Chile,
país de mitos
Andrés
Anwandter
La Tercera Cultura. Sábado
20 de enero de 2007
En
una de sus últimas entrevistas, el poeta Gonzalo Millán abogaba
por un reajuste de los mitos poéticos de Chile. No hablaba de negar a nuestros
"grandes poetas", sino más bien de retomar la costumbre perdida
de discutir las visiones "oficiales, anquilosadas, convencionales" que
se han generado en torno a ellos.
Hago este alcance porque me parece que
es fácil confundirse en este asunto. Es innegable el hecho histórico
-no mítico- de que durante el siglo XX surgieron en Chile varios poetas
de renombre. Este renombre no fue producto de un mero consenso crítico,
sino del reconocimiento de innumerables lectores y escritores hacia una poesía
original, de calidad, capaz de producir sentido dentro y fuera del ámbito
nacional.
Lo discutible es que este hecho histórico asegure eternamente
la producción poética nacional, o transforme necesariamente a Chile
en un "país de poetas". Para ello se requieren ciertas condiciones
materiales que, a mi juicio, variadas circunstancias históricas han hecho
lo posible por destruir. Y el problema de los mitos es justamente que nos impiden
visualizar esta situación.
Por lo mismo, me llamó la atención
leer hace una semana, en este suplemento, un artículo de Carlos Tromben
donde se planteaba que en nuestro país "la poesía está
subsidiada y a la novela le ha faltado mercado". Creo que se trata de una
opinión que en vez de discutir el mito, lo reafirma equívocamente.
Aparte de no explicar nada, resulta falsa.
Hablo como practicante de este
arte de la poesía, aunque quizás sea más propio decir artesanía.
Es cierto que hay un par de fondos estatales y algunos premios que apoyan la creación
literaria (tanto poética como narrativa), sin embargo los montos son más
bien escasos y alcanzan sólo para algunos privilegiados. Además,
la asignación de los fondos parece regirse por criterios extraliterarios,
como el misterioso "impacto social de la obra" que solicitan los formularios.
No conozco a ningún poeta que llegue a fin de mes con este tipo de ayudas.
Por otro lado, para publicar poesía se debe optar por las revistas (de
escaso tiraje o derechamente virtuales), la autoedición o las editoriales
pequeñas, que trabajan a pulso y tienen una distribución inadecuada.
Nadie gana plata en esto, aunque con suerte, en un par de años, se recupera
parte de la inversión. La poesía chilena también sufre la
falta de lectura del 60% de la población que menciona el artículo,
a lo que se le agrega el rechazo de las editoriales mayores, que sí publican
narrativa y desarrollan estrategias para venderla, aunque sea en nuestro pequeño
mercado nacional.
Por todo esto la mayoría de los poetas se ve obligada
a trabajar, no porque les sobre el tiempo como señala el artículo
de Tromben. Escribir buena poesía requiere tanta lectura, reflexión
e insumos materiales como escribir una novela. Ahora bien, por experiencia propia
puedo decir que para entrar al mercado laboral es mejor camuflar la vocación
poética, ya que fuera del ámbito literario escribir poesía
es para mucha gente sinónimo de ser poco confiable, vago, borracho o, por
lo menos, alguien bastante extravagante. En vista de lo expuesto en el párrafo
anterior esto último no deja de tener cierto asidero. Con toda razón
uno podría preguntarse a estas alturas ¿qué persiguen los
poetas al escribir poesía?
Al parecer, para Tromben, la respuesta
es: el favor de la crítica, es decir, un beneficio simbólico de
parte de críticos obnubilados por el supuesto mito del "superhombre
poético chileno". Lamento constatar que este beneficio es aun más
esquivo que el monetario. De las decenas de libros de poesía que se publican
al año -entre los cuales siempre hay varios que valen la pena- se comenta
un porcentaje bajísimo. Y digo "se comenta", porque no hay una
crítica especializada, ni realmente muy informada sobre lo que sucede en
la poesía actual. No voy a entrar a analizar qué significa escribir
poesía en Chile hoy. Eso daría para varias páginas.
Puede
que haya algunas excepciones a lo que he dicho, pero son justamente las que confirman
la regla: Chile no es un país de poetas (más que de narradores o
futbolistas), no es un país poético. Pero discutir este mito -hacerlo
desde un punto de vista marxista como desea Tromben- nos debiera llevar a revisar
su función dentro de la ideología, a examinar las condiciones materiales
de la producción poética que el mito encubre, y no a reemplazarlo
por otros mitos aun más absurdos.
*Poeta
y sicólogo, autor de Banda Sonora y Especies Intencionales.