El año (de la muerte) de Roberto Bolaño
Por Andrés Ajens
[textil aparecido inicialmente en diciembre del 2003 en un desaparecido periódico electrónico chileno, en vísperas del centenario del nacimiento de Pablo Neruda].
Se acaba el año de la muerte de Bolaño y despunta, canonización laica, estadonacional mediante, de veras mononacional, el del (segundo) nacimiento de Neruda; en cuanto al lapso o colapso de Arturo Belano, alterego o alterónimo de Roberto Bolaño, las noticias son aún inciertas – las últimas lo daban varado en África. Habrá que esperar tal vez la publicación de 2666, la archinovela inconclusa pendiente, de la mano editora del crítico de El País (de España) Ignacio Echeverría, quien este fin de año anduviera también ¿pesquisando? últimos trazos por Santiago. Y Aún.*
Año de muerte, fin de año a medio año en el hospital Vall d'Hebrón de Barcelona, pero también año de El gaucho insufrible (que incluye un ensayo-relato más que singular, Literatura + enfermedad = enfermedad, sobre el cual vuelvo más adelante) y año, en fin, del ¿clímax? de una tan desbocada como insufrible local bolañomanía. Ésta última, tal maniobra identificatoria simple: identifíquese de entrada con alguna literatura "nuestra" (“chilena”, por caso), identifique luego a Bolaño como epítome o cumbre de aquélla no sin antes identificarlo con alguna cima de un conjunto literario más amplio, literatura latinoamericana y/o en lengua española ("Bolaño será nuestro Borges" anuncia un periódico columnista 1), saque sus cuentas. Ni qué decir que alguna resistente pulsión y más bien compulsión de inferioridad/superioridad sobrepuja a tales comarcanos hacedores de rankings. El que la lleva en este tipo de ejercicios – de cierto narcisos – es, literalmente con todo, el crítico mercurial Camilo Marks: poco antes de su muerte (de Bolaño) lo proclamó "el mejor escritor vivo" en "nuestro" idioma (español): es decir, hay muchos escritores inferiores a Bolaño y ninguno de cuantos practica el oficio literario en nuestro idioma lo supera en la actualidad (sic) 2. Y aunque el Marks'ranking abarca o pretende abarcar tanto a narradores como a poetas 'vivos' (su exclusión de ensayistas resultaría un misterio si no reparamos en su propia condición de tal, para no hablar por ahora de cronistas ni de otras inclasificables criaturas), el tipo omite de entrada cualquier análisis de la obra de Bolaño en relación a la escritura poética en nuestro idioma, porque "hoy por hoy" – arresujétensen – "no hay poetas excepcionales en lengua castellana" sino sólo "versificadores o aspirantes a tales" (sic bis). ¡Y pasa! (¿Otro síntoma de la descomposición del corpus (jurídico) crítico – su desaparición?). Bolaño mismo, cáustico hasta la médula y tan dado a los juicios perentorios (Kafka, el más grande escritor del siglo XX; para poetas, los de Francia; el Soliloquio del Individuo marca un antes y un después en la poesía en lengua española, Wittgenstein es el más grande filósofo del siglo XX, etc), no es menos perentorio en este punto al fabularse como aprendiz de Parra. ¿Y qué decir, para no exceder por ahora la castellana comarca, de nuestro último [Premio] Cervantes [2003]?
II
Despierte, don Tomás, le decía, ya va a amanecer, tiene que irse. (Como si De Quincey fuera un vampiro). Pero nadie me escuchaba y volvía a salir a las calles oscuras de México DF.
R. B., Un paseo por la literatura.
Nach ........ Sobre
dem Unwiederholbaren, nach lo irrepetible, a
ihm, nach ....... eso, hacia
allem. ........ todo.
P. Celan., À la pointe acerée. 3
Entre un muerto (Bolaño) y otro (Neruda) al que se le quiere hacer renacer, reitero, el sitio y la situación de Arturo Belano permanecen aún inciertos, entreabiertos. Belano aparece y desaparece en el corpus de Bolaño como en el juego del fort-da freudiano o en el movimiento de la aletheia grecoheideggeriana, velo y desvelo, a un tiempo. Aparece, de entrada, como coprotagonista de Los detectives salvajes (1998), como franco agonista luego en 'Fotos' (in Putas asesinas, 2001) y en otros relatos breves, y aun "antes", como narrador (o narratario intradiegético, en jerga crítica) de Estrella distante (1996). En Los detectives salvajes comparece como un joven poeta (chileno) afincado en México, quien junto a su cumpa de des/venturas tardovanguardistas, Ulises Lima (cabezas de filas de la fracción realvisceralista), le siguen la pista a algo así como la escena originaria o piedra Rosetta de la vanguardia latinoamericana en la figura de la poeta velada, Cesárea Tinajero, y todo ello en los laberintos del desierto, de Sonora. Cuando finalmente dan con la poeta originaria y originante (viviendo no por nada en la calle Rubén Darío de un fantasmal pueblito normexicano y tal Mistral maestra de púberes de provincia), un incidente absurdo acaba con ella; cae muerta por un disparo perdido en la página 604 de la edición "Compactos" de Anagrama. 4
Más tarde nos anoticiamos que tras una serie de peripecias europeas – la publicación de algunas novelas ejemplares entre ellas –, Arturo Belano está en África, en medio del fuego cruzado de fracciones contrapuestas, en Liberia, no demasiado lejos del desierto de Ogadén, tal tardoRimbaud sudaca (la referencia a Arthur Rimbaud, como a una suerte de Cesáreo Tinajero del conjunto de la poesía moderna, es constante en Bolaño, no sólo en Los detectives salvajes, donde explícitamente el aprendiz de poeta que abre y cierra el relato, alias García Madero, confidencia: “Lima y Belano conocen muy bien esta historia. Hablan de Rimbaud”).
Con Belano narrador y coprotagonista de Estrella distante la vanguardia enfrenta otro mortal (no) desenlace. Muere por segunda vez la vanguardia, y ésta en su lado más oscuro,
en su lado Celine, Pound y/o Saenz,
y más precisamente en su lado La literatura nazi en América (Estrella distante arranca justo en el 'no desenlace' de ésta última),
asesinada a un paso de la casa de Belano en Blanes, Cataluña,
en una especie de repetición tardovanguardera de On Murder Considered as One of the Fine Arts de De Quincey (1827). Repetición: no por nada la figura que figura en la Estrella distante lo oscuro – y a ratos, horrendo y abyecto, aun lo infigurable – del arte moderno se apellida Wieder.
Esta doble muerte,
por "ajusticiamiento" y por absurdo (aunque la muerte de la poeta/la vanguardia ex-céntrica no fuera de veras totalmente absurda; el disparo que confusamente le llega le llega al entrar en la refriega que los jóvenes tardovanguarderos sostienen con la latinoamericana violencia machista),
se revela, con todo, insuficiente para terminar de dar muerte a la moderna latinoamericana poesía. No sólo por la mentada incertidumbre en torno a los últimos o más recientes avatares del ya no tan joven poeta Belano (¿habrá vuelto al D.F. o a Concepción, como su tocayo Rimbaud a Charleville antes de ir a Marsella a estirar la última pata que le quedaba, la izquierda?); también por la publicación de los textos poéticos firmados por Bolaño (Los perros románticos, Tres, y otros poemas y poemarios de su temprano período "infrarrealista"), en donde en al menos uno el "sujeto lírico" (de veras, "dramático"; Bolaño anda más cerca del drama em gentes pessoano que del poeta uni-versal nerudiano) es – ¡apuesto! – Belano: Prosa del otoño en Gerona.
Este corpus que no acaba de desaparecer (Belano) ni de morir (la moderna poesía latino- o hispanoamericana) palpita aún cuando Bolaño reexamina la escena originaria de las escenas originarias de la poesía moderna, según él, poesía francesa del siglo XIX, y concluye que su impronta perdura hasta hoy (una modernidad, habermasiana casi, tal inacabado trayecto): “La poesía francesa, como bien saben los franceses, es la más alta poesía del siglo XIX y de alguna manera en sus páginas y en sus versos se prefiguran los grandes problemas que iba a afrontar Europa y nuestra cultura occidental durante el siglo XX y que aún están sin resolver” (in Literatura + enfermedad…).
III
En estas desolaciones, padre, donde de tu risa sólo quedaban restos arqueológicos.
R. B., Un paseo.
y florecen los desiertos
ante los viajeros, para quienes está abierto
el familiar imperio de las oscuridades futuras.
Ch. Baudelaire, Pendejos de viaje (Bohémiens en voyage; translucine circunscrito mío).
Que la franca poesía del siglo XIX (Baudelaire, Rimbaud, Lautréamont, Mallarmé, en la concentración de Bolaño) constituya sin más la escena originaria de la poesía moderna es, a todas luces y sombras, materia más que discutible (y no sólo habría que subrayar la importancia de Poe y del 'romanticismo alemán' en la configuración de la misma). Con todo, es ésa la tradición a la cual Bolaños responde más insistentemente y con la cual tanto su 'narrativa' como su 'poesía' – y en esto es explícito ese monstruo de ensayo-relato y de "conferencia" que jamás habrá tenido lugar, a medio camino entre la vida y la muerte, por los pasillos del Vall d'Hebrón, que es Literatura + enfermedad...– se empapa, se inscribe, se mide y se mienta.
Todo habrá partido, parte Bolaño,
con la apelación de Baudelaire al 'viaje'
como respuesta al Ennui – la lata infinita, el hastío, pero antes: el abatimiento o malestar radical ante una pérdida irremediable – de la vida moderna (Bolaño asociará la lata o tedio a la 'soledad' y a la 'locura' en Monsieur Pain y en 'Días de 1978', respectivamente). Rimbaud,
quien junto a Lautréamont alcanza el punto de "máxima tensión" moderna para Bolaño,
habrá llevado hasta las últimas consecuencias el dictum baudelairiano (en la primeras de sus 'Cartas del Vidente' el aspirante a 'absolutamente moderno' habla de Baudelaire como de un vrai Dieu), desembocando al cabo, sin embargo,
en el pinche desierto,
en los espejismos del absurdo y consumado nihilismo sin más y/o banal comercio – literario o no tanto. Bolaño, siguiendo otra indicación de El viaje de Baudelaire,
subraya que la moderna incansable transhumancia acaba más que a menudo también en los 'oasis de horror' que de tanto en tanto interrumpen y/o ritman las modernas tierras baldías; guerras (la guerra, igiene del mondo; Marinetti), desapariciones (Carlos Wieder y cia.), holocaustos, atómicas arrojaderas y un largo etcétera.
Entre uno y otro (no) desenlace, o entre estos y una combinación de ambos callejones sin salida, Bolaño parece optar por una especie de "ligera fuerza mesiánica" (Benjamin) en la búsqueda de 'lo nuevo' (nouveau baudelairiano) en los pasillos del Vall d'Hebrón – lo nuevo como lo inadvertido, como el encuentro del sujeto consigo mismo o con algún inesperado objet trouvable:
“Entre los inmensos desiertos del aburrimiento y los no tan escasos oasis del horror, existe una tercera opción […] encontrar lo nuevo, es la pobre bandera del arte que se opone al horror que se suma al horror [...] Batalla perdida de antemano […] los viajes, el sexo y los libros son caminos que no llevan a ninguna parte, y que sin embargo son caminos por los que hay que internarse y perderse para volverse a encontrar o para encontrar algo […] con suerte: lo nuevo, lo que siempre ha estado allí. (Literatura + enfermedad...) 5
La opción por "lo nuevo", tal inadvertido sí (mismo) u inopinado 'algo', trenza irreductiblemente a Bolaño en la órbita moderna, tal enorme vertiente en que confluyen desde el romanticismo al posmodernismo pasando, de cierto, por las vanguardias (Los perros románticos, libro que retoma el título de un poema “de cuando yo tenía veinte años y dejé Chile por última vez” 6, es otra, filuda, bolañeana huella de tal ensamble), y originariamente con Baudelaire. Para Baudelaire, con todo, el horror (moderno) no sólo se halla en medio o al fin del viaje sino que desde ya está alojado en su origen, es nativo o “de cuna" dice un pasaje de El viaje inadvertido acaso por Bolaño (l'horreur de leurs berceaux), lo más propio como lo más inquietante y/o extraño – tal Unheimliche freudiano-heideggeriano, tal "horroroso Chile" lihninista, ante lo cual no hay neochilenía (como sugiere en otros poemas Bolaño) ni neotestamentarismo que valga. ¿Qué puede hacer una escritura que pretende confrontar el horror (propio) de nuevo pero irrepetiblemente, si de antemano no ha destrenzado la oposición y mutua exclusión entre lo propio y lo ajeno y/o extraño – y, digamos, entre lar y viaje, aparición y desaparición, y aun entre "poesía" y "narrativa"? Matiz matriz: si hay, en este punto, algo extremadamente interesante en Bolaño, pese a todos los peses expuestos, es la embriagante porosidad entre poesía y narrativa, ya en la 'trama', ya en la 'forma', ya en el 'relato', ya en la 'poesía – no hay, pues, 'pastelero a tus pasteles' entre poeta y narrador/a ni viceversa. No por nada la escena de la iniciación poética (y, más ampliamente, de escritura) recorre muchos de sus textos y,
singularmente,
bajo el modo desencadenante del "taller de poesía",
dos de sus hilachas más finas: Estrella distante y Los detectives salvajes 7 (para no abundar ahora sobre los poemas realviceralistas repartidos entre Amberes y Los susodichos detectives). No hay edificario Bildungsroman en Bolaño, empero – nomás errancia y cáustica pendejería; la guerra al "padre" y/o modelo, la sujeción a la ley aun por transgresión o disolvente demoledor desacato, el deseo mismo del sujeto (moderno), otra vez (wieder!) tal tardoRimbaud, persiste hasta la última página de El gaucho insufrible, su último libro en vida publicado. Otro matiz: que el horror esté en el origen, que el origen sea incluso el horror y no simple ventura del viaje moderno, Bolaño también parece intuirlo en otro acápite (con lo cual estamos ante un escritor no poco equívoco, salvo que el no poco equívoco aquí sea francamente "yo" mismo): en el pasaje de Los detectives salvajes en que Ernesto [Cardenal] San Epifanio expone su teoría de la poesía como lucha subterránea entre poetas maricas y poetas maricones (Neruda y Paz entre los primeros, Whitman y Blake entre los segundos), Cesárea Tinajero, la poeta del moderno latinoamericano origen, trasciende tales clasificaciones pues ella "es el horror" mismo o, lo que es lo mismo, de lo Mismo (p. 85, op. cit.). ¿Lo Mismo? No tanto como lo otro de lo Otro sino, para decirlo ya en buen romance, como la (compulsiva) cancelación de las diferencias: Lo / Mismo / nos ha / perdido, lo / Mismo / nos ha / olvidado (P. Celan, op. cit).
En su errar por la constelación originaria de la poesía moderna, alias la francesa, Bolaño y/erra también y sobre todo ante y/o con Mallarmé. Éste, a diferencia de lo sugerido por el narradorensayista de Literatura + enfermedad... (“Mallarmé nos dice que hay que viajar, que hay que volver a viajar”) no asiente sin más al llamado al viaje ni siquiera en Brise marine (1865), el poema convocado por Bolaño en el mentado texto. Si hay respuesta a Baudelaire por parte de Mallarmé en Brisa marina, y es evidente que la hay, ésta no sólo es francamente ambigua sino, como sus textos ulteriores lo confirman, cortesmente se va de negativa: sin perjuicio de poner oreja a los cantos de los viajeros-sirenas (ô mon coeur, entends le chant des matelots!), el 'viaje' como tal es aún creencia ingenua fruto de la propia postración moderna, aún cruel esperanza:
Un Ennui, désolé par les cruels espoirs,
Croit encore à l'adieu suprême des mouchoirs! 8
La respuesta de Mallarmé al mal (moderno), en deux mots, se llama Un coup de dés, alias El Golpe: el desastre, el naufragio cósmico, comenzando por el del propio tropo del naufragio, descoyunte propio y de lo "propio", habrá ocurrido desde ya, es el -sein mismo del Dasein diría (pero seguramente no lo habría dicho así) un Meister de Alemania. Nomás queda arrojar lo(s) dado(s), "escribir" pues, franquear/se un paso en lo inestable entreabierto: autour du gouffre / sans le joncher / ni fuir – sin rédito ni esperanza mesiánica presupuestables. Que una tal escritura del après coup, o del desastre según la expresión de Blanchot, no deje de abrir viejonuevas preguntas, y no sólo ético-morales, al punto que el mismo Mallarmé acabe por rozar una suerte de religión del Arte y de la Literatura, hoy diríamos de la 'Cultura' (laica), no es cosa menos inquietante. 9 Bien lo habrá sabido Celan al leer El Meridiano en la Alemania de posguerra y/o del posAuschwitz (1961) o, más entre "nos" si se quiere, Patricio Marchant al dar a la imprenta Sobre árboles y madres en el Santiago del posgolpe (1983).
Si Belano/Bolaño se identifica antes que nada con Rimbaud, el hijo
perdido en los desiertos del "Tercer Mundo"
del padre generoso y generante acuñador de la 'modernidad', Baudelaire, un vrai Dieu!,
es que en una reiterada freudo-bolañeana vuelta de tuerca el poeta (moderno) por antonomasia viene a ser de nuevo (wieder!) Edipo dando muerte a Layo – con lo cual: moderno/a poeta es quien deviene huérfano/a por su propia mano: “hay que matar a los padres, el poeta es un huérfano nato” ('Carnet de Baile', subrayo) y antes:
“es Rimbaud, es decir es el huérfano” ('Días de 1978'.). A. Rimbaud, sabido, no sólo se opera de Baudelaire, también se amputa, Merde, la poésie!, de (casi) la totalidad de la literatura (y sobre la importancia de tal 'casi', ora para eventuales nuevos avatares de la tradición moderna, ora para la Literatura (occidental) tout court, esta vez ya no vuelvo 10). El menudo lío de todo esto es que, como bien lo habrán sabido Shakespeare, Doktor Freud y otros tantos, mientras más radical es el parricidio (poético, antipoético o no tanto) más radical es el retorno del padre como fantasma o aparecido. ¡No lo supiera Parra – en el año de Neruda!
Tal vez Bolaño se emparente mucho más con Lautréamont que lo que las escasas referencias al montevideano en su corpus pudieran hacer creer. Lautréamont, más el de Los cantos de Maldoror que el de Poesías I y II, esto es, el del momento demoledor pero a la vez el del bilingüe francocastellano que, cuando aún no se desvanecía el horror del sitio a Montevideo por el ejército de Rosas, aprendía literatura en los manuales españoles de la época 11, Lautréamont, en fin, cuyo viaje es de la periferia a la metropoli y cuya forma de viajar y de ver permanece aún revestida en el misterio más absoluto, a tal punto que no sabemos si se trata de un nihilista militante o de un optimista desmesurado (Cf. Literatura + la enfermedad...).
Entre paso y paso
Nuestra situación (según me pareció entender) es insostenible, entre el imperio de Octavio Paz y el imperio de Pablo Neruda. Es decir: entre la espada y la pared.
R. B.
Dicen que dijo un crítico
que tengo dos poéticos vicios:
la repetición y la repetición.
Glauco Mattoso
Mi madre nos leía a Neruda en Quilpué, en Cauquenes, en Los Ángeles. Un libro único: Veinte poemas de amor y una canción desesperada, Editorial Losada, Buenos Aires, 1961. Así parte 'Carnet de Baile' (in Putas asesinas, 2001). Entre paso y paso Bolaño hace o arregla sus cuentas con el campeón de los pesos pesados de la literatura chilena (así, en bastardillas, viene inscrita la expresión en los confines del breve y erótico, incestuoso relato), no sin antes anoticiarnos que su propio padre fue campeón de boxeo "en el sur de Chile", precisamente en la categoría de los pesopesados: siempre hubo un par de guantes de boxeo en mi casa, ya fuera en Chile o en México (subrayo). El Neruda de los Veinte sonetos: el legado materno y a la vez el amor de (la) madre, el tipo Edipo de nuevo (wieder!), pero antes: el presente griego (la Literatura), don y dosis y, como todo legado, deuda impagable y regalo envenenado. Jallalla habrá exclamado el vieux poète aïmara en traslucinado en Huidobro (cf. Manifestes, 1926); innecesaria vuelta a Ítaca – remedio y veneno también se mentan mismamente en casa, en (lengua) aymara...
Si hay algo que a estas alturas aún pega con moco a Neruda (y Paz) con Bolaño es su común, si bien diversa, identificación con Rimbaud. En su discurso de Estocolmo (1971), al único poeta que Neruda nombra y cita (a Huidobro sólo lo cita) es al (pendejo) moderno por antonomasia, el de Una temporada en el infierno:
Et à l'aurore... al horror, casi. (En cuanto
a Paz,
éste inscribe su propia poesía (crítica) en aquel mismo temporal envío: a partir de Une Saison en Enfer nuestros grandes poetas han hecho de la negación de la poesía la forma más alta de la poesía: sus poemas son críticas de la experiencia poética, crítica del lenguaje y del significado, crítica del poema mismo. Cf. El arco y la lira).
*
Cuando murió Neruda tenía 11 años, vivía en Concepción y versopendejeaba en lengua franca (mi madre sigue siendo nerudiana; mi padre, cómo no, rokhiano). Bolaño andaba entonces aún en los 20 (nació el '53) un poco más al sur, en Mulchén, en casa de unos tíos; de camino a Concepción, a las pocas semanas, unos pacos lo detuvieron en un control de caminos y lo metieron precioso por "terrorista" y, para más recacha, "extranjero" (el pinche timbre de chile chipotle del DF "probó" que verás cómo quieren en Chile al amigo cuando es forastero no es sino, como el conjunto de la chilena mitología, literaria incluida, huachi nomás para la pajarería). Cuando murió Bolaño, treinta años después, hace medio año, estaba en Córdoba junto a Matías, mi hijo (argentino) de tres años, y, hurgando en un raído ejemplar de La voz del interior, El Mercurio y La Tercera de la Docta, me encontré de zopetón con una viejonueva entrevista a Bolaño. El periodista: En Putas asesinas nos encontramos nuevamente con su propia vida. ¿En este trabajo con la autobiografía hay un intento de diálogo con su destino? Bolaño: Nunca me he planteado "trabajar" con mi autobiografía [...]. El periodista: Pese a los viajes y a los cambios de escenarios, hay un no sé qué de claustrofóbico en estos relatos. Bolaño: Sobre la claustrofobia no sé qué decir. Me gustaría vivir en otro planeta. Pero me aguanto. El ídem: En este libro quien se lleva las palmas de su ironía es Neruda. ¿Le disgusta en general como poeta o su malestar tiene más que ver con su influencia en el sistema literario chileno? B.: A mí Neruda me gusta bastante, tal como lo digo en ese cuentito. Un gran poeta americano. […] Aunque Neruda, en algún momento de su vida, pensó que él era el paradigma del poeta, y se equivocó. Pero la verdad es que todos los poetas, en algún momento de sus vidas, se creen la muerte.
* * *
* Arturo Belano, aunque agotado, está aún vivito y coleando en 2666; de hecho, opera como su narrador: “Y esto es todo, amigos. Todo lo he hecho, todo lo he vivido. Si tuviera fuerzas, me pondría a llorar. Se despide de ustedes, Arturo Belano” (2666, Barcelona, Anagrama, 2004; p. 1125). Por demás, 2666 retoma, a modo de incipit o epígrafe matriz, el dictum baudelairiano que ya operaba como el “problema” poético fundamental en Literatura + enfermedad = enfermedad (2003): Un oasis de horror en medio de un desierto de aburrimiento – cuya respuesta habrá llevado a sus últimas consecuencias, según Bolaño, el “original” de Arturo Belano, y acaso de sí mismo, Arthur Rimbaud. [Salvo ésta, todas las notas que siguen corresponden al textil datado el 2003].
1 M. A. Coloma, rev. El Periodista, Santiago, julio del 2003.
2 'Roberto Bolaño, el esplendor narrativo finisecular', in Territorios en fuga, Estudios críticos sobre la obra de Roberto Bolaño, Patricia Espinosa, compiladora, Frasis Editora, Santiago, 2003; subrayados míos.
3 In Die Niemandsrose (1963); el traslape, mío - cf. rev. El espíritu del valle nº 4/5, Stgo., 1998. La confrontación del texto alemán comarca a su manera el naufragio en traducción, esto es, también, lo no repetible. En cuanto al título (francés) del poema de Celan, éste retoma y reelabora un pasaje de un poema en prosa de Baudelaire, Le confiteor de l'artiste, in Le Spleen de Paris.
4 Los detectives salvajes, 4ª edición, Anagrama, Barcelona, septiembre del 2003. La primera edición apareciera en noviembre del 1998 en la colección "Narrativas hispánicas".
5 Ignoro si Bolaño leyó a Celan (hasta donde mis lecturas me alcanzan, no lo nombra en ninguno de sus escritos, aunque es más que improbable que no haya tenido noticias de su obra dada su propia condición de poeta y dada, también, la amplia 'recepción' de la poesía de Celan en España); ahora bien, este pasaje de literatura + enfermedad..., coincidencia o no, consuena estrechamente con uno de El Meridiano: "¿Se anda, entonces, cuando se piensa en poemas, se anda con poemas por tales caminos? ¿Son estos caminos sólo caminos en círculo, rodeos de ti a ti? Son también, a la vez, entre tantos otros caminos, caminos por los cuales el lenguaje adquiere voz, son encuentros, caminos de una voz a un tú que percibe, caminos creaturales, proyectos de existencia acaso, un anticipado enviarse hacia sí mismo, en busca de sí mismo. Una suerte de regreso a casa" (traducción de P. Oyarzún, Intemperie, Stgo., 1997, ligeramente intervenida). Y si hay encuentro en la escritura como camino, y camino a sí (mismo), hay también bifurcación de caminos; donde en Bolaños hay 'algo' en Celan hay 'alguien' / 'tú' – dos modos de la alteridad (latín aliquod y aliquem) finamente divergentes.
6 Roberto Bolaño: 'Esta vez iré con las manos en la nuca', entrevista con M. Jösch, diario La Tercera, Stgo., 25 de febrero del 2000.
7 Grinor Rojo analiza acertadamente este dimensión iniciática y, a fin de cuentas, de constitución del sujeto, de Los detectives salvajes (en 'Sobre Los detectives salvajes' in P. Espinosa, op. cit., pp. 65-75), aunque no deja de sucumbir in extremis – es su última frase – al ranqueador local deporte: Bolaño, "un narrador de dotes excepcionales y que tal como viene la mano podría ser el cuarto más importante en la historia de la literatura de nuestro país". La hipótesis del "corpus fantasmal" de la chilena poesía, sugerida por Marcelo Novoa más adelante ('Roberto Bolaño o retrato del poeta perro', pp. 241-248) es otro indudable acierto del mencionado volumen compilante.
8 Si es posible distinguir un 'primer Mallarmé' aún marcado por la herencia baudelairiana (del cual formaría parte justamente Brise marine, de 1865) de un 'segundo' ya más liberado de ella (caso, entre otros, del Coup de dés, de 1897), el primero pre-escribe ya las huellas del segundo.
9 Muchas de las viejonuevas preguntas que suscita la 'respuesta' mallarmeana son también y especialmente atingentes a la escueta pero fulminante escritura de Juan Luis Martínez.
10 Remito, pues, a La [mi] última carta de Rimbaud (Intemperie, 1996).
11 Leyla Perrone-Moisés, en su sugerente Lautréamont austral (Brecha, Montevideo, 1995), escrito en colaboración con Emir Rodríguez Monegal, muestra a las claras no sólo la influencia decisiva en Lautréamont de El arte de hablar, del retórico español José Gómez de Hermosilla, sino también una serie de in/conscientes españolismos entreverados en Los cantos.
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