
otros), y una vez mostrada al paso la cosa en lengua láctea como habrá
sugerido Churata (y como ya antes lo hicieran con creces el OLLANTAY, el ATAU
WALLPAJ P'UCHUKAKUYNINPA WANKAN del anónimo de Chayanta, y el TAKI PARWA
del cuzqueño Kilku Warak'a, entre tantos), adivina, ¿dónde
estamos?
- Nós? Quen nós?
- Kuikos: americanos de América,
pues, al decir de Churata...
- Jiwasax kawkhans utanktan? Na casa do ser americano
- nunha literatura (xenuína) americana!
- Y sin embargo... La inversión
del ser (de oro) - sea quien sea que seamos y sean cuales sean los sentidos del
ser que aquí se den -, tal inversión, digo, pudiera arrojarnos a
una vértigo sin retorno en el deseo de retorno, retorno en la inversión
y/o capitalización de lo propio, kuiko, nativo u originario: economía
mía en apariencia, tan doméstica como planetaria empero, doméstica
porque uni- o ego- planetaria. ¡One word, one world, one love! ¡Janiwa!
Esto es: tras la inversión (oro por oro, decía Neruda en La palabra),
que, con todo, permanece en la economía de lo mismo (el ser - que no deja
de ser de entrada occidental, como la literatura), habríamos de calar cómo
ya en EL PEZ, de manera acaso jabonosa y/o casi inaudible, otra punta despunta,
otra hilacha de un aguayo no urdido ya en la oposición (metafísica,
y por demás jerarquizante) entre alteridad y mismura, propio y extraño.
Con lo cual: lo que por ventura (nos) toca, el poema que está en trance
de advenir si aún a eso (monstruoso) le vamos a llamar poema, no
se dejaría enmarcar sin más como propiamente literario ni propiamente
no literario, para el caso que la literatura hubiera nombrado alguna vez algo
propio y no "esencialmente" heterogéneo a sí.
- O
mostropoema? O que non ten esencia propia, ou cuxa esencia propia é
carecer de esencia propia?
- Tal vez tal decir permanece aún demasiado
sujeto, aun en su carencia, a lo propio, y en lo propio habla, si habla, aún
Occidente (aun en la figura de su alteridad, de una alteridad, por disyunción,
en relación a Occidente). Si en aymara y a la vez quechua, o en
quechuaymara, decimos tinku y/o wak'a , ¿le haríamos más
justicia al (nombre del) monstruo por venir? Churata acaso respondiera que sí,
lengua láctea oblige. En cualquier caso, dando por descontado que
para un monstruo, para un monstruo de veras monstruo, no hay nombre que
le fuera propio en propiedad ni justicia absoluta posible, pues "él
mismo" muestra el naufragio de la norma, llamémoslo esta vez,
por caso o caída, más de una vez: Aguayo (aymara y a la
vez castellano 'nuevo') o, ya en camino, nomás Churata. ¿Corresponde?
-
¡Inas!
- ¿"Inas" dis ti?
- Inas layqasisktan, karaju.
(Nayax atamta: Por ventura - del latín ventura, pl. de venturum,
lo por venir - estamos "layqueando", entreviendo, adivinando, escribiendo,
carajo).
- Outra vez? Tan lexible coma ilexible, un monstro, adiviña,
entrevera, só se dá a entrever. Churata, o dado en
graza danzando alén da economía do don e do contra-don (de churaña,
'dar', 'conceder'), móstrao entrementres outra vez: "Y íl dansiri,
hina, vieras, sin qui ti poidis rimidiar..."
*** aguayo al agua ***
ampara churaskta
a
la otra monstrua
la
mano, tu mano, muestra, monstrua, al otro, al hermano
la hija, tu hija, en
ti, fija de antemano a la manija, seguro
de vida en flor, seguro de lo inas-
egurable
dado, vidamuerte, uy padre, uy
lengua láctea; la otra
mano, ¿qué
muestra ya sin mostrar - a quién?, ¿qué prodigio
digital
antehumano, monstruo, don de ampara?
ampara churaskta, aka q'ara pampana.
***
*Una
versión ligeramente diversa fue inicialmente destinada a la revista El
pez de Oro, Puno, Perú, junto al Titikaka, comarca de Gamaliel Churata,
a instancias del escritor boliviano Aldo Medinaceli.
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* *
Imagen: El pez de oro. Paul Klee,
1926.