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EL VÍNCULO AMOROSO EN “DESACATO AL BOLERO”
Análisis de un cuento de Alejandra Basualto

Por Eleonora Casaula Tormen


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1.- PRESENTACIÓN

Alejandra Basualto se define como poeta y narradora. Cursó estudios en la Universidad de Chile, correspondientes a Licenciatura en Literatura. En el área de la narrativa, específicamente del género cuento, sus publicaciones se inician con La mujer de yeso (1988). Le siguen Territorio Exclusivo (1990) y Desacato al bolero (1994).

Hilvanándolos mediante citas de tangos y boleros e ilustraciones de Cristóbal Ladrón de Guevara, Alejandra Basualto organiza los relatos de Desacato al bolero en tres capítulos, a través de los cuales perfila diferentes escenas ambientadas en una sociedad nutrida por patrones afectivos y modelos vinculares idealizados. El género popular llamado bolero -como un modelo en el que el amor trasciende la adversidad y el desencuentro, exaltando una polaridad romántica de sentimientos y cualidades humanas- constituye el personaje principal del libro.

La gráfica del libro expone la figura humana femenina de manera inmoderada y casi grotesca, perfilando sus rasgos en una estética feísta. Predomina la parcialidad corporal sobre la totalidad: la mujer caricaturizada a través de pezones chupete, de pies y manos disarmonizados, rompe con el ideal femenino proclamado por el género musical que da nombre al libro. En concordancia con esta propuesta, los tres capítulos que lo componen son introducidos mediante dibujos propios del comic y viñetas de los versos de diferentes canciones.

Tal es el marco de estos cuentos, los cuales ponen de manifiesto el encuentro entre el paradigma romántico y una realidad desmitificada, donde irrumpen la violencia, la soledad, el desencanto y una sexualidad disociada del vínculo amoroso. Explorando en los afectos de un sector social, la clase media chilena, abordan la descomposición y decadencia experimentada durante los últimos años a partir de un proceso de cambio hacia una nueva cultura, en la cual prevalecen el personalismo y la individualidad afectiva.

El título del libro, coincidente con el del cuento seleccionado[1], merece también ser atendido, pues a nuestro juicio permite una mayor comprensión sobre los propósitos de la autora.

Según Corominas, a c a t a r, nos refiere a “mirar con atención, considerar” y proviene de c a t a r.  En el siglo XIV se entiende como “tributar homenaje de sumisión”; posteriormente se agrega “reconocer la autoridad de alguien”. El bolero, por su parte, constituye un género musical destinado a la expresión de sentimientos derivados de la relación amorosa, que lleva la impronta de una carga emocional intensa. Desde esta perspectiva, desacatar el bolero implicaría la prevalencia de una rebeldía (por oposición a sumisión), esto es, un desconocimiento de lo que hemos reconocido como norma de comportamiento (autoridad).

Basualto parece anunciar de esta manera la exploración del vínculo amoroso desde una concepción nueva, en la cual prevalece un orden afectivo marcado por la ruptura del vínculo amoroso entre los amantes. En consecuencia, la relación sexual es actuada y descrita en términos estrictamente corporales y fisiológicos, disociada de lo que veníamos entendiendo por amor, vale decir, empatía por la pareja, identificación con las necesidades del otro, integración entre lo carnal y lo sentimental.

2.- “DESACATO AL BOLERO”

En el cuento que nos ocupa la voz narrativa coincide con el personaje femenino, es decir, transcurre en primera persona y tiempo presente, fundamentalmente, y en un pretérito inmediato, destinado a introducir los antecedentes básicos de la historia. Protagonizan el relato un hombre y una mujer innominados.


3.- LOS PERSONAJES Y SUS ACCIONES

Las acciones refieren a un encuentro casual entre dos personajes, hombre y mujer, durante la hora de colación. Luego, al desarrollo de una cita en el departamento del hombre, con la finalidad de sostener una relación sexual -carnalizada, franca, sin delicadezas ni sofisticaciones- donde la búsqueda de satisfacción fisiológica termina por opacar el romanticismo fantaseado por el personaje femenino.

3.1. La mujer
Es una empleada de notaría aparentemente solterona, que vive con su madre. Su existencia rutinaria se enmarca en el modelo propio de una clase sociocultural de manguados recursos económicos. Soñadora e infantil, se siente ajada físicamente y frustrada en el plano de las relaciones amorosas y sexuales.

3.2. El hombre
Perteneciente a una condición social similar o inferior, se describe como un tipo ordinario, poco atractivo, desaliñado, entrador. Su estilo es práctico y desprovisto de todo romanticismo. Esto lo induce a reafirmar su potencia y virilidad mediante aventuras sexuales rápidas, las cuales no conllevan mayor compromiso afectivo. Sin embargo, en su fuero más íntimo, parecen destinadas a paliar la desazón ante la vida.


4.-  ESPACIO

Los personajes se ubican en ambientes cerrados y estrechos, los cuales transmiten en todo momento una condición asfixiante que guarda estrecha relación de sentido con el transcurrir psicológico del cuento.

El primer contacto tiene lugar en la barra de un restaurante del centro de Santiago, “el Indianápolis”, el cual constituye el único elemento de la narración con nombre propio y además identificable (se le vincula con la bohemia santiaguina de los años 60). De este modo, se convierte en un personaje más.

El relato sugiere un diario vivir marcado por los horarios de trabajo y colación, así como también se le da un contexto claro a las acciones: el universo urbano. Es de este modo que la ciudad -específicamente una esquina del centro santiaguino- sirve, con su decadencia, de marco para la historia.

El lugar de trabajo de ella, una notaría, se presenta como un entorno estrecho, atiborrado de papeles y objetos de escritorio. Allí, la protagonista se ve agobiada por múltiples quehaceres que congestionan el libre transcurrir de su mente.

La estética opresiva culmina en un ascensor, en el cual una ventana-espejo termina por objetualizar una mirada hacia el interior.

El departamento de él, sin accesos, nos introduce de inmediato a la acción. El encuentro entre ambos, que finalmente ocupa la mayor parte del relato, se desarrolla en la estrechez de un sofá, el cual ni siquiera da espacio para la distensión posterior al orgasmo: él termina cayendo al suelo.


5.- TIEMPO
 

En cuanto al tiempo cronológico, la historia ocupa dos momentos del día. Comienza a la hora de almuerzo, para concluir al atardecer, luego de finalizar la jornada de trabajo.

Con respecto al tiempo narrativo, cabe decir que el relato se inicia con la descripción, en tiempo presente y primera persona, de los sentimientos de la protagonista. Ella misma refiere en tiempo pasado los sucesos de la hora de colación. Retomando el presente, pasa a dar cuenta de todo el episodio a partir del momento en que abandona su oficina para dirigirse al departamento de él.


6.- HERMENÉUTICA DEL RELATO

Atendiendo a la economía del relato y a la acotación extrema del trato literario, parece atractivo intentar un análisis del recorrido textual, el cual, a nuestro juicio, entrega una visión de género bien perfilada.

La autora introduce a un personaje femenino preso en un estado de ánimo donde predominan las nociones de “terremoto”, “temor” y “pánico”. Así se introduce la vivencia del desconcierto, el sometimiento y la inhibición de esta mujer, que se manifiesta fisiológicamente en temblores y sudor. La protagonista se siente como un “papagayo amaestrado”, lo cual puede ser entendido por su relación con un adiestramiento social -el qué dirán- y la postergación de los deseos instintivos: se percibe “suspendida”, “ansiosa”, perdida”. Esto se suma a diversas alusiones sobre la adrenalina, la incapacidad de concentrarse y el trabajo que ejecuta automáticamente; en fin, a un estar “fuera de sí” que nos remite a la imagen de una niña púber enfrentando su primera cita.

En otras palabras, su comportamiento inmaduro parece originarse en un sustrato impulsivo e indiferenciado que no ha alcanzado el grado de resolución conflictiva que supone la sexualidad adulta. No se trata entonces de una mujer en quien, coexistiendo lo sexual y lo amoroso en forma integrada, se dé curso a una aventura amorosa, sino de una niña confundida emocionalmente ante el encuentro con el otro sexo. Para reforzar esta imagen leemos “late”, “bombea”, “se frunce”, “vuelve a latir”, “la cabeza le da vueltas”, “se resiste”, “se asusta”, afirmaciones que además reiteran los estados de suspensión y aceleramiento ya mencionados.

La mujer nunca adquiere conciencia de lo que quiere, ni actúa en consecuencia. No se adueña de su sentir, sólo teme “lamentarse después” de haber perdido satisfacciones sensoriales parcializadas. En otras palabras, su accionar se rige por una suposición culturalmente aprehendida acerca del sentir femenino.

El desconocimiento de lo que ocurre en ella en un plano sexual -“de pronto me doy cuenta de que mi cuerpo responde con una voracidad desconocida”- no sólo abarca el ámbito de la propia intimidad femenina, sino que también inhibe la exploración del ámbito masculino. Esta carencia la lleva a comportarse básicamente en concordancia con estereotipos machistas, interiorizados desde lo social: “no sé si me gusta o me asquea”, “devuelvo sus besos con desesperación”, “entierro mis uñas en su espalda”, “me arranco la ropa”.

De este modo, el cuento pone de realce la inhibición, en el personaje femenino, de fantasías concordantes con su deseo sexual. Esto es subrayado por el hecho de que ella no acostumbre a hablar con extraños, por su falta de desenvoltura y su turbación ante la galantería. Ante la cita, en lugar de ensoñaciones de mujer madura, aparece lo que podríamos llamar una sintomatología angustiosa. Por otra parte, el comportamiento general ante el mundo -no se ha casado, vive con su madre, goza de hijos que no son propios-, hace evidente la represión de sus impulsos sexuales.

Sensible a la autoridad masculina, se entrega a pesar de sí misma. Disociada en su necesidad amorosa y sexual, desconoce su naturaleza instintiva y debe esperar a que el hombre se la devele a pesar de la humillación afectiva que le infringe un comportamiento masculino indiferente y despreocupado de sus sentimientos. No sabe de su cuerpo, se “asquea” por la manipulación de que es objeto, aunque ello actúe como ritual iniciático para conducirla a la excitación y el deseo en toda su crudeza. Predomina una autoimagen disminuida y arrasada por un supuesto modelo cultural, que se hace claramente explícito cuando teme sentirse “ridícula y pasada de moda” si exige respeto a su particularidad, es decir, si busca un trato menos denigrante.

La visión que la mujer tiene acerca del hombre también parece infantilizada. La mujer-narradora describe a un niño hambriento que mama en vez de acariciar, y que se alivia del apremio instintivo mediante la descarga de semen. Ella dice “muerde los pezones como niño hambriento”. No obstante, queda olvidado el que los niños hambrientos chupan y estimulan placenteramente el pezón, pero no agreden con los dientes, dejando “moretones” y “magulladuras”.

El desamparo masculino es percibido por la mujer; sin embargo, su comprensión nace de una postura maternal benevolente, que se manifiesta en la observación de sus “calcetines a rayas azules con hoyos en la punta”. No registra la agresión implícita en todo el comportamiento sexual masculino y explícita en las expresiones verbales emitidas por él, “vieja caliente, puta, pídemelo de nuevo”.

De este modo, el deseo femenino se satisface desde un nivel masoquístico. El placer proviene de la denigración de la persona de la mujer. Se concluye así una relación en la que predomina la asimetría total entre los géneros, expresada en la vivencia femenina del placer al copular con un niño soberbio y egocéntrico y el placer masculino de vaciar su descarga excitatoria en un receptáculo denigrado, revelando asimismo una vivencia masculina de autodenigración no reconocida conscientemente.

A lo largo del texto no se ve un desarrollo profundo de la imagen masculina. Su descripción se limita más bien a lo externo, dejando al lector en libertad para interpretar mayores complejidades en la visión de hombre. El relato lo revela como un ser aburrido, de escaso desarrollo mental, que invade la interioridad femenina según una propositividad autorreferente. Su vulgaridad –“empujó su plato y se sentó a mi lado”-, revela una incapacidad para discriminar sus apetitos, pudiendo cambiar un plato por otro plato. Su falta de delicadeza lo conduce a un comportamiento intrusivo: “lengua penetrante”, ahogante, “beso duro”.

Bulímico y descuidado físicamente, el personaje masculino busca lo que su deseo le indica, sin miramientos ni sutilezas. Es así que nuevamente nos encontramos con un registro sexual infantilizado donde se “muerden” los pezones con la dedicación de un niño “hambriento”, en lugar de disfrutar de un cuerpo complementario.

Parece entonces no tratarse de adultos que se integran en un rito sexual, conscientes de carencia que se satisface en el otro, sino de dos niños que se masturban. El intercambio corporal satisface apetitos individuales sin goce en la complicidad. De esta forma, el análisis practicado lleva a perfilar tanto para el hombre como para la mujer existencias solitarias, en las cuales la tristeza y el abandono se esconden tras una fachada de indiferencia y dureza.

En síntesis, se alude a la imposibilidad de llevar el dos al uno. Antes, durante y después del encuentro físico, cada uno por separado se vale del otro para provocar un placer solitario individual. Este sentir se rubrica en la frase final del cuento, cuando ella manifiesta: “salgo con la certeza de que no alcanzamos a tocarnos”.

Se remite así a un concepto de amor en el cual la mentalización del encuentro deja de existir para dar paso al uso físico del cuerpo. De manera completamente autorreferida, cada uno sirve al placer del otro. El sexo, visto desde esta perspectiva, pierde su cualidad de encuentro amoroso para tornarse una mera satisfacción masturbatoria.

 

 

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Notas

[1] Basualto, Alejandra. “Desacato al bolero”. En Desacato al bolero. Santiago: La Trastienda, 1994. Pp. 107-110. Todas las citas corresponden a esta edición.

Publicación en Cuadernos de Estética Número 1 “Género en el relato femenino chileno contemporáneo”
Proyecto CONICYT EG 95040 – 1996. Pontificia Universidad Católica de Chile. Facultad de Filosofía – Instituto de Estética.   ISSN 0568 – 3939.



 



 

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